En el capítulo anterior metí un dedo mal metido y puse 40 en vez de 30, os pido perdón pero errar es de humanos. Me di cuenta casi al instante pero ya lo había publicado, ya lo corregí pero tengo que esperar que los administradores lo aprueben. Así que en unos días aparecerá correctamente.
De paso les digo que mañana no publicaré nada y que el día primero de julio empezaré con las actualizaciones diarias. Un capítulo por día quizás tendréis dos algun día eso depende.
Muchas gracias por su apoyo y disculpas de nuevo.
Un abrazo en la distancia. Bendiciones. YilyTM
Habían pasado dos días desde el increíble suceso. Dos días en los que Samantha no había puesto un pie en la empresa debido a todos los encargos que su padre le había encomendado. Dos días sin haber visto a Marcos. Dos días que llevaba sin dormir. Sam en cierta manera se alegraba de no haberle visto el pelo al hombre que la traía de cabeza. De no tener que hablar de un acontecimiento que ella misma había suscitado. Porque si algo había intentado Marcos una vez ella había salido del trance, había sido negarle eso. Sin embargo ese beso había sido como una cerilla en una gasolinera. Devastador. El sexo había sido fabuloso pero complicaba demasiado las cosas. A pesar de la fuerte atracción que sentían el uno por el otro, Sam no estaba dispuesta a caer en sus redes. Disfrutaba los momentos que pasaban juntos y ese fin de semana había sido extraordinario pero no quería que sucediera tan pronto. Sabía que un mes era mucho tiempo para algunas personas, pero ella no era así. Ni siquiera había
La tensión y el silencio crecieron en el ambiente cuando Marcos terminó de hablar. El estrés bajo el que ambos habían vivido después de que el auto se saliera de la carretera y se estrellara contra un árbol, había hecho que ninguno de los dos recordara usar el maldito condón. Y ya habían pasado los días reglamentarios para que Sam se tomara la pastillita del día después. Samantha hizo un rápido cálculo mental solo para que su mente le ratificara que en esa fecha estaba en uno de los días más fértiles del ciclo. Y aunque sabía que a veces una vez bastaba, no podía tener tanta mala suerte. No podía tener un hijo con alguien por quien solo sentía una atracción irremediable. "Pero no fue una sola vez" le grabó su cabeza "estuviste con Marcos dos veces y te dio un par de orgasmos que te hicieron ver el cosmos, las estrellas y los planetas". —No me habrás pegado alguna enfermedad ¿verdad? Mira que la lista de mujeres que han pasado por tu cama es más larga que la Muralla China. —Veo que
El regreso a la empresa Sam la realizó de forma lenta y pausada. No solo por el hecho de que quería evitar a Marcos lo más posible sino porque hacía mucho que no se dedicaba a recorrer las calles de San Francisco. Cambió de ruta y se encontró disfrutando de cosas que hacía doce años que no disfrutaba. Las pocas veces que ella y Alejandra habían venido de visita no habían salido mucho. Por lo menos ella no lo había hecho. El viaje era sencillo. Del aeropuerto a la casa familiar y viceversa. En esos momentos se daba cuenta que vivir con miedo no resolvía nada, todavía no se atrevía a volver al lugar donde EJ había muerto pero su intuición le decía que iba en la dirección correcta. Decidió por primera vez en su vida ser totalmente irresponsable en el área laboral y cogerse la tarde libre. Los problemas no iban a desaparecer por ella cogerse cuatro horas de descanso. Y en esos instantes su cuerpo lo necesitaba. Olvidarse de todo y disfrutar. Sam apagó su móvil y le hizo seña a un taxi
Habían pasado dos días desde que Sam se había cogido la tarde. Mildred siguió con varicela y una fiebre al cuarenta. Su voz había denotado cansancio cuando Sam la había llamado preguntándole por su estado, había colgado a los pocos minutos pues sabía perfectamente que esa mujer eficiente, necesitaba mucho reposo. Al menos para ella era así, con cualquier enfermedad podía seguir trabajando excepto con las migrañas y la fiebre. Esas dos le pedían a su cuerpo que cogieran una cama urgentemente. En esos días Marcos apenas le había dirigido la palabra. Estaba más hosco de lo normal. Más inaccesible. Tan tenso como la cuerda de un violín. Atrás había quedado la magia del fin de semana. Fin de semana que pareció un destello de un lejano pasado y no algo que había sucedido tan solo unos días atrás. Y Sam había disfrutado, si no hubiera sido por sus locos impulsos, lo habría catalogado como uno de los cinco mejores momentos del último año. Ella también estaba algo tensa y cansada. El re
—No soy celoso, gatica. —Pues bájale una línea a la posesividad. No soy tuya, Marcos. En cada palabra dicha se habían ido acercando poco a poco hasta casi estar a un metro de distancia. Marcos extendió el brazo y cogió a Sam de la cintura. La haló hacia él hasta que sus alientos se entremezclaron.—Pero lo serás. Serás mía. Solo tienes que metértelo en la cabeza.Sam había negado con la cabeza ante cada frase. Pero esa faceta de sinvergüenza empedernido le gustaba mucho. Marcos movía cosas en ella que nadie había logrado mover. La traía de cabeza pero era un mareo divertido. —Te voy a besar. —le advirtió Marcos minutos después.—Las otras veces no pediste permiso. —Estoy intentando ser un caballero y dejarte decidir si lo quieres o no.—La caballerosidad sobra. Pensé que habíamos dejado claro que no te pega esa fase. Al terminar de hablar Sam se vio arrastrada a un beso arrollador. No se habían besado nunca así. Como si quisieran dejar al otro impregnado en su sabor. Las ocasion
— ¿Qué tal el vuelo Gin? —preguntó Sam en cuanto la sesión de abrazos concluyó.—Lo estás preguntando con segundas cierto. Si no fueras porque no puedes vivir sin mí, me quedaría quietecita al otro lado del Océano Atlántico.Sam soltó una carcajada que hizo que varios pasajeros se voltearan a mirarlas con curiosidad. Ambas formaban una estampa digna de contemplar. Una rubia, otra pelirroja. Una con los ojos del color de la miel, otra con dos gemas verdes como el más profundo de los bosques. Ambas esbeltas y sobre unos tacones de quince centímetros. Las dos bien bellas pero también diferentes. —Evitaste responderme. —cuestionó Samantha.—Por qué quieres que te responda una pregunta cuya respuesta conoces de sobra. Detesto volar. Incluso aunque sea en primera clase y rodeada de comodidades. Me tuve que tomar dos antiácidos antes de montarme en el avión. Y casi no comí porque lo menos que quería era marearme. Así que mueve el trasero que me muero de hambre. Sam asintió mientras cogía u
Ese fin de semana pasó volando. Samantha y Georgina no se separaron ni un instante. A pesar de todos los bellos lugares que habían visitado en sus viajes y excursiones jamás habían visitado los Estados Unidos. Quizás había sido un acuerdo tácito entre ellas. Gin nunca le había pedido a su mejor amiga ir al lugar donde esta había sufrido tanto. El mundo era un lugar demasiado grande para concentrarse en un solo país. Por lo que Sam la llevó a recorrer su ciudad natal. Igual que Gin había hecho hace tantos años atrás en el primer fin de semana que el internado les había dado. Sam la llevó a sus lugares preferidos. A todos los lugares que había visitado con sus hermanos mayores cuando eran niños. Un día era más que insuficiente para recorrer las calles y callejuelas de la ciudad de las colinas, pero ya habría tiempo, pues su hermana del alma había llegado para quedarse. El sábado en la noche se pusieron sus mejores galas y se dirigieron a una discoteca que estaba sonando bastante. Sam
Cuando el lunes amaneció, la luz que se colaba por los resquicios de las ventanas daba a entender que haría un día brillante. Aunque en San Francisco no se sabía pues a pesar de estar en la estación seca, la ciudad de El puente dorado contaba con sus propios microclimas. Samantha estaba entrando en la empresa cuando le sonó el móvil. Los tacones resonaban en el suelo de mármol blanco del vestíbulo mientras se dirigía hacia el ascensor.—Llevas minutos de retraso, Gin. Si te levantaste ahora puedes estar segura que voy a darte un buen pellizco cuando te vea.—Llevo levantada hace una hora. Pero estoy perdida. Me parece que cogí por una calle que no era. Sam alzó sus cejas ante la sonrisa que le dedicó unos de los económicos de la tercera planta. Comprobó que la llamada no estuviera en altavoz y le dio nuevamente la dirección a su amiga. En los tres días que Gina llevaba en los Estados Unidos habían pasado innumerables veces frente a la corporación. La orientación sin duda alguna no er