TOM BENNETTenía miedo de lo que diría, esperaba escuchar mi nombre saliendo de su boca, sus gritos y reclamos, las lágrimas, pero eso no ocurrió. Posó sus manos en mis mejillas y me atrajo de nuevo hacia ella, para fundirnos en un nuevo y profundo beso. Era como si decidiera descartar todas sus dudas y simplemente dejarse llevar. ¿Eso era lo mejor? En este momento, para los dos, tal vez sí. Cada beso se volvió más intenso y su cuerpo moviéndose suavemente debajo del mío era una firme invitación a tomarlo. Deslicé su vestido mientras mi boca no paraba de besar su cuello. Su piel era dulce y suave, tan deliciosa como la recordaba. Mi corazón se desbocó cuando sus pequeñas manos desabrocharon con torpeza mi camisa, acariciando de manera sutil mi piel caliente. Sus dedos recorriendo mi pecho y mi abdomen dejaban marcas de fuego, me estaba quemando, consumiendo en deseo. No podía contenerme, me estaba costando demasiado llevar las cosas con calma. La deseaba, llevaba años haciéndolo, an
LUCA MAGNANISabía que no tenía sentido esperar a Bennet, en primera no lo iban a dejar salir, y no me refería a la conejita, podía estar seguro de que Jimena sería quien lo entretendría toda la noche, así que decidí regresar al departamento. Me dolía la espalda por toda la tensión nerviosa acumulada, pero no podía disimular mi sonrisa de victoria. Abrí la puerta y me dejé caer en el sofá, eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos, cuando creí que me quedaría dormido sentí una tibia mano en mi mejilla, la cual atrapé con mi habilidad de gato panzón. Sin abrir los ojos, comencé a besar cada dedo, sabiendo perfectamente a quién pertenecía esa suave piel. —¿Dónde estabas? —preguntó Berenice suavemente y mi sonrisa se hizo más grande. Cuando abrí los ojos y la vi a un lado, con esos hermosos ojos azules irradiando una clase de luz celestial que me sedaba, solo pude suspirar como el hombre enamorado que era.—¿Me extrañaste? —mi pregunta la hizo sonreír y mi mundo dio vueltas. Sin pensa
LUCA MAGNANIMe asomé lentamente al sofá y lo que encontré fue una pequeña rubia con la mirada llena de brillo y mordiéndose los labios. Me recargué en el respaldo y me sentí orgulloso de Bennet, era obvio que había hecho un gran trabajo el bastardo. —¿Feliz? —pregunté levantando una ceja y luciendo una media sonrisa. Como respuesta, Jimena se levantó de un brinco y me abrazó, rodeando mi cuello con tanta fuerza que pensé que me asfixiaría.—¡Fue maravilloso! ¡Fue el mejor sexo que he tenido en años! —exclamó y pude sentir la mirada furibunda de Derek. —Sí, bueno… solo que no te escuche Berenice porque lo podría tomar a mal —dije nervioso mientras le daba pequeños golpecitos en los brazos para que entendiera que debía soltarme. Cuando por fin me liberó, muchas dudas saltaron a mi mente. ¿Sabía que, con quien pasó la noche, era Bennet? Si fuera así, ¿no me habría golpeado? Porque hasta donde recordaba, no lo quería—. Entonces… tu compañero fue… ¿bueno contigo?—Sí, fue maravilloso —c
SLOANE D’MARCONo podía evitar sentirme nerviosa, hoy era el día en el que Derek se presentaría en la corte. Fue tan extraño verlo frente a Eliot, ambos de traje, era casi imposible distinguir cual de los dos era, pero siempre estaban esas pequeñas y disimuladas diferencias. Derek era sutilmente más fornido, sus brazos más gruesos y sus espaldas más anchas, mientras que Eliot era más espigado y delgado. Derek tenía un andar pesado, como si sus pies fueran a quebrar el piso por donde andaba, mientras que Eliot se movía elegante, como una pluma al viento. A parte de eso, Derek tenía cicatrices sutiles en el rostro y también en manos, sin hablar del resto del cuerpo. Verlas me dolía, porque solo podía imaginarme por todo lo que había pasado, cuánto dolor llevaba tatuado en la piel. Siempre besaba cada vieja herida y me prometía a mí misma que me esforzaría para que nunca volviera a sentir dolor. Supuse que mi mirada se había vuelto insistente cuando Derek volteó hacia mí y me sonrió. Se
SLOANE D’MARCO—Sí, actuar desde el punto legal a veces no es lo más seguro. También opino que un periodista nos hubiera hecho trizas, la investigación estaba muy completa y no hubiéramos tenido tiempo de defendernos… ¡lástima! A veces, para ganar, tienes que rebajarte a jugar al mismo nivel y ensuciarte las manos. Esa es la diferencia entre ustedes y yo, entre ustedes y Jerry y Carla, por eso siempre van a perder —contestó Jonathan levantando los hombros—. Y justo en este momento le están poniendo collar al único que ha sido capaz de ensuciarse las manos sin remordimiento. »Una vez que Derek se reintegre a la sociedad, tendrá que aprender a seguir las reglas. Que desperdicio que le hagan esto. —Su mirada se agudizó, así como su sonrisa—. ¿Ya se confesó contigo? ¿Ya dijo la «pequeña» travesura que hizo en el psiquiátrico?—¿Confesar qué? —pregunté con desconfianza y el corazón latiéndome en la garganta.—Lo que le hizo a tu padre… —contestó fingiendo sorpresa—. ¿No te dijo que lo mat
CRISTINE FERRERA—¡Sloane! —volví a gritar con todas mis fuerzas hasta que mis cuerdas bucales se desgarraron. Los policías alrededor veían con incomodidad, pero sin hacer nada. Uno de ellos se acercó con paso desganado. —¿Qué está pasando aquí? —preguntó casi en un susurro.—¡Es lo mismo que yo quisiera saber! ¡¿Qué está pasando?! ¡Se llevan a una mujer y ustedes no hacen nada! —grité furiosa con el corazón acelerado. —La mujer venía con el hombre… no hay ningún problema —respondió uno de los grandotes que no me dejaba pasar desde un principio—. Puede regresar a su puesto, oficial. —¿Así nada más? ¿No piensa investigar? ¿Quienes son estos, sus jefes? ¿Ahora resulta que los policías son tan fáciles de convencer? —Con cada pregunta me sentía más indignada.—Señora, no haga un escándalo por nada y mejor regrese de donde venía —refunfuñó el policía, torciendo los ojos como si fuera una exageración mi reacción. Eso solo me hizo enojar más de lo que ya estaba. Retrocedí sintiéndome fr
SLOANE D’MARCOSolté un quejido de dolor y lleno de desesperación. El dolor me paralizaba, no podía huir y no me sentía capaz de proteger a mis hijos. Comencé a llorar y mi labio inferior temblaba mientras mis ojos buscaban a alguien que me pudiera auxiliar, pero de pronto me sentí rodeada de enemigos. Cerré los ojos con todas mis fuerzas cuando escuché que el doctor me llevaría a la sala de partos. —¿Desea estar durante el nacimiento? —preguntó el doctor de manera gentil hacia Jonathan. —Nada me encantaría más —contestó él, tomando mi mano por la fuerza y dejando un beso en el dorso—. ¿No, mi amor?Los camilleros me llevaron presurosos por los pasillos y yo sabía que Jonathan nos seguía de cerca. Comencé a gimotear y suplicar, pero nadie me prestaba atención. Todo el equipo estaba listo para recibir a mis bebés y volteé en todas direcciones, buscando a Jonathan, temiendo que él estuviera listo para recibir a mis princesas y arrancármelas del corazón, hasta que una enorme mano tomó
SLOANE D’MARCOSentí un nudo en la garganta cuando entendí que era Derek quien sostenía mi mano. ¿Cómo había llegado? ¿Cómo se había enterado? Extendí mis brazos hacia él, suplicando que me estrechara, necesitaba que me dijera que todo estaría bien, que me protegiera, necesitaba esa paz que me brindaba cada vez que me envolvía. Sin dudarlo, pasó su brazo por mis hombros y de pronto eclipsó con su presencia todo a mi alrededor. Me aferré con ambas manos a su brazo y escondí mi rostro en su pecho, sintiendo que no había nada más que nosotros dos, incluso el dolor se volvió más tolerable y mi miedo desapareció por completo. Fue como si su amor me llenara de energía y determinación. —Lo harás bien… —susurró en mi oído—. Como siempre. Una nueva contracción me hizo retorcer de dolor y encajé mis uñas en su brazo, pero no hizo ningún quejido, ni siquiera su piel tembló. —Perdón… —murmuré agotada, con lágrimas en los ojos y a cambio recibí un tierno beso en la frente.—Mi precioso ángel,