Pensé que el tema judicial iba a ser más fácil y más corto en el tiempo, pero, no fue así por la intervención de la familia Marín de la Cruz. Ellos trataron de armar un caso en contra mía. Me acusaban de matar a sangre fría a Cristian y a Eduardo. Las indagaciones no le dieron el favor a esta gente y salí libre de toda acusación.La alegría de no tener temas legales pendientes se vio empañada por la muerte de Eduardo. No fue repentina. De a poco fueron disminuyendo los movimientos involuntarios, su temperatura era cada vez más baja, lo mismo pasaba con el pulso y la presión, entre otros.Yo estaba trabajando en el departamento de Eduardo y me llamaron avisando que él estaba grave. Me indicaron que llegara rápido si quería despedirme de él. Tomé la cartera y salí corriendo en busca del auto. Manejé a una velocidad más rápida de lo habitual. Y corrí hacia la unidad donde estaba internado mi novio.Cuando llegué en la habitación estaba el médico junto a personal médico. Les pedí que me d
— Conejito, ¿por qué no me “contestabai” el teléfono? —dijo una mujer con voz vulgar cuando contesté el móvil de mi esposo. Yo no suelo hacer esto, pero, llamaban con tanta insistencia que pensé que uno de los pacientes de mi cónyuge tenía alguna emergencia.Yo sospechaba que Cristian tenía amoríos con otras mujeres, pero, no tenía la certeza que así fuese. Escuchar a esta mujerzuela fue un balde de agua fría. No sabía si contestarle de forma irónica u ofenderla sin piedad. Finalmente, opté por cortar y no decir nada. Me senté en la cama y esperé que mi maridoterminase de ducharse.—¿Qué haces acá a esta hora? —preguntó molesto—Te recuerdo que en esta casa yo vivo, conejito—respondí con frialdad. Manteniendo la calma y tratando de disimular mis ganas de matarlo.Por unos segundos pude ver su turbación, sin embargo, volvió a su postura fría casi de inmediato. Tuvo la desfachatez de increparme por haber contestado su móvil. Yo no podía creer que era tan cara dura. Traté de mantenerme di
Desperté como todos los días después de las once de la mañana. Esta vez con la cabeza hecha un lío. No sabía qué hacer. Hoy a las tres de la tarde debía comenzar a bailar en el cabaret. Yo no necesitaba ese trabajo. Mi esposo es médico y tenemos un muy buen pasar económico, sin embargo, siento la necesidad de trabajar en ese tugurio como venganza porque él me es infiel.Sumado a que no puedo sacarme de la cabeza a Eduardo. El dueño del cabaret y mi cuñado. Yo nunca había engañado a mi cónyuge. Era mi primera experiencia de infidelidad. Y había sido magnífica. Todavía temblaba al recordar sus caricias, sus besos y su penetración. Me hizo sentir una mujer viva y no un simple trofeo comprado como me hace sentir Cristian.En esta relación clandestina había dos problemas adicionales a la infidelidad. Eduardo tenía casi diez años menos que yo sumado a que él desconocía que era mi cuñado. En el momento de fornicar ambos desconocíamos esto último, pero, ahora que lo sé me conflictúa. Por mucho
Para que Cristian no sospechara, al ver que salgo todos los días hábiles, pedí un cambio de horario en la academia de danza moderna. Comencé a tener clases de lunes a viernes de 19.00 a 20.00 horas. Si mi esposo me llegase a preguntar porque salgo de casa temprano ya tengo la coartada perfecta. Le diré que con unas compañeras estamos ensayando una coreografía para un examen que nos tomarán.En la primera clase de mi nuevo grupo de baile me encontré con una estudiante que también bailaba en el mismo horario que yo en el cabaret. Mientras esperábamos que empezara la clase traté de hablar con ella. Fue muy cortante y respondía de mala gana. Por lo visto le caigo pésimo.Cuando llegué a casa, Cristian, ya había llegado. Se estaba tomando un whisky con mucho hielo. Me preguntó dónde andaba a esas horas. Le expliqué sobre el cambio de horario en las clases y le conté que más temprano estamos ensañando una coreografía. De mala forma me dijo que no tenía necesidad de perder el tiempo en “baile
Como bromeando, Marión, ha seguido diciendo que puede chantajearme. Ahora no se conforma con decirlo cuando estamos solas. También, lo hace delante de compañeras de estudio y de trabajo. Incluso lo hizo delante de Eduardo quien la increpó aludiendo a la lealtad de equipo. Cosa que le causó gracia a Marión que se puso a reír como loca.Tras la amenaza que mi compañera hizo delante de Eduardo tuvimos una larga conversación con él para acordar de qué forma seguiríamos encontrándonos. Quise aprovechar de contarle quien era mi esposo, pero, él insistió que no quería saber nada de mi vida matrimonial. Luego seguimos hablando sobre cómo llevar nuestra relación. Llegamos a la conclusión que solo nos veríamos en su departamento. Nunca nos reuniríamos en lugares públicos. Y en el cabaret me trataría como a una bailarina más. La idea era ocultar lo nuestro a todo el mundo. En especial a Marión y a mi cónyuge.Después de este acuerdo comenzamos a vernos casi todos los días. Nos reunimos a almorzar
Eran las ocho de la mañana y aún no podía dormir. Pasé toda la noche pensando en todo lo que estaba pasando en mi vida. Y cuando aún estaba dándole vueltas a todo, llegó Cristian. Simulé estar dormida. No tenía ganas de seguir discutiendo con él. Y tampoco quería verlo. Me nombró suavemente, pero, yo no abrí los ojos. Luego se duchó, desayunó y se fue a su consulta médica.Me levanté a las nueve. Mucho más temprano de lo que habitualmente dejo la cama. Fui a la cocina por un café cargado. Ana al verme me dijo que ella me lo llevaría al comedor. Y con tono entusiasta me avisó que tenía una sorpresa ahí. Me encontré con un enorme ramo de rosas rojas con una tarjeta que decía un escueto “Perdón, no volverá a pasar”. Aparte de las flores había una bolsa de papel de una importante perfumería. En ella había una botella de un perfume carísimo.La empleada llevó el café y me ofreció desayuno. Le indiqué que lo tomaría a la hora habitual. Le pedí que pusiera las rosas en un florero y que guarda
Pasaron varias semanas donde todo estuvo tranquilo. Seguíamos una relación cordial con mi marido. Con Eduardo seguíamos viéndonos a la hora de almuerzo. Continuaba en la academia de danza. Y Marión no había tratado de contactarse conmigo. Todo parecía perfecto, pero, esto no podía durar.Estábamos almorzando con mi amante. Estábamos muy entusiasmados hablando sobre un libro que ambos habíamos leído y que nos había encantado cuando sonó el citófono. Al contestar, Eduardo, se puso pálido y muy serio. Le dijo al conserje que dejara pasar a quienes lo buscaban y a mí me pidió que lo esperara en la habitación.Yo le hice caso, pero, la conversación que tenían despertó mi curiosidad. Parecía que le estaban pidiendo más dinero del que Eduardo estaba dispuesto a pagar. Mi cuñado se negaba a pagar más y ahí le advirtieron algunos de los inconvenientes que él tendría. Hablaron de que podía terminar preso por los negocios alternativos que tenía. Sentí curiosidad de ver a quienes estaban amenazand
Al día siguiente desperté con un beso de despedida de Cristian. Estaba listo para irse a su consulta. Tras despedirme de él me tomé un tranquilizante. La idea era dormir y no pensar en mi nuevo escenario de vida, el cual, era muy confuso. No entendía la nueva actitud de mi esposo. Tampoco, comprendía mi reacción. Y más me costaba entender la noche de pasión que habíamos tenido.Antes de descansar le pedí a Ana que me dejara dormir. Que no me despertara. Y así lo hizo. Desperté después de las tres de la tarde con mucho apetito. No había tomado desayuno. Ni había comido nada ese día. En el comedor me encontré con un ramo gigantes de rosas rojas y una nota de Cristian en donde agradecía lo acontecido con un escueto “Gracias, esposa mía”.También, me encontré con varios mensajes escritos de Eduardo. Estaba preocupado porque no llegué a almorzar con él. Le expliqué que me había tomado un tranquilizante y que había dormido hasta después de la hora de almuerzo. Le pedí disculpas por haberlo d