—¿Sus padres? —preguntó Bill.Ella asintió con la cabeza, pero no dijo nada.—Siento si nuestra llegada le ha removido en la memoria su muerte. Sé que entiende por lo que Lily y Thomas están pasando. Mejor de lo que yo podría hacerlo.Sus ojos eran brillantes y azules, y ella sabía que podían dedicarle la más gentil de las miradas tanto como la más mordaz. Unos ojos tan inteligentes que reflejaban su razonamiento de que, si podía comprender cómo se sentían los niños, ella más que nadie debería querer acogerlos, a menos que fuera una mujer fría y sin corazón.Sin embargo, su voz no sonó condenatoria. Katy respiró hondo para responderle.—Mis padres murieron de cólera cuando yo era joven.—Demasiado joven, quizá —declaró él.Ella se encogió de hombros.—Tenía catorce años. Y todavía me parece como si hubiera ocurrido ayer. Una epidemia de cólera arrasó Spring City con rapidez. Mis padres estaban en la ciudad cuando se impuso la cuarentena. Ya habían sido infectados por el agua del pozo
—Señor Brown, esto es intolerable. —Katy había esperado a que los niños salieran a explorar su nuevo entorno después del desayuno, pero no pudo contener su lengua por más tiempo—. ¡No puede aparecer sin avisar...!—Sí la avisé. —Él fue hacia el aparador para llenar su taza de café y se sentó junto a la mesa del comedor. Los restos de huevos, tocino y patatas empezaban a secarse en los platos.—De acuerdo —bufó Katy—. Usted me envió una carta para informarme de la decisión de mi prima y de que iban a venir. Pero creo que es una práctica extraña y poco ortodoxa que no me comunicara la cuestión de la tutela cuando redactó el testamento.Bill se encogió de hombros.— Angie Connors me aseguró que se lo había consultado, por eso mi carta pueda parecer
Katy se levantó temprano al día siguiente y se encerró en su estudio hasta casi el mediodía. —¡Aleluya! —exclamó, saltando de su escritorio después de guardar el manuscrito en un gran sobre marrón. Nunca se había sentido más aliviada de terminar un artículo. Ahora, podría manejar con más eficacia a Bill Brown. Pasó sus dedos por su largo cabello, se aseguró de que no tuviera ningún enredo, y lo enroscó con rapidez en su habitual y práctico recogido. Katy abandonó el estudio y salió de la casa. Una vez fuera, oyó las risas de Bill y los niños. Se detuvo en los escalones traseros al ver a Bill corriendo como alma que lleva el diablo para atrapar a Thomas, quien lo esquivaba con agilidad, hasta que al fin se metió entre las piernas de Bill. —Todavía te toca, tío Bill —gritó Lily. Katy vio a la niña en la rama inferior de su único manzano, que crecía cerca del pequeño prado. Alfred, el antiguo caballo de Katy, que estaba junto a la yegua alquilada de Bill, parecía mirar con cier
Esa tarde, Bill se ofreció a llevarla a la oficina de correos de la ciudad, la cual era solo un escritorio en la esquina de la tienda general. Su artículo saldría en el tren expreso. Mientras tanto, él podía atender su propio negocio gracias al sistema telegráfico de Spring City. Esto significaba, por supuesto, que se quedaría sola con Thomas y Lily. Para asombro de Katy, disfrutaba sentada con los niños mientras estos jugaban. Había juegos de fantasía, seguidos por el escondite, primero en la casa y luego fuera entre las flores silvestres y los pinos que crecían en abundancia en su propiedad. Lily dijo que era tan bonito como algunos de los Jardines Públicos de Boston donde su madre solía llevarla a jugar. Katy solo deseaba que el suyo volviera a estar como en los tiempos de su madre, con un jardín de flores cultivadas a cada lado de la puerta principal, un huerto en la parte trasera, y rosas rojas y amarillas trepando por toda la casa. Al final de la tarde, cuando Katy oyó que s
—¿Quién lo hubiera pensado? —dijo Bill lentamente, interrumpiendo sus palabras—. La testaruda e independiente Katy Lenoi es un alhelí.—¡Un alhelí! —dijo ella horrorizada. Gracias a Dios que los niños no sabían lo que eso significaba. Ella nunca lo habría expresado así.—¿Una violeta encogida, entonces? —sugirió él con los ojos brillantes.En realidad, era bastante tímida, y relacionarse con un grupo la hacía sentir un poco perdida. Todo lo que podía decir tan bien sobre el papel, nunca salía de su boca con la misma delicadeza y efecto.Katy suspiró. Esto se estaba complicando demasiado. Cuanto antes salieran de su casa los niños y su guapo abogado, mejor. De repente, Lily dio un grito cuando su cuchillo se deslizó sobre su dedo. Katy se levantó de su silla al instante, a
Katy se quedó despierta hasta bien entrada la noche. Se mortificaba a sí misma por lo boba que debió parecerle a Bill al susurrar «cama», justo cuando él dejó caer su mano del poste y se movió para dejarla pasar. Por supuesto, él no le había hecho ninguna insinuación.Ella se apresuró a darle las buenas noches y entró en la casa, pero lo oyó a través de la puerta con toda claridad: «Ya veremos, señora escritora, ya veremos».Katy sabía que él solo se había referido a los niños. Sin embargo, en sus entrañas, estaba segura de que ahora bailaban alrededor de otro tema y que él estaba tan afectado por ella como ella por él.Esa noche le resultaba mucho más difícil aceptar ser una virgen de veinticuatro años. Se sentía caliente e irritable al pensar en la cara de Bill,
Después de tomarse los refrescos, se encaminaron a la única tienda de ropa para hombres de la ciudad.Después de pasar por alto los guardapolvos, las camisas de franela y los vaqueros, llegaron a la sección más pequeña de la tienda, que contenía las camisas de algodón fino y los pantalones de lana de estambre, las levitas y los Hessians. Allí, para deleite de Lily, había una pequeña selección de corbatas de seda.—Dejaré esto a tu juicio, Lily. Yo no tengo ni idea —admitió Katy, que no quería que la culparan por lo que eligieran.«Cobarde», se dijo a sí misma, pero Bill Brown parecía ser un hombre exigente que preferiría ir desnudo antes que dejar que una mujer eligiera su ropa. Todavía se preguntaba por qué se había rendido tan rápido.Resultó que Lily ten&ia
¿Le apetece una copa y algo de conversación? Katy asintió sin decir palabra de forma instintiva. Bill abrió la puerta con su hombro, y ella pudo ver que llevaba dos vasos en una mano y una botella de brandy en la otra. ¿De dónde había salido eso? —¿Está segura de que no la estoy molestando? —Oh no —dijo Katy con rapidez—. No estaba trabajando. —Ella deseó de inmediato no haber dicho eso, ya que él se fijó en el comentario, como el abogado bien entrenado que era. —¿Por qué, señorita Lenoi? —Se sentó en la silla al otro lado de su escritorio y, después de intentar despejar un lugar en la pequeña mesa de Pembroke, al fin puso los vasos encima de la pila de libros más cercana. No la miró mientras servía, pero ella sabía que esperaba su respuesta. Para darse tiempo, se movió por el frente de su escritorio y se apoyó en él. —Naturalmente, los eventos de las últimas semanas han causado un poco de confusión en mi cabeza. —Sí, por supuesto. —Él le entregó un vaso—. Y supongo que cuanto