El aire se sentía denso en el Templo de los Dioses, donde Elysia caminaba con paso firme y decidido, como si el peso del dolor ya no fuera suficiente para detenerla. Sus pasos resonaban en el mármol blanco, y aunque los ecos de su andar parecían melodías de antaño, el sonido de aquel caminar no era el mismo. Ya no era una diosa enamorada; ahora era una diosa con un propósito mucho más oscuro.
Los demás dioses, inmortales y plácidos en sus tronos etéreos, la observaban con curiosidad. Nadie se atrevía a acercarse, pues el brillo en sus ojos reflejaba una furia tan intensa que hasta los más poderosos sabían que no era un momento para interferir. Elysia había sido la diosa del amor, sí, pero algo había cambiado en ella. La dulzura que alguna vez había invadido su ser se había transformado en un remolino de sombras, una fuerza que emanaba con cada movimiento que hacía. En el centro del gran salón del templo, bajo la mirada implacable de Zeus y Hera, Elysia se detuvo. No le importaba su presencia. No le importaba el juicio de los dioses ni las voces que murmullaban sobre su caída. Su corazón, antes lleno de bondad y deseo, ahora solo albergaba una necesidad: encontrar a Arion, enfrentarlo, y finalmente destruir todo lo que él había construido sobre las ruinas de su amor. “Elysia”, dijo la voz grave de Zeus, quien observaba a la diosa con una mezcla de inquietud y curiosidad, y cierto temor apareció en sus ojos celestes “¿A qué has venido a nuestro templo, diosa del amor? No es común ver a alguien de tu estirpe tan… transformada.” Ella levantó la cabeza, dejando que su mirada desafiante se encontrara con la suya. No había miedo en sus ojos, solo un ardor creciente que amenazaba con consumirlo todo. “No vengo a pedir perdón, ni a buscar comprensión”, respondió con voz baja pero decidida. “Vengo a ser la verduga del traidor” La palabra resonó como un trueno en el aire, y por un momento, todo en el salón se quedó en silencio. Incluso los dioses más impasibles parecían sorprendidos y temerosos. Elysa no lo analizó estaba sumida en sus sentimientos pero los Dioses estaban realmente preocupados por la transformación que estaba aconteciendo ante ellos. “Verduga…” repitió Hera, con una sonrisa irónica en sus labios. “Parece que la diosa del amor ahora ha sido reemplazada por la diosa de la venganza. ¿Es este el legado que quieres dejar?” Elysia no respondió de inmediato, pero su mirada ardía como el fuego más puro. Su amor por Arion había sido puro, sí, pero la traición que él le había infligido solo la había llevado a descubrir una faceta de sí misma que nunca había conocido: la diosa de la justicia y la ira, la diosa que no temía destruir lo que fuera necesario para recuperar lo que le pertenecía. “El amor me ha hecho débil”, dijo, su voz ahora llena de una emoción sombría. “Pero la traición me ha hecho más fuerte que nunca.” Zeus la observó un momento, sabiendo que no podría detenerla. Sabía que, aunque los dioses tenían el poder de desatar tormentas o fundir el cielo con su furia, Elysia no era una simple diosa. y el conocía o temía la respuesta. Había sido la diosa que, durante milenios, había enseñado a los mortales sobre el amor eterno, el sacrificio y la pasión. Ahora, estaba dispuesta a enseñarles una lección diferente, una que ninguno de ellos podría olvidar. “Entonces, ¿qué quieres, Elysia?” preguntó Zeus finalmente. “¿Acaso deseas que te ayudemos a destruirlo?” La diosa lo miró fijamente, sus ojos fijos en el horizonte lejano donde Arion, sin saberlo, continuaba su reinado en el campo de batalla. Él, que había confiado en su fuerza, ahora sería su perdición. “No necesito su ayuda”, dijo con determinación. “Solo necesito mi poder. Y ustedes, si tan solo me permiten usarlo, no tendrán más que presenciar cómo la justicia divina se cumple.” Los dioses se miraron entre sí, intercambiando miradas que eran una mezcla de miedo y curiosidad. Pero no se atrevieron a intervenir. Sabían que, en ese momento, Elysia no era solo una diosa traicionada. Era una tormenta a punto de desatarse, y nadie, ni siquiera ellos, podía prever las consecuencias de su furia. Mientras Elysia caminaba hacia el portal que la conduciría de regreso al mundo mortal, la presión de la venganza parecía latir en su pecho. Su corazón palpitaba al ritmo de la furia que la embargaba, pero también al ritmo de una nueva forma de amor: un amor propio y desbordante que la impulsaba a reconstruir lo que había sido destruido. Ya no sería la diosa que una vez amó a Arion sin cuestionar. Ahora, sería la diosa que lo enfrentaría en su propio terreno, sin temor, sin remordimientos. Cuando cruzó el umbral del templo y dejó atrás la mirada de los dioses, un profundo resplandor la envolvió. Las sombras y la luz se entrelazaban en su ser, y ella lo sentía: el poder en su interior se incrementaba a cada segundo, transformándola en algo nuevo, algo que Arion jamás había esperado. y no esperó la respuesta de Zeus, ella actuaría. El destino se había torcido, y ella, la diosa traicionada, era la que ahora tenía el control. La venganza, el amor y la justicia danzaban en su interior como una tormenta imparable. Y nada, ni siquiera el amor perdido, la detendría ahora.El viento nocturno cortaba como cuchillos a través de los árboles, mientras Elysia se acercaba al reino mortal. Había dejado atrás el brillo dorado de los templos divinos, el confort celestial y la quietud de los cielos, adentrándose en un mundo que, aunque ya conocía bien, le parecía extraño ahora. Ya no era la diosa que caminaba entre los humanos, bendiciendo sus amores y sus pasiones. Era una mujer rota, que buscaba un propósito más allá de lo que su corazón había conocido.La luna llena bañaba el sendero, mientras ella avanzaba por la senda empedrada que conducía hacia el pueblo donde Arion, ahora más poderoso que nunca, había construido su reino. Al principio, su amor por él había sido pura admiración. Su destreza en el combate, su carisma, su presencia. Todo eso la había cautivado, había olvidado lo que significaba ser independiente, lo que significaba ser una diosa por derecho propio.De autoconvenció de la irrelevancia de su propio poder milenario. Arion le había ofrecido todo
Elysia se mantenía erguida, su poder envolviendo la fortaleza como una tormenta a punto de desatarse. En el Olimpo Zeus lo notó, empezó a abrumarse, el poder se estaba activando y él no podía permitirlo, llamó a Hera, tenían que pensar y rápido antes de que se saliera de control. El viento electrizante la rodeaba, a su alrededor crecía con furia, sus ojos centelleaban con una luz violenta, sus ojos antes violeta, ahora se empezaron a oscurecer y el aire mismo parecía temblar. Sin embargo, algo en su interior comenzaba a retumbar. Algo que no podía entender, un eco lejano que atravesaba la niebla de su furia. Las palabras de Arion, su traición, su indiferencia, habían encendido una llama, pero ahora, al concentrarse en la intensidad de su poder, algo más despertaba. Un vacío en su mente, como un pedazo de su historia que nunca había sido completado. Algo que la había seguido, acechando, pero que nunca había tenido la oportunidad de recordar. “¿Lo sientes, Elysia?” murmuró la v
Su mente, aún agitada por el despertar de los recuerdos, luchaba por comprender todo lo que acababa de descubrir. El poder, el linaje, la herencia de los titanes… todo lo que alguna vez le había sido arrebatado estaba regresando, como un río desbordado que no podía detenerse. Pero había algo más, algo que persistía en las sombras de su mente. Una sensación extraña, como si hubiera algo —alguien— que debería recordar, pero que seguía fuera de su alcance. Un vacío, una pieza que faltaba en su memoria.Sin embargo, antes de que pudiera reflexionar más, una presencia se materializó a su lado. Hera, la diosa reina, apareció como un susurro entre las sombras, su expresión fría y calculadora.“Elysia,” dijo, su voz suave pero cargada de advertencia. “No te acerques a esa idea. No es lo que piensas, deja encerrado el recuerdo, es por el bien de todos”Elysia la miró con furia, el poder aún palpitando en su cuerpo, luchando por liberarse. “¿Qué quieres decir con eso? Hay algo allí, algo que me
Mientras Elysia se desvanecía en un sueño profundo, el vacío de la prisión resonó en su mente. En la oscuridad, Arius, el ser que había guardado su sacrificio en silencio, empezó a sentir cómo las cadenas que lo mantenían cautivo comenzaban a ceder a su voluntad. Había esperado este momento, había esperado su despertar. Pero eso solo implicaría que la habían traicionado.Porque la profecía no estaba equivocada. La última titán, la diosa olvidada, reclamaría su destino, y con ella, él sería liberado.Y cuando se liberaran, el Olimpo caería.El sonido del viento soplaba con fuerza dentro de la celda oscura, como un susurro lejano, mientras Elysia yacía inconsciente, pero en lo más recóndito de su mente, algo comenzaba a despertar. Una presencia que siempre había estado allí, aguardando, como una sombra en los rincones más oscuros de su alma. Arius.Elysia soñaba con él, su imagen surgiendo a través de los recuerdos fragmentados, de momentos que nunca había olvidado por completo, aunque
El viento gélido soplaba con fuerza en la vastedad del Olimpo, como si la propia naturaleza estuviera testificando ante el destino que se tejía entre los dioses y sus traiciones. La verdad había comenzado a desvelarse lentamente. Entre la oscuridad de su alma la revelación la golpeó y cada pieza del rompecabezas encajaba, y con cada nueva comprensión, su corazón se retorcía. La gran mentira había sido urdida por los dioses mismos, y no sólo por Zeus, sino también por Arion, el Dios de la guerra, quien había jugado un papel central en el engaño que la había mantenido cautiva por siglos. Todo había comenzado hace más de quinientos años, cuando Arion, bajo las instrucciones y manipulaciones de Zeus y Hera, había comenzado su misión: hacer que Elysia se enamorara de él. En ese momento, Elysia aún no entendía completamente su naturaleza, ni la magnitud de su poder. Era una diosa joven, llena de vida, pero aún atrapada entre la fragilidad de su corazón y la creciente distancia de su propó
Había preguntado una vez más, con esperanza, a las Moiras, las tejedoras del destino. Sabía que ellas, con su naturaleza inflexible, no podían mentir. Las Moiras, las tres hermanas que gobernaban los hilos de la vida, podrían decir la verdad de una manera tan críptica que a menudo era como si ofrecieran una llave para abrir la mente, sin embargo, nunca la daban directamente. Y Elysia estaba dispuesta a enfrentarse a la verdad, sin importar cuán desgarradora fuera.—¿Por qué no puedo concebir? —preguntó, con la voz rota, pero la determinación encendida en sus ojos.Las Moiras aparecieron, sus figuras envueltas en la niebla del tiempo, los hilos de destino en sus manos moviéndose como serpientes, trenzados con la eternidad. Clotho, la que hilaba la vida, la miró con sus ojos inquebrantables.“No es tu destino el de dar vida en su nombre, sino el de amar en su esencia.”“Solo tu verdadero amor podrá cruzar las barreras de la existencia.”Elysia frunció el ceño, intentando entender el sig
Capítulo 9: La Decisión FinalEl aire era denso y cargado de un poder silencioso mientras Elysia se acercaba a las cadenas que mantenían a Arius prisionero. El suelo temblaba bajo sus pies, como si la misma tierra respirara con la creciente tensión entre ellos. Ella había sentido su presencia en lo más profundo de su alma, una conexión que nunca había desaparecido, aunque había sido borrada de su memoria. Al mirarlo por fin, el tiempo parecía detenerse.Arius, quien había estado encerrado en la oscuridad durante siglos, levantó la cabeza, sus ojos, tan profundos como el vacío mismo, la miraban con una mezcla de desesperación y anhelo. Elysia dio un paso más, sin poder apartar la mirada, y al hacerlo, todos los recuerdos de esos quinientos años de soledad, anhelo, amor desmedido profundo y pasional se abalanzaron sobre ella con una intensidad que la dejó sin aliento.Sentía su dolor como propio. El amor que compartieron, los momentos perdidos en un tiempo que ni siquiera recordaba, se
La Tierra de los Titanes, un lugar donde los dioses no podían entrar, un refugio sagrado que existía fuera del alcance de la arrogancia y la manipulación del Olimpo. Arius se acercó a ella con una suavidad que no correspondía con el poder que emanaba de su ser. Su mirada estaba llena de determinación, pero también de algo más, algo más profundo que se reflejaba en la manera en que sus ojos se posaban sobre ella. Elysia podía sentir la electricidad en el aire, el crisol de emociones que los unía, el deseo de sanar lo roto entre ellos, y la promesa de que todo podría ser diferente en este lugar. "Piensa en el lago más cristalino que tu mente pueda crear," susurró Arius, su voz como un eco profundo que se coló en su conciencia, envolviéndola con una sensación cálida y reconfortante. "Piensa en la pureza del agua, en la serenidad del reflejo, y luego... prueba mi sangre." El corazón de Elysia dio un salto, pero antes de que pudiera decir algo, Arius alzó su brazo con suavidad. Un deste