Stella Rudford se ajustó los lentes y miró su reflejo en el espejo del pequeño baño de la cafetería. Su corazón latía con fuerza, y una mezcla de emoción y nerviosismo recorría su cuerpo.
Hoy no era un día cualquiera; hoy era el inicio de su misión más arriesgada como periodista. La redacción del diario donde trabajaba llevaba meses detrás de Vincent Landon, un magnate cuya fortuna y poder eran tan inmensos como sus secretos. Acusaciones de corrupción, lavado de dinero y otros crímenes oscuros rondaban su nombre, pero nadie había logrado obtener pruebas contundentes. La misión de Stella era clara: infiltrarse en su imperio como su nueva secretaria personal y descubrir la verdad y revelarla a internacionalmente. Stella salió del baño y caminó hacia la entrada del rascacielos que dominaba el horizonte de la ciudad. El imponente edificio de Bank Landon reflejaba el sol de la mañana, y cada paso que daba hacia él parecía resonar con el eco de su determinación. —¿Señorita Rudford? —preguntó el guardia de seguridad al verla acercarse—. La están esperando en el piso 15. Asintió y entró al ascensor, sintiendo que las puertas metálicas cerraban no solo el ascensor, sino también su antigua vida de periodista de oficina. Al llegar al piso 15, un pasillo silencioso y elegantemente decorado la condujo a una gran oficina donde la asistente personal de Vincent, una mujer llamada Tera, la esperaba con una sonrisa profesional. —Bienvenida, Stella —dijo Tera—. El señor Landon la verá ahora. Tera la guió a través de un par de puertas dobles de madera maciza que se abrieron para revelar una oficina impresionante. Vincent Landon estaba sentado detrás de su escritorio, mirando su tableta. Era un hombre alto, de cabello oscuro y ojos penetrantes, con una presencia que imponía respeto y autoridad. —Señorita Rudford, es un placer conocerla —dijo, levantando la cabeza para enfrentarla—. He revisado su currículum y su experiencia es impresionante. Pero aquí no buscamos solo habilidades, buscamos lealtad y discreción. Stella asintió, ocultando su nerviosismo. Sabía que debía ganarse su confianza sin levantar sospechas. —Entiendo, señor Landon. Estoy aquí para dar lo mejor de mí y aprender de los mejores. Vincent la observó por un momento que pareció eterno, evaluando cada palabra y cada gesto. Finalmente, una leve sonrisa apareció en su rostro. —Bien, comencemos entonces. Tera le mostrará sus tareas y le presentará al equipo— Dijo volviéndose a su tableta. Stella salió llena de nervios ocultos, no podía ser encubierta, porque sería también el final de su carrera como periodista novata. —El señor Landon es muy exigente, sus secretarias no tardan en renunciar, su agenda es muy estricta y debe llevarse al pie de la letra— Le explicaba Tera con amabilidad. Stella tragó hondo antes de responder, ¿Qué se suponía que era eso?. —Además el señor Landon busca personas discreta, y si no lo eres, pues estarás en problemas y si revelas sus detalles laborales o vida privada, eres un pez muerto y serás comida para él— Dijo Tera una vez más al continuar. Stella deseaba en ese momento salir corriendo, no esperaba que fuera tan difícil poder tener una nota informativa sobre su nuevo jefe. —¿Algo más que tenga que saber?— Pregunta con la voz quebrada. —Si, nada de lo que veas debes comentarlo, en este edificio, lo que pasa aquí, aquí se queda. Stella se queda pasmada unos instantes, como periodista piensa que las cosas que se dice de Vincent Landon son ciertas. Era un hombre que ¿Lavaba dinero, corrupto y de crímenes ocultos?. Después de pasar por toda la empresa, al finalizar el día, un poco exhausta, pensaba en marcharse, sin embargo cuando pensaba entrar al ascensor, Tera se dirigió con urgencia hasta ella. —Tu jefe quiere verte ahora. Menos mal que te encontré a tiempo— Dijo con desespero. Stella un poco nerviosa, camina hasta la oficina de su nuevo jefe, aún tenía la espinita de que podía ser descubierta y al mismo tiempo descuartizada. —¡Si, señor!— Dijo tan pronto abrió la puerta. —A primera hora mande un ramo de flores rojas con chocolates blancos. Por favor hágalo, he enviado la dirección a su correo electrónico— Dijo sin levantar la mirada de algunos papales. —¡Sí, señor!— Respondió sin agregar nada más. Stella se quedó por unos instantes mirando a su jefe, miraba lo que él escritorio le permitía ver. Mientras sus manos se movía, Stella pudo ver que en una de ellas había un tatuaje. Se preguntaba como un hombre como él, podría tener en su cuerpo tinta. —¿Qué hace ahí parada Stella?. Puede marcharse— Dijo al frenar sus pensamientos. Cuando Stella salió de la oficina, se entró en su coche, un auto que no era del año pero le funcionaba para movilizarse a otros lugares. Tan rápido se sentó en su auto, tomó su nota de apuntes y empezó a escribir las cosas que más le generaban confusión. —Lograré lo que nadie pudo, yo me ganaré ese ascenso— Se dijo con altas expectativas sobre sí misma. La mañana siguiente, al llegar a la oficina, como buena trabajadora, lo primero que hizo fue revisar su correo y enviar el pedido de Vincent. “¿Quién era ella?” Se preguntaba. —Si te preguntas a quien le envías esas flores, es a su prometida Valencia, ella está fuera del país por asuntos de negocios— Dijo Tera con buen ánimo. —¿Prometida?. Pero nunca ha hablado de ella en público— Le respondió con confusión. —Ya te dije que todo lo que se habla aquí, aquí se queda. El teléfono del escritorio de Stella suena interrumpiendo la confusa conversación, tan rápido lo toma, cuelga y se dirige hacia la oficina de Vincent. Al ir un poco apresurada, abrió la puerta con rapidez e hizo que su cuerpo chocara con el de Vincent, el la detuvo justo a tiempo en sus brazos. Vincent miraba los ojos azules claros de Stella, tenía un rostro sin mancha y hoyuelos que se formaban al sonreír. —Disculpe señor, a veces puedo ser torpe— Dijo mientras se mordía inconsciente el labio.Vincent podía oler con precisión el perfume exquisito de fresa que llevaba sobre su cuerpo Stella. Por un momento haberla sostenido para que no se cayera, parecía eterno, la miraba incontrolablemente. —Señor, estoy segura que no me caeré— Dijo Stella con una leve sonrisa. —Tenga más cuidado la próxima vez, puede resultar peor— Le respondió mientras la soltaba y regresaba a su escritorio. Después de una breve conversación laboral, Stella se retira de la oficina, aún sus mejillas estaban ruborizadas porque se sentía avergonzada. Caminó rápidamente hacia el baño y se lavó la cara, tratando de calmar el calor en su rostro y los pensamientos confusos en su mente. Miró su reflejo en el espejo, tratando de ordenar sus ideas. —¿Qué me pasa? —se preguntó en voz baja, mientras el agua fría le devolvía un poco de claridad. —Estoy aquí para revelar sus secretos, no para enamorarme— Continuó diciéndose a sí misma. Después de recomponerse, salió del baño y se dirigió a su escritorio para t
Stella asintió, aunque su mente seguía dando vueltas. Se sentó en el sofá y Vincent se unió a ella, ambos en silencio por un momento. —Vincent, yo... —empezó Stella, pero no sabía cómo continuar. Vincent la miró, sus ojos oscuros reflejando una mezcla de emociones. —Stella, si vas a decir que estás embarazada, no tienes que darme explicaciones—Dijo al interrumpirla. —Ha. Señor no estoy embarazada, ni siquiera he estado con un hombre— Reveló inconsciente. Vincent no pudo dejar de asombrarse, una mujer tan bonita y bien hablada, no había encontrado a alguien que la hiciera mujer… —¿Cómo es posible eso?. ¿No tienes novio?— Preguntó atorado. Rápidamente Stella se levanta del sofá, se sintió incómoda por la conversación que a penas iniciaba. —Perdón, no quiero hablar de eso. Necesito irme a casa— Dijo cortando la conversación. Vincent se levantó también, queriendo hacer algo para calmar la situación. —Está bien, Stella. Te llevaré a casa —dijo con suavidad. El trayecto en coche h
La jornada de trabajo avanzó lentamente para Stella. A pesar del incidente de la mañana, se enfocó en sus tareas, tratando de mantener un perfil bajo y recuperar la confianza de Vincent. Sin embargo, la tensión no disminuyó en todo el día, y cuando finalmente llegó la hora de salir, se sentía agotada y ansiosa por regresar a casa. Se dirigió al ascensor, deseando que llegara pronto. Justo cuando las puertas se estaban cerrando, Vincent apareció y entró, deteniendo las puertas con una mano. El silencio entre ellos era palpable, y Stella se sentía incómoda, intentando evitar el contacto visual. El ascensor comenzó a descender lentamente, y la tensión creció. Finalmente, Vincent rompió el silencio con una voz baja y seria. —Stella, tengo una propuesta para ti —dijo, mirándola con una intensidad que la hizo temblar. Stella levantó la vista, sus ojos encontrándose con los de Vincent. Su corazón comenzó a latir más rápido. —¿Qué tipo de propuesta? —preguntó, intentand
La noche llegó rápidamente y Stella se encontraba nerviosa mientras esperaba la llegada de Vincent. Había pasado el día tratando de concentrarse en su trabajo, pero sus pensamientos seguían volviendo a la conversación que habían tenido esa mañana y el contrato que había firmado. No estaba segura de haber tomado la decisión correcta, pero ya no había vuelta atrás. Vincent llegó puntual, estacionando su lujoso coche frente a la casa de Stella. Ella salió de su hogar, vestida con un vestido elegante pero sencillo, sus nervios a flor de piel. Vincent la recibió con una sonrisa y le abrió la puerta del coche. —Buenas noches, Stella —dijo con suavidad. —Buenas noches, Sr. Vincent —respondió ella, entrando en el coche y abrochándose el cinturón. El viaje hasta el departamento de Vincent fue silencioso. Stella miraba por la ventana, tratando de calmar sus nervios mientras Vincent conducía con una expresión serena. Cuando llegaron, Vincent salió del coche y le abrió la puerta a Stella,
Stella despertó en la oscuridad de la habitación, sintiendo el calor del cuerpo de Vincent a su lado. Lo observó durante un momento, su respiración tranquila indicaba que estaba profundamente dormido. Con cuidado, se deslizó fuera de la cama, asegurándose de no hacer ruido. Recogió su ropa del suelo y se vistió rápidamente, sin encender ninguna luz.Antes de salir, miró una vez más a Vincent. La confusión y las emociones se mezclaban en su interior, pero decidió que era mejor marcharse. Cerró la puerta del dormitorio con suavidad y salió del apartamento.Tomó un taxi llena de pensamientos, estaba asustada, nerviosa y algo vergonzosa sobre sí misma.Al llegar a su pequeña casa, se tiró sobre el sofá soltando un suspiro de satisfacción, no podía dejar de pensar en el momento que había tenido con Vincent.La mañana siguiente, Stella llegó a la oficina temprano, como de costumbre. Había pasado la noche sin apenas dormir, pero intentó ocultar su cansancio y mantener la compostura. Entr
Stella piensa mucho en tomar el móvil, pero sabe que es lo único que debe hacer, no rechazar una llamada de su jefa. —Hola Stella, ¿Tienes algo importante para mí?— Se escuchó su jefa preguntar. —No, aún no tengo nada, pero pronto podré darle la historia del año— Respondió llena de dudas. —Recuerda que tu ascenso en esta empresa depende solo de ese trabajo— Le dejó en claro antes de colgar. La llamada de su la jefa la dejó nerviosa, necesitaba resultados positivos, no podía perder la oportunidad, con un mejor puesto, su padre tendría una mejor calidad de vida. Durante el día, Stella estuvo enfocada en su trabajo, aunque a veces su mente vagaba por lo sucedido en la mañana, aún sentía como si las manos de Vincent estuviera sobre ella.Cuando finalizó el día, Stella tomó su bolso y se digirió hacia la salida de la empresa.La noche estaba oscura, parecía ser que la luna estaba oculta detrás de una nube negra.Mientras caminaba, un auto elegante color negro se detuvo un poco más del
Al amanecer, Stella se despertó con los primeros rayos de sol filtrándose a través de las cortinas. Sentía el peso del brazo de Vincent todavía sobre ella, y con cuidado, se deslizó fuera de la cama, tratando de no hacer ruido. Miró a su alrededor, asegurándose de que él no se despertara mientras recogía sus cosas dispersas por la habitación. Caminó de puntillas hacia la puerta, su corazón acelerado al pensar en lo que había ocurrido la noche anterior. No debió haber pasado, se repetía.Justo cuando su mano estaba a punto de girar el pomo de la puerta, la voz profunda de Vincent la detuvo en seco.—¿A dónde crees que vas? —preguntó con calma, aunque su tono transmitía autoridad.Stella se congeló, su corazón golpeando contra su pecho mientras giraba lentamente para mirarlo. Vincent estaba recostado en la cama, con una expresión seria pero serena, como si supiera exactamente lo que estaba haciendo.—Tengo que irme… —respondió Stella, nerviosa—. Necesito cambiarme de ropa.Vincent e
Stella tomó una bocanada de aire, ajustándose la falda antes de dirigirse a la oficina de Vincent. Había ensayado su solicitud en su mente, pero aún así sentía una leve inquietud al acercarse a él, especialmente después de la intimidad que habían compartido y el impacto que su misión personal ejercía sobre ella. Tocó suavemente la puerta y, al escuchar su voz autoritaria invitándola a pasar, empujó la puerta y entró, tratando de mantener su expresión lo más neutral posible.Vincent levantó la mirada de los documentos que revisaba, y sus ojos la recorrieron brevemente antes de asentir.—¿Necesitas algo? —preguntó con esa calma controlada que parecía tan natural en él.Stella respiró hondo y avanzó unos pasos más hasta quedar frente a su escritorio.—Quería saber si me podría permitir salir un poco más tarde el día de mañana, para compensar unas horas que me gustaría tomar esta tarde.Vincent frunció el ceño, aunque en sus labios asomaba una leve sonrisa.—¿Razón? —inquirió sin aparta