Dame Una Oportunidad, ExEsposa
Dame Una Oportunidad, ExEsposa
Por: DaysyEscritora
Prólogo

El joven heredero enfurecido se enfrentó a su padre, atónito estaba de solo escucharle decir semejante desatino.

—¡¿Te has vuelto completamente loco?!

—¡Ethan, vas a casarte y no creas que me voy a retractar! —lo igualó —. Todo este tiempo he permitido que hagas lo que te venga en gana, pero ya estoy cansado de lo mismo, ¡Es una vergüenza verte en los tabloides colgado de cada niñata rica y que a los días estés con otra!

Maldijo apretando el tabique de su nariz.

—¡¿Y quieres que contraiga matrimonio a la fuerza?! Encima con alguien que no conozco y que no está a nuestro nivel. ¡Es una locura!

—¡No me has dejado otra opción! —golpeó con fuerza el escritorio —. ¡Te casas mañana o te olvidas de ser el sucesor de la presidencia de Kingsman!

Ethan salió dando un portazo que resonó en el despacho de su padre.

Agitado, se encontró al pie de las escaleras, a sabiendas de que arriba en esa habitación estaba la chica. ¡Su padre había perdido la cabeza!

Pero habiendo advertido de lo que perdería, se vio atrapado en su demanda.

...

—¿Por qué debo casarme? —soltó perturbada, ante la mirada verdosa de aquel hombre al que no conocía, se unió alguien más, tal vez su esposa.

—Tu padre te ha entregado como si nada, piensa en que te acogimos y a cambio sin rechistar debes aceptar casarte con nuestro hijo.

—Escucha, Luna —siguió la mujer —. Estamos cambiado tu vida, siendo la esposa de Ethan tendrás una buena posición, nunca más tendrás que preocuparte por el dinero... ¿no buscas estabilidad?

Ella se contuvo. Desvió la mirada a esa bandeja sobre la mesita, aún la comida intacta seguía ahí.

Se rehusaba a casarse con un desconocido.

—Solo quiero que me dejen ir, ¡no tienen derecho a ordenarme nada!

—No quería decir esto, pero si aposté con tu padre, es porque lo escuché hablar sobre venderte a alguien más, te he salvado de caer en otras manos, dame las gracias accediendo a la propuesta.

Parpadeó con lentitud, impresionada de de lo que Guido intentó hacer. Había llegado muy lejos. Trató de contener las lágrimas a punto de salir.

—¿Por cuánto tiempo?

—No hay un plazo, Luna.

Se le cortó la respiración.

¡¿Atada de por vida a un desconocido?!

Esa familia estaba demente.

Asintió con lentitud.

A esas alturas, la docilidad llevaba la delantera, rendición y sumisión.

Había cedido a lo inevitable.

...

Vestida de novia, con un bouquet entre sus delgadas y pálidas manos, se reflejó en su mirada azulada; con finura fue arreglada, pero ese sujeto en frente suyo parecía detestarla.

Quiso llorar, porque le oprimía el pecho una terrible sensación. De un día a otro su vida cambió.

Y eso la destrozaba.

Aunque, en casa con su padre no estaba bien, allí tampoco lo estaría.

¡¿Qué clase de broma le jugaba el destino?!

El joven se vio forzado a insertar emoción en su expresión y pronto dar el voto matrimonial.

—Yo, Ethan Kingsman, te quiero a ti, Luna Cavalcanti, como esposa y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.

Más hipócrita no podía ser.

Era bueno interpretando el papel. Ella, por su parte, recibía aquel anillo, inevitablemente trémula, le quemó la piel con solo el roce.

Y cuando era su turno, se quedó en silencio algunos segundos, llenando de expectativa a los presentes.

Sus ojos se encontraron con los del padre de Ethan y evocó la noche anterior, entristecida.

La oscura noche en la que todo en absoluto cambió.

«Recordó lo cansada que estaba, mientras limpiaba con el dorso de la mano, la frente perlada de sudor. Había estado ocupada casi todo el día. Solo quería darse una ducha y dormir, más cuando sabía que en cualquier momento su padre llegaría ebrio, causando cualquier tipo de escándalo, algo de lo que siempre intentaba ocultarse.

De pronto escuchó como retumbaban la puerta con golpes fuertes. Se asustó aunque también estaba habituada a ese tipo de situaciones.

Apretó los ojos con fuerza al recordar que su padre olvidó las llaves de la casa. A pesar de que no quería verlo, tendría que abrirle o todo sería peor para ella.

Lo que no se esperaba es que junto a él, estuviera un sujeto que nunca antes en su vida vio, un completo desconocido que empezó a verle de los pies a la cabeza.

En ese momento sintió el verdadero terror.

—P-papá... ¿quién es él? —casi inaudible pronunció, mirando sobre sus hombros a dos hombres musculosos vestidos de negros.

—Podrás irte de esta casa, Luna. ¿No es eso lo que querías? —y se volvió a Joseph —. Llévatela, es toda tuya.

La reacción de la chica fue caer de rodillas, incrédula por lo que estaba pasando, sin tener la capacidad en ese momento de reclamar o hacer algo para detener lo que estaba a punto de suceder.

Entonces a rastras se la llevaron.

—¡Ya suéltame! Basta, déjame ir —exigió con el corazón en la mano, mientras se apagaba poco a poco la imagen de su papá, siendo esa la última vez que lo vio.

Tan pronto como la subieron a un auto, supo que el infierno había empezado.

Cruzó por su cabeza muchas cosas, preguntándose si ese tipo era un mafioso, alguien a quien su padre le debía mucho dinero, o simplemente un hombre que la compró.

Luna sintió el verdadero terror nunca antes experimentado.

En el auto, a cada costado suyo, iban esos tipos rubustos y serios. Al volante, Joseph, quién no decía nada.

A pesar de querer reclamar al estar allí dentro, no lo hizo sino que permaneció retraída, callada. Sus ojos se volvieron acuosos, en cuanto más se alejaban.

Luna se quedó dormida, cuando parpadeó, se halló en una habitación de colores pasteles. No era de noche, sino de día. ¡¿Tan pronto amaneció?! De un salto se levantó de la cama enorme, observando a su alrededor una recámara de ensueño.

Todo era demasiado extraño.

Creyó que estaría en un cuarto frío y tenebroso, pero estaba ahí, algo completamente distinto, que debía hacerla sentir más tranquila, aún así, seguía en el limbo del presente.

Sus pies descalzos avanzaron sobre el suelo pulcro, posada con ligereza y temblor al mismo tiempo.

—¿H-hay alguien allí? —titubeó acercándose a la puerta.

Nadie le respondió»

Luna, solo al sentir la ligera caricia del hombre en su muñeca, supo que debía responder. Miró a los invitados, volviendo rápidamente al frente.

Y una débil sonrisa se asomó en sus labios.

—Yo, Luna Cavalcanti, te quiero a ti, Ethan Kingsman, como esposo y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.

Al terminar exhaló con disimulo, tras deslizar la sortija en su anular, cayendo en cuenta de aquel teatro del que era víctima.

—...Puede besar a la novia —incitó el oficiante.

Y, la ovasión de los presentes no se hizo esperar.

Pero Ethan solo besó su mejilla, casi un ósculo en el aire.

—Prepárate, has ingresado a tu propio infierno personal —declaró a su oído, haciendo temblar a la joven.

Al separarse, le sonreía como si nada, gesto escalofriante que sentenciaba en donde, "forzadamente", ella fue aventada.

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