PIERO BERNARDI
—Lo bueno es que solo necesitaba reposo y cualquier movimiento brusco podía ser perjudicial para ella —refunfuñó Nikolai mientras Samantha y yo veíamos a Donna saltar dentro de la tinaja llena de uvas, tomada de las manos de Misha que parecía alentarla a que se divirtiera.
—Bueno, una cosa es lo que solicita el médico y otra es lo que termina haciendo el paciente —soltó Samantha encogiéndose de hombros.
—¿Qué tienes que decir a tu favor, Piero? —preguntó Nikolai cruzándose de brazos.
—Que quiero disfrutar lo que posiblemente será nuestro último día juntos —respondí sin esconder el miedo que seguía latiendo en mi pecho. Entonces Donna se acercó al borde de la tinaja, con las mejillas enrojecidas y una sonrisa hermosa. Parecía una niña.
PIERO BERNARDICon minuciosidad recorrí su cuerpo con mi boca, la llené de besos tiernos, suplicantes, le rogué con mi alma que se quedara. La tomé, haciendo arder su cuerpo, disfrutando de sus suspiros profundos y sus gemidos desesperados. Torturé su intimidad con caricias suaves y movimiento lentos, para después entrar profundamente en ella, con embestidas violentas que sacudían la cama. Pude sentir la desesperación de sus dedos al aferrarse a mi piel, mientras sus muslos temblaban y su respiración entrecortada luchaba con sus deliciosos gimoteos.Mi miedo lo convertí en lujuria y la derramé en su cuerpo hasta que este no parecía soportar más. En cada oportunidad dudé si sería correcto correrme dentro de ella, parecía una sucia trampa para que se quedara conmigo, a
DONNA CRUZVi sus ojos y quise creer cada una de sus palabras. Me incliné para besarlo, mientras nuestro abrazo se estrechaba cada vez más.—Me quedaré contigo —dije contra su boca, sintiendo su aliento revolviéndose con el mío—. Quiero quedarme contigo.Lo que sentía por Piero era extraño, demasiado súbito e intenso, era como si desde siempre hubiéramos estado juntos. Me sentía tan bien con él.—Júramelo… —susurró envolviendo mi mentón con su mano, parecía tener miedo de que le estuviera mintiendo—. Dijiste que querías un hijo con mis ojos, prométeme que lo tendremos. DONNA CRUZ—Tiene la tonta idea de que yo puedo darle un giro a su vida —agregué con desilusión—. Quería que le dijera que estaría con él y solo entonces él dejaría de hacerle daño a los demás, como si yo fuera suficiente para hacerlo feliz.—No lo culpo por creer eso —contestó Piero sentándose a mi lado—. Yo lo pienso. Estoy seguro de que tenerte en mi vida me hará inmensamente feliz.Me quedé sin palabras. ¿Hablaba en serio? No pude evitar sonreír como tonta.—Pero para que eso suceda, debes de mantenerte vivo —solté sin ocultar mi angustia y me abracé a su cuello—. No te vayas, no lo hagas, podemos quedarnos aqu&iCapítulo 404: Jimena, tienes que saber la verdad
JIMENA RANGEL—No, no se trata de tu bebé, él está bien —contestó por fin viéndome a los ojos e hincándose ante mí—. Jimena, antes de que diga lo que tengo que decir, solo quiero que sepas que… sigo muy arrepentido por no haber hecho bien las cosas antes y…—Bennet, no tiene sentido que hagas esto —lo interrumpí empezando a sentirme molesta. El día era demasiado hermoso como para abrir heridas.—Tengo que hacerlo, porque no hay día que no me torture la idea de que perdí a la mujer más maravillosa que la vida puso en mi camino —contestó con determinación y dolor en los ojos—. Perdón por no haber visto más allá de mi egoísmo e inseguridades. Perdón
JIMENA RANGEL—Tendrás que hacerlo, porque es mi hijo. La única manera en la que me detendrás es que lo abortes y dudo que quieras hacerlo. ¿Quieres mis riñones? ¿Quieres asegurarte de que por cualquier emergencia estaré ahí para él? Bien… negociemos. —Bennet intentó recuperar su fortaleza, la que siempre lucía frente a todos—. Te daré todo lo que me pidas, pero mi apellido estará en el acta de nacimiento y podré visitarlo. No quiero pelear por una custodia, porque sé que eso te rompería el alma, sabes que tengo derecho por ser el padre de una custodia compartida, pero llevarme al niño sería como arrancarte el corazón, lo único que te pido es poder visitarlo, estar ahí en sus cumpleaños, llevarlo a la escuela, ser parte de su vida…
JIMENA RANGELNi siquiera pude hablar con Sofía cuando llegó al hospital, de inmediato se enfrascó en el quirófano, pues habían metido a Bennet de emergencia, mientras yo me quedaba en la sala de espera, con las manos aún manchadas de sangre seca de él y los recuerdos dándome vueltas en la cabeza.De pronto el peso de mis palabras me hizo sentir culpable, me arrepentí de cada cosa que grité en su cara, de mi desprecio, de demeritar sus buenas intenciones. En ese momento parecía tan buena idea. De pronto una clase de espíritu vengativo se apoderó de mí y quise hacerlo sentir tan miserable como yo me sentía, pero ahora me daba cuenta que esas pudieron ser las últimas palabras que le dije. Si él moría, se iría con el dolor que le infligí. ¿E
TOM BENNET—Espera… ¿qué? ¡¿Por qué no me lo ha dicho?! —contestó Sofía indignada—. Soy su mejor amiga, esas son cosas que no debería de guardarme. ¿Es normal que me sienta celosa de Cristine? Siento que últimamente está más apegada a ella. —Te adora, pero si no te dijo nada fue porque apenas se enteró ayer… —Suspiré, pero tuve que detenerme a la mitad, pues me dolió—. El niño es mío. Sofía al principio se le cayó la mandíbula, pero en poco tiempo se recuperó, se cruzó de brazos y sonrió con suficiencia.—No me sorprende, sabía que un día les pasaría… —Ella no quiere saber nada de mí —la interrumpí rompiendo su burbuja de amor y perfección. Nuestra historia claramente no era así.—Bennet… —Sofía regresó sobre sus pasos, sentándose de nuevo en el borde de la cama.—Ella no dejará nunca de odiarme… y lo entiendo. Fue mi culpa —contesté apesadumbrado y agaché la mirada. —Ese niño necesita un padre y apuesto a que cambiará la percepción de Jimena, tal vez si… —Sofía, no hay manera de
JIMENA RANGELLuca y Cristine hicieron todo lo posible para que estuviera confortable, incluso me pidieron que fuera a su departamento, para que ahí pudieran cuidar de mí y del bebé, pero decidí no apartarme de la sala de espera. Envuelta en el saco de Luca me quedé dormida en una de las sillas hasta que por fin una suave caricia en el brazo me despertó.—¿Pasaste toda la noche aquí? —preguntó Sofía con una sonrisa a medias y una mirada llena de ternura. —Pasamos… pasamos… —contestó Lucas recargado en la pared, con unas ojeras que le llegaban hasta la barbilla mientras que Cristine se mantenía de pie, recargada en su hombro, con igual o peor semblante que él—. Ya despiértate… ya llegó tu consuegra. De un brinco Cristine se apartó de Luca, dedicándole una mirada desaprobatoria, misma que embargaba los ojos de Sofía. —¿Podemos hablar en privado? —preguntó Sofía torciendo los ojos y resoplando a lo que yo solo asentí.Con una sonrisa insípida, me alejé de Cristine y Luca, y después de