1. Capítulo: Cruel Esposo

Al poco tiempo de contraer matrimonio, Ethan fue nombrado el director de Company Kingsman, una de las compañías más influyentes e importantes del país.

Su objetivo ya había sido alcanzado.

Odió cuándo tuvo que casarse con alguien a quien no amaba, pero llegar a lo más alto significaba hacer un sacrificio.

El nuevo ejecutivo alardeaba de su lugar y los medios de comunicación cubrieron la noticia, dejando en el olvido todos los escándalos que lo salpicaron.

Se sentía imparable, en un pedestal.

Reinando en la cima.

Eso no quería decir que la salidas a clubes o enredarse en las piernas de alguna fémina había terminado; aunque sí lo hacía más cauteloso, para no desatar un escándalo.

Y esos días, había estado fuera de casa constantemente. Quedándose a dormir en algún hotel, en casa de alguna aventura.

El CEO introdujo la contraseña y tuvo acceso al piso. Aún se bamboleaba de un lado al otro debido a los efectos del alcohol.

Las luces se encendieron de pronto, dejando ver a Luna cruzada de brazos.

—¿Dónde estabas? —se aproximó a Ethan y percibió un fuerte olor a perfume de mujer —. Respóndeme, ¿dónde estuviste, Ethan?

Preguntó sabiéndose la repuesta de memoria.

Ethan expiró sonoramente, antes de dejarse caer sobre el sofá.

—¿Has terminado? —rugió viéndola con fiereza.

—¿Es otra vez una chica? ¡Concurres a ese tipo de lugares para estar con alguien más! ¿otra vez lo has hecho?

Se desquebrajó.

Ethan se puso en pies, aborreciendo que se creyera con el derecho de recriminarle algo.

—¡¿Por qué tendrías que reclamarme?! —la empujó y la estampó contra la pared.

Los ojos de Luna se llenaron de lágrimas.

Una puñalada recibía, cada vez que escupía esas palabras.

—Soy tu esposa... —emitió entre sollozos —. ¡Porque estamos casados! ¡¿Tienes idea de cuántas veces te he esperado?! Son muchos días los que te ausentas.

Luna estaba cansada de que Ethan no llegara a casa y con frecuencia se quedara afuera.

—¿Ahora debo venir a casa solo porque me lo pides? ¡Deberías saber cuál es tu lugar! —rugió acercándose a ella y la acorraló de nuevo —. Eres alguien gracias a mí, te doy todo. ¡Mírate, Luna! Tu ropa, los aretes que usas y cada maldito segundo disfrutando de mi dinero, no eres nadie, así que no te creas con el derecho de discutir conmigo.

La chica sintió que su corazón se rompió en ese preciso instante, que no había vuelta atrás. Sus ojos la estaban quemando, le dedicaba odio.

¡¿Cómo pudo ser capaz de pensar por un mísero segundo que podía fijarse en ella?!

—Ya sé que no me amas, entonces... ¿por qué estuvimos juntos? Dijiste que jamás me tocarías y...

—¿Se trata de eso? —se burló, soltando una risa estrepitosa y ella volvió a escuchar el crujir de su órgano vital, ante tal rechazo —. ¡Ese día ni siquiera estaba en mis cabales! No pensaba con claridad cuando estuve contigo, es todo. ¿Crees que por eso te amo? Ya déjate de ilusiones absurdas.

—No sigas, que me rompes el corazón —susurró sintiéndose tan idiota por arrastrarse a él.

—¿Y se supone que me deba importa? En absoluto —expulsó el aire furioso —. No controles mi vida como si realmente te perteneciera.

Herida, con los latidos de su corazón al borde de un colapso, se marchó a la habitación, cerrando la puerta con pestillo.

Ethan la siguió y empezó a tocar la puerta con violencia.

La chica al otro lado, permaneció en el suelo, abrazada a sus piernas. Evocando todo esos momentos infernales en los que su padre retumbaba a golpes la puerta; así que las acciones de Ethan se lo recordaban.

—¡¿Crees que puedes encerrarte como si nada?! ¡Abre la m*****a puerta o la tumbaré! —exclamó iracundo, y se aferró más a sí misma.

No era justo tener que lidiar con alguien que no la quería, seguir en toda esa falsa relación; un matrimonio al que accedió sin tener opción.

Ella no abrió.

Ethan desistió cuando su móvil sonó.

A continuación, los gritos de su padre casi lo ensordeció.

Se marchó a la sala lidiando con los reclamos de su progenitor.

Mientras que Luna se quedó en la habitación, aún llorando a moco suelto.

Él se quedó en plena discusión acalorada.

Al rato, Luna intentó dormirse. Dio giros interminable sobre la enorme cama, aplastada por la desazón que la devoraba, pero resuelta a terminarlo todo por su cuenta, ya no temería.

Esos dos años fue sumisa, dominada por ese hombre, pero osciló el límite; ahora que su corazón y emociones estaban involucradas, no podía soportar estar más cerca suyo, enjaulada.

Menos lidiar con la idea de que habituara esos lugares en busca de amoríos, y encima no viniera a casa.

Tenía miedo, pero si seguía al lado de ese hombre que no le iba a corresponder jamás, solo tendría un final fatídico.

¡Estaba a tiempo de correr a un lugar seguro, lejos de su frío y prepotente ser!

En la mañana siguiente, cuando no hubo nadie, empacó sus cosas y se fue del piso sin mirar atrás. Evadió la seguridad, todo en absoluto, tirando de una sola valija en la que metió algunas cosas.

(...)

Su asistente, Dina, iba detrás suyo, pero se adelantó para presionar el botón y pronto las puertas despejadas de elevador se corrieron. Incluso cuando el CEO tenía las manos desocupadas y podria hacerlo él mismo.

Sin embargo le hacían todo en absoluto.

Tenía a los empleados a sus pies, atentos y siempre sumisos.

Con solo su llegada, todo el edificio corría la voz y se alteraban, cuando esporádico hacía acto de presencia.

Era tal el terror de cometer un error, que

empezaban a comentar entre sí, asegurándose de hacer su trabajo a la perfección.

Y siempre le entregaban adulación.

Ingresó a su oficina señalándole a la asistente que buscara un café cargado para él.

—Sí, señor.

Se estresó al ver que aún no obtenía su itinerario. Y explotó al darse cuenta de que la nueva campaña era un caos. La sesión de fotos para la revista, era tan anticuada. Nada que ver con el trabajo que venían realizando.

Se tomó la cara entre las manos, lleno de tanta frustración que lo sacaba de quicio.

—¡Somos una de las mejores compañías de publicidad! No puedo creer que haya ocurrido esto —reclamó al Creative Design, quién aseguró haber contratado a un fotógrafo experimentado, tras la salida del anterior.

—Señor Kingsman, la campaña ha sido aprobada por todos. También le envié correos antes de acordar el día de lanzamiento —declaró, dejando en claro que hizo un previo aviso.

—¡En todo caso no he recibido nada! Cancela todo de inmediato o estás despedido —advirtió sin bromear, y el sujeto se quedó frío.

¡¿Despedido?!

—Señor, lo voy a solucionar, le prometo que lo haré —salió despavorido de ahí.

El CEO volvió a tumbarse sobre su cómoda silla, el trono que le daba poder y también lo volvía una completa bestia con sus empleados.

Su puño cerrado impactó sobre el escritorio, devorado por la ira.

—Incompetentes —siseó.

Su mal humor también se debía a lo que pasó con Luna, la discusión que hubo entre ambos seguía repercutiendo.

Contestó el teléfono de pronto.

—¿Sí?

—Señor, su esposa ha huido —informó el hombre dejándolo incrédulo.

—¡¿Huir a dónde, Liam?! —exclamó bufando.

—Lo siento, se ha ido, antes de que pudiéramos detenerle.

—¡¿Bromeas?! No puedo creer que se haya ido. Es una locura —resopló —. ¡Empieza a buscarla, maldición!

—Sí señor.

Su asistente apareció, para dejarle el café en su escritorio. Y lo vio más furibundo.

—Solo déjalo allí, debes hacer algo, encargate de congelar la cuenta de Luna.

—¿Uh? —abrió los ojos de par en par —. ¿La cuenta bancaria de su esposa, señor?

—Eso he dicho —bramó frotándose la barbilla.

Dina acató, perpleja.

Siendo así, la aludida, se encontró recibiendo devuelta la tarjeta, recibiendo el gesto de labios torcidos de parte de la recepcionista.

—Lo siento mucho, señorita, la tarjeta está bloqueada. ¿Tiene alguna otra?

—¿Bloqueada?

—Sí. ¿Trae efectivo?

—Yo...

Luna se dio cuenta de que estaba en aprietos. A la deriva, sin dinero... Huyendo de su cruel esposo, pero sin rumbo alguno

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