— ¿Está bien? —preguntó la voz del teléfono—, se golpeó con la silla al caer.— ¿En la cabeza? ¿Se golpeó en la cabeza? —No lo sé. No vi bien la dirección, pero creo que fue en el hombro ¿Quién eres?—Marcos Lockheart. Un placer.—El patán, cierto —La chica detrás de la pantalla esperó que Marcos asintiera para continuar— .Lamentablemente no puedo decir lo mismo, guapo. El estado en que está mi mejor amiga, en parte es culpa tuya. Soy Gina. Pero para ti, Georgina por el resto de tu vida. Marcos se guardó una sonrisa, mientras esa pelirroja espectacular de increíbles ojos verdes, lo miraba como si quisiera descuartizarlo y tirar sus cenizas al viento para que nunca más fuera recordado. Solo habían pasado algunos segundos pero cuando volvió la mirada a la mujer inconsciente que estaba a su lado su corazón dio un vuelco.— ¿Qué haces? —Volvió a preguntar Gina mientras veía como el tal Marcos buscaba en su teléfono mientras no le quitaba la vista de encima a su amiga.—Llamar a un amig
Cuando Samantha despertó vio unos grandes ventanales que dejaban paso a una terraza amplia y una preciosa noche con algunas estrellas detrás. También se fijó que estaba acostada en una impresionante cama con la lamparita de noche encendida. Cama que no era la suya y tampoco la habitación. Rápidamente se fijó en su cuerpo y suspiró cuando vio que estaba en ropa interior. ¿Un violador no la habría vestido de nuevo o sí?Cuando vio a Marcos entrar en la habitación se regocijó en su presencia. Por alguna extraña razón se sentía a salvo junto a él. — ¿Cómo te encuentras? Llevas durmiendo casi doce horas. —Mejor. Estoy mejor, muchas gracias. —respondió Samantha mientras se arrebujaba en la sábana. Sabía que Marcos había sido quien la había desvestido. Pero una cosa era estar en los brazos de la inconsciencia y otra muy diferente estar alerta y completamente despierta.—Sabes que no voy a ver nada nuevo ¿verdad? —dijo Marcos socarrón— .Te desnudé en dos ocasiones. En tu oficina y aquí. En
La cordialidad que Marcos y Samantha sintieron en ese desayuno solo duró algo más de un día. Volvieron a lanzarse los platos y cuchillos en la primera junta que asistieron juntos.—Está mal, Marcos. ¿Cómo rayos quieres que te lo explique? Joder, pareces lelo. Llevan un año teniendo pérdidas porque el balance tiene un error. Pequeño, pero error al fin y al cabo.—Esos documentos han sido revisados un centenar de veces por un comité de expertos. ¿No me vengas a decir que en cuestión de horas tú realizaste semejante proeza?—Sabes idiota, si la empresa fuera tuya me importaría un pepino todo esto. Pero la gran cuestión es exactamente esa. Tú aquí no pintas ni das color.—Mira, niña...—Marcos —interrumpió Eduardo. Hacía un cuarto de hora que el presidente de Montenegro Co. había vaciado el salón al ver que el ambiente se estaba caldeando dejando adentro solo los jefes principales. Los presentes mostraban diferentes expresiones: Una Alejandra totalmente confiada en el criterio de su herman
El sol estaba despuntando por el horizonte cuando Marcos parqueó su deportivo plateado frente a la mansión de los Montenegro para recoger a Samantha. Sus ojos expresaron sorpresa cuando esa rubia que lo traía descoordinado desde hace días se bajaba de un auto totalmente desmoralizada. Y en pijama. — ¿Todavía no estás lista? Necesitamos irnos ya, sino perderemos el avión. Sam levantó la cabeza al escuchar esa voz. La reunión se le había olvidado por completo después de la nochecita que había pasado. Hubiera preferido estar de juerga en vez de haberla pasado en el cuerpo de guardia del hospital.—Tendrás que darla solo, Marcos. Y mi padre me dijo que iba a comunicarse contigo pero te lo digo yo —Su voz pesaba a cada palabra. El temor que todavía albergaba su cuerpo, no se había marchado— .No iremos en unos días a trabajar. Ninguno de nosotros. Marcos iba a contestar de mala manera. Iba a decirle que ella era bastante mayorcita para mentir de esa forma. Que creciera. Que esos no e
—Venga, que te llevo. —escuchó Sam cuando iba a abrir la puerta del coche. Ciertamente estaba agotada, pero esa ducha que había tomado aunque de pocos minutos le había colmado bastante. Eso y el abundante desayuno que Nana la había obligado a tomar. Pues tenía que admitir que cuando se había sentado en la banqueta de la isla de la cocina, su hambre había resurgido con ganas.—Pensé que te habías marchado. Cuando bajé ya no estabas. —Y aunque nunca se lo diría, había lamentado que se hubiera ido sin mirar atrás. Que la empresa fuera tan importante para él, incluso por encima de la salud de un niño. Estaba extrañamente agradecida de haberse equivocado.—Solo tomé un café fuerte y alguna que otra tostada —respondió Marcos cauteloso— .Y la reunión puede esperar, no hay nada más importante que la familia. Sam solo asintió con la cabeza. Ese era un principio que compartían. Siguió los pasos de Marcos y se subió por el lado que él caballerosamente le abría. Sus manos se rozaron por accident
Durante esos tres días que los Montenegro no se habían aparecido por la empresa, todo había sido medio caos. Marcos estaba a punto de quedarse calvo debido a la cantidad de gritos que había pegado y la cantidad de veces que se había pasado las manos entre su cabello. Y eso que estaba preparado para trabajar bajo presión pero esa situación era inconcebible. No había llegado a ser el segundo al mando por gusto, pero detestaba los errores sin importar el tamaño. Todos traían pérdidas: de dinero y de credibilidad. Solo cuando había dicho de forma calmada que iba a empezar a tener gente en la cola del paro las cosas habían retornado a su curso. Todos aquellos que lo conocían en la compañía o habían trabajado con él en alguna ocasión, sabían sin dudar, que cuando era más temible era cuando estaba tranquilo. Cómo si fuera un animal salvaje a punto de atrapar a su presa, silencioso pero letal. —Te veo estresado, guapo —escuchó que decían de la puerta. Y esa voz que no había escuchado en t
— ¿Cómo estás, Ron? —fue la pregunta que escuchó Samantha en cuanto descolgó la llamada entrante del móvil. Solamente giró su celular para que Georgina vislumbrara que estaba de papeles hasta las cejas. —Bien enredada por lo que veo. Algo que contarme. Bueno, por aquí me siento muy solita. Inglaterra no es lo mismo sin ti. Hasta mi sombra me ha abandonado. Lleva unos días que no para de llover. Sabes esa lluvia fina que te cala hasta los huesos. Pero habla, no te quedes callada. —Es que no me dejas ¿Para qué me llamas si vas a hacer un monólogo? —respondió Samantha con las cejas enarcadas.—Lo siento. Estoy algo estresada. —Sam sonrió ante las palabras de su amiga. Era algo que sabía bien. Cuando Gin se estresaba hablaba por los codos. Generalmente en las pruebas le daba los apuntes y solo por tanta repetición ella misma se los aprendía. Las notas sobresalientes lo demostraban— .Pensaba estar contigo la semana que viene y voy a tener que atrasar el viaje. Tengo que admitir que anhela
En esos días que Marcos había interactuando con Samantha había conocido varias facetas de su personalidad, la encantadora, la helada, la de que todo le resbalaba como la mantequilla, la de la serpiente y muchas otras. Nunca la había visto con miedo. Un miedo de esos que hacen que la sangre te corra más rápido y que sientas el retumbar de tu corazón en los oídos. Pues sabía perfectamente sin tener que mirarla, que el temblor casi imperceptible que mostraba el cuerpo que tenía agarrado de la cintura era miedo. Puro miedo. Solo por ese motivo se colocó a su lado y con un paso al frente como queriendo protegerla. Sabía que a Sam no le gustaría que la pusiera detrás de su espalda como si fuera una princesa en apuros como eran sus intenciones originales. Sin embargo la mano que tenía en su cintura se había mantenido en su lugar. Dándole apoyo. Reconfortándola. Cuando clavó la mirada al frente vislumbró un hombre de unos treinta años. Con un traje negro pero tan delgado que la ropa de dis