Diciembre hizo que el concepto de frío se conociera con fuerza. Habían caído varias nevadas y los días que habían sido apacibles, se veía una capa blanca adornando todo como si fuera una postal. Un tiempo maravilloso. Para quedarse en las frías sábanas y rodeada de fuertes brazos. Al menos eso quería Sam cuando levantarse cada mañana era un mal necesario. Se alegraba que después de Navidad se recesara un poco el trabajo. No se detenía. Pero si bajaba el ritmo.—Gatica, tenemos una cena de negocios esta noche. Mildred acaba de confirmármelo. —dijo Marcos nada más entrar por la puerta de la oficina que ocupaba su mujer.—Sí, ya lo sé. Gin me lo dijo hace media hora. Necesito un descanso. Unos días en que lo que menos se piense, sea en trabajo.—Tengo una cabaña —expresó misterioso—, estaba pensando en tomarnos unos días. Está alejada, pero es muy confortable.— ¿No hay cobertura? —preguntó Sam emocionada.—No. Esta cerca del lago Tahoe. Medio escondida dentro del bosque. Pocos saben de s
Mientras Marcos acariciaba a Sam después de un maratón sexual y estaban a punto de dormirse, a lo lejos se escuchó las campanadas de las doce de la noche, esas que indicaban que muy pronto ese año acabaría y daría comienzo al siguiente. Un treinta y uno de diciembre que quedaría atrás para siempre.—Felicidades dobles, gatica. —dijo con la voz ronca— ¿Cómo es posible que si no llego a fijarme en el acta de matrimonio, no hubiera sabido que es tu cumpleaños?—Me adapté a que como este era un día de fiesta y uno no paraba del amanecer al anochecer, callarme. Cuando niña me molestaba, después me dio igual. De todas formas los regalos siempre me los han dado y la diversión es inagotable.—Pues muy mal. Uno no celebra los veinticinco en cualquier momento. Un cuarto de siglo, Sam. Deberías estar orgullosa.—Y lo estoy. Soy muy feliz. En estos momentos me siento plena y no deseo nada más.—Pues yo agradezco mucho que entraras en mi vida y sí, deseo algo más. Ver crecer este vientre —dijo colo
Marcos no había sentido tanto miedo en su vida como cuando lo llamaron del hospital. Esas palabras habían hecho que dejara a Eduardo que le estaba contando que habían sentenciado a Justin y a Ryan a veinticinco años, con la palabra en la boca. Nunca en su vida había agradecido tanto, cuando salió de la oficina como alma que lleva el diablo y lo menos que había encontrado, era tráfico. A Sam la habían trasladado a una habitación pues después de que habían conseguido reanimarla la primera vez, había vuelto a desmayarse, golpeándose la cabeza con una camilla que pasaba. Marcos la había encontrado en una cama totalmente inconsciente y con la camisa rosada que traía, empapada en sangre. Pensó que le daría un soponcio cuando vio esa imagen. Y ese miedo profundo que apretaba su corazón no se había marchado, ni siquiera cuando había visto, como esos ojos que amaba habían pestañeado y se habían abierto.— ¿Todo bien, gatica? —preguntó ansioso. La enfermera le había dicho que no era nada. Que s
Sam había regresado a su apartamento para esperar a su hermano. Para contarle todo lo que había descubierto. Por Gin sabía que Andrew se estaba quedando todas las noches ahí. Marcos había hecho una paella de mariscos, pero no le había quitado la vista de encima a Sam. Esa noticia aniquilaría a cualquiera y aunque su mujer poseía una fuerza interna asombrosa, estaba seguro que se encontraba en la cuerda floja. —Cielo —la llamó Marcos—, vas a desgastar la alfombra persa. ¿Quieres dejar de caminar de un lado para otro?—Estoy nerviosa. —Fuiste a casa de personas que nunca habías conocido para hacer preguntas y te pone nerviosa hablar con alguien con quien has compartido muchas veces. Puedes que no conozcas lo suficiente a Andrew pero conoces a Gin. ¿Crees que tu amiga saldría con una persona que no escucha, que es obstinada sin razón, que no entiende?—No. Por supuesto que no lo creo. Y me siento feliz, Marcos. La felicidad no me cabe en el pecho pero también siento rabia. Siento ra
Las distintas emociones sobreabundaron en los rostros de la familia Montenegro cuando Samantha contó la noticia. Muchos habían hechos expresiones de horror y desdén cuando contó las barbaridades que su verdadera madre había hecho. La misma Patricia no disimuló el odio en la mirada ante la mención de la antigua señora de la casa, que no era otra cosa que una loba bajo la piel de un cordero. Sin embargo todas las caras cambiaron a la conmoción y posteriormente a la alegría, a medida que la más pequeña de la familia Montenegro continuaba su relato. Marcos presenció todo eso. Como también, los caudales de lágrimas que corrían por las mejillas de esa familia, cuando Andrew entró en escena. Habían pasado dos días desde que todo había explotado. La desazón había reinado en el ambiente pero no se hubiera perdido esa escena que estaban viendo sus ojos por nada del mundo. Ni todos los millones del mundo le darían tanta satisfacción como presenciar ese singular reencuentro. Su corazón se expan
Después de horas de caminar sin rumbo fijo, Sam se sentía igual o peor. No era capaz de creer que Marcos la hubiera utilizado de esa manera. Que todas sus palabras fueran mentira y que las extraordinarias caricias solo fueran falacias. Le resultaba increíble que hubiera hecho todo eso por una venganza que tenía de absurda hasta el nombre. No quería ser una cobarde pero sabía que su corazón no sanaría si no se alejaba de él. De su cuerpo, de su presencia, de ese pobre amor que decía que le tenía. Inglaterra se le antojó un paraíso en el cual poder restaurar su alma y curar sus heridas. Fue al apartamento que compartían e hizo una pequeña maleta con lo fundamental. Lo que le faltaba ya se lo compraría en Londres. Cogió su pasaporte y solo cuando iba de salida cogió una hoja en blanco de un portafolios y un bolígrafo y se sentó a escribir. Con cada línea que su mano hacía, una lágrima empapaba su mejilla, hasta que tuvo que parar porque no podía ver nada debido a la intensidad de su l
Dos días después Marcos parecía alma en pena por la empresa. No se concentraba en nada, sus pensamientos solo eran para la mujer que estaba al otro lado del océano. Quien le había colgado el teléfono las mil y una vez que él la había llamado. Al otro día de Sam irse, se reunió con Eduardo y contó todo lo que había pasado. Omitió la parte de que era su suegro por su propia seguridad y más aún, por la seguridad de Eduardo. Pues aunque el dueño de Montenegro Co. estaba como un roble, ya tenía sus años. Le dijo que iba a dimitir si lo consideraba necesario pues toda la culpa era suya. No le quito culpas a su hermano, ni le dio de más. Cada cual asumió su papel. Nunca había visto una mirada de decepción total dirigida a su persona pero le dolió como si un puñal atravesara su carne.—No —Había sido la respuesta rotunda de Eduardo— .Me duele mucho que tus inicios aquí hayan sido con ese fin. Pero laboralmente no tengo quejas de tu comportamiento. Con Justin y Ryan fuera, se armó una situaci
Año y medio después. Cuando Sam llegó al aeropuerto, toda su familia estaba esperándola. Esa vez no había sido un viaje sorpresa. Sin embargo la sorpresa fue mayúscula cuando vieron el bebé que iba dormido en su hombro. Y aunque le había dolido, Sam no había comentado que había tenido una hija. Sus padres querrían que Marcos se responsabilizara de sus actos y asumiera su papel. Pero lo que menos necesitaba era tener que verlo a menudo. Por supuesto desconocían que esa pequeñita había sido concebida dentro del matrimonio. Que había sido durísimo, Sam no podía negarlo. Pero todo había quedado atrás cuando había tenido a su niña en brazos por primera vez. El agotamiento no la había vencido y se había pasado horas contemplándola. Su pequeño gran milagro. —Cielo. —dijo su padre medio enfadado, medio triste, cuando Sam llegó a ellos. Sin embargo la regañina quedó en el olvido, cuando Paula abrió sus ojos. Ojos que eran idénticos a los de Marcos Lockheart, su padre. Y muy contrario a s