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El sol estaba despuntando por el horizonte cuando Marcos parqueó su deportivo plateado frente a la mansión de los Montenegro para recoger a Samantha. Sus ojos expresaron sorpresa cuando esa rubia que lo traía descoordinado desde hace días se bajaba de un auto totalmente desmoralizada. Y en pijama. — ¿Todavía no estás lista? Necesitamos irnos ya, sino perderemos el avión. Sam levantó la cabeza al escuchar esa voz. La reunión se le había olvidado por completo después de la nochecita que había pasado. Hubiera preferido estar de juerga en vez de haberla pasado en el cuerpo de guardia del hospital.—Tendrás que darla solo, Marcos. Y mi padre me dijo que iba a comunicarse contigo pero te lo digo yo —Su voz pesaba a cada palabra. El temor que todavía albergaba su cuerpo, no se había marchado— .No iremos en unos días a trabajar. Ninguno de nosotros. Marcos iba a contestar de mala manera. Iba a decirle que ella era bastante mayorcita para mentir de esa forma. Que creciera. Que esos no e
—Venga, que te llevo. —escuchó Sam cuando iba a abrir la puerta del coche. Ciertamente estaba agotada, pero esa ducha que había tomado aunque de pocos minutos le había colmado bastante. Eso y el abundante desayuno que Nana la había obligado a tomar. Pues tenía que admitir que cuando se había sentado en la banqueta de la isla de la cocina, su hambre había resurgido con ganas.—Pensé que te habías marchado. Cuando bajé ya no estabas. —Y aunque nunca se lo diría, había lamentado que se hubiera ido sin mirar atrás. Que la empresa fuera tan importante para él, incluso por encima de la salud de un niño. Estaba extrañamente agradecida de haberse equivocado.—Solo tomé un café fuerte y alguna que otra tostada —respondió Marcos cauteloso— .Y la reunión puede esperar, no hay nada más importante que la familia. Sam solo asintió con la cabeza. Ese era un principio que compartían. Siguió los pasos de Marcos y se subió por el lado que él caballerosamente le abría. Sus manos se rozaron por accident
Durante esos tres días que los Montenegro no se habían aparecido por la empresa, todo había sido medio caos. Marcos estaba a punto de quedarse calvo debido a la cantidad de gritos que había pegado y la cantidad de veces que se había pasado las manos entre su cabello. Y eso que estaba preparado para trabajar bajo presión pero esa situación era inconcebible. No había llegado a ser el segundo al mando por gusto, pero detestaba los errores sin importar el tamaño. Todos traían pérdidas: de dinero y de credibilidad. Solo cuando había dicho de forma calmada que iba a empezar a tener gente en la cola del paro las cosas habían retornado a su curso. Todos aquellos que lo conocían en la compañía o habían trabajado con él en alguna ocasión, sabían sin dudar, que cuando era más temible era cuando estaba tranquilo. Cómo si fuera un animal salvaje a punto de atrapar a su presa, silencioso pero letal. —Te veo estresado, guapo —escuchó que decían de la puerta. Y esa voz que no había escuchado en t
— ¿Cómo estás, Ron? —fue la pregunta que escuchó Samantha en cuanto descolgó la llamada entrante del móvil. Solamente giró su celular para que Georgina vislumbrara que estaba de papeles hasta las cejas. —Bien enredada por lo que veo. Algo que contarme. Bueno, por aquí me siento muy solita. Inglaterra no es lo mismo sin ti. Hasta mi sombra me ha abandonado. Lleva unos días que no para de llover. Sabes esa lluvia fina que te cala hasta los huesos. Pero habla, no te quedes callada. —Es que no me dejas ¿Para qué me llamas si vas a hacer un monólogo? —respondió Samantha con las cejas enarcadas.—Lo siento. Estoy algo estresada. —Sam sonrió ante las palabras de su amiga. Era algo que sabía bien. Cuando Gin se estresaba hablaba por los codos. Generalmente en las pruebas le daba los apuntes y solo por tanta repetición ella misma se los aprendía. Las notas sobresalientes lo demostraban— .Pensaba estar contigo la semana que viene y voy a tener que atrasar el viaje. Tengo que admitir que anhela
En esos días que Marcos había interactuando con Samantha había conocido varias facetas de su personalidad, la encantadora, la helada, la de que todo le resbalaba como la mantequilla, la de la serpiente y muchas otras. Nunca la había visto con miedo. Un miedo de esos que hacen que la sangre te corra más rápido y que sientas el retumbar de tu corazón en los oídos. Pues sabía perfectamente sin tener que mirarla, que el temblor casi imperceptible que mostraba el cuerpo que tenía agarrado de la cintura era miedo. Puro miedo. Solo por ese motivo se colocó a su lado y con un paso al frente como queriendo protegerla. Sabía que a Sam no le gustaría que la pusiera detrás de su espalda como si fuera una princesa en apuros como eran sus intenciones originales. Sin embargo la mano que tenía en su cintura se había mantenido en su lugar. Dándole apoyo. Reconfortándola. Cuando clavó la mirada al frente vislumbró un hombre de unos treinta años. Con un traje negro pero tan delgado que la ropa de dis
—Veo que me estás juzgando, Marcos. ¡Qué novedad! —dijo Sam irónica.—Lo estoy haciendo. Pero no quiero. Así que me gustaría que me explicaras.—Mis acciones no le están haciendo daño a nadie. Solo intento proteger a mi familia. Sobre todo a Tom."Pero hubo una ocasión que si hicieron daño. Y mucho. Hubo una vez que tus acciones tuvieron consecuencias nefastas" pensó Marcos. Pero sus palabras contradijeron sus pensamientos. —Estoy esperando, gatica. Convénceme.—Arthur y Alejandra se casaron hace seis años en una boda de ensueño. Su carácter y buen corazón tuvieron a todos los miembros de mi familia comiendo de su mano en poco tiempo. Incluso mi padre, con lo celoso que es con nosotras, no puso pegas a ese matrimonio. Arthur era el hombre ideal. Gin y yo muchas veces dijimos que ese era nuestro modelo de hombre. Atento, caballeroso, amoroso y dispuesto a brindar su ayuda sin esperar nada a cambio. Sam hizo una pausa perdida en sus pensamientos. Recordando los momentos tan felices qu
Eran cerca de las cuatro cuando Sam salió de la oficina con unos expedientes en los brazos, el bolso en el hombro y el móvil entre la cabeza y el cuello.—No, nana. No quiero que te preocupes. Doy el aviso y me marcho. No pienso quedarme ahí más de quince minutos. Incluso le pediré al botones que me acompañe a su habitación. La opaca luz que entraba por la salida del garaje mostraba un cielo colmado de nubes negras. Con un poco de suerte llegaría a su casa antes de que la tormenta azotara la Tierra. Sin embargo ese día la el universo no estaba de su lado. Estaba empeñado en demostrarle que seguro no había nada, solo la muerte. El neumático delantero de su coche estaba desinflado.—Ay, ay —dijo Sam como una niña después de darle patadas a la rueda partiéndose el tacón del zapato. "Es que era el colmo, joder" pensó irritada. Ese día no podía ir peor. Había empezado de mala manera y había acabado con toda su paciencia. Un trueno resonó en la calle como contradiciendo su afirmación ant
El sábado en la mañana había un sol que rajaba las piedras. Un día especial para un encuentro anhelado pero inesperado. Cuando Sam se levantó media dormida pues hacía noches que no descansaba bien debido a los problemas de la empresa, Marcos estaba desayunando en el comedor. Estaba tan entretenida que le pasó por el lado y ni lo vio. Solo cuando el jugo de naranja bajó por su garganta fue que Marcos habló.—Buenos días, gatica ¿Dormiste bien? La bebida a Sam se le fue por otro lado y abrió grandemente los ojos cuando trató de respirar y no pudo. El aire había escapado de sus pulmones con una facilidad sorprendente. Marcos estuvo a su lado al instante. Le dio una mano y la otra se la pasó continuamente por la espalda, dándole fuertemente hasta que comprobó que Samantha respiraba de forma normal. Se había puesto roja del esfuerzo. —Tú quieres matarme... o qué. Casi me ahogo... por tu culpa. —dijo Sam entre jadeos.—No pretendía eso. —dijo Marcos arrepentido. —Me la vi... cerquita.