Ahora si. Ahora si. Esperemos que dure. Bueno la sorpresa que les tenía. Estoy haciendo otra historia. No tiene nada que ver con esta pero espero que le den una oportunidad. Se llama Un Rey a tu servicio. Estoy esperando el contrato así que todavía no debe salir pero ahí debe estar. Nos vemos y nos leemos. Cuidense🎉🎉🎉🎉🎉🙃🙃🙃🙃🙃
Se pasaron otro día más en la cabaña. La lluvia no los había dejado salir a recorrer los alrededores y se dedicaron a hablar y explorarse mutuamente. Marcos estaba acariciando a Sam después de una sesión intensa cuando le preguntó:— ¿Cuándo te enteraste que estabas embarazada? Debió ser un shock. Sam se giró y se puso encima de su pecho. —Unos días antes de saber que me habías engañado. Ese mismo día pensaba darte la sorpresa. La sorpresa me la llevé yo. Marcos buscó en su rostro recriminación y no la encontró. Todavía estaba sorprendido de que ese viaje hubiera dado resultado. Y tener a su esposa así, era algo que le llenaba el corazón de júbilo. —Lo siento. La vida entera no me bastará para pedirte perdón. —Ya te perdoné, Marcos. Olvida eso. No podemos disfrutar del presente si vivimos anclados al pasado. Pero no más secretos. No más engaños. No creo que mi corazón pueda sobrevivir si me traicionas de nuevo. Marcos asintió y le dio un delicado beso a su esposa. No podía dej
Había pasado un mes desde el desafortunado incidente. Pero había sido certero. Las insinuaciones se habían acabado. De cierta forma a Sam le daba lástima la pobre chica. Cada vez que la veía, la rehuía como si tuviera la peste. Estaba segura que todas las mujeres que habían pasado por la cama de su marido se quedaban medio enamoradas de él. El sex appeal que poseía Marcos las atraía como moscas a la miel.—Señora Lockheart, su padre requiere su presencia en su despacho de forma inmediata —le confirmó Carol cuando Sam descolgó el teléfono. —Gina voy a ver a papá —le dijo a su amiga cuando salió por la puerta de su oficina— ¿Estás bien? ¿Te noto pálida?—No. No estoy bien. Este niño me tiene con unos ardores de estómago increíbles. Pero no te preocupes, se me pasará. Drew dice que es normal. Ya habló con un colega y me recetaron algo. Pero me temo que hasta que no avance el embarazo, no me encontraré mejor.—No me has dicho que quieres ¿Chica o chico? —He experimentado con ambos. Con T
El primer añito de Paula llegó. La mansión Montenegro se llenó de globos verdes, blancos y dorados. Las guirnaldas colgaban de cada árbol y rincón y el área de la piscina se convirtió en toda una fiesta. Cuando Sam llegó con su hija en brazos pestañeó varias veces. Sus padres habían tirado la casa por la ventana. Ciertamente tuvo a la niña encima muy poco tiempo, Paula fue pasada de manos en manos. Pero la niña con esos ricitos rubios, sus ojitos azules y vestida con un vestido verde claro lleno de lazos, parecía un caramelito. Marcos había babeado cuando la había visto. Paula Lockheart Montenegro tenía a su padre, a sus tíos, a su abuelo y a todos los hombres a su alrededor comiendo de su mano. Y eso que solo tenía un año. Cuando fuera adolescente acatarían sus órdenes con solo chasquear los dedos. El pastel daba lástima que se lo comieran pero, nadie se negó a un pedazo. Esa bonita cesta llena de flores y tiernos colores estaba deliciosa. Cada momento quedó fotografiado. Sam sab
Marcos abrazó fuertemente a su hija al escuchar la palabra que había dicho Alejandra. No podía creer que la persona causante de tantas desdichas en la familia Montenegro estuviera frente a ellos. Si tuviera otro brazo escondería a su mujer de la mirada de esa arpía. Pues aunque con esa cara ya conocería a su gatica dentro de unos años, la maldad que mostraban esos rasgos estaba muy lejos del amor y la ternura que vislumbraba en el rostro de su esposa día tras día. Sam no atinaba a nada. Estaba paralizada. Ya le preguntaría a su hermana como carajos recordaba a esa mujer. Ella nunca había tenido interés en conocer a su verdadera madre. Para Samantha Montenegro su mamá se llamaba Patricia. Una mujer que la había enseñado a ser fuerte, a ser sincera, a ser fiel. Una mujer que con su inmenso amor y cariño desinteresado había logrado que cada uno de sus hijos olvidara la mala madre que tenían. Sobre todo Edward que era el más grande. Ni siquiera cuando se enteró a los diecisiete de que
Había pasado un mes desde que Marianne Willow había aparecido en la vida de los Montenegro. Todos estaban tensos esperando su próximo movimiento. Eduardo había hablado con sus hijas. Había una antigua cláusula de cuando fundaron la empresa. Una que le otorgaba un porciento de las acciones. Algo pequeño pero, que permitía que su voto decidiera. La boca de Sam había tocado el suelo. Alejandra estaba igual. Saber que semejante bruja podía decidir sobre el futuro de una empresa millonaria y sobre miles de empleados era algo que le quitaba el sueño a cualquiera. Habían tenido que hacer un esfuerzo conjunto para unir ideas. Pero Marianne no había vuelto a aparecer. Sam estaba leyendo unos contratos con los proveedores de los asientos de los autobuses cuando la mayor de sus pesadillas entró por la puerta. No tenía idea de como había accedido al edificio, pues le habían prohibido la entrada. Era cierto que “hierba mala nunca muere” fue su pensamiento cuando sus mismos ojos miraron en su di
—Encontré un vacío legal, Eduardo. —dijo uno de los abogados más antiguos de la compañía y casualmente un as en todo término legal. Lucas Smith también era uno de los mejores abogados del país. En sus cuarenta años de profesión, pocas habían sido las veces que había perdido. Se caracterizaba por tener un carácter afable pero nadie querría interponerse en su camino cuando tenía mala leche. Era un turrón de azúcar, pero sabía defenderse como el mejor. Sam aplaudió como una niña al escuchar esas palabras. La arpía de su madre biológica ya los había sangrado lo suficiente. Antes de ella nacer vivía como toda una reina, Eduardo cumplió cada uno de sus caprichos y después de abandonar esa vida y dejar todo atrás, había convencido a Justin de poner todo el dinero que robaba a su nombre. Y no se le olvidó que había diez millones que nunca lograron recuperarse. Dinero suficiente para vivir con comodidades el resto de su miserable vida. Y aún así, era tan cara dura que se atrevía a regresar d
Habían pasado treinta y seis horas desde la desaparición de la pequeña. Samantha estaba sin uñas y con amplias ojeras. Nadie había tenido ninguna noticia. Ninguna cámara las había localizado. Gina había trabajado en vano y los hombres de Manuel a pesar de no haber cesado su búsqueda, no habían encontrado nada. En la mansión Montenegro los rostros de todos estaban menguados. El no tener noticias era casi tan desesperante como la desaparición en sí.—Venga, gatica. Acuéstate un rato —dijo Marcos mientras la abrazaba. Estaban sentados en el sofá y el resto de la familia en distintas posiciones. —No puedo, Marcos. Lo único que hago es dar vueltas en la cama. Todo esto me ha caído de golpe. La quiero de vuelta. Quiero a mi hija aquí conmigo. —expresó Sam mientras hundía el rostro en el hueco de su hombro y las lágrimas corrían por sus mejillas Las miradas alrededor se tornaron sombrías al contemplar el tan grande dolor que mostraba esa imagen. La estancia se sumió en un silencio aterrad
Había pasado un día sin noticias de la pequeña. Habían recorrido varios orfanatos de alrededor pero San Francisco era inmenso y Estados Unidos, aún más. Ya habían dado parte a la policía y los hombres de la Bestia no habían parado de investigar. Todos estaban trasnochados y la desesperación pintaba cada uno de sus rostros. Nadie había encontrado nada. Sam sentía una apretazón en el pecho y lo único que hacía era llorar. Marcos no estaba mejor. Samantha no quería aceptar la realidad. Jamás aceptaría que no volvería a tener en brazos a su chiquita. La vida no podía ser tan puñetera para causarle un dolor semejante nuevamente. Había querido engañar a su madre y la engañada había sido ella. No sabía como había confiado aunque fuera un pequeño porcentaje en alguien tan superfluo. Llevaba dos días sin dormir y las pesadillas que había tenido en el pasado habían regresado con fuerzas. Sus gritos despertaban a toda la casa y Marcos no sabía que hacer. — ¿Qué necesitas, Marcos? ¿Quieres un