Angeline vio a Carl mucho antes de que él la viera. Con el sol primaveral calentándola por fuera, la visión de él la hizo calentarse por dentro. Estaba sentado con un chico en un banco fuera de la consulta del doctor y, para su sorpresa, le gritaba.
—Solo dame tu mano. —Alzó la voz. El chico, a quien Angeline reconoció como el hijo de Ely, Jack, se negó. —Esto no te dolerá, te lo aseguro. —Agarró su mano y el chico se la arrebató—. Es solo una maldita astilla —rugió Carl. Y esta vez tuvo éxito en asegurar su mano.—¡Mamá! —lloriqueó Jack.—¡Jesús! —exclamó él. Angeline se encontró corriendo hacia ellos. A ese ritmo, el pueblo lincharía a Carl antes de que acudieran a él para que los curara.—Jack, &iq—Te llevaré —ofreció con gentileza. —No. —Ella levantó la mano—. Iré sola. Necesitas estar aquí en caso de que vengan más pacientes, ¿verdad? —retrocedió, poniendo distancia entre los dos—. Hablaremos más tarde. Si ves a Selena… —Se detuvo y lo miró fijamente. Él sonrió a medias. —Le diré que estás aquí, para que pueda empezar a cocinar. —Casi tenía la puerta cerrada cuando le preguntó—: Angeline , ¿cuánto tiempo te vas a quedar? Ella dudó. —Un par de días, como mucho. —Por su reacción ante él, sabía que si su estancia fuera más larga nunca se marcharía. Incluso en ese momento, podía sentir lo doloroso que iba a ser.Después de que Angeline cerrara la puerta, Carl contó hasta cinco y luego gritó de alegría. Dios, había sido bueno, verla de nuevo. Mejor que bueno, había sido increíble. Se sintió instantáneamente vivo y feliz, despreocupado, y estaba a punto de empezar a cantar como un jilguero en la época de reproducción. La misma habitación y el mismo pueblo que había sido conf
—¿De verdad van a abrir una bodega?—Ese es su sueño, o al menos, es el de Egbert. Y Carling está muy feliz por compartirlo. Dondequiera que su hombre vaya, ella también va —bromeó, pero la sombra que cruzó el rostro de Carl le arrancó la sonrisa—. ¿Qué es lo que pasa? Sin pensarlo, extendió el brazo al otro lado de la mesa y le tocó la mano.Él saltó, pero no se apartó. En su lugar, miró hacia abajo, a su pálida mano sobre la suya más grande, y luego le acarició los nudillos con el pulgar, enviando escalofríos hasta su columna vertebral.Era demasiado fácil imaginarlo acariciando otras partes de su cuerpo. Demasiado fácil recordar que estaba en sus brazos, casi indefensa ante el placer que le daba. Lentamente, Angeline apartó su mano y la dejó sobre el regazo. No había respondido a su pregunta y parecía que no tenía intención de hacerlo.—Será mejor que te lleve a casa —dijo, poniéndose de pie bruscamente.—Angeline , ¿estás ahí? —La despertó una voz desde las escaleras. Al princi
Angeline usó la carreta de Selena para llegar a la finca de Lenoi a unos veinte minutos de la ciudad. Con el clima templado, podría haber caminado, pero habría sido un largo viaje y podría volver a casa después del atardecer. En cualquier caso, la historia de la serpiente de cascabel le había dado una pausa para caminar por las afueras de la ciudad, tal como era. Al señor Lenoi, padre, debía gustarle vivir aislado, pensó al ver que dejaba a un lado cualquier apariencia de camino. Todo el paisaje se extendía en un amplio espacio abierto, seguramente, por eso a Carl le encantaba cabalgar entre los pastos verdes que la rodeaban. El cielo era verde y, después del largo invierno, los prados se tornaban amarillentos en el horizonte. Había plantas rojas de matorral, aunque ella no tenía ni idea de lo que eran, y muchas flores blancas. Las colinas se extendían hasta las montañas más grandes en la distancia. El entorno era precioso y enorme, e hizo que Angeline quisiera correr hacia el telef
Angeline solo pudo pensar en la pobre y desafortunada señora Lenoi. La madre de Carl no había tenido lujos y, en ese momento, cayó en la cuenta de que la afortunada que Carl tomara por esposa, esperaría vivir allí. Excepto Eliza. Angeline no podía imaginar a la elegante rubia, bañándose en la cocina. Si se hubiera casado con ella, lo más probable es que hubieran vivido en la casa de los Prentice en la ciudad. Supo que ya no tenía más tiempo para hacer preguntas, porque él se quitó la camisa sucia más rápido de lo que ella tardó en parpadear. De repente, se encontró contemplando su estómago plano y ondulante. Una línea de vello oscuro se estrechaba hasta su... —¡Carl! —advirtió, pero él se desabrochó el cinturón y puso las manos en la bragueta de sus pantalones. Como ella se quedó allí de pie, mirándolo, se encogió de hombros y abrió un botón, luego otro, y Angeline empezó a ver más pelo oscuro. De hecho, ella pudo ver que no llevaba nada más debajo. Angeline huyó antes de que ex
—Tal vez podría enseñar piano aquí.—¿Dónde? —Resopló—. ¿En el viejo piano de Katy Sanborn? O, tal vez no viste el pequeño montante vertical en lo de Ada. La única vez que lo he escuchado, ha sido cuando un tipo bebe demasiado y apoya a Ada contra él. Su trasero toca dos octavas.Ella expresó su desaprobación. No se lo estaba poniendo fácil. —Podría hacer que me envíen mi propio piano desde Boston. Podría crear una escuela de música.Se giró sobre su costado y apoyó la cabeza en su brazo, mirándola directamente a ella. —Angeline , sé que intentarías hacer que funcionase. Pero, en caso de que no lo hayas notado, Spring City tiene un par de cientos de personas. Muchas para mantenerme ocupado, pero muy pocas que se interesen por las lecciones de piano, o que puedan permitírselo.—¿Mentiste para deshacerte de mí?Trazó un dedo sobre su mejilla y en su garganta, deteniéndose en el hueco entre sus pechos antes de volver a mirarla. —Sí. Pensé que si sabías cómo me sentía, sacrificarías tu
Carl regresó a casa muy despacio. No se atrevió a espolear a su caballo para que fuera a galope. No tenía ganas de disfrutar del paseo. Cuando Angeline se fuera mañana, el resto de su vida no tendría color. A pesar de lo que ella pensara, él no podía imaginar unirse a otra mujer, ni casarse solo para tener compañía.Aunque quisiera cuidar de otra, Angeline siempre estaría en su corazón, ocupando toda la habitación, siendo una comparación imposible para cualquier mujer. Él esperaba que fuera más fácil de reemplazar, por el bien de ella. Si no, sería como si ambos estuvieran condenados al infierno en la tierra.Su cara, tan dulce, tan desdichada, le rompió el corazón justo antes de cerrar la puerta. ¿Luchar por ella? ¡Al infierno! Estaba haciendo exactamente eso, luchando contra su yo más débil que quería mantenerla a su lado. Luchando para asegurarse de que un día no lo miraría con resentimiento, por arruinar la vida que podría haber tenido.No debería haberle hecho el amor. Debería ha
—No puedo renunciar a ti, pero tampoco puedo dejar que renuncies a tu sueño. Volveremos a San Francisco y te casarás conmigo.—¿Qué pasa con Doc? —preguntó, tirando la caja de su regazo, mientras se acercaba para abrazarlo.—Ya está casado y no me gusta.Ella se rio a carcajadas. Todo era divertido y se sentía feliz, quizás estaba soñando.—Pellízcame —pidió.Él no lo dudó.—Date la vuelta para que tenga acceso a tus mejillas rosadas.—Deja de bromear, Carl. No, nunca dejes de hacerlo —ordenó—. Pero, ¿qué pasará? ¿Qué pasa con el consultorio del doctor? ¿Qué pasa con el viaje que tanto desea Selena?—El doctor entrevistará a los doctores que Webster invitó y podrá elegir uno. Fin de la historia. Tenía en la cabeza que era yo o nadie, y que estaría defraudando a todo el pueblo de Spring, así como a Doc. Pero eso es ridículo. —Se detuvo mientras le acariciaba la mejilla, luego le sostuvo la barbilla y la miró a los ojos—. Me di cuenta de que la única persona a la que no debo defraudar e
1884, ColoradoKaty se encontraba sentada frente a su gran escritorio, que una vez fue el de su padre, rodeada de muchos de esos volúmenes, periódicos y un montón de papeles. Un descolorido globo terráqueo reposaba en una esquina en precario equilibrio, y una lámpara en la otra.Levantó los dedos del teclado de la máquina de escribir. El invento en sí tenía más de una década. Sin embargo, su máquina —la única compra extravagante que había efectuado ese año—, todavía estaba como nueva. Cualquier cosa que la apartara de su uso, le resultaba una gran molestia.Se puso en pie y se pasó un mechón de pelo detrás de la oreja con aire distraído, pero después cambió de idea y se recogió la melena en un moño sobre la nuca. No era perfecto, pero era mejor que ir a abrir la puerta con el cabel