CRISTINE FERRERADecir que las cosas acabaron tan fácilmente sería mentir. Esa noche encendimos la chimenea, pedimos comida y en vez de vino tomamos jugo de uva, era demasiado pronto para la primera borrachera del bebé que cargaba en mi vientre. Con copas llenas de jugo y con el crepitar de la madera siendo consumida por el fuego, hablamos hasta que nuestras gargantas se secaron. Fue como abrir el caño y sacar toda la podredumbre que guardábamos en nuestros corazones desde que aceptamos casarnos. —Verme forzado a casarme con una completa desconocida no fue agradable. No sabía nada de ti, solo que tus padres habían sido amigos de los míos, además de que eras mucho más joven —dijo moviendo el jugo dentro de su copa como si fuera vino—. ¿Cómo aceptaste de buena gana casarte conmigo sin conocerme? No pude evitar sonreír y desviar mi atención. Me sentía como una adolescente tonta. —No es que no te conociera. Yo… te admiraba —contesté escondiendo mi rostro detrás de la copa, bebiendo c
CRISTINE FERRERAMe acomodé en el sofá, intentando estar lo más derecha posible e inspiré profundamente.—Eliot Magnani, prometo amarte y respetarte, prometo estar contigo en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte nos separé —dije mis votos con todo mi corazón y sin dejar de verlo a los ojos, aunque los míos comenzaron a llorar—. Tal vez lo mejor es que separemos nuestros caminos y aprendamos a vivir así, pero… no quiero, no puedo. Ya lo intenté una vez y lloré cada noche por ti. Negué con la cabeza y traté de respirar, pero mi nariz ya estaba constipada. Odiaba no llorar como princesa de Disney y verme adorable cuando lo hacía, por el contrario, me convertía en todo un desastre. Alcé la mirada hacia Eliot, teniendo miedo de que después de todo lo compartido él no quisiera seguir adelante juntos. Tal vez era la opción más madura, la más seria y sana, pero no la quería. De pronto se levantó, haciendo que mi corazón se detuviera. Cuando pensé q
CRISTINE FERRERA—¿Qué aprendimos entonces? —preguntó Sloane a los tres hombres adultos y a los cinco niños. Los ocho estaban despeinados, con las ropas torcidas y algunos moretones formándose. —No debemos de jugar rudo con mi hermano —repitieron todos al unísono, unos más enojados, otros con una sonrisa victoriosa, pero todos cansados y machacados.—¡Todo fue culpa de Gerardo! —dijo Bruno trepando al regazo de su padre, quien no dejaba de ver con furia a Derek mientras este le sonreía—. ¡Es pesado!—Insoportable… —agregó Eliot sin parpadear. —Pues yo sí me divertí —contestó Luca sentado entre los gemelos, con una sonrisa radiante y un tallón en el pómulo. —¡Yo también! —exclamó el pequeño Brian apoyándose en las rodillas de Luca.—Sí Bruno no hubiera empezado a llorar, Mario no hubiera ido por mamá —contestó Leonardo cruzándose de brazos, enfurruñado en la alfombra. —¡Sí! Si Eliot no hubiera empezado a llorar… —refunfuñó Derek de manera burlona.—Yo no lloré —gruñó Eliot rechinan
CRISTINE FERRERACuando el beso se disolvió, yo me quedé adormecida y sin aliento, apoyada sobre la pared, intentando recordar cómo debía de respirar. Eliot me dedicó una sonrisa que solo me desarmó un poco más antes de separarse de mí y seguir con su camino hacia él baño. Mi corazón estaba acelerado y feliz por tenerlo de nuevo en mi vida. Agaché la mirada hacia el hermoso anillo que lucía en mi mano y no pude evitar sonreír, pero también tenía miedo, porque aún había un pequeño detalle a discutir con él. Lo seguí de nuevo, insistente, me pegué a la puerta del baño ya cerrada y agarré aire. —En verdad tengo que decirte algo —dije paseando la mirada por la habitación, dándome cuenta de que era más fácil hablar cuando no lo tenía de frente—. Sé que dijiste que no ayudarías a Donna, que era un acuerdo entre ustedes, pero… yo no estaba en ese acuerdo, así que hablé con Jimena y…—¿Hablaste con Jimena? —preguntó desde adentro, su voz causaba eco y la ensordecía un poco la caída del agu
CRISTINE FERRERASentada frente al fuego de la chimenea levanté mi copa media llena, ya no sabía cuántas llevaba mientras que el festín que había preparado se enfriaba en la mesa. Intenté sonreír con los ojos llenos de lágrimas y un maldito nudo en la garganta que me asfixiaba y que solo con el alcohol lograba pasar ese trago amargo de mi aniversario. Ni siquiera sabía por qué había preparado la cena si, como el año pasado, comería sola. Me casé joven y llena de ilusión, con un hombre atractivo que me llevaba unos cuantos años de más, pero que… creí que… ya sabes, me amaría cuando me conociera. Era una buena chica, detallista, dulce… me esforzaba por hacer hasta el mínimo esfuerzo para ganarme su corazón, ¡Dios sabe cuánto luché por… solo una sonrisa!, pero nada de lo que hacía era suficientemente bueno. Siempre en esta fecha recordaba lo primero que le dije a mi esposo cuando entramos a esta casa, que sería nuestro hogar. Aún llevaba mi vestido de novia y él no dudó en dirigirse a
CRISTINE FERRERACuando el llanto de mis angelitos por fin cesó, tomé mi computadora portátil y la abrí sobre mis piernas mientras que con un pie seguía meciendo la cuna para que el sueño de mis bebés no fuera perturbado o interrumpido. Comencé a teclear con habilidad; no solo quería el divorcio, necesitaba que Eliot firmara un acuerdo donde me cedía la custodia total de los niños. No me importaba si no recibía ni un solo centavo, incluso estaba dispuesta a renunciar a cualquier beneficio que la separación me pudiera ofrecer. ¡No quería absolutamente nada de él! ¡Podía quedarse con su dinero, con su enorme casa y todas las comodidades! ¡Lo único que necesitaba era poner fin a este calvario y llevarme a mis bebés lejos de él! Dudaba mucho que quisiera quedárselos, era un horrible padre, ¿qué haría con tres niños? ¿Cómo podría cuidar de ellos y cubrir todas sus necesidades si solo tenía tiempo para trabajar e ignorarnos?Estaba dispuesta a llevar los papeles al día siguiente a primera
CRISTINE FERRERANuestro matrimonio no solo era un fracaso, sino que había sido un asunto arreglado entre mis padres y los suyos. Sabía de Eliot mucho antes de saber que me casaría con él y admito de manera vergonzosa que lo admiraba, no solo porque era un hombre que parecía más un actor de películas de acción, con su gran altura, sus espaldas anchas, y ese rostro que era la combinación perfecta entre rasgos finos y angulosos, y masculinidad, sino que estaba fascinada por unirme en matrimonio con un hombre tan inteligente, que era capaz de dirigir una empresa como la que tenía en sus manos. No me sentía a su altura y tenía miedo de no ser suficiente. Tenía razón, no lo fui, por lo menos no para él, porque si de algo estoy segura es que yo no dejé de demostrarle que tenía iniciativa y corazón.Mi primer intento de alejarme de él, el primero golpe en mi corazón, fue cuando descubrí que había otra mujer en el suyo. Aún guardaba fotos y recuerdos que veía cuando se sentía melancólico. Iv
CRISTINE FERRERAMe pasé toda la mañana limpiando el piso de la cocina, la cena ya estaba seca y pegada a la losa. Con tristeza tomé el acta de divorcio sucia que se hizo pedazos en cuanto la alcé, la comida la había arruinado.Recordar el fracaso de anoche solo me hizo sentir furiosa y frustrada. ¡Era imposible hablar con ese hombre! —¡Te odio Eliot Magnani! ¡Te odio! ¡Te desprecio! ¡Te aborrezco! —grité llena de furia, con ganas de voltear la mesa, patear las sillas y salir de esa maldita casa con mis bebés para jamás volver—. Eres un hijo de puta. Maldito el día que mis padres decidieron casarme contigo. »Pero hay un puto karma, imbécil, lo sé… y cuando te llegue espero estar cerca para burlarme en tu cara. Terminarás solo y arruinado porque con el carácter de mierda que te cargas, ni tu madre te soportaba —con cada palabra arrojé con furia a la basura esa masa podrida y asquerosa en la que se había convertido la cena de aniversario. De pronto, cuando sentí que la presión de tod