DONNA CRUZAl principio me sentí avergonzada, pero conforme comenzaba a entender lo que ocurría, el dolor se hizo cada vez más presente. Me sentía lívida y mareada. La sangre brotaba de mi piel mientras Piero parecía esforzarse por cerrar la herida con ese gel extraño que parecía solidificarse al tocar mi carne. —Tranquila, todo estará bien —susurró con los ojos muy abiertos y tomó mi rostro entre sus manos—. No parece grave, pero necesito que te mantengas despierta. ¿Entendido?—Tengo frío… creo que eso es algo que siente alguien que se va a morir, ¿verdad? —pregunté aterrada—. ¡Dios! ¡Me voy a morir!—¡No te vas a morir! Es solo un rasguño, cálmate —agregó obligándome a verlo a los ojos. —No puedo creerlo… No pude ver a mi mamá por última vez… —susurré con los ojos llorosos y me sentí inmensamente triste—. Siempre quise regresar a mi casa y… poder… estar con ella, compartir un café mientras le platicaba todo lo que había hecho en este país. Ahora no podré…Piero me vio con inmensa
DONNA CRUZAbrí los ojos lentamente, podía escuchar el crepitar del fuego en la chimenea y una cálida luz naranja luchaba contra la penumbra del lugar. Cuando quise sentarme en la mullida cama, sentí un calambre horrible en un costado, de inmediato me encorvé y quise cubrir mi herida con la mano, entonces noté que tenía un apósito con tenues manchas de sangre. —Así que… ¿no estoy muerta? —pregunté viéndome las manos. Me quité las sábanas de encima, notando que tenía un lindo camisón color vino. Acaricié el borde dándome cuenta de que estaba hecho de una tela muy fina—. Vaya… Apoyé ambos pies en la suave alfombra y levanté la mirada, frente a la chimenea había un amplio librero y un sofá que parecía traído del catálogo selecto de excentricidades de París. Todo ahí era costoso, elegante y con estilo. Me sentía como en el castillo de un duque, si al duque le gustaran las armas. En una mesa pegada a una esquina había algunas pistolas desarmadas, así como trapos y escobillones, parecía q
PIERO BERNARDILa noche era profunda, no tardaba en amanecer y tal vez no era buena idea haber sacado a Donna de la cama, pero sentía la necesidad de hacerlo. Envuelta en mi abrigo, permanecía silenciosa en el asiento del copiloto mientras yo estaba nervioso, sentía como si todas mis células vibraran al mismo tiempo, y mis manos sudaban debajo de los guantes de piel. Llegamos al cementerio y por un momento pensé que se había quedado dormida, pero en realidad estaba viendo fijamente por la ventana. —¿Es cierto que algunos mafiosos te hacen cavar tu propia tumba antes de matarte? —preguntó antes de voltear hacia mí con una sonrisa rígida—. Permíteme corregir mi pregunta, ¿harás que cave mi propia tumba antes de matarme? No pude evitar sonreír, en verdad era una chica divertida y ocurrente. Solté una carcajada antes de salir del auto, pero fue un error no aclarar mis intenciones antes, cuando abrí su puerta pude notar que estaba aterrada. —No pienso darme tan fácil por vencida. Posib
PIERO BERNARDIDe pronto Donna se hincó ante la tumba y apretó los labios mientras posaba sus manos en la tierra.—Lo siento, no quise dañar tu imagen después de tu muerte, no quise lucrar con esa noticia, fue ruin y… si pudiera cambiar las cosas, créeme que lo haría. Estoy tan arrepentida porque no tuve el juicio para respetar la memoria de una mujer muerta. —De nuevo las lágrimas comenzaron a fluir por sus mejillas—. Sé que Piero dice que eras tan dulce que me hubieras perdonado, y eso solo hace que me sienta peor. »Me hace pensar que tal vez eres… fuiste… mucho mejor que yo y no lo dudo. En verdad, lo siento mucho. Por un momento el ambiente se volvió denso, me sentía con la mente revuelta. Alcé la mirada hacia el horizonte notando como tonos anaranjados y violetas empezaban a teñir el cielo y pensé en ella como siempre, y al mismo tiempo de manera diferente. «Dios sabe cuánto te amé, y también sabe cuándo me dolió perderte. Todas las noches repaso las últimas palabras que te di
DONNA CRUZDesperté sin saber si la visita al cementerio había sido real o no, pero por lo menos la cabeza ya no me daba vueltas. Cuando me di cuenta aún tenía el abrigo de Piero entre mis brazos y no pude evitar sonreír cuando olfateé un poco más la prenda. Olía delicioso y varonil. ¡Ese hombre era tan guapo que hacía que me derritiera!Bueno, cuando todo esto acabara sabía que tendría un par de fantasías con él en mis sueños. Eso era lo que le quedaba a las chicas como yo. No era por demeritarme, pero sabía que Piero estaba en otra liga. Me planté frente al espejo y no vi nada extraordinario. No me consideraba fea, pero con mi estatura tampoco me sentía hermosa. Cuando se es tan bajita, una puede aspirar a verse «bonita», pero solo las altas de piernas torneadas, piel blanca y ojos claros son consideradas hermosas. —Malditos estándares de belleza —refunfuñé mientras torcía los ojos y me alejaba del espejo. —Señorita Cruz, que alegría ver que despertó —dijo una mujer entrada en año
PIERO BERNARDIDe un brinco me lancé hacia Donna, evitando que cayera, la envolví en mis brazos y cuando tuve su rostro tan cerca del mío, de nuevo me encontré hipnotizado por su belleza. Siempre que la veía con tanta atención recordaba todas las veces que escuché del encanto de las latinas. Su piel de ese tono adorable, un moreno claro, sus cabellos castaños y sus ojos grandes. Tenía las medidas perfectas, unos pechos de buen tamaño, tal vez pequeños para mis manos, pero suaves y cálidos, una cintura estrecha y unas caderas de infarto, piernas largas y torneadas, que comenzaban con unos muslos carnosos, pero firmes, demostrándome que sus hazañas para obtener información la mantenían en forma, pese a esa delicada barriguita muestra de la comida callejera a la que debía recurrir. Sus pantorrillas, de la misma manera que el resto de sus piernas, eran firmes y ejercitadas, y culminaban en unos tobillos delgados y unos pies pequeños. ¿Cómo sabía todo eso? Bueno, había sido yo quien le q
PIERO BERNARDIDonna despertó, tallándose la cara y bostezando. Cuando me vio sentado en el borde de la cama me sonrió de esa manera tan adorable que siempre me desarmaba. ¿En verdad podía dejarla ir tan fácil? Tal vez sí, pero yo me quedaría con el corazón roto. —¿Estás bien? —pregunté mientras acomodaba un mechón de cabello detrás de su oreja. ¿Cómo una mujer como ella, tan hermosa, talentosa y astuta, se quedaría al lado de un mafioso como yo? Ella buscaba ayudar a los demás mientras yo los destruía. ¿Cómo podría funcionar? Bueno, si ella me daba la oportunidad, haría que funcionara. No me importaba hacer sacrificios ni venderle mi alma al diablo. —Algo mareada… Conocer a Samantha Sforza fue… raro, ¿sabes? No es lo mismo leer noticias sobre ella que tenerla enfrente. —¿Te asustaste o más bien estabas emocionada? —pregunté con media sonrisa. —Supongo que ambas, fue como conocer a tu artista favorito y saber que tiene la facilidad de matarte y desaparecer tu cuerpo si así lo qui
PIERO BERNARDI—Lo bueno es que solo necesitaba reposo y cualquier movimiento brusco podía ser perjudicial para ella —refunfuñó Nikolai mientras Samantha y yo veíamos a Donna saltar dentro de la tinaja llena de uvas, tomada de las manos de Misha que parecía alentarla a que se divirtiera.—Bueno, una cosa es lo que solicita el médico y otra es lo que termina haciendo el paciente —soltó Samantha encogiéndose de hombros.—¿Qué tienes que decir a tu favor, Piero? —preguntó Nikolai cruzándose de brazos.—Que quiero disfrutar lo que posiblemente será nuestro último día juntos —respondí sin esconder el miedo que seguía latiendo en mi pecho. Entonces Donna se acercó al borde de la tinaja, con las mejillas enrojecidas y una sonrisa hermosa. Parecía una niña.