SLOANE D’MARCOSentí un nudo en la garganta cuando entendí que era Derek quien sostenía mi mano. ¿Cómo había llegado? ¿Cómo se había enterado? Extendí mis brazos hacia él, suplicando que me estrechara, necesitaba que me dijera que todo estaría bien, que me protegiera, necesitaba esa paz que me brindaba cada vez que me envolvía. Sin dudarlo, pasó su brazo por mis hombros y de pronto eclipsó con su presencia todo a mi alrededor. Me aferré con ambas manos a su brazo y escondí mi rostro en su pecho, sintiendo que no había nada más que nosotros dos, incluso el dolor se volvió más tolerable y mi miedo desapareció por completo. Fue como si su amor me llenara de energía y determinación. —Lo harás bien… —susurró en mi oído—. Como siempre. Una nueva contracción me hizo retorcer de dolor y encajé mis uñas en su brazo, pero no hizo ningún quejido, ni siquiera su piel tembló. —Perdón… —murmuré agotada, con lágrimas en los ojos y a cambio recibí un tierno beso en la frente.—Mi precioso ángel,
DEREK MAGNANI—Llegaste justo a tiempo —dije mientras me quitaba el resto de la ropa quirúrgica y se la entregaba.—¡Vi a las bebés! —exclamó con ternura mientras ambos caminábamos detrás de las enfermeras—. Qué alivio que salieron igualitas a su mamá. Demos gracias al señor de que la genética de Sloane es más fuerte que la tuya. Sabía que Luca solo quería molestarme, pero en realidad yo también agradecía que mis princesas se parecieran a su mamá. Sloane para mí era… todo. Mi motivo incluso para vivir. La amaba con devoción, tal vez de manera obsesiva y enfermiza, pero no podía ver mi vida sin ella. Tanta era mi adoración que podría, literalmente, abrir mis costillas y arrancarme el corazón si me lo pidiera. El hecho de que mis hijos se parecieran a ella era un gusto que la vida me daba y estaba de acuerdo con Luca, qué bueno que su genética había dominado. Nos plantamos del otro lado del cristal que dividía el pasillo de los cuneros. Las niñas habían resentido el cambio de brazos,
ELIOT MAGNANI—¿Qué pasa? —preguntó Cristine fingiendo sorpresa, pero sus ojos llamearon con intensidad, incluso temí por la seguridad del policía—. Es mi auto y puedo hacer lo que yo quiera con él. —¿Su auto? ¿Tiene como comprobarlo? —preguntó el hombre con cautela, pero eso solo hizo enfurecer a Cristine de esa manera fría que incluso a mí me dejó impactado. —¡Qué curioso que lo pregunte! —dijo con una gran sonrisa antes de acercarse al borde con intenciones de bajar. De inmediato me acerqué para ayudarla, tomándola en mis brazos como mi hermosa princesa guerrera que tanto me fascinaba. Sin apartar la mirada del oficial, se acercó cautelosa, dejando que la barra de metal arrastrara por el piso. Si planeaba golpear al uniformado, yo la apoyaría. Me sentía tan atraído y fascinado por esa actitud de felina cazadora.—Hace rato dejaron entrar a un hombre con mi hermana, una pelirroja parturienta encantadora, el tipo dijo ser su esposo y ninguno le preguntó si podía comprobarlo. ¡Le v
ELIOT MAGNANI—Bingo… —dijo Cristine levantando la mirada hacia mí—. Aquí está lo que necesitamos para hacer que supliquen, pero no será suficiente para que les tenga piedad. ¡Quiero que nos dejen en paz, quiero a Donna de regreso y quiero futuros años de calma en nuestra familia y haré lo necesario para lograrlo!Tomé una de las bitácoras con cautela y me quedé sin palabras. Había regresado todo a nosotros, era como haber metido una moneda con cordón a la máquina de sodas, tenías la soda y sin perder la moneda. —Luca no mentía —susurró Derek trotando hacia nosotros viendo el auto con sorpresa—, en verdad Cristine se volvió loca. —No me volví loca… ¡Estoy harta! —respondió Cristine dándole vuelta al auto y rompiendo el único vidrio que aún quedaba intacto—. Siempre creí que, de tener poder, no me gustaría usarlo para lastimar. Creí que… la mejor forma de resolver las cosas era por la vía legal, esperar que la justicia arregle todo y que la verdad caiga por su propio peso. »¿No dice
ELIOT MAGNANI—Hay que hacer algo… —susurró Derek desesperado—. La va a lastimar. —Aún no… —respondí en voz baja sin apartar mi mirada. —Pero… —Derek intentaba avanzar contra mi voluntad.—Conozco tan bien a Cristine como tú conoces a Sloane, créeme… no es momento, espera… —contesté sin apartar la mirada del espectáculo. —¡Responde!, o ¿qué? ¿Vas a llorar? —se mofó Jonathan por última vez en el día. Cristine se había quitado el tacón de manera sutil y lo sostenía de la punta. Cuando Jonathan estuvo suficientemente cerca, ella lo golpeó con tanta fuerza que él retrocedió y cayó de espaldas entre quejidos y lamentos. Tenía un buen boquete en la mejilla, producto del tacón de aguja de Cristine que había perforado su carne. —¡Ay, ¿vas a llorar?! —exclamó ella con tono burlón antes de volver a ponerse el zapato y recuperar su barra de metal—. ¡Suplica, perra! ¡Pídeme perdón por sacarme de mis cabales! Cristine levantó la barra y la dejó caer con furia, pero esta se encontró con el pis
ELIOT MAGNANI—Muy en serio —contesté con los dientes apretados, tenía que aguantar hasta llegar a la habitación, no podía hacerle todo en lo que estaba pensando a media calle—. Quiero que me hables así de sucio cuando lleguemos. —¡Destrózalo, Cristine! ¡No lo sueltes hasta que admita que tú eres la que manda! —vociferó Derek entre carcajadas. Cristine comenzó a removerse sobre mi hombro y la dejé en la acera, temiendo que pudiera caer. Al verla frente a mí no pude más que suspirar como el hombre enamorado que era. Mi hermosa Cristine se veía tan pequeña y vulnerable frente a mí, tenía que agachar la mirada para poder encontrarme con su mirada. Era una pequeña muñequita con alma de león y me encantaba. —¿Eso es lo que quieres? —preguntó coqueta y me tomó de la corbata mordiéndose los labios de esa manera que me erizaba la piel. No pude seguir resistiéndome, me incliné hacia ella y la besé. Sostuve su rostro entre mis manos, deseando que el beso se volviera cada vez más profundo e i
CRISTINE FERRERASentada frente al fuego de la chimenea levanté mi copa media llena, ya no sabía cuántas llevaba mientras que el festín que había preparado se enfriaba en la mesa. Intenté sonreír con los ojos llenos de lágrimas y un maldito nudo en la garganta que me asfixiaba y que solo con el alcohol lograba pasar ese trago amargo de mi aniversario. Ni siquiera sabía por qué había preparado la cena si, como el año pasado, comería sola. Me casé joven y llena de ilusión, con un hombre atractivo que me llevaba unos cuantos años de más, pero que… creí que… ya sabes, me amaría cuando me conociera. Era una buena chica, detallista, dulce… me esforzaba por hacer hasta el mínimo esfuerzo para ganarme su corazón, ¡Dios sabe cuánto luché por… solo una sonrisa!, pero nada de lo que hacía era suficientemente bueno. Siempre en esta fecha recordaba lo primero que le dije a mi esposo cuando entramos a esta casa, que sería nuestro hogar. Aún llevaba mi vestido de novia y él no dudó en dirigirse a
CRISTINE FERRERACuando el llanto de mis angelitos por fin cesó, tomé mi computadora portátil y la abrí sobre mis piernas mientras que con un pie seguía meciendo la cuna para que el sueño de mis bebés no fuera perturbado o interrumpido. Comencé a teclear con habilidad; no solo quería el divorcio, necesitaba que Eliot firmara un acuerdo donde me cedía la custodia total de los niños. No me importaba si no recibía ni un solo centavo, incluso estaba dispuesta a renunciar a cualquier beneficio que la separación me pudiera ofrecer. ¡No quería absolutamente nada de él! ¡Podía quedarse con su dinero, con su enorme casa y todas las comodidades! ¡Lo único que necesitaba era poner fin a este calvario y llevarme a mis bebés lejos de él! Dudaba mucho que quisiera quedárselos, era un horrible padre, ¿qué haría con tres niños? ¿Cómo podría cuidar de ellos y cubrir todas sus necesidades si solo tenía tiempo para trabajar e ignorarnos?Estaba dispuesta a llevar los papeles al día siguiente a primera