ELIOT MAGNANI—¿Y bien? ¿Qué te parece? —preguntó Donna luciendo un atuendo más elegante y jovial, aunque parecía bastante incómoda. Un suéter de cuello de tortuga color vino, unos pantalones de vestir negros y unos botines, en verdad la hacía ver diferente. Un poco de maquillaje y podría encajar en muchos lugares que suelo frecuentar—. ¿Me recuerdas por qué me estás comprando esto?—No quiero que la señora Celia D’Marco piense que la estoy visitando con una pordiosera —respondí torciendo los ojos. —¿Con cuál atuendo se queda, señorita? —Se acercó la vendedora con cordialidad, haciendo pensar a Donna, hasta que una sonrisa cínica se pintó en su rostro.—¡Con los dos! —exclamó y de un brinco bajó de la plataforma en la que estaba, rodeada de espejos. Su poca habilidad con los tacones hizo que terminara cayendo al piso de rodillas, casi a mis pies.—¿Con los dos? —pregunté con media sonrisa en cuanto ella se levantó, intentando recuperar el equilibrio mientras sus tobillos se tambaleab
ELIOT MAGNANI—A mí no me andes viendo así, pedazo de estúpido, no soy yo la que está siendo perseguida por la policia —reclamó Donna furiosa, sacudiendo su mano lastimada por haberme pegado—. Soy reportera y, principalmente, soy inteligente. No sé por lo que estás pasando, pero puedo ser de gran ayuda si la recompensa es jugosa. »Hablemos, cuéntame tus problemas y te daré soluciones, si no te convence, bueno solo dame las gracias por haberte sacado de ahí y jamás nos volveremos a ver, pero si mis habilidades pueden serte útiles, espero comenzar una fructífera amistad contigo. —Su sonrisa la hacía parecer convencida de que yo la necesitaría. Acepté entrar a su auto y dio muchas vueltas para llegar por fin a la mansión de Zafrina. Al final me di cuenta de que tenía razón. Era lo suficientemente temeraria y cínica para hacer cosas, incluso ilegales, para mí y pintarlas como una mera investigación. Abrió la guantera de su auto y me ofreció un celular desechable, no pude evitar notar qu
DONNA CRUZ—Tienes que ser rápida, no podemos quedarnos mucho tiempo, ve pensando cómo harás para no dejar rastro —dijo Eliot mientras caminábamos hacia la mansión. Yo iba felizmente dando saltitos a su lado, como una pequeña niña, no lo podía evitar estaba emocionada por mi ropa nueva, pero también por la misión que tenía ante mí. Amaba esa descarga de adrenalina cuando hacía algo peligroso. —Tú preocúpate por lo que harás para mantener a esa mujer ocupada —contesté con una gran sonrisa. —No la cagues… —agregó antes de presionar el timbre, logrando que me indignara.—Tú no la vayas a cagar, «don perfecto» —refunfuñé.En cuanto la puerta se abrió ofrecí una gran sonrisa a la pelirroja, pero ella parecía pasmada de miedo, cuando volteé hacia Eliot entendí. La veía con tanta frialdad y furia contenida que parecía que en su mente ya la había matado un par de veces.—¿Qué quieren? —preguntó la mujer a la defensiva y Eliot sin esperar a ser invitado presionó la puerta y entró. —Con perm
DONNA CRUZCelia bajó la mirada hacia el cheque, no sonrió, su gesto era frío, sin sentimientos, pero sus ojos estaban cargados de realidad y determinación. Asintió y tragó saliva antes de mostrar una sonrisa forzada.—Señor Magnani, ¿gusta un café o un té? Podemos ir a la cocina —contestó con un tono dócil y noté que las lágrimas se asomaban por el borde de sus párpados, pero no supe si eran de alegría o frustración. Lo que importaba era que había tomado una decisión y eso complació a Eliot, quien me echó una mirada antes de soltar el cheque.—Haz lo tuyo —agregó antes de seguir a Celia, la cual se comportó como si yo no existiera.
DONNA CRUZAsentí y por primera vez pude notar el dolor en el rostro de Eliot. Le estaba costando mantener la boca cerrada y lidiar con la desconfianza de la mujer que parece haber olvidado sus esfuerzos por demostrarle que la amaba. ¿Qué tan fácil es perder la fe en alguien? Después de todo lo vivido y de conocer hasta la fibra más profunda de su ser, ¿puedes darle la espalda sin pruebas firmes? Porque hay que ser sinceros, nuestra relación es meramente profesional, no hay abrazos, besos ni coqueteos, tal vez golpes y violencia de mi parte, pero dudo que eso haga un amante.Entonces… ¿Qué queda?Si no hay besos, si no hay abrazos, si no hay intimidad, si lo único que él quiere es un voto de confianza bajo la promesa de que una vez que esto s
ELIOT MAGNANI—Quiero que investigues a los padres de Berenice, que encuentres cada detalle vergonzoso. Sé que ese hombre fue infiel, incluso tal vez lo siga siendo. Quiero destrozarlos públicamente —dije con los ojos llenos de determinación y no pude evitar sonreír.—Bien, ¿qué te parece si lo que obtenga lo distribuyo entre las mejores revistas de chismes? El mundo sabrá lo hijos de puta que son. Tendrán otro asunto del cual preocuparse a parte de querer recuperar a su hija —contestó Donna guiñándome el ojo. —Destrózalos —pedí sabiendo de lo que era capaz y asintió antes de bajar del auto—. ¡Y saca tu maldita ropa de mi auto! —grité antes de que cerrara la puerta, entonces el maletero se abrió y la vi de reojo sacando cada una de sus bolsas, antes de que el auto comenzara a andar y ella se perdiera de mi vista, agitando su mano en el aire, despidiéndose como una niña pequeña.Llegué a la mansión de Zafrina y me sentía ajeno. La culpabilidad me embargaba. Me dolía no poder decirles
ELIOT MAGNANI—Tómalo con calma, recuerda que estás embarazada y no puedes deprimirte o alterarte, eso le perjudicaría a mi sobrino. —Sloane asintió con energía, haciendo que las lágrimas por fin se soltaran de sus pestañas. —Yo… haré lo necesario, no te preocupes, seré prudente, pero también entiendo que estamos contra reloj. —Sorbió por la nariz antes de abrazar el diario contra su pecho—. ¿Podrías darme un momento a solas? Necesito privacidad para comenzar con esto. Asentí antes de dar media vuelta y salir de su habitación, justo en la puerta me detuve y volteé hacia ella, quien pareció leer mi mente.—No te preocupes, guardaré el secreto, o por lo menos lo poco que has podido compartir conmigo —aseguró mientras me ofrecía una sonrisa desanimada. Asentí con la cabeza antes de por fin abandonar la habitación y darle la privacidad que necesitaba. En cuanto llegué a la sala, decidí que no quería permanecer ni un momento más en esa casa. Había algo que cambió, estaba incómodo, no qu
CRISTINE FERRERA—¿Qué hago? —pregunté cubriéndome el rostro con ambas manos mientras apoyaba los codos en la mesa—. ¿Cómo confiar en él? No puedo. Solo ve las fotos. —Cristine… Abre bien los ojos antes de tomar una decisión, tómala con seguridad, y una vez que lo hagas, ciérralos, porque habrá consecuencias y en ambos casos, serán dolorosas. —Berenice me estrechó intentando mitigar un poco el dolor que sus palabras me habían causado. Solo entonces pude romper en llanto, escondiendo mi rostro en su hombro y aferrándome a sus ropas con ambas manos, como si fuera un salvavidas y yo me estuviera ahogando en medio del mar.Tomadas de la mano salimos de la cafetería y llegamos al auto donde Zafrina ya nos esperaba, de brazos cruzados y con el rostro cargado de preocupación. Cada segundo en silencio se encajaba en mi piel y la agonía de pensar en enfrentar a Eliot me estaba matando. Quería llorar, quería desmoronarme, pero apreté los labios y dejé que las lágrimas cayeran por mis mejillas