DONNA CRUZEn el caso de Carla, aunque es triste y al mismo tiempo satisfactorio decirlo, no causó nada en nadie su desaparición. Ni siquiera sus amistades en los hospitales en los que había trabajado, tampoco sus vecinos donde vivió con Jerry como una mujer casada y dulce. Algunas personas tal vez se desconcertaron al no verla volver, pero… eso fue todo. Una existencia miserable que se extinguió de la misma manera.—¿Sabían que para que un cuerpo no flote cuando lo arrojas al agua tienes que perforar el tórax y extraer los pulmones? —preguntó Luca sorprendido mientras salía del baño con una cara de que había aprendido algo que no quería olvidar, como si existiera la posibilidad de que pudiera ocuparlo después. —¡Luca! —exclamó Berenice frunciendo el ceño—. ¿Cómo puedes hablar de eso con tanta fascinación? ¿Quién te dijo eso? Luca, con actitud de niño regañado, agachó la mirada y volteó de regreso hacia el baño, de donde salió Piero limpiándose las manos.—Él… —susurró Luca apenado.
DONNA CRUZHablando de empresas, bueno, el imperio que había comenzado a forjar Eliot Magnani no tardó en comenzar a competir con los peces gordos de la ciudad. La tripleta Magnani: Eliot, Derek y Luca, se volvió un equipo imposible de vencer y juntos empezaron a cosechar ganancias millonarias, regresándoles la gloria que habían perdido. De igual forma Cristine ahora tenía un imperio de modas que participaba en cualquier pasarela del mundo: Milán, París… y otros destinos dedicados a imponer moda aclamaban su buen gusto y lo novedoso de sus diseños. ¡Y no podemos dejar a un lado el negocio de la señora Berenice Magnani! Para sorpresa de muchos, esa chica con apariencia de muñequita de porcelana era dueña de varios talleres automotrices reconocidos por la perfección de su trabajo. Lo curioso de todo esto era que… sus mejores mecánicos eran mujeres muy bellas, que incluso habían sido modelos profesionales en alguna ocasión. Así que sí, eran el gancho perfecto para los hombres sin cereb
DONNA CRUZJimena y yo habíamos terminado pariendo casi en el mismo mes, fue curioso, pero beneficioso, pues Ciro encontró en Alex Bennet a un gran amigo con quien crecer, y como si la vida no fuera suficientemente irónica, ahora las dos estábamos embarazadas y de niñas. Cada reunión de las familias Magnani, Bennet y Bernardi parecía una fiesta infantil. Niños por todos lados. Por suerte vivíamos en casas con amplios jardines. —Mira nada más, otro zorrito en camino —dijo Luca acercándose para frotar mi vientre. Ese hombre era otro asunto gracioso, pues después de sus mellizos, ¿adivinen quien volvió a tener mellizos? Sí, Luca y Berenice. En un parpadeó pasaron de solo tener dos niños a cuatro. Gracias a Dios Piero y yo no veníamos de familias que tuvieran por costumbre tener más de un hijo por parto.—¿Cuándo planeas tener más bebés? —pregunté divertida, pues por sus ojeras no parecía con ganas de más. —¿Estás loca? Ya programé la vasectomía. Desde ahora pura bala de salva —Me guiñó
CRISTINE FERRERASentada frente al fuego de la chimenea levanté mi copa media llena mientras que el festín que había preparado esperaba en la mesa. Hoy era nuestro primer aniversario de bodas y era irónico notar que Eliot iba retrasado. Una punzada de melancolía me hizo recordar aquella triste noche donde le pedí el divorcio, si me esforzaba aún podía recordar la frialdad de su mirada y de sus palabras, y cuánto me dolieron.Entonces la puerta de la casa se abrió y lo vi entrar. La frialdad aún vivía en su piel, en su gesto cuando pensaba que nadie lo veía. Se quitó el abrigo y peinó su cabello antes de voltear hacia mí. Me levanté del sofá y le ofrecí una sonrisa que de inmediato correspondió y su mirada se iluminó. —Buenas noches, señor Magnani —saludé acercándome a él con ese vestido rojo que tanto le gustaba. Le ofrecí mi copa, pero en vez de beber de ella, la dejó sobre el pequeño mueble junto a la puerta y prefirió beber directo de mis labios. Sus brazos se enrollaron en mi ci
CRISTINE FERRERA—¡Hola grandulón! —exclamó Donna con una gran sonrisa.—¡Tía Donna! —gritaron al unísono los trillizos con emoción, mientras mi pequeña Aurora se asomaba por encima del respaldo del sofá, asomando sus ojitos curiosos.—¡Aurora! —El pequeño Ciro empezó a brincar con más fuerza, casi sacudiendo a Piero—. ¡Mira, papá! ¡Es Aurora!Aurora salió corriendo de detrás del sillón y justo cuando llegó hasta Ciro se detuvo y agachó la mirada con tristeza y haciendo puchero. Señaló sus rodillas de manera dramática y dijo con voz triste.—Me caí. —No pude evitar sentir ternura en cuanto puso ojitos de cachorrita y su labio inferior eclipsó al superior, pero donde terminé de derretirme fue cuando Ciro se hincó para ver sus rodillas con tristeza y comenzó a acariciarlas.—Pobrecita… ¿te duele mucho? —preguntó en verdad preocupado, tanto que podía ver como sus ojos se llenaban de ese brillo que auguraba lágrimas mientras mi pequeña Aurora asentía con tristeza, después de salir corriend
CRISTINE FERRERASentada frente al fuego de la chimenea levanté mi copa media llena, ya no sabía cuántas llevaba mientras que el festín que había preparado se enfriaba en la mesa. Intenté sonreír con los ojos llenos de lágrimas y un maldito nudo en la garganta que me asfixiaba y que solo con el alcohol lograba pasar ese trago amargo de mi aniversario. Ni siquiera sabía por qué había preparado la cena si, como el año pasado, comería sola. Me casé joven y llena de ilusión, con un hombre atractivo que me llevaba unos cuantos años de más, pero que… creí que… ya sabes, me amaría cuando me conociera. Era una buena chica, detallista, dulce… me esforzaba por hacer hasta el mínimo esfuerzo para ganarme su corazón, ¡Dios sabe cuánto luché por… solo una sonrisa!, pero nada de lo que hacía era suficientemente bueno. Siempre en esta fecha recordaba lo primero que le dije a mi esposo cuando entramos a esta casa, que sería nuestro hogar. Aún llevaba mi vestido de novia y él no dudó en dirigirse a
CRISTINE FERRERACuando el llanto de mis angelitos por fin cesó, tomé mi computadora portátil y la abrí sobre mis piernas mientras que con un pie seguía meciendo la cuna para que el sueño de mis bebés no fuera perturbado o interrumpido. Comencé a teclear con habilidad; no solo quería el divorcio, necesitaba que Eliot firmara un acuerdo donde me cedía la custodia total de los niños. No me importaba si no recibía ni un solo centavo, incluso estaba dispuesta a renunciar a cualquier beneficio que la separación me pudiera ofrecer. ¡No quería absolutamente nada de él! ¡Podía quedarse con su dinero, con su enorme casa y todas las comodidades! ¡Lo único que necesitaba era poner fin a este calvario y llevarme a mis bebés lejos de él! Dudaba mucho que quisiera quedárselos, era un horrible padre, ¿qué haría con tres niños? ¿Cómo podría cuidar de ellos y cubrir todas sus necesidades si solo tenía tiempo para trabajar e ignorarnos?Estaba dispuesta a llevar los papeles al día siguiente a primera
CRISTINE FERRERANuestro matrimonio no solo era un fracaso, sino que había sido un asunto arreglado entre mis padres y los suyos. Sabía de Eliot mucho antes de saber que me casaría con él y admito de manera vergonzosa que lo admiraba, no solo porque era un hombre que parecía más un actor de películas de acción, con su gran altura, sus espaldas anchas, y ese rostro que era la combinación perfecta entre rasgos finos y angulosos, y masculinidad, sino que estaba fascinada por unirme en matrimonio con un hombre tan inteligente, que era capaz de dirigir una empresa como la que tenía en sus manos. No me sentía a su altura y tenía miedo de no ser suficiente. Tenía razón, no lo fui, por lo menos no para él, porque si de algo estoy segura es que yo no dejé de demostrarle que tenía iniciativa y corazón.Mi primer intento de alejarme de él, el primero golpe en mi corazón, fue cuando descubrí que había otra mujer en el suyo. Aún guardaba fotos y recuerdos que veía cuando se sentía melancólico. Iv