Primero que nada: ¡Feliz año nuevo! Que este año que viene sea mejor que el que se va, que esté lleno de amor, salud y felicidad para todas ustedes. Les mando un fuerte abrazo. En segunda, quienes ya leyeron: "La Amante Secreta del CEO: Tengo a tu hijo" ya conocen a Finn y sabrán que resolverá esto bastante rápido. Si no han leído su historia de amor con su cazadora, la encontrarán solo en BueNovela, entrando a mi perfil de autor.
CRISTINE FERRERA—Finn… el abogado irlandés, al que llaman «el abogado del diablo» —dijo Donna entornando los ojos con desconfianza y una sonrisa maliciosa—. Dime, ¿aún sigues en malos pasos, defendiendo a tu hermano y sus negocios ilícitos en su casino de mala muerte? La mandíbula se me quiso desencajar. Supuse que no era la clase de abogado bondadoso que busca defender al indefenso, pero de eso a promover el crimen había un largo trecho. ¿Era buen momento para exigirle explicaciones a Jimena? ¿A quién había enviado?—Por lo que veo, tú no has aprendido a mantener tus narices fuera de asuntos que no te corresponden —contestó Finn con tranquilidad mientras organizaba los documentos en sus manos—. Eres una vil periodista amarillista que obtiene información de manera ilegal. ¿Crees que lo que les hiciste a los Spoti no te puede alcanzar? Además… robaste información de la casa del doctor D’Marco. Creo que podemos considerarte una de las criminales que defenderé. —Por suerte eres bueno
CRISTINE FERRERACuando llegué a casa era demasiado tarde. Subí cansada por el elevador y al abrir la puerta había un profundo silencio, todos estaban en sus habitaciones y algunos juguetes se encontraban desperdigados por el piso. Entonces alcé la mirada hacia la sala, en el enorme sofá se encontraba Eliot, dormía incómodo, con la cabeza colgando del respaldo. Me acerqué lentamente, parecía tan cansado, sus esfuerzos por crear algo nuevo después de que perdió la empresa de su familia lo estaban consumiendo. Me senté a su lado y me quedé en profundo silencio, viéndolo dormir. Acaricié su mano con suavidad, siguiendo la dirección de sus venas con las yemas de mis dedos, subiendo por su antebrazo descubierto, tenía la camisa remangada, cuando subí por su cuello, su mano me tomó con firmeza, pero sin lastimarme, entonces vi sus ojos negros abriéndose lentamente, así como sus labios. Volteó perezosamente, parecía que aún no estaba procesando lo que ocurría. Revisó mi mano con atención
CRISTINE FERRERA—Claro que no —contesté indignada—. Hemos tenido buenos momentos que atesoro en mi corazón. Amo a Eliot y no hay otro hombre para mí. —Cristine, su relación era una mierda. Ya déjala ir y consíguete a alguien que vaya más con tu personalidad y contigo. No hay nada de malo aceptar que no funcionó y seguir adelante. Es lo más sano, créeme —dijo Luca intentando hacerme entrar en razón, pero solo consiguió indignarme.—No quiero renunciar a él —contesté con lágrimas en los ojos y el corazón reducido—. Lo amo… aunque parezca que todos estos problemas dicen lo contrario. »Sí, me equivoqué, pero no al escogerlo a él como mi compañero, me equivoqué al dejar que Zafrina me llenara la cabeza de ideas, al perder de vista mis sentimientos y confianza hacia él. Agaché la mirada porque en el fondo tenía miedo de que Luca tuviera razón. Desde que me casé con Eliot, los problemas y malentendidos no habían parado. Siempre estábamos en guerra, ¿cómo podíamos recuperar algo, si es qu
CRISTINE FERRERAMe estacioné frente a esa vieja casa y me quedé por unos minutos viéndola desde el interior del auto. La última vez que la había visitado me encontré a Ivette dentro. Esa maldita mujer, ¡y pensar que sería el menor de mis problemas!Caminé hacia la entrada, pasando entre el jardín descuidado, con maleza que llegaba hasta la rodilla. Cuando giré el pomo, noté que la puerta estaba bajo llave. Me sentí tentada a tocar un par de veces, arriesgándome a que Eliot no estuviera dentro o simplemente no le interesara abrirme. Con cuidado y estirándome lo más que podía, intenté alcanzar la llave que descansaba escondida arriba del marco de la puerta, con la zozobra que no estuviera ya, pero para mi suerte mis dedos se encontraron con ella, fría y llena de telarañas por el paso del tiempo.Por fin entré a la casa y fue como destapar la caja de pandora, impregnándome con los recuerdos que se precipitaron hacia mí con furia. La casa estaba en penumbras y descuidada, los muebles ll
CRISTINE FERRERADecir que las cosas acabaron tan fácilmente sería mentir. Esa noche encendimos la chimenea, pedimos comida y en vez de vino tomamos jugo de uva, era demasiado pronto para la primera borrachera del bebé que cargaba en mi vientre. Con copas llenas de jugo y con el crepitar de la madera siendo consumida por el fuego, hablamos hasta que nuestras gargantas se secaron. Fue como abrir el caño y sacar toda la podredumbre que guardábamos en nuestros corazones desde que aceptamos casarnos. —Verme forzado a casarme con una completa desconocida no fue agradable. No sabía nada de ti, solo que tus padres habían sido amigos de los míos, además de que eras mucho más joven —dijo moviendo el jugo dentro de su copa como si fuera vino—. ¿Cómo aceptaste de buena gana casarte conmigo sin conocerme? No pude evitar sonreír y desviar mi atención. Me sentía como una adolescente tonta. —No es que no te conociera. Yo… te admiraba —contesté escondiendo mi rostro detrás de la copa, bebiendo c
CRISTINE FERRERAMe acomodé en el sofá, intentando estar lo más derecha posible e inspiré profundamente.—Eliot Magnani, prometo amarte y respetarte, prometo estar contigo en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte nos separé —dije mis votos con todo mi corazón y sin dejar de verlo a los ojos, aunque los míos comenzaron a llorar—. Tal vez lo mejor es que separemos nuestros caminos y aprendamos a vivir así, pero… no quiero, no puedo. Ya lo intenté una vez y lloré cada noche por ti. Negué con la cabeza y traté de respirar, pero mi nariz ya estaba constipada. Odiaba no llorar como princesa de Disney y verme adorable cuando lo hacía, por el contrario, me convertía en todo un desastre. Alcé la mirada hacia Eliot, teniendo miedo de que después de todo lo compartido él no quisiera seguir adelante juntos. Tal vez era la opción más madura, la más seria y sana, pero no la quería. De pronto se levantó, haciendo que mi corazón se detuviera. Cuando pensé q
CRISTINE FERRERA—¿Qué aprendimos entonces? —preguntó Sloane a los tres hombres adultos y a los cinco niños. Los ocho estaban despeinados, con las ropas torcidas y algunos moretones formándose. —No debemos de jugar rudo con mi hermano —repitieron todos al unísono, unos más enojados, otros con una sonrisa victoriosa, pero todos cansados y machacados.—¡Todo fue culpa de Gerardo! —dijo Bruno trepando al regazo de su padre, quien no dejaba de ver con furia a Derek mientras este le sonreía—. ¡Es pesado!—Insoportable… —agregó Eliot sin parpadear. —Pues yo sí me divertí —contestó Luca sentado entre los gemelos, con una sonrisa radiante y un tallón en el pómulo. —¡Yo también! —exclamó el pequeño Brian apoyándose en las rodillas de Luca.—Sí Bruno no hubiera empezado a llorar, Mario no hubiera ido por mamá —contestó Leonardo cruzándose de brazos, enfurruñado en la alfombra. —¡Sí! Si Eliot no hubiera empezado a llorar… —refunfuñó Derek de manera burlona.—Yo no lloré —gruñó Eliot rechinan
CRISTINE FERRERACuando el beso se disolvió, yo me quedé adormecida y sin aliento, apoyada sobre la pared, intentando recordar cómo debía de respirar. Eliot me dedicó una sonrisa que solo me desarmó un poco más antes de separarse de mí y seguir con su camino hacia él baño. Mi corazón estaba acelerado y feliz por tenerlo de nuevo en mi vida. Agaché la mirada hacia el hermoso anillo que lucía en mi mano y no pude evitar sonreír, pero también tenía miedo, porque aún había un pequeño detalle a discutir con él. Lo seguí de nuevo, insistente, me pegué a la puerta del baño ya cerrada y agarré aire. —En verdad tengo que decirte algo —dije paseando la mirada por la habitación, dándome cuenta de que era más fácil hablar cuando no lo tenía de frente—. Sé que dijiste que no ayudarías a Donna, que era un acuerdo entre ustedes, pero… yo no estaba en ese acuerdo, así que hablé con Jimena y…—¿Hablaste con Jimena? —preguntó desde adentro, su voz causaba eco y la ensordecía un poco la caída del agu