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Bienvenida a mi mundo siniestro

Archie Villarreal, joven apuesto de cabello rubio oscuro, ojos cafés oscuros, cuerpo tonificado, está en el rincón de la habitación, sentado de manera varonil en el sillón que queda cerca de la ventana. La oscura habitación es iluminada por la luz de la luna que se filtra suavemente a través de las finas cortinas blancas. El hombre está fumando un cigarrillo para apaciguar su furia hacia la familia Watson, hacia la chica que será su prisionera. Ansioso por hacerle pagar su burla, tiene su mirada clavada hacia la puerta, su mirada es como un fuego ardiente que aumenta al verla abrirse y ver la figura de su escolta Jason, que entre sus brazos trae a Kiara inconsciente.

—Señor —su respiración es agitada y el humo del cigarrillo se impregna en sus fosas nasales, sabiendo que su jefe está estresado—. He cumplido.

—Adelante —ordena, y Jason dirige sus pasos hacia la cama, donde cuidadosamente acuesta a la chica y luego, al retomar su posición, Archie le dice:

—¡Largo! —Jason, al escuchar la orden, hace una mini reverencia y se marcha.

Villarreal deja caer la colilla del cigarrillo al suelo y luego se coloca de pie sin dejar de mirarla, pero al verla moverse y quejarse por lo bajo, detiene sus pasos y se cruza de brazos.

—Ayuda… —la oye suplicar—. No, por favor, no me hagas daño —el hombre frunce el ceño, porque esa voz es distinta a la de la chica que se burló de él.

Enfurecido por aquella voz, vuelve a tomar asiento sin dejar de mirarla, cuando de repente la ve sentarse en la cama de golpe y mirar a los lados angustiada.

—¿Dónde estoy? —pregunta, pero siente un leve mareo que la hace llevar sus manos a su cabeza—. ¡Rayos… no me siento bien! —intenta calmarse para reducir el mareo, pero su temor por estar en un lugar desconocido la atormenta, así que en su ignorancia, se coloca de pie y, sosteniéndose de las paredes, llega a la puerta principal para abrirla. Lo cual fue absurdo porque Jason le puso seguro a la puerta. —¡No! ¡No! —se esfuerza para abrirla—. ¡Dios..! ¿Dónde estoy? ¿A dónde me ha traído ese hombre? —vuelve a intentar abrir la puerta, sin percatarse de que es observada silenciosamente—. ¡Ay, y si me van a vender! ¡A sacarme mis organos! ¡A a abusar de mí! —espetó llenándose de desesperación—. Seguramente ese tal anciano Villarreal se va a querer aprovechar de mí. ¡Tengo que escapar! —se gira y precisamente ve la silueta de un hombre que la llenó de pánico—. ¿Quién eres...? —sus piernas empiezan a temblar—. ¡Usted… ¿es el anciano Villarreal? ¡De una vez le digo que sé artes marciales, señor! Estoy aquí en contra de mi voluntad, y escaparé de este lugar donde de manera forzada me han traído —Kiara siente que se le va a salir el corazón de lo acelerado que está porque solo ve esa silueta, mas no con exactitud quién es y cuáles son sus intenciones. La desespera que esa persona esté en total silencio, pero lo que más pánico le dio es verlo colocarse de pie.

Tragó grueso al ver aquella silueta imponente, un hombre alto del cual puede sentir su fría mirada sobre ella.

—¡Un paso más… y no respondo, señor Villarreal! —la chica estampa su espalda sobre la puerta de madera, deseando poder escapar de esa fría y a su vez calurosa habitación. Archie está tan molesto que está que brota chispas, tiene sus manos empuñadas y continúa acercándose a ella. —¡Deténgase! —grita Kiara a todo pulmón, porque el miedo la dominó. Ella jamás ha estado sola con un hombre y más en una oscura habitación donde se siente prisionera.

—Si tanto sabes artes marciales, defiéndete —Archie usa otro tono de voz, al estar a un ocaso de ella.

—Créame, señor… que no quiere ver que lo haga —Kiara pasa saliva ya al verlo a escasos centímetros de ella. Aquel olor de un perfume tan varonil mezclado con el aroma del cigarrillo se impregna en sus fosas nasales—. Esto es un error.

—Shhh —susurra al colocar su dedo índice sobre aquellos carnosos labios.

Por aquel toque, Watson sintió un cosquilleo en su entrepierna, pues nunca había sentido una caricia de esa manera. Villarreal puede escuchar su agitada respiración, una que está mezclada de temor, pero a su vez de un gemido bajo que lo atrae sin razón.

—Ahora eres mi esposa y no escaparás de mí.

—¿¡Qué!? —Kiara exclama sin importar que él tenga el dedo sobre sus labios.

—Ahora estás bajo mi dominio, pagarás el haberte burlado de mí.

—Pero yo… —intenta dar la explicación.

—¡Silencio! Mis órdenes se deben cumplir así sea en contra de tu voluntad, así sea que sepas artes marciales. El que manda soy yo y debes acatar todo lo que yo te diga. Te dije que me lo ibas a pagar y aun así te burlaste de mí.

—Usted me está… —no la dejó terminar porque la agarra del cuello sin ejercer fuerza y la acorrala aún más en la puerta. La chica tiembla como un conejito asustado.

—Cada día de tu vida vas a lamentar haberte burlado de mí, así que no te hagas la inocente y quítate la ropa.

—¿Qué…? —por poco a la chica se le sale el corazón del pecho. Tiembla aún más temerosa por la orden estricta del hombre desconocido para ella.

—¡Deja de temblar como si te fuera a matar! Virgen no eres, así que procede ya —acerca su rostro al oído de Kiara—. Bienvenida a mi mundo siniestro, donde tú eres mi juguetito y veremos si así aprendes a no burlarte del hombre equivocado.

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