ADIOS, ANGELINE BENUI

¿Por qué tenía hambre de estar a solas con ella, incluso entonces, cuando sabía que tenía que ser un miserable y hacer que ella lo apartara de su vida y de su corazón, por completo?

Una vez dentro del vestidor, la presionó contra la puerta, con su cara cerca de la de ella. Ella parecía invitar a besarla y a pesar de todo lo que le había dicho, se moría por hacerlo.

—No puedo verte más —anunció con voz grave.

—No tienes que amarme —susurró ella.

Luego pareció avergonzada.

Le estaba rompiendo el corazón. Ella creía que no la amaba. Ese era el plan, después de todo; pero tenía que hacerle saber lo maravillosa que era.

—No digas eso —replicó con dureza—. Cualquier hombre sería afortunado de tenerte y amarte.

—Pero tú no. —Su voz tembló, ligeramente.

¡Dios, aquello era una agonía! Había tenido casi la misma conversación con Eliza, pero por una razón muy diferente y con resultados opuestos.

Tenía que responderle.

—No. Yo no.

Angeline cerró los ojos, sus oscuros y brillantes ojos. Carl v
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