Desperté como todos los días después de las once de la mañana. Esta vez con la cabeza hecha un lío. No sabía qué hacer. Hoy a las tres de la tarde debía comenzar a bailar en el cabaret. Yo no necesitaba ese trabajo. Mi esposo es médico y tenemos un muy buen pasar económico, sin embargo, siento la necesidad de trabajar en ese tugurio como venganza porque él me es infiel.
Sumado a que no puedo sacarme de la cabeza a Eduardo. El dueño del cabaret y mi cuñado. Yo nunca había engañado a mi cónyuge. Era mi primera experiencia de infidelidad. Y había sido magnífica. Todavía temblaba al recordar sus caricias, sus besos y su penetración. Me hizo sentir una mujer viva y no un simple trofeo comprado como me hace sentir Cristian.
En esta relación clandestina había dos problemas adicionales a la infidelidad. Eduardo tenía casi diez años menos que yo sumado a que él desconocía que era mi cuñado. En el momento de fornicar ambos desconocíamos esto último, pero, ahora que lo sé me conflictúa. Por mucho que las relaciones estén rotas con su hermano no sé cómo va a reaccionar al saber que somos cuñados.
Le pedí a Ana, mi empleada doméstica, que me llevara el desayuno a la cama. Ella me conoce bien. Notó mi cara de preocupación y me preguntó que me pasaba. Yo le dije que solo me dolía la cabeza. Quedó conforme con la respuesta y no siguió preguntando. Sucede que ella es mi nana desde que me casé, por lo que, siente la confianza de indagar como estoy. Siento que se preocupa genuinamente por mí.
Traté de desayunar sin pensar en nada, pero, mis pensamientos volvían una y otra vez. El Mindfulness no estaba funcionando esta vez. Me di un baño con agua fría con la idea de enfriar mi cabeza y su ruido mental. No sirvió de nada. Mientras el agua fría caía en mi cuerpo, los pensamientos ardientes iban cayendo en mi cabeza.
Me resigné y me fui al patio a pensar sobre mi problema. Mi lado bueno me decía que debía parar con este asunto y perdonar a mi esposo. Mi lado malo me instaba a seguir bailando en el cabaret y seguir cogiendo a mi cuñado. Después de horas de estar dándole vueltas al asunto llegué a una conclusión. Mi lado malo ganó. Bailaría en el tugurio y seguiría jugando sexualmente con Eduardo.
Busqué un atuendo sexy. De esos que compraba para complacer a mi esposo y que él nunca valoraba. Me coloqué un calzón transparente con encaje y un sujetador hecho con la misma tela. No podían faltar las ligas y el portaligas. Unos zapatos de charol con un taco de 15 centímetro. Guardé en mi cartera una máscara de cuero, una blusa blanca bien masculina y unos guantes de satín oscuros. Para disimular cubrí todo con un vestido hippie largo.
Tras almorzar me fui de mi casa y manejé hacia el cabaret. Llegué muy temprano. Cuarenta y cinco minutos antes. Un hombre con pinta de matón me dijo que debía vestirme para empezar a trabajar a las tres en punto. Mientras caminaba hacia el camarín miraba hacia todos lados buscando a Eduardo. Lamentablemente no estaba visible por ningún lado. Comencé a prepararme para mi primera presentación. Me saqué mi vestido hippie. Cuando me iba a colocar la camisa golpearon la puerta. Al preguntar quién me buscaba, Eduardo, respondió que era él.
Al abrir la puerta se abalanzó sobre mí. Bajo mi calzón, me empujó hacia un sofá que era parte de los muebles que había en el camarín y se montó sobre mí. Fue muy brutal la forma de follar y me encantó. —Después de tu primer baile conversaremos sobre lo nuestro—me dijo con seguridad. Yo quedé anonadada pensé que era solo un juego sexual para él. Uno de muchos.
Terminé de vestirme cuando Eduardo se fue. Me coloqué la camisa abierta. Me maquillé los ojos muy oscuros, lo cual, hacía resaltar mis ojos azules. Los labios los pinté de color rojo ardiente. Finalmente, me puse los guantes de satín y el antifaz.
Al salir del camarín me encontré con Antonella. La coordinadora del turno de la tarde. Es una mujer mayor muy hermosa. Cabello oscuro con ojos verdes de gata. Es autoritaria, pero, a la vez muy amable y acogedora. Me dijo que después de la chica que estaba bailando era mi turno. Me puse muy nerviosa y ella lo notó. Me dio algunos consejos. Como pensar que estoy bailando para el hombre que me gusta, moverme lo más sensual que pueda, sonreír permanentemente, entre otros.
Y llegó mi turno. El animador me presentó como Almendra y les contó a los clientes que era mi primer baile en ese lugar. Yo salí caminando moviendo mucho las caderas. Cuando estaba sentada en la silla que estaba al medio del escenario comenzó a sonar una música ad hoc. Separé las piernas mientras movía mis brazos y mi cuerpo de forma coqueta. Luego me levanté de la silla y di la espalda al público. Comencé a sacarme la camisa lentamente mientras bailaba eróticamente. Luego volví a mirar hacia donde estaban esos hombres lascivos mirándome y seguí bailando hasta que terminó la canción.
Me aplaudieron con entusiasmo. Yo no sabía cómo se agradecía en este caso. Así que emulé a una actriz de teatro y luego me fui en dirección a mi camarín. En el camino me encontré con la coordinadora y mi cuñado. Ambos me felicitaron. Eduardo me indicó que lo acompañara a su despacho. Al cerrar la puerta me dio un beso apasionado. Luego me invitó a sentarme y comenzó diciendo que estaba perturbado porque nunca había sentido lo que experimentaba por mí. No negó que se había acostado con muchas de sus bailarinas, pero, nadie había despertado lo que yo le hacía sentir.
—Quiero ser tu amante—indicó mirándome con sus ojos pardos con mirada dominante.
Yo no respondí. Me moría de ganas de seguir teniendo juegos sexuales con él, pero, él era mi cuñado. No sabía si sincerarme con él o no. Tras un largo silencio me preguntó que me pasaba. Si acaso no me gustaba su propuesta. Yo le dije que me encantaría ser su concubina, pero, antes debía contarle algo sobre mi cónyuge. Él respondió que no le interesaba saber nada de mi vida matrimonial. Me tomó de la cintura con firmeza y me besó con fiereza.
Luego fornicamos nuevamente- Después de descansar un rato tuve que salir a bailar de nuevo. En total bailé cinco veces en mi horario de trabajo. Cuando ya eran las seis de la tarde me quité el maquillaje y me puse mi vestido hippie que escondía la ropa interior usada en mi rol de bailarina de burlesque.
Al llegar a mi casa me di una larga ducha. Me puse mi pijama. Al salir del baño me encontré con que Cristian había llegado. Ana nos sirvió té a ambos. Como siempre él empezó a hablarme de su día laboral muy detalladamente. Yo casi no le tomé atención. Pensaba en mis encuentros sexuales con Eduardo.
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Para que Cristian no sospechara, al ver que salgo todos los días hábiles, pedí un cambio de horario en la academia de danza moderna. Comencé a tener clases de lunes a viernes de 19.00 a 20.00 horas. Si mi esposo me llegase a preguntar porque salgo de casa temprano ya tengo la coartada perfecta. Le diré que con unas compañeras estamos ensayando una coreografía para un examen que nos tomarán.En la primera clase de mi nuevo grupo de baile me encontré con una estudiante que también bailaba en el mismo horario que yo en el cabaret. Mientras esperábamos que empezara la clase traté de hablar con ella. Fue muy cortante y respondía de mala gana. Por lo visto le caigo pésimo.Cuando llegué a casa, Cristian, ya había llegado. Se estaba tomando un whisky con mucho hielo. Me preguntó dónde andaba a esas horas. Le expliqué sobre el cambio de horario en las clases y le conté que más temprano estamos ensañando una coreografía. De mala forma me dijo que no tenía necesidad de perder el tiempo en “baile
Como bromeando, Marión, ha seguido diciendo que puede chantajearme. Ahora no se conforma con decirlo cuando estamos solas. También, lo hace delante de compañeras de estudio y de trabajo. Incluso lo hizo delante de Eduardo quien la increpó aludiendo a la lealtad de equipo. Cosa que le causó gracia a Marión que se puso a reír como loca.Tras la amenaza que mi compañera hizo delante de Eduardo tuvimos una larga conversación con él para acordar de qué forma seguiríamos encontrándonos. Quise aprovechar de contarle quien era mi esposo, pero, él insistió que no quería saber nada de mi vida matrimonial. Luego seguimos hablando sobre cómo llevar nuestra relación. Llegamos a la conclusión que solo nos veríamos en su departamento. Nunca nos reuniríamos en lugares públicos. Y en el cabaret me trataría como a una bailarina más. La idea era ocultar lo nuestro a todo el mundo. En especial a Marión y a mi cónyuge.Después de este acuerdo comenzamos a vernos casi todos los días. Nos reunimos a almorzar
Eran las ocho de la mañana y aún no podía dormir. Pasé toda la noche pensando en todo lo que estaba pasando en mi vida. Y cuando aún estaba dándole vueltas a todo, llegó Cristian. Simulé estar dormida. No tenía ganas de seguir discutiendo con él. Y tampoco quería verlo. Me nombró suavemente, pero, yo no abrí los ojos. Luego se duchó, desayunó y se fue a su consulta médica.Me levanté a las nueve. Mucho más temprano de lo que habitualmente dejo la cama. Fui a la cocina por un café cargado. Ana al verme me dijo que ella me lo llevaría al comedor. Y con tono entusiasta me avisó que tenía una sorpresa ahí. Me encontré con un enorme ramo de rosas rojas con una tarjeta que decía un escueto “Perdón, no volverá a pasar”. Aparte de las flores había una bolsa de papel de una importante perfumería. En ella había una botella de un perfume carísimo.La empleada llevó el café y me ofreció desayuno. Le indiqué que lo tomaría a la hora habitual. Le pedí que pusiera las rosas en un florero y que guarda
Pasaron varias semanas donde todo estuvo tranquilo. Seguíamos una relación cordial con mi marido. Con Eduardo seguíamos viéndonos a la hora de almuerzo. Continuaba en la academia de danza. Y Marión no había tratado de contactarse conmigo. Todo parecía perfecto, pero, esto no podía durar.Estábamos almorzando con mi amante. Estábamos muy entusiasmados hablando sobre un libro que ambos habíamos leído y que nos había encantado cuando sonó el citófono. Al contestar, Eduardo, se puso pálido y muy serio. Le dijo al conserje que dejara pasar a quienes lo buscaban y a mí me pidió que lo esperara en la habitación.Yo le hice caso, pero, la conversación que tenían despertó mi curiosidad. Parecía que le estaban pidiendo más dinero del que Eduardo estaba dispuesto a pagar. Mi cuñado se negaba a pagar más y ahí le advirtieron algunos de los inconvenientes que él tendría. Hablaron de que podía terminar preso por los negocios alternativos que tenía. Sentí curiosidad de ver a quienes estaban amenazand
Al día siguiente desperté con un beso de despedida de Cristian. Estaba listo para irse a su consulta. Tras despedirme de él me tomé un tranquilizante. La idea era dormir y no pensar en mi nuevo escenario de vida, el cual, era muy confuso. No entendía la nueva actitud de mi esposo. Tampoco, comprendía mi reacción. Y más me costaba entender la noche de pasión que habíamos tenido.Antes de descansar le pedí a Ana que me dejara dormir. Que no me despertara. Y así lo hizo. Desperté después de las tres de la tarde con mucho apetito. No había tomado desayuno. Ni había comido nada ese día. En el comedor me encontré con un ramo gigantes de rosas rojas y una nota de Cristian en donde agradecía lo acontecido con un escueto “Gracias, esposa mía”.También, me encontré con varios mensajes escritos de Eduardo. Estaba preocupado porque no llegué a almorzar con él. Le expliqué que me había tomado un tranquilizante y que había dormido hasta después de la hora de almuerzo. Le pedí disculpas por haberlo d
Eduardo partió pidiéndome disculpas. Me dijo que de haber sabido como yo era realmente jamás me habría dejado trabajar en su cabaret. Que lamentaba haberme expuesto de esa forma. Lo interrumpí y le dije que yo era una mujer adulta y si alguien era culpable de haber bailado en ese lugar era yo. El insistió en culparse. Posteriormente me dijo que no debía tener miedo. Que nada malo me iba a pasar. Que el haberme enterado de los negocios ilegales solo hacía que él fuera más honesto conmigo. Me prometió que me cuidaría con su vida.Yo quise demostrar una fuerza que no tengo y le dije que yo me podía cuidar sola. Él señaló que no podría soportar que me pasara algo malo porque me amaba. Yo quedé boquiabierta. Siempre pensé que yo era una amante más en la vida de Eduardo. Sumado a que era la primera vez que alguien manifestaba amarme. A mí me habría gustado responder a ese sentimiento, pero, yo solo lo quería mucho. Yo no sé amar. Yo respondí sus dichos con un largo beso que terminó en sexo.
Pesé a que tenía los ojos hinchados que delataban que había llorado harto, Cristian, no hizo ni un mínimo intento por saber que me pasaba. Lo único que le importaba era que yo había roto el pacto de estar temprano en casa. Le dije que había conocido a una bailarina norteamericana y que hablando de danza no nos habíamos dado cuenta que ya era tarde. Me reprochó por hablar con desconocidos y siguió con su queja.De mala forma llamó a Ana y le pidió que nos sirviera la cena. Yo le dije que no estaba de ánimo para comer con alguien que estaba tan enojado sin motivo. Cuando me di vuelta me tomó del brazo y me ordenó que me sentara en el comedor. Me costó, pero, logré zafarme. Y me fui a la habitación de invitados para no dormir con él.Volví a romper en llanto. Cuando logré calmarme le escribí a Jane. Le dije que aceptaba el trabajo. Acordamos reunirnos a las diez de la mañana para afinar detalles. Estaba decidida a trabajar e irme de la casa de Cristian. Ya estaba aburrida de su tiranía. A
Mientras estudiaba los programas recibí un mensaje escrito de Eduardo. Me decía que me extrañaba y que le gustaría que almorzáramos juntos. Yo le recordé que acordamos alejarnos por un tiempo y le pedí que respetara el acuerdo. Me envió dos mensajes más insistiendo. Pensé en bloquearlo, pero, no lo hice por miedo a que reaccionara mal al darse cuenta que le estaba poniendo un punto final a nuestra comunicación.Al llegar la hora de almuerzo junto a Jane fuimos a un restaurante vegano. Me encantó la comida y todo el concepto. Una vez traté de ser vegana, pero, mi esposo se opuso diciendo que me pondría más tonta de lo que soy por la falta de proteínas. Yo sé que las proteínas y otros nutrientes se pueden suplir con elementos del mundo vegetal, pero, no quise tener problemas con mi cónyuge. Además, no quería seguir siendo tratada de estúpida.Jane es vegana hace más de veinte años. Me comentó que le costó dejar de comer carne porque a ella si le gustaba ese tipo de comidas, pero, que luc