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4. Perspectivas en el sepelio

Narrado desde la perspectiva de la rubia.

¿Realmente se puede confiar en las personas que nos rodean? No estoy segura. Lo que sí tengo claro es que odio estar aquí con este ambiente incómodo e hipócrita, dentro de una habitación fría y silenciosa donde las falsas lágrimas han bañado el ataúd de mi padre, donde solo queda escuchar las últimas palabras de un viejo sacerdote, donde solo queda apreciar como cae la nieve tras las grandes ventanas.

Ahí están…, rostros de supuestas tristezas, para mí ninguno se escapa con la inocencia; mi padre está muerto y no hay solo un culpable, estoy segura que varios están implicados.

Aquí están los miembros de la familia Paussini, quienes quieren controlar el negocio de la marihuana y la cocaína en la zona norte, no me extrañaría que quieran acabar con cada uno de los Hikari. Para ellos somos una piedra en el zapato.

En una esquina puedo ver a varios de la familia Diamond, guardan un secreto que solo mi padre sabía, justo cuando iba a reunirme con mi padre para hablar del tema, sucedió el accidente. «Está claro que terminar con la vida de mi padre era su mejor carta, ¿no es así, Mr. Frank?». A cada rato recibe miradas cizañosas, pero a él parece no importarle.

Mr. Frank Diamond, la cabecilla de los Diamond: es tan respetado y temido que produce un escalofrío inmediato a su llegada. Me culpa de la desaparición de su hijo, el padre de mi pequeña Marisol, y eso es motivo suficiente para odiar a todos los Hikari. Ha llegado con un nivel de cinismo desbordante, su sonrisa me es tan descarada que provoca querer arrancársela de las formas más violenta posibles, pero para su suerte no soy ese tipo de mujer, eso es trabajo que se le asigna a otras personas. Ha dejado un clavel negro sobre la tumba de mi padre, es de esos tipos que le gusta ver el mundo arder. Entre él y yo tenemos muchos asuntos pendientes por atender, pero hoy no es un día apropiado para hablar de negocios.

Volteo a ver a mi hermano y se ve muy deprimido, él recuesta su cabeza sobre mi hombro, así que, para consolarlo, le doy un cálido abrazo.

—¿Cuál es el siguiente paso, Dela? Estoy perdido y no sé cómo avanzar… —me susurra en un tono deprimente. Solo con mirarnos fijamente logramos crear una sensación de seguridad entre ambos.

De repente, entre todo este silencio, se escuchan repetitivos golpes sobre el suelo de roble, el sonido es cada vez más cercano, lo que me lleva a mirar de reojo para buscar el origen de aquello que llama tanto mi atención, y es así como encuentro a mi lado un bastón que me es muy familiar. Llegué a pensar que mi tío Yonel no vendría, a él nunca le ha gustado asistir a los funerales, pero tenía que hacerlo, porque esta vez se trata de su hermano; su rostro es tan doliente, que hasta me provoca sollozar bajo esta profunda tristeza, y tanta es mi tristeza, que al final se me hace difícil retener mis lágrimas, y mi tío, al percatarse de mi pesar, me regala un abrazo para ayudar a aliviar mi dolor.

El sacerdote da la orden para sacar el ataúd del vestíbulo, ha llegado la hora de darle la última despedida en el cementerio privado de la familia. Mi hermano, mis tíos y otros miembros de los Hikari levantan el ataúd y lo suben sobre sus hombros para escoltar a mi padre hasta el cementerio, todos coordinan para dar los primeros pasos, y luego, de forma ordenada, empiezan a salir del vestíbulo con todos los invitados siguiéndoles atrás.

Solo hago salir de la mansión y un frío abrumador golpea mi rostro, fijo la mirada hacia el horizonte y encuentro una gran cantidad de personas en el cementerio.

Vamos caminando sobre la frágil nieve, con cada pisada nuestras botas se hunden sobre ella y, al avanzar, levantamos nieve y dejamos huellas tras nuestros pasos, voy con mis brazos cruzados para intentar soportar un poco el frío…, o talvez para tratar de consolar la tristeza que siento.

Desde aquí puedo ver a los hermanos Evans, apartados del tumulto y controlando, con mucha discreción para que todo se lleve de la mejor forma. Hace años que su familia se ganó la confianza absoluta de los Hikari, y es que siempre he confiado en esos dos, incluso con los ojos cerrados.

—Alexis, ¿todo bien? —le pregunto al llegarle por la espalda.

—Sí, Delancis, quédate tranquila —me asiente.

—Florence, después de terminar el sepelio me gustaría que ayudaras a Lottie a acomodar sus cosas en la mansión, a partir de hoy se quedará con nosotros.

—No te preocupes, me reuniré con ella —en ella encuentro una cálida sonrisa.

Me despido con una amable sonrisa y me dispongo a ir junto con mi hermano. Él está tan distraído que no se percata de mi ausencia, hasta que le tomo de la mano, aprieta la mía con tanta fuerza como si intentara liberar ira y dolor.

De repente, se escucha un bullicio al fondo, la razón es por la llegada de alguien… Es Mya Diamond, quien es correteada por un gran número de paparazzis, se ha detenido a dar algunas declaraciones y expresa pesar frente a las cámaras. Debo aceptar que es una excelente actriz, pero a mí no me engaña, es igual de astuta que su padre.

Narrado desde la perspectiva de la peliroja (Mya Diamond).

Voy a donde estén las cámaras, donde me pueda dar a notar, sea cual sea el lugar que pise siempre tendrá algo para mí. Así como en ese deprimente cementerio y su patética familia, los Hikari.

Me toca ir a dar la cara y fingir que realmente me importa. No solo lo hago porque mi padre me lo ha exigido, sino también porque amo ser el centro de atención.

Llego a la mansión de los Hikari en un Mercedes Benz tan blanco como la nieve, al llegar al portón principal de la mansión bajo el vidrio del auto para que el agente de seguridad sepa quién soy, pues no hace falta decir mi nombre, lo obvio no se pregunta.

—Pase, señorita Diamond —el agente de seguridad usa un tono que denota respeto.

—Gracias —sonrío como la reina que soy.

Enormes jardines, en primavera debe verse hermoso, pero a mí ni me importa, así que dejo mi auto estacionado sobre el césped de crocus que luce muy bien cuidado.

Al bajar de mi Mercedes, lo primero que hago es levantar la mirada para fijarla hacia el fondo del jardín, y desde aquí logro divisar el cementerio, luego es el cementerio quien me observa llegar y, por un momento, todos se distraen de la ceremonia para poner su atención en mí, hasta los paparrazis se han dado cuenta de mi presencia, son tan molestos..., como cuando le tiras maíz a las gallinas, así vienen corriendo.

—¡Señorita Diamond, ¿qué opina de la muerte de Gabriel Hikari?! —un paparazzi hace una pregunta estúpida.

—¡Señorita Mya, ¿es cierto que usted tiene una relación en secreto con Ermac Hikari?! —otro paparazzi que me pregunta pendejadas.

—¡¿Usted cree que se trate de un asesinato?! —uno que sí sabe hacer su trabajo.

Con un rostro melancólico miro fijamente a la cámara que acompaña a este periodista y desde su micrófono respondo:

—Es una pena lo que ha pasado con el Señor Gabriel Hikari. La familia Diamond igual comparte el dolor junto con la familia Hikari. Solo me resta decir que espero que pronto llegue la justicia para esta familia, que los culpables de este asesinato paguen por su crimen.

Los paparazzis siguen haciéndome preguntas absurdas y simplemente me queda ignorarlos.

Voy caminando sobre la nieve mientras ajusto mi beanie, cierro el zipper de mi jacket y acomodo mis gafas de sol.  Al llegar al cementerio, todos se quedan viendo mi caminar, en tanto voy acomodando mi ondulado cabello, me apropio de una entrada glamorosa, no esperaba menos de todo este falso drama.

Narrado desde la perspectiva de la rubia (Delancis Hikari).

Necesitaba que todo esto terminara lo más pronto posible, es agotador fingir frente a las cámaras que todo está bien y que es un armonioso funeral. Ya todos van saliendo del cementerio, así que me dispongo a despedir a cada uno de los visitantes.

—Mya, no me sorprende verte en este lugar.

Mya baja sus gafas de sol, me lanza una mirada llena de superioridad y luego responde:

—No me lo agradezcas, Delancis; realmente me entristece ver a tu padre dentro de un ataúd.

—Sí, claro…, que te vaya bien.

Se acomoda las gafas y camina con indiferencia, me surgen sentimientos repulsivos cada vez que tengo que lidiar con esa mujer.

Y ahí, le sigue el padre del cinismo: Frank Diamond.

—Solo vine a recordarles que el caído es un Hikari —sonríe descaradamente.

—Quiero recordarte que ahora la familia Hikari está bajo pilares de acero flameante… Cuídese, Mr. Frank —después de escuchar mi respuesta lanza una irritante carcajada, sube a su auto y se retira. Desearía no tener que ver su despreciable cara en un buen tiempo, pero por desgracia trabajamos juntos en algo.

Las personas siguen saliendo del cementerio, se me acercan y se despiden dándome sus condolencias, puedo contar con una sola mano las personas que son reales.

—Hola…, lamento mucho lo del Sr. Hikari.

¿Y esta mujer quién es? Sus ojos castaños me resultan muy familiares, su mirada inquietante me recuerda a la de mi hermano, siento como si la conociera de toda la vida; es una mujer de aproximadamente 1.65 metros de altura, delgada y emana mucha sinceridad a través de sus palabras.

—¿Conocías a mi padre?... Disculpa, es que nunca te había visto —pregunto mientras sigo buscando dentro de sus ojos alguna respuesta a su misteriosa aparición.

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