DONNA CRUZ
—Tiene la tonta idea de que yo puedo darle un giro a su vida —agregué con desilusión—. Quería que le dijera que estaría con él y solo entonces él dejaría de hacerle daño a los demás, como si yo fuera suficiente para hacerlo feliz.
—No lo culpo por creer eso —contestó Piero sentándose a mi lado—. Yo lo pienso. Estoy seguro de que tenerte en mi vida me hará inmensamente feliz.
Me quedé sin palabras. ¿Hablaba en serio? No pude evitar sonreír como tonta.
—Pero para que eso suceda, debes de mantenerte vivo —solté sin ocultar mi angustia y me abracé a su cuello—. No te vayas, no lo hagas, podemos quedarnos aqu&i
JIMENA RANGEL—No, no se trata de tu bebé, él está bien —contestó por fin viéndome a los ojos e hincándose ante mí—. Jimena, antes de que diga lo que tengo que decir, solo quiero que sepas que… sigo muy arrepentido por no haber hecho bien las cosas antes y…—Bennet, no tiene sentido que hagas esto —lo interrumpí empezando a sentirme molesta. El día era demasiado hermoso como para abrir heridas.—Tengo que hacerlo, porque no hay día que no me torture la idea de que perdí a la mujer más maravillosa que la vida puso en mi camino —contestó con determinación y dolor en los ojos—. Perdón por no haber visto más allá de mi egoísmo e inseguridades. Perdón
JIMENA RANGEL—Tendrás que hacerlo, porque es mi hijo. La única manera en la que me detendrás es que lo abortes y dudo que quieras hacerlo. ¿Quieres mis riñones? ¿Quieres asegurarte de que por cualquier emergencia estaré ahí para él? Bien… negociemos. —Bennet intentó recuperar su fortaleza, la que siempre lucía frente a todos—. Te daré todo lo que me pidas, pero mi apellido estará en el acta de nacimiento y podré visitarlo. No quiero pelear por una custodia, porque sé que eso te rompería el alma, sabes que tengo derecho por ser el padre de una custodia compartida, pero llevarme al niño sería como arrancarte el corazón, lo único que te pido es poder visitarlo, estar ahí en sus cumpleaños, llevarlo a la escuela, ser parte de su vida…
JIMENA RANGELNi siquiera pude hablar con Sofía cuando llegó al hospital, de inmediato se enfrascó en el quirófano, pues habían metido a Bennet de emergencia, mientras yo me quedaba en la sala de espera, con las manos aún manchadas de sangre seca de él y los recuerdos dándome vueltas en la cabeza.De pronto el peso de mis palabras me hizo sentir culpable, me arrepentí de cada cosa que grité en su cara, de mi desprecio, de demeritar sus buenas intenciones. En ese momento parecía tan buena idea. De pronto una clase de espíritu vengativo se apoderó de mí y quise hacerlo sentir tan miserable como yo me sentía, pero ahora me daba cuenta que esas pudieron ser las últimas palabras que le dije. Si él moría, se iría con el dolor que le infligí. ¿E
TOM BENNET—Espera… ¿qué? ¡¿Por qué no me lo ha dicho?! —contestó Sofía indignada—. Soy su mejor amiga, esas son cosas que no debería de guardarme. ¿Es normal que me sienta celosa de Cristine? Siento que últimamente está más apegada a ella. —Te adora, pero si no te dijo nada fue porque apenas se enteró ayer… —Suspiré, pero tuve que detenerme a la mitad, pues me dolió—. El niño es mío. Sofía al principio se le cayó la mandíbula, pero en poco tiempo se recuperó, se cruzó de brazos y sonrió con suficiencia.—No me sorprende, sabía que un día les pasaría… —Ella no quiere saber nada de mí —la interrumpí rompiendo su burbuja de amor y perfección. Nuestra historia claramente no era así.—Bennet… —Sofía regresó sobre sus pasos, sentándose de nuevo en el borde de la cama.—Ella no dejará nunca de odiarme… y lo entiendo. Fue mi culpa —contesté apesadumbrado y agaché la mirada. —Ese niño necesita un padre y apuesto a que cambiará la percepción de Jimena, tal vez si… —Sofía, no hay manera de
JIMENA RANGELLuca y Cristine hicieron todo lo posible para que estuviera confortable, incluso me pidieron que fuera a su departamento, para que ahí pudieran cuidar de mí y del bebé, pero decidí no apartarme de la sala de espera. Envuelta en el saco de Luca me quedé dormida en una de las sillas hasta que por fin una suave caricia en el brazo me despertó.—¿Pasaste toda la noche aquí? —preguntó Sofía con una sonrisa a medias y una mirada llena de ternura. —Pasamos… pasamos… —contestó Lucas recargado en la pared, con unas ojeras que le llegaban hasta la barbilla mientras que Cristine se mantenía de pie, recargada en su hombro, con igual o peor semblante que él—. Ya despiértate… ya llegó tu consuegra. De un brinco Cristine se apartó de Luca, dedicándole una mirada desaprobatoria, misma que embargaba los ojos de Sofía. —¿Podemos hablar en privado? —preguntó Sofía torciendo los ojos y resoplando a lo que yo solo asentí.Con una sonrisa insípida, me alejé de Cristine y Luca, y después de
TOM BENNETTal vez hubiera podido fingir que sus palabras no causaban ningún efecto en mí, aunque en realidad sí lo hacían. Inyectaban esperanza a mi corazón y se sentía como una dosis de epinefrina, pero el punto de no retorno fue cuando sentí sus labios.Quería resistirme, quería mantenerme quieto, congelado, pero fue imposible, mi boca contestó casi de inmediato a la suya. Sus labios eran suaves y dulces, y sus lágrimas se mezclaban con nuestra saliva. Había mucho dolor cargado en ese gesto, no solo provenía de ella, sino también de mí. No había dejado de ser el hombre arrepentido que ruega por una segunda oportunidad. Quería dejar de luchar como lo hice con Sofía, pero no podía con Jimena. Era tan doloroso como intentar arrancarme el corazón y echarlo a una licuadora. De pronto Jimena se subió a la cama, sentándose sobre mí a horcajadas mientras el beso se volvía aún más profundo y dulce. Mi mano se deslizó por su nuca, enredando mis dedos en sus cabellos. Cuando ella terminó el
TOM BENNETSus palabras retiraron el peso que aplastaba mi corazón y por primera vez en mucho tiempo sentí que podía respirar con libertad. Estreché con más fuerza a Jimena, como si tuviera miedo de que de pronto ella fuera a desaparecer y que todo esto fuera un sueño.—Espero que también aceptes un contrato prematrimonial y de paternidad… Te juro, Bennet, que, si me vuelves a romper el corazón, no te irás exento esta vez. ¿Me escuchaste? —refunfuño mientras sorbía por la nariz y no pude más que sonreír—. ¡Te vas a casar con una abogada experta en defender mujeres de hombres abusivos! ¡Piénsalo dos veces antes de herirme porque te voy a acabar!—Dejé de escuchar tus amenazas después de que dijiste: Te vas a casar con una abogada —susurré con una gran sonrisa y cerré los ojos—. Firmaré lo que tú quieras, hasta te daré mi alma, pero primero el acta de matrimonio, esa donde dice que serás solo mía y yo seré solo tuyo. Incluso prometo añadir a mis votos matrimoniales que seré tu fiel escl
CRISTINE FERRERAGrité con todas mis fuerzas cuando vi un par de ojos por el retrovisor, pero una mano cubrió mi boca, así que comencé a tocar el claxon con ambas manos, armando un escándalo en el estacionamiento.—¡Tranquila! ¡Soy yo! —exclamó una voz femenina desde atrás. Entonces abrí los ojos y la vi una segunda vez por el retrovisor—. ¡Deja ese claxon!Libero mi boca lentamente mientras mis manos estaban aferradas al volante y mi corazón se desbocaba. —¿Donna? —pregunté en un murmullo mientras la astuta reportera me sonreía desde el asiento trasero.—Holi… —contestó moviendo sus dedos con la mano levantada, a modo de saludo, como si estuviera tocando un piano—. ¿Me extrañaste? En vez de salir del auto y entrar al asiento del copiloto como una persona normal, se metió entre los asientos delanteros, pasando casi por encima de mí para tomar su lugar a mi lado. Por un momento me esperaba verla de cabeza, pero se acomodó y se colocó el cinturón de seguridad.—Ese tipo logró liberart