Hola mi gente. Me extrañaron. Espero que sí. Quedan pocos capítulos para que está historia termine por lo que estaré publicando lunes miércoles y viernes, quiero que crezca. Así que no se lo puedo dar toda de un palo. En primer lugar por la razón anteriormente dicha y en segundo pq no la he terminado. Espero que lo disfruten pq se quedó buenísimo. No olviden recomendarla. Un saludito. Nos vemos😍
Marcos no había sentido tanto miedo en su vida como cuando lo llamaron del hospital. Esas palabras habían hecho que dejara a Eduardo que le estaba contando que habían sentenciado a Justin y a Ryan a veinticinco años, con la palabra en la boca. Nunca en su vida había agradecido tanto, cuando salió de la oficina como alma que lleva el diablo y lo menos que había encontrado, era tráfico. A Sam la habían trasladado a una habitación pues después de que habían conseguido reanimarla la primera vez, había vuelto a desmayarse, golpeándose la cabeza con una camilla que pasaba. Marcos la había encontrado en una cama totalmente inconsciente y con la camisa rosada que traía, empapada en sangre. Pensó que le daría un soponcio cuando vio esa imagen. Y ese miedo profundo que apretaba su corazón no se había marchado, ni siquiera cuando había visto, como esos ojos que amaba habían pestañeado y se habían abierto.— ¿Todo bien, gatica? —preguntó ansioso. La enfermera le había dicho que no era nada. Que s
Sam había regresado a su apartamento para esperar a su hermano. Para contarle todo lo que había descubierto. Por Gin sabía que Andrew se estaba quedando todas las noches ahí. Marcos había hecho una paella de mariscos, pero no le había quitado la vista de encima a Sam. Esa noticia aniquilaría a cualquiera y aunque su mujer poseía una fuerza interna asombrosa, estaba seguro que se encontraba en la cuerda floja. —Cielo —la llamó Marcos—, vas a desgastar la alfombra persa. ¿Quieres dejar de caminar de un lado para otro?—Estoy nerviosa. —Fuiste a casa de personas que nunca habías conocido para hacer preguntas y te pone nerviosa hablar con alguien con quien has compartido muchas veces. Puedes que no conozcas lo suficiente a Andrew pero conoces a Gin. ¿Crees que tu amiga saldría con una persona que no escucha, que es obstinada sin razón, que no entiende?—No. Por supuesto que no lo creo. Y me siento feliz, Marcos. La felicidad no me cabe en el pecho pero también siento rabia. Siento ra
Las distintas emociones sobreabundaron en los rostros de la familia Montenegro cuando Samantha contó la noticia. Muchos habían hechos expresiones de horror y desdén cuando contó las barbaridades que su verdadera madre había hecho. La misma Patricia no disimuló el odio en la mirada ante la mención de la antigua señora de la casa, que no era otra cosa que una loba bajo la piel de un cordero. Sin embargo todas las caras cambiaron a la conmoción y posteriormente a la alegría, a medida que la más pequeña de la familia Montenegro continuaba su relato. Marcos presenció todo eso. Como también, los caudales de lágrimas que corrían por las mejillas de esa familia, cuando Andrew entró en escena. Habían pasado dos días desde que todo había explotado. La desazón había reinado en el ambiente pero no se hubiera perdido esa escena que estaban viendo sus ojos por nada del mundo. Ni todos los millones del mundo le darían tanta satisfacción como presenciar ese singular reencuentro. Su corazón se expan
Después de horas de caminar sin rumbo fijo, Sam se sentía igual o peor. No era capaz de creer que Marcos la hubiera utilizado de esa manera. Que todas sus palabras fueran mentira y que las extraordinarias caricias solo fueran falacias. Le resultaba increíble que hubiera hecho todo eso por una venganza que tenía de absurda hasta el nombre. No quería ser una cobarde pero sabía que su corazón no sanaría si no se alejaba de él. De su cuerpo, de su presencia, de ese pobre amor que decía que le tenía. Inglaterra se le antojó un paraíso en el cual poder restaurar su alma y curar sus heridas. Fue al apartamento que compartían e hizo una pequeña maleta con lo fundamental. Lo que le faltaba ya se lo compraría en Londres. Cogió su pasaporte y solo cuando iba de salida cogió una hoja en blanco de un portafolios y un bolígrafo y se sentó a escribir. Con cada línea que su mano hacía, una lágrima empapaba su mejilla, hasta que tuvo que parar porque no podía ver nada debido a la intensidad de su l
Dos días después Marcos parecía alma en pena por la empresa. No se concentraba en nada, sus pensamientos solo eran para la mujer que estaba al otro lado del océano. Quien le había colgado el teléfono las mil y una vez que él la había llamado. Al otro día de Sam irse, se reunió con Eduardo y contó todo lo que había pasado. Omitió la parte de que era su suegro por su propia seguridad y más aún, por la seguridad de Eduardo. Pues aunque el dueño de Montenegro Co. estaba como un roble, ya tenía sus años. Le dijo que iba a dimitir si lo consideraba necesario pues toda la culpa era suya. No le quito culpas a su hermano, ni le dio de más. Cada cual asumió su papel. Nunca había visto una mirada de decepción total dirigida a su persona pero le dolió como si un puñal atravesara su carne.—No —Había sido la respuesta rotunda de Eduardo— .Me duele mucho que tus inicios aquí hayan sido con ese fin. Pero laboralmente no tengo quejas de tu comportamiento. Con Justin y Ryan fuera, se armó una situaci
Año y medio después. Cuando Sam llegó al aeropuerto, toda su familia estaba esperándola. Esa vez no había sido un viaje sorpresa. Sin embargo la sorpresa fue mayúscula cuando vieron el bebé que iba dormido en su hombro. Y aunque le había dolido, Sam no había comentado que había tenido una hija. Sus padres querrían que Marcos se responsabilizara de sus actos y asumiera su papel. Pero lo que menos necesitaba era tener que verlo a menudo. Por supuesto desconocían que esa pequeñita había sido concebida dentro del matrimonio. Que había sido durísimo, Sam no podía negarlo. Pero todo había quedado atrás cuando había tenido a su niña en brazos por primera vez. El agotamiento no la había vencido y se había pasado horas contemplándola. Su pequeño gran milagro. —Cielo. —dijo su padre medio enfadado, medio triste, cuando Sam llegó a ellos. Sin embargo la regañina quedó en el olvido, cuando Paula abrió sus ojos. Ojos que eran idénticos a los de Marcos Lockheart, su padre. Y muy contrario a s
Sam no pudo descansar casi. No sabía que era, si el estrés o el cansancio pero su hija había dormido escasas horas. Después de estar dando vueltas por la habitación y que la pequeña la mirara con esos ojitos azules y los labios haciendo pucheros, Sam se rindió.—Vamos nenita, mamá no puede mantenerse en pie del cansancio, duérmete un rato, aunque sea chiquito. La niña le ofreció una sonrisa desdentada y siguió jugando con las ondas de su cabello como si nada. Sus ojos parecían dos balines y Sam no pudo hacer otra cosa que devolverle la sonrisa.—No quieres dormir, verdad. Y como si entendiera lo que estaba diciendo su madre movió la cabeza de un lado al otro mientras la miraba fijamente. Pero es que la muy sinvergüenza había dormido en el avión acurrucada en sus brazos.—Dámela anda. —le dijo Alejandra entrando en su habitación. Sam estaba quedándose medio dormida.—No se va a ir contigo, Ale. No le gustan los extraños. Lo que hizo con papá no es algo habitual en ella.—Claro que se
El estruendo resonó en el comedor de la casa Montenegro al entrar Marcos. Parecía que había entrado un tornado en el lugar y no un hombre común. Marcos recorrió la estancia y comprobó todas las expresiones. Patricia se había quedado con la cucharilla de camino a la boca, Eduardo tenía un cabreo de primera pues lo que menos que le gustaba era que le interrumpieran cuando estaba comiendo, según él había dos cosas sagradas: el sueño y la comida. Con ninguna de las dos se jugaba. Alejandra parecía cautelosa y Thomas no había dejado de comer. Marcos se demoró más en Sam. En esa cara que a pesar del tiempo no había olvidado y seguía amando con fuerzas. Al bajar la mirada a la trona, unos ojos azules iguales a los suyos le devolvieron la mirada. Y la sonrisa que le dedicó su hija porque ya no le quedaban dudas de que fuera suya, hizo que lo viera todo rojo.—Recoge tus cosas, Samantha. Nos vamos. —dijo intentando controlarse—No. No tienes ningún derecho. No soy nada tuyo. —respondió calma