—Ven sola a nuestra casa o mato a tu amiga como lo hice con Eduardo— recibí este mensaje de Cristian desde un número desconocido.Yo había vuelto a mi trabajo ese día y era raro que Jane no hubiese llegado a la escuela. Varios estábamos preocupados por ella. Siempre avisaba cuando iba a llegar tarde. Habíamos tratado de contactarla, pero, no contestaba el teléfono.La llamé y para mi estupor me contestó mi exesposo. Me indicó que fuera de inmediato y que no llamara a la policía, de lo contrario, mataría a Jane y él se suicidaría. Le rogué que no dañara a Jane y le prometí que iba a ir sola.Llamé a Eduardo y no contestó su teléfono. Siempre, independiente de lo que esté haciendo, contesta mis llamadas. Era un muy mal presagio que no respondiera el móvil. Lo llamé a su oficina, su secretaria se extrañó que no supiera que estaba internado en una clínica por un ataque que recibió.Tomé mi cartera y salí corriendo a la calle. Lo primero que hice fue increpar a mis cuidadores por no avis
Eduardo está en coma. Tras besarlo y decirle que lo amo perdió la conciencia. Yo reaccioné mal. Me puse a gritar histérica. Cuando llegó personal médico me pidieron que saliera de la habitación. Al principio me negué. Finalmente entré en razón.Cuando me calmé fui a ver a Jane. Aún estaba internada en la clínica. Tenía crisis de pánico y un gran shock nervioso. Iba a pasar la noche internada y dependiendo de su evolución le darían de alta al día siguiente.Luego volví a ver a Eduardo. Después de mucho insistir me dejaron verlo. Parecía un príncipe dormido. Y lo besé dulcemente pensando que iba a despertar como en los cuentos infantiles. No fue así. Seguía en coma.Me fui al departamento de Eduardo. Casi no dormí. El día había sido muy intenso. Mi única amiga había sido torturada por quien fue mi esposo. Él, también, trató de matar a mi novio quien está grave producto de los disparos que recibió. Y por todo lo anterior, yo maté a mi excónyuge y me convertí en la jefa interina de unos
— Tú no tienes nada que hacer acá, perra—me increpó violentamente Ricardo quien es la mano derecha de Eduardo en los asuntos de la mafia.Mientras le pagaba una bofetada no pude dejar de pensar que tenía razón. Siempre había sentido aversión por los negocios ilegales de mi novio. Jamás había estado a cargo de un grupo. Ni había trabajado en algo similar. Tampoco, tengo los estudios adecuados para ser una CEO.Le ordené a Ricardo que no volviera a tratarme de perra. Ni a faltarme el respeto, de lo contrario, dejaría de ser parte de la organización.—Primero terminarás muerta, antes de que yo deje mi trabajo—me dijo el subdirector de la organización mientras me miraba con odio y se tocaba la mejilla donde había recibido mi bofetada.Lo miré fijamente a los ojos y mantuve la mirada. Le indiqué que aunque me amenazara de muerte yo seguiría estando al mando del “buqué” y que cualquiera que osara ofenderme iba a terminar fuera de la organización.Me miró con odio y se fue sin decir nada. C
Estaba nerviosa. La fiscalía me ha llamado a declarar nuevamente. Claudia, mi abogada, me indicó que no hay nada que temer. Ella tiene la versión de que le disparé a Cristian por legítima defensa. Ni Jane, ni yo le hemos contado la verdad. Es mejor así. Entre menos personas sepan la información real es mejor para todos.Llegué a la oficina del fiscal junto a mi abogada. Me preguntó sobre lo acaecido el día en el cual murió mi exesposo y mi amante había quedado en coma. Persistí en mi versión. Luego me preguntó como era mi relación con mi excónyuge. Le dije que yo había decidido abandonarlo, pero, que él insistía en que siguiera con él. Le recordé que antes me había secuestrado a mí y que producto de eso yo había tenido un aborto espontáneo.Posteriormente, me preguntó por mi relación con Eduardo. Reconocí que éramos amantes. Aclaré que no sabía que era mi cuñado cuando comenzamos nuestra relación. Vi en los ojos del fiscal censura. Quizás no fue así. Quizás lo que vi en sus ojos no er
—¿Cuánto vamos a tener que pagarte por no hacer nada?— Ricardo preguntó sarcásticamente causando risas entre algunos de los otros maleantes.Le respondí que nada .Que estaba supervisando los negocios solo porque Eduardo me lo había pedido. Y les dije que de cara al mundo quien reemplazaba a mi novio era Ricardo porque él si recibe un sueldo.Ricardo dijo no tener ningún problema con liderar las gestiones del holding, pero, que le incomodaba que alguien que no tenía idea de los negocios estuviera inmiscuyéndose. Además, agregó que a nadie le constaba que Eduardo me haya hecho la solicitud de cuidar de sus empresas.Le dije que yo no estaba dispuesta a sostener esa discusión. Con tono de mando les dije a todos que debían seguir trabajando como lo habían hecho hasta ahora y que si veía algún movimiento raro los iba a desvincular de la organización. —Y eso te incluye a ti, Ricardo— dije mirando fijamente a quien era la mano derecha de Eduardo en los negocios.Después insistí que el trabaj
Pensé que el tema judicial iba a ser más fácil y más corto en el tiempo, pero, no fue así por la intervención de la familia Marín de la Cruz. Ellos trataron de armar un caso en contra mía. Me acusaban de matar a sangre fría a Cristian y a Eduardo. Las indagaciones no le dieron el favor a esta gente y salí libre de toda acusación.La alegría de no tener temas legales pendientes se vio empañada por la muerte de Eduardo. No fue repentina. De a poco fueron disminuyendo los movimientos involuntarios, su temperatura era cada vez más baja, lo mismo pasaba con el pulso y la presión, entre otros.Yo estaba trabajando en el departamento de Eduardo y me llamaron avisando que él estaba grave. Me indicaron que llegara rápido si quería despedirme de él. Tomé la cartera y salí corriendo en busca del auto. Manejé a una velocidad más rápida de lo habitual. Y corrí hacia la unidad donde estaba internado mi novio.Cuando llegué en la habitación estaba el médico junto a personal médico. Les pedí que me d
— Conejito, ¿por qué no me “contestabai” el teléfono? —dijo una mujer con voz vulgar cuando contesté el móvil de mi esposo. Yo no suelo hacer esto, pero, llamaban con tanta insistencia que pensé que uno de los pacientes de mi cónyuge tenía alguna emergencia.Yo sospechaba que Cristian tenía amoríos con otras mujeres, pero, no tenía la certeza que así fuese. Escuchar a esta mujerzuela fue un balde de agua fría. No sabía si contestarle de forma irónica u ofenderla sin piedad. Finalmente, opté por cortar y no decir nada. Me senté en la cama y esperé que mi maridoterminase de ducharse.—¿Qué haces acá a esta hora? —preguntó molesto—Te recuerdo que en esta casa yo vivo, conejito—respondí con frialdad. Manteniendo la calma y tratando de disimular mis ganas de matarlo.Por unos segundos pude ver su turbación, sin embargo, volvió a su postura fría casi de inmediato. Tuvo la desfachatez de increparme por haber contestado su móvil. Yo no podía creer que era tan cara dura. Traté de mantenerme di
Desperté como todos los días después de las once de la mañana. Esta vez con la cabeza hecha un lío. No sabía qué hacer. Hoy a las tres de la tarde debía comenzar a bailar en el cabaret. Yo no necesitaba ese trabajo. Mi esposo es médico y tenemos un muy buen pasar económico, sin embargo, siento la necesidad de trabajar en ese tugurio como venganza porque él me es infiel.Sumado a que no puedo sacarme de la cabeza a Eduardo. El dueño del cabaret y mi cuñado. Yo nunca había engañado a mi cónyuge. Era mi primera experiencia de infidelidad. Y había sido magnífica. Todavía temblaba al recordar sus caricias, sus besos y su penetración. Me hizo sentir una mujer viva y no un simple trofeo comprado como me hace sentir Cristian.En esta relación clandestina había dos problemas adicionales a la infidelidad. Eduardo tenía casi diez años menos que yo sumado a que él desconocía que era mi cuñado. En el momento de fornicar ambos desconocíamos esto último, pero, ahora que lo sé me conflictúa. Por mucho