HACIENDO AMOR DEL BUENO

Angeline solo pudo pensar en la pobre y desafortunada señora Lenoi. La madre de Carl no había tenido lujos y, en ese momento, cayó en la cuenta de que la afortunada que Carl tomara por esposa, esperaría vivir allí. Excepto Eliza. Angeline no podía imaginar a la elegante rubia, bañándose en la cocina. Si se hubiera casado con ella, lo más probable es que hubieran vivido en la casa de los Prentice en la ciudad.

Supo que ya no tenía más tiempo para hacer preguntas, porque él se quitó la camisa sucia más rápido de lo que ella tardó en parpadear. De repente, se encontró contemplando su estómago plano y ondulante. Una línea de vello oscuro se estrechaba hasta su...

—¡Carl! —advirtió, pero él se desabrochó el cinturón y puso las manos en la bragueta de sus pantalones.

Como ella se quedó allí de pie, mirándolo, se encogió de hombros y abrió un botón, luego otro, y Angeline empezó a ver más pelo oscuro. De hecho, ella pudo ver que no llevaba nada más debajo.

Angeline huyó antes de que ex
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