La oficina.

Stella despertó en la oscuridad de la habitación, sintiendo el calor del cuerpo de Vincent a su lado.

Lo observó durante un momento, su respiración tranquila indicaba que estaba profundamente dormido.

Con cuidado, se deslizó fuera de la cama, asegurándose de no hacer ruido. Recogió su ropa del suelo y se vistió rápidamente, sin encender ninguna luz.

Antes de salir, miró una vez más a Vincent. La confusión y las emociones se mezclaban en su interior, pero decidió que era mejor marcharse.

Cerró la puerta del dormitorio con suavidad y salió del apartamento.

Tomó un taxi llena de pensamientos, estaba asustada, nerviosa y algo vergonzosa sobre sí misma.

Al llegar a su pequeña casa, se tiró sobre el sofá soltando un suspiro de satisfacción, no podía dejar de pensar en el momento que había tenido con Vincent.

La mañana siguiente, Stella llegó a la oficina temprano, como de costumbre. Había pasado la noche sin apenas dormir, pero intentó ocultar su cansancio y mantener la compostura.

Entró en la oficina de Vincent, llevando consigo una carpeta con los pendientes del día.

—Buenos días, Sr. Vincent —saludó con una sonrisa profesional—. Aquí tiene el resumen de los pendientes para hoy.

Vincent levantó la vista de su escritorio y la miró, sorprendido por su actitud despreocupada.

—Buenos días, Stella. Gracias —respondió, tomando la carpeta. Luego hizo una pausa y agregó—. Quería informarte que hoy salgo del país. Tengo que visitar a mi prometida, y estaré fuera hoy, pero regreso mañana.

Stella sintió una punzada de celos, aunque no podía entender completamente por qué. Mantuvo su expresión neutral, pero sus palabras reflejaron un ligero tono que no pasó desapercibido para Vincent.

—Espero que tenga un buen viaje, Sr. Vincent. Estoy segura de que ella estará muy contenta de verle —dijo, tratando de sonar indiferente.

Vincent la observó con atención, notando la sutil tensión en su voz.

—Gracias, Stella. Asegúrate de que todo esté bajo control en mi ausencia —respondió, sin dejar de mirarla.

Stella se esforzó por mantener su profesionalismo mientras respondía:

—No se preocupe, Sr. Vincent. Todo estará bien en su ausencia. Además, solo serán unas horas fuera del trabajo —dijo, intentando sonar tranquilizadora.

Justo cuando se disponía a salir de la oficina, Vincent se levantó y la detuvo, tomando suavemente su brazo.

Stella se giró, sorprendida por el contacto. Vincent no dijo una palabra, pero sus ojos reflejaban una intensidad que Stella no podía descifrar.

Lentamente, él se acercó por detrás y la guió hacia el escritorio.

El aire entre ellos se cargó de tensión mientras Vincent comenzaba a besar su cuello, sus manos explorando su cuerpo con urgencia.

Stella cerró los ojos, dejándose llevar por las sensaciones que él despertaba en ella. Vincent la giró suavemente y la levantó para sentarla en el borde del escritorio. Sus labios encontraron los de ella en un beso profundo y apasionado.

Vincent comenzó a desvestirla con movimientos rápidos pero cuidadosos, como si estuviera desatando un tesoro.

La chaqueta y la blusa de Stella cayeron al suelo, seguidas por su falda. Mientras tanto, él también se despojaba de su ropa, quedando solo en su piel.

Stella se sintió vulnerable y expuesta, pero el deseo en los ojos de Vincent la hizo olvidar cualquier inseguridad.

Con un movimiento decidido, él la recostó sobre el escritorio, sus cuerpos alineados perfectamente. Se tomó un momento para mirarla a los ojos, sus respiraciones entrelazadas.

Vincent entró en ella con una mezcla de urgencia y ternura, sus movimientos iniciales lentos y profundos.

Stella dejó escapar un gemido, aferrándose a los bordes del escritorio mientras él aumentaba el ritmo. Cada embestida la acercaba más a un clímax que sentía inevitable, y pronto ambos se movían en un sincronizado baile de placer y deseo.

El sonido de su respiración y los latidos de sus corazones llenaron la oficina. Stella se perdió en la intensidad del momento, sus pensamientos desvaneciéndose en un mar de sensaciones.

Vincent la llevó al borde del éxtasis, y cuando finalmente alcanzaron el clímax juntos, Stella sintió una oleada de liberación y conexión.

Después, Vincent se apartó lentamente, sus ojos aún llenos de deseo y algo más que Stella no pudo identificar.

Sin decir una palabra, comenzó a vestirse. Stella hizo lo mismo, aún sintiendo los efectos del intenso encuentro.

Vincent la observó mientras se abotonaba la camisa y se ajustaba la corbata. Luego, sin agregar nada más, salió de la oficina, dejando a Stella sola con sus pensamientos y emociones desbordadas.

Mientras él se marchaba, Stella se quedó allí, tratando de procesar lo que acababa de suceder.

Inesperadamente, el sonido de su móvil interrumpió sus pensamientos, su jefa la llamaba.

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