DEREK MAGNANI—Llegaste justo a tiempo —dije mientras me quitaba el resto de la ropa quirúrgica y se la entregaba.—¡Vi a las bebés! —exclamó con ternura mientras ambos caminábamos detrás de las enfermeras—. Qué alivio que salieron igualitas a su mamá. Demos gracias al señor de que la genética de Sloane es más fuerte que la tuya. Sabía que Luca solo quería molestarme, pero en realidad yo también agradecía que mis princesas se parecieran a su mamá. Sloane para mí era… todo. Mi motivo incluso para vivir. La amaba con devoción, tal vez de manera obsesiva y enfermiza, pero no podía ver mi vida sin ella. Tanta era mi adoración que podría, literalmente, abrir mis costillas y arrancarme el corazón si me lo pidiera. El hecho de que mis hijos se parecieran a ella era un gusto que la vida me daba y estaba de acuerdo con Luca, qué bueno que su genética había dominado. Nos plantamos del otro lado del cristal que dividía el pasillo de los cuneros. Las niñas habían resentido el cambio de brazos,
ELIOT MAGNANI—¿Qué pasa? —preguntó Cristine fingiendo sorpresa, pero sus ojos llamearon con intensidad, incluso temí por la seguridad del policía—. Es mi auto y puedo hacer lo que yo quiera con él. —¿Su auto? ¿Tiene como comprobarlo? —preguntó el hombre con cautela, pero eso solo hizo enfurecer a Cristine de esa manera fría que incluso a mí me dejó impactado. —¡Qué curioso que lo pregunte! —dijo con una gran sonrisa antes de acercarse al borde con intenciones de bajar. De inmediato me acerqué para ayudarla, tomándola en mis brazos como mi hermosa princesa guerrera que tanto me fascinaba. Sin apartar la mirada del oficial, se acercó cautelosa, dejando que la barra de metal arrastrara por el piso. Si planeaba golpear al uniformado, yo la apoyaría. Me sentía tan atraído y fascinado por esa actitud de felina cazadora.—Hace rato dejaron entrar a un hombre con mi hermana, una pelirroja parturienta encantadora, el tipo dijo ser su esposo y ninguno le preguntó si podía comprobarlo. ¡Le v
ELIOT MAGNANI—Bingo… —dijo Cristine levantando la mirada hacia mí—. Aquí está lo que necesitamos para hacer que supliquen, pero no será suficiente para que les tenga piedad. ¡Quiero que nos dejen en paz, quiero a Donna de regreso y quiero futuros años de calma en nuestra familia y haré lo necesario para lograrlo!Tomé una de las bitácoras con cautela y me quedé sin palabras. Había regresado todo a nosotros, era como haber metido una moneda con cordón a la máquina de sodas, tenías la soda y sin perder la moneda. —Luca no mentía —susurró Derek trotando hacia nosotros viendo el auto con sorpresa—, en verdad Cristine se volvió loca. —No me volví loca… ¡Estoy harta! —respondió Cristine dándole vuelta al auto y rompiendo el único vidrio que aún quedaba intacto—. Siempre creí que, de tener poder, no me gustaría usarlo para lastimar. Creí que… la mejor forma de resolver las cosas era por la vía legal, esperar que la justicia arregle todo y que la verdad caiga por su propio peso. »¿No dice
ELIOT MAGNANI—Hay que hacer algo… —susurró Derek desesperado—. La va a lastimar. —Aún no… —respondí en voz baja sin apartar mi mirada. —Pero… —Derek intentaba avanzar contra mi voluntad.—Conozco tan bien a Cristine como tú conoces a Sloane, créeme… no es momento, espera… —contesté sin apartar la mirada del espectáculo. —¡Responde!, o ¿qué? ¿Vas a llorar? —se mofó Jonathan por última vez en el día. Cristine se había quitado el tacón de manera sutil y lo sostenía de la punta. Cuando Jonathan estuvo suficientemente cerca, ella lo golpeó con tanta fuerza que él retrocedió y cayó de espaldas entre quejidos y lamentos. Tenía un buen boquete en la mejilla, producto del tacón de aguja de Cristine que había perforado su carne. —¡Ay, ¿vas a llorar?! —exclamó ella con tono burlón antes de volver a ponerse el zapato y recuperar su barra de metal—. ¡Suplica, perra! ¡Pídeme perdón por sacarme de mis cabales! Cristine levantó la barra y la dejó caer con furia, pero esta se encontró con el piso
ELIOT MAGNANI—Muy en serio —contesté con los dientes apretados, tenía que aguantar hasta llegar a la habitación, no podía hacerle todo en lo que estaba pensando a media calle—. Quiero que me hables así de sucio cuando lleguemos. —¡Destrózalo, Cristine! ¡No lo sueltes hasta que admita que tú eres la que manda! —vociferó Derek entre carcajadas. Cristine comenzó a removerse sobre mi hombro y la dejé en la acera, temiendo que pudiera caer. Al verla frente a mí no pude más que suspirar como el hombre enamorado que era. Mi hermosa Cristine se veía tan pequeña y vulnerable frente a mí, tenía que agachar la mirada para poder encontrarme con su mirada. Era una pequeña muñequita con alma de león y me encantaba. —¿Eso es lo que quieres? —preguntó coqueta y me tomó de la corbata mordiéndose los labios de esa manera que me erizaba la piel. No pude seguir resistiéndome, me incliné hacia ella y la besé. Sostuve su rostro entre mis manos, deseando que el beso se volviera cada vez más profundo e i
DONNA CRUZ—¿No detestas a tu padre? —preguntó Jerry con cierto escepticismo. —Al principio… pero no por mí, sino por cómo hizo sufrir a mi mamá. Con cada lágrima que la veía soltar por él, más lo odiaba, pero me di cuenta de que no había mejor venganza que me viera salir adelante sin él, que viera que no lo necesitaba en mi vida, que se diera cuenta que no era tan importante como creía —respondí y alcé los hombros—. Me concentré en hacer sentir orgullosa a mi mamá y cuidar de ella. En ser un equipo. Un día me di cuenta de que me había olvidado de mi padre y supe que todo estaría bien. —¿Cómo te diste cuenta? —preguntó curioso.—Cuando lo vi por la calle con su nueva familia y no sentí nada. Por un breve momento nos vimos a los ojos, noté como se tensó, tal vez esperaba que hiciera todo un escándalo, pero simplemente pasé de largo y pude sentir su mirada siguiéndome. Ya lo había superado. —Recordé ese momento y aunque fue algo muy emotivo, no lloré, solo me sentí orgullosa—. Crees q
DONNA CRUZEl silencio era tan profundo que parecía obligarme a concentrarme en el dolor de mis brazos. Había perdido la cuenta de todas las horas que llevaba esposada. La carne de mis muñecas ardía, como si el frío metal la estuviera cortando. Aun así, no me quejé, porque como bien decía mi madre: ella no tuvo hijas cobardes.Entonces entró Jerry a la habitación con ese rostro serio y frío. Parecía que su sarcasmo y arrogancia solo lo usaba cuando estaba ante su enemigo, como un método de defensa, el resto del tiempo era como un zombie intentando controlar el dolor que todo esto aún le generaba. Dejó lo que parecía ropa limpia y doblada en el borde de la cama antes de rodearla y acercarse a mí. Sin emitir ni una sola palabra, me liberó de las esposas. Mi cuerpo quería saltar como resorte y correr hacia la puerta, pero había algo ahí, en el fondo de mi corazón, era miedo, miedo de no lograrlo. Si quería escapar tenía que hacer algo más que solo correr, tenía que asegurarme de que en
DONNA CRUZ—Ya está todo listo —dijo Carla entrando a la habitación, interrumpiéndonos. Torció los ojos al ver la situación en la que nos encontrábamos y aunque quería esconder su dolor detrás de su odio, sus ojos la delataban. Tenía miedo de perder a su esposo, aunque fuera una mentira. Jerry se quitó de encima y me ayudó a sentarme.—¿Es en serio que me estás cambiando por ella? —refunfuñó Carla en voz baja como si no quisiera que escuchara—. No puedes tratarme así cuando…—Carla, ¿se te olvida que nuestro matrimonio es una mentira? No hay nada que nos una, más que nuestras intenciones de venganza hacia nuestras ingratas familias —dijo Jerry sin perder la paciencia y se hincó delante de mí, me tomó con suavidad del tobillo, apoyándolo sobre su pierna para acomodar una de las zapatillas que había conseguido con el vestido—. Siempre fue nuestro acuerdo, parte del teatro que creamos para acercarnos a ellos. Así que no te confundas. No quieras aparentar sentirte traicionada, porque no l