A lo largo de este tiempo, he llegado a conocer a dos Dimitris. Uno es el hombre que tengo ahora frente a mí, el romántico empedernido más dulce y empalagoso de todo Londres. Este Dimitri es capaz de hacerme sentir como la protagonista de un cuento de hadas, alguien que se arrodilla ante mí con una sonrisa cálida, que acaricia mi rostro como si fuese un tesoro y declara su amor con una devoción que te hace sentir como una santa. Su dulzura me envuelve, me embriaga, y en momentos como este, me atrevo a soñar con un futuro que parece tan perfecto como imposible. Pero también he visto la otra cara. Esa que haría temblar a cualquiera. La frialdad calculada con la que da órdenes que condenan vidas, la brutalidad con la que corta cuerpos y arranca gritos de terror, la mirada despiadada de alguien que encuentra en la crueldad un medio para conseguir lo que quiere. Es esa faceta la que me asusta, la que me hace dudar si puedo soportar todo lo que él es. ¿Cómo reconciliar al hombre que me levan
¿Aceptar los crímenes de Dimitri me convierte en una mala persona? Supongo que sí. Tal vez mi silencio y mi complicidad sean una condena en sí mismas. El precio de haberle entregado mi alma a un mafioso es este remordimiento constante que me hace sentir como si estuviera hundiéndome en arenas movedizas. El amor que siento por él supera los valores que aprendí en el monasterio, y esa decepción que tengo conmigo misma seguramente será mi castigo, un tormento silencioso que me acompañará por el resto de mi vida. Soy una decepción para mi religión.El elevador no tarda en llegar y abrir sus puertas. Marco me permite pasar primero y, una vez dentro, presiona el botón que lleva a los estacionamientos subterráneos. En cuanto comienza a descender desde el último piso del hotel, el ambiente dentro de la cabina se torna pesado, cargado de un silencio incómodo que parece oprimir el aire.Con discreción, intento leer las emociones en el rostro de Marco. Algo en su expresión amarga me inquieta. Sus
—¡Señorita Hikari, cuéntenos! ¿Dónde ha estado todo este tiempo? ¿Por qué nadie supo de usted hasta ahora?La avalancha de preguntas es inmediata, voraz, como si hubieran estado esperando este momento durante años.—Ino, no tienes que responderles —me susurra Alexis, su voz cargada de tensión—. Mejor espera a hablar con el abogado.Pero ignoro su consejo. Responder es la única forma de tomar el control de la situación. Tomo un respiro profundo y, con la mirada fija en los reporteros, empiezo a hablar.—Toda mi vida transcurrió dentro de un monasterio. Fui una monja de clausura, lo que significa que viví lejos de mi familia, sin contacto con el exterior.—¿Por qué salió del monasterio? ¿La expulsaron?Aquella pregunta me golpea con fuerza. La verdad es que mi mundo se derrumbó el día que Dimitri Paussini apareció en él. Él fue la razón por la que perdí mi paz, la razón por la que todo cambió.—No pienso hablar de mi vida privada —respondo con firmeza, cerrando cualquier posibilidad de i
Una oleada de poder ha llegado hasta mis pies, y como el agua salada que borra las huellas en la arena, me hace temer por el olvido de las grandes obras caritativas que alguna vez dejé en mi pasado, por mi humildad, por el desvanecimiento de mi bondad y de mi misericordia. No puedo olvidar quién fui, porque eso es lo que más valoro de mí misma y lo que deseo conservar siempre... Claro, eso lo pensaré después de que termine esta reunión en esta especie de guarida secreta de supervillanos.—Por favor, empecemos rápido, tengo cosas importantes que hacer. —Extiendo las manos, exigiendo que se haga lo que pido. Ellos obedecen de inmediato.Y sí, tengo algo importante que hacer, después de salir de aquí me enfrentaré a Dimitri Paussini.—Antes que todo... ¿Desean algo de beber? —pregunta Mayer.—Sí, por favor —responden al unísono los Wioka.Mayer se levanta de su silla, camina hacia el bar de madera verde musgo, abre una de las vitrinas que cuelga en la pared y empieza a sacar unos vasos de
Ni siquiera tengo motivos para sentirme decepcionada, porque acepté estos sentimientos sabiendo perfectamente que terminaría atrapada en las entrañas del infierno. Toda mi vida he luchado por mantenerme lejos de la oscuridad, pero al final terminé entregándome a ella. La abracé, me fusioné con ella, la amé con una devoción que nunca imaginé capaz de tener. Ahora, me resulta casi imposible despegarme de esta agonía, de la necesidad de estar cerca de él, aunque sé que ya no debo.M*****a adicción a almas perversas.Salgo del edificio residencial y me encuentro bajo un cielo que se va oscureciendo lentamente, sintiendo cómo el frío se cuela bajo mi piel. El aire se ha vuelto denso, como si todo a mi alrededor estuviera marcado por la tristeza que llevo dentro.De repente, un grupo de personas aparece en la acera. Parece que vienen de alguna actividad deportiva, muchos llevan uniformes de fútbol. Me cuesta tanto mantener las lágrimas a raya. Es como si se necesitara una fuerza sobrenatural
Camino hacia la cama en completo silencio, con el cuerpo tenso y los pensamientos atrapados en un torbellino de emociones que no me dejan respirar. Me siento asustada, abrumada, con el pecho oprimido por un peso que no sé si podré soportar. Alexis sigue de pie en la puerta, observándome con una mezcla de comprensión y cautela.—Discúlpame por venir a decirte esto ahora —su voz es baja, casi un susurro—, pero pensé que era importante que lo supieras. Ahora, que Dimitri se ha entregado, tu familia se verá mejor frente a cualquier opinión.No respondo. No porque no tenga palabras, sino porque no sé cuáles de todas las que se atropellan en mi mente podrían escapar de mi boca sin quebrarse. Alexis sostiene mi mirada un segundo más y luego asiente, como si entendiera lo que no me atrevo a decir. Cierra la puerta y me deja sola.Me dejo caer sobre la cama, pero sé que no podré dormir. La oscuridad me aprisiona en ella, y el silencio de la habitación se siente ensordecedor. Dimitri está en pri
Muchos nos esperan, y por eso necesito contener mis miedos, secar mis lágrimas y levantar el rostro. No quiero que mi familia me vea devastada cuando, en teoría, debería estar feliz por reencontrarme con ellos. Son lo único que me queda en esta vida, y ni siquiera estoy segura de cuánto tiempo más seguirá siendo así. En cuanto nos vean, me exigirán respuestas. No tengo intención de mentirles ni de ocultar detalles, así que les diré la verdad: que por mi culpa terminaron en manos de la justicia londinense.Por eso, debo asegurarme de que este reencuentro sea memorable… porque no sé si será el último.Nos subimos a la oscura camioneta y salimos rumbo a la jefatura metropolitana de Kingston, donde, según Alexis, Delancis y los demás nos esperan. Como la familia es grande, necesitamos otro vehículo para llevarlos a todos. Alexis se mantiene al teléfono con Sebastián, coordinando el transporte.—Sebastián, necesito que consigas una camioneta o una minivan y que vengas a la jefatura de King
Desde la perspectiva de Dimitri Paussini.Embriagué mi mente y le di rienda suelta a mi alma, sin medidas y sin pensar en mí. Subí a un cielo vacío en busca de esa única estrella que dice hacer feliz a una flor de jazmín. Pero cuando regresó mi cordura, me percaté de que sería imposible bajar del cielo y regresar a ella, que justo ahora comenzaba mi era de soledad.Aún recuerdo la primera vez que la vi, cuando su ondulada cabellera y su pálida piel desnuda se fusionaban con la hermosura del lugar. Relajada y despreocupada en aquellas cálidas aguas, parecía esperar a un dador de felicidad. Quise ser yo el único capaz de otorgársela, porque en el instante en que sus ojos se encontraron con los míos, también atraparon mi corazón.Entonces comprendí que aquello que llaman amor a primera vista era real, porque me obsesioné al instante con la ingenuidad reflejada en sus ojos castaños y con el rubor que se expandió por sus mejillas. Desde ese momento, quedó grabado en mi mente un aroma a jaz