ELIOT MAGNANI—Aquí están las grabaciones que obtuve de tu casa, como pediste —dijo Donna empujando la USB hacía mí—. No te preocupes, los policías verán que alguien robó el auto y se dio a la fuga. —¿Cómo lo hiciste? —pregunté con el ceño fruncido y ella amplió su sonrisa.—¡Porque soy una maldita genio! —exclamó y golpeó la mesa con suficiencia. Tenía un carácter explosivo—. Yo soy la clase de gente a la que ustedes los ricos recurren para resolver sus porquerías. —Qué curioso, pensé que eras solo una reportera de poca monta en busca de dinero —contesté guardando la USB en mi abrigo, sin apartar la mirada de ella. En vez de ofenderla solo sonrió. —Soy quien debo de ser para ganar dinero. —Me guiñó el ojo antes de beber de su café.—¿Gustan algo más? —Se acercó la mesera con una sonrisa cordial. —Estamos bien —respondí tranquilamente, pero Donna levantó su mano. —Vas a pagar todo, ¿cierto? —preguntó viéndome fijamente y solo levanté la ceja, haciendo su sonrisa más grande—. ¿Pue
ELIOT MAGNANI—¿Y bien? ¿Qué te parece? —preguntó Donna luciendo un atuendo más elegante y jovial, aunque parecía bastante incómoda. Un suéter de cuello de tortuga color vino, unos pantalones de vestir negros y unos botines, en verdad la hacía ver diferente. Un poco de maquillaje y podría encajar en muchos lugares que suelo frecuentar—. ¿Me recuerdas por qué me estás comprando esto?—No quiero que la señora Celia D’Marco piense que la estoy visitando con una pordiosera —respondí torciendo los ojos. —¿Con cuál atuendo se queda, señorita? —Se acercó la vendedora con cordialidad, haciendo pensar a Donna, hasta que una sonrisa cínica se pintó en su rostro.—¡Con los dos! —exclamó y de un brinco bajó de la plataforma en la que estaba, rodeada de espejos. Su poca habilidad con los tacones hizo que terminara cayendo al piso de rodillas, casi a mis pies.—¿Con los dos? —pregunté con media sonrisa en cuanto ella se levantó, intentando recuperar el equilibrio mientras sus tobillos se tambaleab
ELIOT MAGNANI—A mí no me andes viendo así, pedazo de estúpido, no soy yo la que está siendo perseguida por la policia —reclamó Donna furiosa, sacudiendo su mano lastimada por haberme pegado—. Soy reportera y, principalmente, soy inteligente. No sé por lo que estás pasando, pero puedo ser de gran ayuda si la recompensa es jugosa. »Hablemos, cuéntame tus problemas y te daré soluciones, si no te convence, bueno solo dame las gracias por haberte sacado de ahí y jamás nos volveremos a ver, pero si mis habilidades pueden serte útiles, espero comenzar una fructífera amistad contigo. —Su sonrisa la hacía parecer convencida de que yo la necesitaría. Acepté entrar a su auto y dio muchas vueltas para llegar por fin a la mansión de Zafrina. Al final me di cuenta de que tenía razón. Era lo suficientemente temeraria y cínica para hacer cosas, incluso ilegales, para mí y pintarlas como una mera investigación. Abrió la guantera de su auto y me ofreció un celular desechable, no pude evitar notar qu
DONNA CRUZ—Tienes que ser rápida, no podemos quedarnos mucho tiempo, ve pensando cómo harás para no dejar rastro —dijo Eliot mientras caminábamos hacia la mansión. Yo iba felizmente dando saltitos a su lado, como una pequeña niña, no lo podía evitar estaba emocionada por mi ropa nueva, pero también por la misión que tenía ante mí. Amaba esa descarga de adrenalina cuando hacía algo peligroso. —Tú preocúpate por lo que harás para mantener a esa mujer ocupada —contesté con una gran sonrisa. —No la cagues… —agregó antes de presionar el timbre, logrando que me indignara.—Tú no la vayas a cagar, «don perfecto» —refunfuñé.En cuanto la puerta se abrió ofrecí una gran sonrisa a la pelirroja, pero ella parecía pasmada de miedo, cuando volteé hacia Eliot entendí. La veía con tanta frialdad y furia contenida que parecía que en su mente ya la había matado un par de veces.—¿Qué quieren? —preguntó la mujer a la defensiva y Eliot sin esperar a ser invitado presionó la puerta y entró. —Con perm
DONNA CRUZCelia bajó la mirada hacia el cheque, no sonrió, su gesto era frío, sin sentimientos, pero sus ojos estaban cargados de realidad y determinación. Asintió y tragó saliva antes de mostrar una sonrisa forzada.—Señor Magnani, ¿gusta un café o un té? Podemos ir a la cocina —contestó con un tono dócil y noté que las lágrimas se asomaban por el borde de sus párpados, pero no supe si eran de alegría o frustración. Lo que importaba era que había tomado una decisión y eso complació a Eliot, quien me echó una mirada antes de soltar el cheque.—Haz lo tuyo —agregó antes de seguir a Celia, la cual se comportó como si yo no existiera.
DONNA CRUZAsentí y por primera vez pude notar el dolor en el rostro de Eliot. Le estaba costando mantener la boca cerrada y lidiar con la desconfianza de la mujer que parece haber olvidado sus esfuerzos por demostrarle que la amaba. ¿Qué tan fácil es perder la fe en alguien? Después de todo lo vivido y de conocer hasta la fibra más profunda de su ser, ¿puedes darle la espalda sin pruebas firmes? Porque hay que ser sinceros, nuestra relación es meramente profesional, no hay abrazos, besos ni coqueteos, tal vez golpes y violencia de mi parte, pero dudo que eso haga un amante.Entonces… ¿Qué queda?Si no hay besos, si no hay abrazos, si no hay intimidad, si lo único que él quiere es un voto de confianza bajo la promesa de que una vez que esto s
CRISTINE FERRERASentada frente al fuego de la chimenea levanté mi copa media llena, ya no sabía cuántas llevaba mientras que el festín que había preparado se enfriaba en la mesa. Intenté sonreír con los ojos llenos de lágrimas y un maldito nudo en la garganta que me asfixiaba y que solo con el alcohol lograba pasar ese trago amargo de mi aniversario. Ni siquiera sabía por qué había preparado la cena si, como el año pasado, comería sola. Me casé joven y llena de ilusión, con un hombre atractivo que me llevaba unos cuantos años de más, pero que… creí que… ya sabes, me amaría cuando me conociera. Era una buena chica, detallista, dulce… me esforzaba por hacer hasta el mínimo esfuerzo para ganarme su corazón, ¡Dios sabe cuánto luché por… solo una sonrisa!, pero nada de lo que hacía era suficientemente bueno. Siempre en esta fecha recordaba lo primero que le dije a mi esposo cuando entramos a esta casa, que sería nuestro hogar. Aún llevaba mi vestido de novia y él no dudó en dirigirse a
CRISTINE FERRERACuando el llanto de mis angelitos por fin cesó, tomé mi computadora portátil y la abrí sobre mis piernas mientras que con un pie seguía meciendo la cuna para que el sueño de mis bebés no fuera perturbado o interrumpido. Comencé a teclear con habilidad; no solo quería el divorcio, necesitaba que Eliot firmara un acuerdo donde me cedía la custodia total de los niños. No me importaba si no recibía ni un solo centavo, incluso estaba dispuesta a renunciar a cualquier beneficio que la separación me pudiera ofrecer. ¡No quería absolutamente nada de él! ¡Podía quedarse con su dinero, con su enorme casa y todas las comodidades! ¡Lo único que necesitaba era poner fin a este calvario y llevarme a mis bebés lejos de él! Dudaba mucho que quisiera quedárselos, era un horrible padre, ¿qué haría con tres niños? ¿Cómo podría cuidar de ellos y cubrir todas sus necesidades si solo tenía tiempo para trabajar e ignorarnos?Estaba dispuesta a llevar los papeles al día siguiente a primera