Narrado desde la perspectiva de Delancis Hikari.El sonido del motor del auto de Alexis retumba mientras nos acercamos a la mansión. A mi lado, miro por la ventana, tratando de calmar el caos que se revuelve en mi cabeza, pero mi teléfono vibra, sacudiendo esa falsa serenidad que intento mantener. Charlotte. Aprieto los labios antes de contestar, porque sé que si me llama a estas horas, algo está mal. Solo puedo esperar que no sea nada grave, aunque mi instinto me dice lo contrario. La noche ya está cargada de tensión, y parece que no hará más que empeorar.—¿Qué pasa, Charlotte? —respondo, intentando mantener la calma, aunque el bullicio al otro lado de la línea me golpea con una intensidad que me confirma mis peores sospechas.—¡Delancis, todo está fuera de control en el Bentall Center! ¡Un fan de Pimientita la reconoció y se desató un caos! —su voz es un torrente de pánico, y casi puedo imaginar el desastre en el centro comercial, la multitud desbordada, gritando y persiguiendo a Pi
La habitación está en penumbra, apenas iluminada por el resplandor de la luna que se cuela por los cristales de la ventana. El reloj marca bien entrada la madrugada, pero el cansancio no logra derrotar a la tormenta de emociones que me devora por dentro.Sentada en la cama, con las cobijas amontonadas sobre mis piernas y mi mejilla presionada contra el pecho de este hombre, siento que el peso de las palabras resientes me aplasta. Cada una de ellas sigue resonando en mi mente como cuchillas afiladas que no dejan de cortar, un dolor tan intenso que me deja muda, atrapada en este abrazo del que no puedo escapar. ¿Gabriel Hikari... mandó a matar a mi madre? La idea me golpea con una fuerza arrolladora, y una mezcla de tristeza y rabia empieza a crecer en mi pecho, retorciéndose como un nudo que no puedo deshacer.Este hombre, este extraño con quien comparto una historia que nunca pedí, está aquí, contando detalles trágicos sobre la mujer que me dio la vida. Me duele el alma, como si cada p
Los dos solos en el enorme comedor, en silencio, empezamos a comer. El sonido de los cubiertos contra los platos es lo único que se escucha. Yo apenas pruebo bocado, aunque la comida se ve apetecible. Miro de reojo a Dimitri, que come con calma, como si esto fuera una situación completamente normal. Trago con dificultad un trozo de pan y luego un sorbo de jugo que no logro identificar, pero es fresco y dulce. Mi mente, sin embargo, está muy lejos de disfrutar este desayuno. Solo puedo pensar en cómo salir de aquí.Después de terminar, Dimitri deja sus cubiertos sobre el plato y me mira con esa calma inquietante que me eriza la piel.—¿Quieres ver una película conmigo? —me pregunta, como si fuéramos una pareja normal compartiendo momentos.—¿Acaso no tienes otras cosas ilegales que hacer?—Ese tipo de trabajo lo hago más tarde, no soy de trabajar por la mañana.—Ya veo…—¿Quieres ver una película o que otra cosa prefieres hacer?No quiero, pero tampoco puedo negarme, así que respondo si
Los disparos siguen resonando, como si sus ecos estuvieran rebotando en cada rincón de la mansión. Me encuentro paralizada, con los ojos fijos en Dimitri mientras lo veo levantarse del sofá de un salto, buscando algo debajo de su chaqueta. De repente, veo el destello metálico: un arma. Mi corazón late aún más fuerte, casi dolorosamente. Él camina hacia la puerta con pasos rápidos y decididos.—¡Marco! —grita, su voz cortando el ruido—. ¡Marco, contesta!Silencio. Solo el eco de los disparos en el aire. Los dedos de Dimitri aprietan el arma con fuerza, sus nudillos blancos. Unos pasos pesados se escuchan al otro lado del pasillo, y aunque no los distingo con claridad, unas voces entrelazadas llegan hasta nosotros.—¡Es la policía! ¡Está entrando la policía!Siento una chispa de esperanza que enciende cada fibra de mi ser. La policía, finalmente. La salvación está cerca. Sin pensarlo, abro la boca y grito, mi voz rasgando el aire.—¡Ayuda! ¡Por favor, estoy aquí!Antes de que pueda conti
Por primera vez, me siento completa, como si nada más me faltara en la vida, como si el sol hubiese estado esperando este preciso momento para asomarse en el horizonte y bañar mi realidad en un resplandor dorado.A través de la ventana del auto, veo cómo el cielo comienza a despejarse bajo el suave despertar del amanecer. Hace poco que la nieve ha dejado de caer, permitiendo que el sol se abra paso entre las nubes espesas, que parecen burlarse de la débil intensidad de su luz. Los rayos solares apenas logran calentar el helado paisaje, incapaces de derretirlo. Sin embargo, la vista es relajante, casi hipnótica. El frío invernal permanece inmóvil, creando una sensación de calma.Mientras contemplo la escena, escucho las voces de Delancis y Alexis discutiendo alegremente sobre los preparativos de Navidad: hablan de la cena, los licores y los regalos. La calidez de su conversación contrasta con el frío exterior, y siento que, por primera vez en mucho tiempo, todo está en su lugar.—Esta N
Vivir en una realidad distorsionada es tener un pie hundido en lo difuso y el otro apoyado en lo alto, es cuando esperas avanzar sobre cimientos firmes, y en realidad todo lo que te sostiene resulta ser inconsistente.Es mi primer día como miembro de la familia Hikari, un momento que debería estar lleno de claridad y no de este caos borroso, con ambos pies hundidos hasta las rodillas en una realidad difusa. Mientras camino hacia el comedor, sostengo una batalla personal con mi propio equilibrio. ¡Qué vergüenza! He tenido que aceptar la ayuda de mi hermana mayor, quien me sostiene del brazo para evitar que me desplome. Debo verme patética.—Inocencia, solo trata de no hablar mucho durante el desayuno.—Pero si apenas hablo.—Lo digo por el tufo que sale de tu boca.«¡Oh, Jesucristo! ¿Cuándo sonarán las trompetas del apocalipsis?».De repente, una de las puertas del pasillo se abre. No logro distinguir lo que hay dentro, pero sí a quienes salen: la pequeña Marisol, de la mano de Ermac, q
—Inocencia... despierta —una voz suave sacude mi hombro, interrumpiendo el sueño más placentero que he tenido en días.Aún entre la somnolencia, parpadeo y trato de enfocar mi visión para reconocer al pecador que ha osado romper el sagrado descanso de una monja. Cabello rizado de un oscuro castaño y unos ojos grises que reconozco al instante...—¿Mamá?—Claro, hija. ¿Quién más podría ser? —me responde con una sonrisa—. Ahora levántate, que vas tarde al colegio.—Pero, mamá... si ya tengo treinta años.—Recuerda que la escuela llamó —dice en tono casual—. No encontraron algunas de tus calificaciones. Tienes que volver y dar esas clases, o el monasterio anulará tu profesión solemne.—Pe-Pero mamá, no tengo uniforme...—Sí lo tienes, hija —dice, señalando un sofá cercano—. Aún usas la misma talla que entonces, así que te quedará.Voy en un automóvil junto a mi madre, un coche de procedencia desconocida, detalle que, honestamente, no me importa en lo más mínimo. En este momento, todo lo qu
El simple hecho de tener un camino es una bendición, y si a lo largo de él te transformas en alguien bondadoso, verás el horizonte brillar como sol en el Edén.¿Por qué a las personas les resulta tan difícil hacer el bien sin esperar algo a cambio? Qué gratificante es saber que ayudaste a alguien, que hiciste lo correcto por el simple hecho de hacerlo; y más aún, dar sin que nadie tenga que pedirte nada.Mi hermano, sin embargo, es demasiado posesivo con sus propios intereses. Me molesta que haya ayudado al hermano de Antonella de esa manera; jamás pensé que Ermac llegara a tener tal nivel de soberbia... Es tan enfermizo que provoca rabia.Antonella y yo descendemos por las escaleras del vestíbulo, y justo frente a nosotras se alza el enorme árbol de Navidad, con la pequeña Marisol sentada bajo sus ramas.—¡Hola, princesita! —la saludo mientras bajo los últimos escalones—. ¿Qué estás haciendo?—¡Tita Ino! —Marisol responde emocionada mientras coloca algunas ramitas en la parte baja del