Artem contempló el bello rostro pálido de Alina Dixon. Francis llegó a ellos y se volcó a atender a su amiga.
—¿Alina?, ¿Alina responde?
—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó.
—Una mujer se presentó y…
Su móvil sonó y molesta contestó.
—¡Maldito, descarado! ¡Cómo pudiste hacerle eso el día de su cumpleaños!
Artem no entendía nada, solo miraba a la bella mujer que yacía pálida e inconsciente en el mueble y escuchaba los reclamos de su colega.
—¡Miserable! No pudiste hacerlo tú y enviaste a tu amante a hacer tu trabajo, ¡poco hombre!
Cerraba molesta la llamada y veía a su amiga volver en sí, mirando al frente con terror.
—Calma, amiga, calma.
Miró a Francis y le dijo impactada.
—Él me engañó. Me engañó —se agarró de su blusa—. Mi marido me engañó.
Artem se apartó para preguntarle interesado a su secretario.
—¿Quién es ella, Carl?
Carl revisó su tableta y le señaló.
—Es la presentadora estrella del programa de mujeres, Alina Dixon.
Él la miró abrazada a su amiga, llorando desgarradoramente. Se acercó y entonces le preguntó.
—¿Se encuentra bien?
Alina alzó su mirada, sus ojos llenos de lágrimas conmovieron al hombre. Él preguntó con insistencia.
—¿Necesita ayuda?
—Solo quiero respuestas, ¿por qué me hizo esto a mí? Yo lo amaba mucho.
Artem asintió, entendía esa situación perfectamente, lo había vivido tiempo atrás con su amada esposa, la cual no lo amaba a él, más bien ambicionaba la vida de lujos que él podía darle. Sabía lo doloroso que podía ser una traición, y ahora no esperó ver ese caso tan cerca nuevamente y de la mano de una bella mujer.
**
Luke no esperó esa revelación en ese momento, llamó a Madison que no le respondió. Claro, la muy tonta tiraba la piedra y escondía la mano.
—¡Rayos! —gritó de la impotencia.
Tiró su teléfono contra el piso de mármol; este se hizo pedazos como su matrimonio.
Ahora tenía que enfrentar todo ese asunto bochornoso. Tuvo que ir a la cadena televisiva para hablar con su esposa sobre su amante, ni más faltaba.
Cuando llegó, Francis lo atajó.
—Canalla, crápula, en verdad te pasaste. ¿No pudiste ponerle un freno a esa estúpida, chica?
—Calma, Francis, ya tengo suficiente con lo que me espera allá dentro.
—La engañaste con una jovencita, eres de lo peor.
—Una jovencita que tú me presentaste —dijo entre dientes.
—Sí, pero para que te distraigas, no para que le hagas un hijo, idiota.
Parecía que todos querían tirar la piedra estando llenos de pecados.
—También lo hice contigo, así que no te la des de santa —vio su enfado y preguntó—. ¿Cómo está ella?
—¿Cómo crees? Tiene una crisis de llanto, nunca se lo esperó. En el día de su cumpleaños, esto es terrible.
Cuando llegó, vio a dos hombres en la entrada de la puerta: el uno vestía como todo un señor y el otro más joven vestía bien, pero sin tanta pompa.
Francis lo presentó.
—Luke, él es el señor Nader, dueño de la cadena televisiva.
Le tendió la mano y Artem no se la dio, no quería ese tipo de contactos. Luke hizo una mueca y entró en la oficina. Alina estaba llorando y cuando lo vio, esperó de todo menos su mirada dolida y de reproche. Ante esto solo pudo añadir.
—Alina, lo siento, iba a hablar contigo sobre ese tema.
Alina se levantó y le plantó tal cachetada que lo hizo tambalear.
—¡Me engañaste!
Luke se cogió el rostro y le respondió.
—Alina, lo siento, son cosas que suceden.
—¡Vas a tener un hijo con otra mujer!, ¿nos ibas a dejar?
Luke se sobó la mejilla, no podía refutar nada, todo era su culpa.
—Iba a decirte para terminar.
O sea, la que se iba a ir de su vida era, ella, increíble. Alina dolida le preguntó.
—Puedo preguntarte. ¿Cuándo dejaste de amarme?
Al menos le debía eso y Luke respondió.
—No creo que no te ame, eres la madre de mi hijo, vivimos tantas cosas juntos, pero… ya no siento esa pasión y ese deseo por ti.
¡Cómo podía decirle eso en su cara! Se jalaba el cabello impotente, deseaba golpearlo con fuerza y solo pudo preguntar con voz ahogada.
—¿Y por ella sí?
—Madison es diferente.
—Es una zorra que quita maridos.
Luke le dijo entonces.
—No lo hagas más complicado, no deseaba que esto sucediera en este día, pero todo se salió de control.
Entonces la dolida le indicó.
—Ni siquiera te acordaste de mi cumpleaños, ¿verdad?
Su silencio le respondió y ella dolida le señaló.
—Entiendo, no digas más. Espero que no te arrepientas de nada, porque yo ya estoy arrepentida de todo contigo.
Silencio, ese molesto silencio que había siempre en ellos desde hacía varios años y eso fue mermando la relación. Su amado esposo, su mundo, su compañero, la estaba dejando el día de su cumpleaños. Francis lo vio salir en silencio y demasiado serio, muchos lo miraban con reproche. Entró corriendo.
—Alina, amiga, ¿estás bien?
—Va a tener un hijo con otra mujer —agarró a su amiga—, me va a dejar por otra mujer.
No podía asimilarlo, era demasiado duro, su corazón ardía por un dolor profundo, veía todo oscuro, se tocó el pecho y comenzó a sentir que el aire le faltaba y Francis gritó pidiendo ayuda.
Lo que supo después es que era conducida en el auto de Francis hacia casa, solo podía sollozar hecha un ovillo en el asiento contiguo.
—Espero que le quites una buena tajada a ese miserable, tengo un amigo abogado que lo desplumará bien desplumado.
Ella solo pensaba en qué momento se había acabado el amor y la consideración, el respeto hacia lo sagrado, y lloró con más ganas.
—Amiga, todo va a salir bien.
Eso no la consolaba, solo quería dormir y despertar años atrás cuando todo era perfecto entre ellos. Llegaron a la bella casa y desde la entrada los recuerdos emergían.
—Aquí lavaba su auto sin camisa. Odiaba que se exhibiera. Le llevaba su camisa para que se la pusiera.
Vio la entrada y señaló.
—Elegimos la puerta juntos.
Francis la escuchaba tan abatida.
—Cambiamos los muebles hace poco. Él no quería dejar su sofá preferido y yo le compré uno mejor.
—Calma, Alina, debemos de serenarnos.
—No puedo creerlo. Mi marido, mi esposo, me dejó. Me dejó el día de mi cumpleaños.
Adler salió a saludar a su madre y se detuvo al verla en tan mal estado.
—¿Qué pasó?
Al ver a su madre tan derrotada y con visibles muestras de llanto, se acercó a ella.
—¿Qué pasó?
Francis le indicó entonces.
—Querido, tu madre necesita descansar ahora.
No entendió nada, su madre solo sollozaba y gemía de dolor. La abrazó con fuerza y la ayudó a llevar a su habitación. Fue Francis, la que le explicó la situación.
—Adler, tienes que ser fuerte, tu padre se separó de tu madre.
Adler la miró con horror y ella lo puso al tanto de lo pasado.
—Nos tomó por sorpresa todo esto, esa mujer se portó altanera y cruel.
—¡Mi padre hizo eso!
—Calma, Adler, ahora tu madre está devastada.
—¡Se volvió loco!
—Parece que sí.
—¿Un hijo con esa mujer?
—Así parece.
—Él me lo tiene que explicar —tomó su móvil, timbró varias veces y cuando escuchó la voz de su padre—, padre, ¿qué m****a te pasa? No, no quiero verte, peor hablarte. Lo que nos hiciste no te lo perdonaré nunca.
Cerró molesto la comunicación y pensó en el infierno que su madre debía estar pasando en esos momentos.
Adler se perfiló en la entrada de la habitación de sus padres, escuchando el sollozo de su madre.
—Mamá, lo sé todo, ¿cómo pudo hacernos esto?
—Hijo —se abrazó a él—, lo siento tanto.
—Tranquila, no te dejaré sola, mamá, ese malvado de mi padre no lo quiero ni ver.
Ella no deseaba que él perdiera a su padre y le dijo con dolor.
—Hijo, a pesar de todo, es tu padre.
—Ya no más —besó a su madre en la mejilla —, no quiero que llores, no lo vale.
Lo cierto es que la transición de ser esposa a mujer divorciada recién comenzaba para ella.
**
Artem recordaba el rostro bello de Alina Dixon; su dolor era devastador.
—Es una bella mujer, no entiendo.
—¿Qué no entiende, señor?
—¡Cómo un hombre puede dejar a una bella mujer como ella!
Carl no tenía esa respuesta, tan solo pensó que fue un evento muy bochornoso de ver.
—Carl, envía rosas a la señora Dixon, no pongas tarjeta, solo envía las rosas.
Al menos pensaba que un detalle podía paliar un poco su dolor.
**
Madison esperaba a Luke en el departamento que tenían en una zona exclusiva y cuando lo vio llegar con su cara de pocos amigos, le advirtió.
—Ni me grites, le harías daño al bebe y el doctor dijo que no puedo tener emociones fuertes.
Luke vio su descaro. Es que ella era tan impulsiva y le preguntó.
—¿Pero si te permite causar emociones fuertes?
—Lo hice por los dos. Tú nunca te hubieras atrevido.
Entonces comentó con dolor.
—Hoy era su cumpleaños.
Ella, casi con burla, le respondió.
—Vaya sorpresa que se llevó. Lo cierto es que se ve más joven de cerca de lo que decías.
Luke no entendió su comentario y ella le explicó.
—Se veía más atractiva para tener treinta y tantos, debe ser el maquillaje —le dio un vaso de whisky—. Ahora eres libre, celebremos, amor.
Era libre y a qué costo: su hijo lo odiaba, su mujer podía espetar una infidelidad de su parte y eso mermaría su patrimonio, pero su tonta amante no entendía nada de eso y ese era el inicio de su periplo.
Luke estaba sentado en la sala del departamento pensando en cómo lograría revertir todo lo pasado. De cuando en cuando soltaba pensamientos en voz alta.—Ella me va a exprimir y tiene pruebas para ello.Madison sabía que él tenía mucho dinero, solo deseaba tener un poco de ese dinero para ella y su bebe. Se acercó a él y le dio un beso en la boca.—Yo no estoy por tu dinero. Te amo y solo deseo que mi hijo nazca en bendición.Su hijo, ahora iba a tener otro hijo. Un descuido imperdonable para un hombre como él, pero ¿qué podía hacer, ya el daño estaba hecho, su matrimonio en la ruina?—Debo de ir a casa a hablar con ellos.—Querido, esta es tu casa —le señaló su vientre—. Tu hijo y yo somos todo lo que tienes.Entonces Luke con tono déspota, le dijo a su amante.—También tengo un hijo, ¿recuerdas?—Y ese hijo te mandó al carajo y con justa razón.No podía creer que ella hablase con tanta frialdad de su familia.—Hablaré con mi abogado, a ver si puedo salvar algo de mi patrimonio.Ella
Artem recibió esa mañana una llamada de su exesposa, literalmente le había gritado que su hija estaba fuera de control y que se fue de casa y no sabía de su paradero.Debra, así se llamaba la joven, siempre tuvo una personalidad compleja y explosiva. En ese momento, se estacionó frente a él un descapotable rosa chillón. Su hija llegó con su aire autosuficiente.—¡Qué hubo, Carl!—Señorita Nader.—Oh, dime Debra —le guiñó el ojo—, papá.Le dio un beso en la mejilla y él admiró a su preciosa hija de cabello rosa. Sí, usaba ese rosa pálida muy llamativa. Por cierto, la joven miró a todos lados y le preguntó.—¿Este es tu nuevo juguete?Observó ella mirando en torno con curiosidad.—Sí, lo acabo de comprar.—Vaya, ya sé de dónde saco la manía de comprar a lo grande —sonrió.—Yo compro activos para trabajarlos, no como entretención —admiró a su hija—, ¿sucede algo?El rostro de la joven se iluminó y entonces le anunció.—Te vine a dar una gran noticia.Artem no creía en las buenas noticias
IntroducciónTodo era perfecto, podía sentir la suavidad de la seda debajo de su piel, el puesto de Luke estaba tibio, su perfume a pinos de otoño perduraba, pasaba su mano con adoración. Su esposo lo era todo para ella.Escuchó la puerta abrirse y Luke entró sosteniendo una charola con un desayuno para dos, se irguió como una cobra en celo, lo miró detenidamente: no usaba camisa, era muy sexi, y la bragueta de sus jeanes estaba abierta. Alina se emocionó y dio palmadas en la cama.—Te quiero aquí, nene.—Ya me tienes, nena.Se sentaba junto a ella con esa sonrisa que podía derretir el mundo.—¿Y todo esto es para mí?Acariciaba su pecho firme. Dios, era todo un bizcocho sexi, siempre atlético y fuerte; sus 40 años los llevaba con dignidad.—Te ves divino, querido.—Divino para una diosa —besó sus labios—. Te amo, Alina.—¿Me amas como cuando nos conocimos?—Como hace miles de años.Se besaban, el desayuno olía divino y competía con su aroma. Alina solo deseaba tirarlo en la cama y de
La Cadena Global Capital había cerrado trato con el importante magnate de los medios, Artem Nader, un hombre poderoso que en sus inicios fue modelo para una perfumería famosa. Era un hombre de metro ochenta, fornido en su musculatura, mandíbula recta y con barba ligera que le daba un aspecto rudo.En ese momento recibió su nueva adquisición. Su secretario le explicaba las bondades del entorno.—La cadena tiene varios programas de éxito, en este momento se lleva a cabo uno de los más populares —consultó con su tableta—. El público objetivo es mujeres amas de casa.—Entiendo.Caminaban por las instalaciones y revisaban su tableta con atención.—Tiene una reunión con el departamento financiero y una propuesta de la agencia publicitaria sobre el relanzamiento de la cadena.Algunos programas se estaban realizando en esos momentos y varios tenían público. Eso le gustó mucho, le gustaban los negocios que marchaban y poder darles un toque más sofisticado.Su secretario le nombraba los program