ELIOT MAGNANI—Bingo… —dijo Cristine levantando la mirada hacia mí—. Aquí está lo que necesitamos para hacer que supliquen, pero no será suficiente para que les tenga piedad. ¡Quiero que nos dejen en paz, quiero a Donna de regreso y quiero futuros años de calma en nuestra familia y haré lo necesario para lograrlo!Tomé una de las bitácoras con cautela y me quedé sin palabras. Había regresado todo a nosotros, era como haber metido una moneda con cordón a la máquina de sodas, tenías la soda y sin perder la moneda. —Luca no mentía —susurró Derek trotando hacia nosotros viendo el auto con sorpresa—, en verdad Cristine se volvió loca. —No me volví loca… ¡Estoy harta! —respondió Cristine dándole vuelta al auto y rompiendo el único vidrio que aún quedaba intacto—. Siempre creí que, de tener poder, no me gustaría usarlo para lastimar. Creí que… la mejor forma de resolver las cosas era por la vía legal, esperar que la justicia arregle todo y que la verdad caiga por su propio peso. »¿No dice
ELIOT MAGNANI—Hay que hacer algo… —susurró Derek desesperado—. La va a lastimar. —Aún no… —respondí en voz baja sin apartar mi mirada. —Pero… —Derek intentaba avanzar contra mi voluntad.—Conozco tan bien a Cristine como tú conoces a Sloane, créeme… no es momento, espera… —contesté sin apartar la mirada del espectáculo. —¡Responde!, o ¿qué? ¿Vas a llorar? —se mofó Jonathan por última vez en el día. Cristine se había quitado el tacón de manera sutil y lo sostenía de la punta. Cuando Jonathan estuvo suficientemente cerca, ella lo golpeó con tanta fuerza que él retrocedió y cayó de espaldas entre quejidos y lamentos. Tenía un buen boquete en la mejilla, producto del tacón de aguja de Cristine que había perforado su carne. —¡Ay, ¿vas a llorar?! —exclamó ella con tono burlón antes de volver a ponerse el zapato y recuperar su barra de metal—. ¡Suplica, perra! ¡Pídeme perdón por sacarme de mis cabales! Cristine levantó la barra y la dejó caer con furia, pero esta se encontró con el piso
ELIOT MAGNANI—Muy en serio —contesté con los dientes apretados, tenía que aguantar hasta llegar a la habitación, no podía hacerle todo en lo que estaba pensando a media calle—. Quiero que me hables así de sucio cuando lleguemos. —¡Destrózalo, Cristine! ¡No lo sueltes hasta que admita que tú eres la que manda! —vociferó Derek entre carcajadas. Cristine comenzó a removerse sobre mi hombro y la dejé en la acera, temiendo que pudiera caer. Al verla frente a mí no pude más que suspirar como el hombre enamorado que era. Mi hermosa Cristine se veía tan pequeña y vulnerable frente a mí, tenía que agachar la mirada para poder encontrarme con su mirada. Era una pequeña muñequita con alma de león y me encantaba. —¿Eso es lo que quieres? —preguntó coqueta y me tomó de la corbata mordiéndose los labios de esa manera que me erizaba la piel. No pude seguir resistiéndome, me incliné hacia ella y la besé. Sostuve su rostro entre mis manos, deseando que el beso se volviera cada vez más profundo e i
DONNA CRUZ—¿No detestas a tu padre? —preguntó Jerry con cierto escepticismo. —Al principio… pero no por mí, sino por cómo hizo sufrir a mi mamá. Con cada lágrima que la veía soltar por él, más lo odiaba, pero me di cuenta de que no había mejor venganza que me viera salir adelante sin él, que viera que no lo necesitaba en mi vida, que se diera cuenta que no era tan importante como creía —respondí y alcé los hombros—. Me concentré en hacer sentir orgullosa a mi mamá y cuidar de ella. En ser un equipo. Un día me di cuenta de que me había olvidado de mi padre y supe que todo estaría bien. —¿Cómo te diste cuenta? —preguntó curioso.—Cuando lo vi por la calle con su nueva familia y no sentí nada. Por un breve momento nos vimos a los ojos, noté como se tensó, tal vez esperaba que hiciera todo un escándalo, pero simplemente pasé de largo y pude sentir su mirada siguiéndome. Ya lo había superado. —Recordé ese momento y aunque fue algo muy emotivo, no lloré, solo me sentí orgullosa—. Crees q
DONNA CRUZEl silencio era tan profundo que parecía obligarme a concentrarme en el dolor de mis brazos. Había perdido la cuenta de todas las horas que llevaba esposada. La carne de mis muñecas ardía, como si el frío metal la estuviera cortando. Aun así, no me quejé, porque como bien decía mi madre: ella no tuvo hijas cobardes.Entonces entró Jerry a la habitación con ese rostro serio y frío. Parecía que su sarcasmo y arrogancia solo lo usaba cuando estaba ante su enemigo, como un método de defensa, el resto del tiempo era como un zombie intentando controlar el dolor que todo esto aún le generaba. Dejó lo que parecía ropa limpia y doblada en el borde de la cama antes de rodearla y acercarse a mí. Sin emitir ni una sola palabra, me liberó de las esposas. Mi cuerpo quería saltar como resorte y correr hacia la puerta, pero había algo ahí, en el fondo de mi corazón, era miedo, miedo de no lograrlo. Si quería escapar tenía que hacer algo más que solo correr, tenía que asegurarme de que en
DONNA CRUZ—Ya está todo listo —dijo Carla entrando a la habitación, interrumpiéndonos. Torció los ojos al ver la situación en la que nos encontrábamos y aunque quería esconder su dolor detrás de su odio, sus ojos la delataban. Tenía miedo de perder a su esposo, aunque fuera una mentira. Jerry se quitó de encima y me ayudó a sentarme.—¿Es en serio que me estás cambiando por ella? —refunfuñó Carla en voz baja como si no quisiera que escuchara—. No puedes tratarme así cuando…—Carla, ¿se te olvida que nuestro matrimonio es una mentira? No hay nada que nos una, más que nuestras intenciones de venganza hacia nuestras ingratas familias —dijo Jerry sin perder la paciencia y se hincó delante de mí, me tomó con suavidad del tobillo, apoyándolo sobre su pierna para acomodar una de las zapatillas que había conseguido con el vestido—. Siempre fue nuestro acuerdo, parte del teatro que creamos para acercarnos a ellos. Así que no te confundas. No quieras aparentar sentirte traicionada, porque no l
SLOANE D’MARCO—¿Cómo se siente nuestra mamita? —dijo la enfermera mientras me ayudaba a salir del baño. Esa ducha caliente me había sentado bien para los músculos y huesos. No recordaba que parir fuera como ser arrollada por un camión.Antes de acomodarme en la cama, ambas volteamos hacia el amplio sofá donde Derek descansaba. Estaba completamente dormido y con ambas bebés recostadas sobre su pecho. Parecía un niño aferrándose a sus peluches para poder dormir, mientras que las niñas disfrutaban de estar acurrucadas con su padre. No pude evitar sonreír enternecida por la imagen, nunca quería olvidarme de cómo se veían. Sabía que Derek sería el mejor papá para Ale y Fio… Alessia y Fiorella Magnani, mis niñas, mis princesas, y las angelitas de papá, con sus cabellos rojos y sus ojos oscuros. Deseaba con todo mi corazón que Brian llegara para conocerlas, no podía imaginar su reacción. Me acerqué un poco y como si Derek sintiera mi presencia, estrechó aún más a mis niñas. —Mis bebés… —s
SLOANE D’MARCODerek se levantó y avanzó hacia Cristine, tomando su rostro entre sus manos y viéndola con intensidad. —¿Cómo una cosita pequeña y tierna como tú fue bailarina de esas? —preguntó aterrado y después la abrazó—. Imposible… No dejaré que el pervertido de mi hermano te orille a hacer esas cosas de mal gusto. —Pero fue divertido… —susurró Cristine intentando sobrevivir a su abrazo. —Shhh… calla pequeña e inocente criatura, no dejaré que este viejo pervertido te siga usando de esa manera —agregó con voz maliciosa y entornó los ojos al ver a Eliot—. Tal vez un periodo de abstinencia te hará reconsiderar.—¡¿Abstinencia?! No, no, no… ya superamos la cuarentena y no pienso perdonar ni una noche —dijo Eliot amenazante e indignado. —Como mi hermano, deberías solidarizarte conmigo y abstenerte hasta que la cuarentena de Sloane pase. Velo como un acto de amor hacia mí —susurró Derek mientras acariciaba el cabello de Cristine como si fuera un gato. —Convence a Luca y tal vez lo