La primera vez.

La noche llegó rápidamente y Stella se encontraba nerviosa mientras esperaba la llegada de Vincent.

Había pasado el día tratando de concentrarse en su trabajo, pero sus pensamientos seguían volviendo a la conversación que habían tenido esa mañana y el contrato que había firmado.

No estaba segura de haber tomado la decisión correcta, pero ya no había vuelta atrás.

Vincent llegó puntual, estacionando su lujoso coche frente a la casa de Stella. Ella salió de su hogar, vestida con un vestido elegante pero sencillo, sus nervios a flor de piel.

Vincent la recibió con una sonrisa y le abrió la puerta del coche.

—Buenas noches, Stella —dijo con suavidad. —Buenas noches, Sr. Vincent —respondió ella, entrando en el coche y abrochándose el cinturón.

El viaje hasta el departamento de Vincent fue silencioso. Stella miraba por la ventana, tratando de calmar sus nervios mientras Vincent conducía con una expresión serena.

Cuando llegaron, Vincent salió del coche y le abrió la puerta a Stella, ayudándola a bajar.

Subieron juntos al ascensor, y Stella no pudo evitar recordar la intensa conversación que habían tenido en ese mismo espacio la noche anterior.

Sus pensamientos eran un torbellino, pero intentó mantener la calma.

Cuando llegaron al departamento, Vincent la guió hacia el interior. Era un lugar amplio y elegantemente decorado, con una vista impresionante de la ciudad.

Había una mesa preparada con una cena deliciosa y una botella de vino.

—Espero que tengas hambre —dijo Vincent, sirviendo una copa de vino para cada uno.

—Sí, un poco —respondió Stella, tomando la copa y sintiendo el aroma del vino.

Se sentaron a la mesa y comenzaron a comer en silencio. La comida estaba deliciosa, y poco a poco, Stella comenzó a relajarse.

Vincent la observaba con atención, sus ojos oscuros reflejando una mezcla de emociones.

—Stella, quiero que esta noche sea especial para ti —dijo de repente, rompiendo el silencio.

Stella levantó la vista, encontrándose con su mirada.

Vincent sonrió, pero su expresión se volvió más seria. —Quiero saber más sobre ti, Stella. Quiero entender tus verdaderas razones para no haber estado con un hombre antes. ¿Es solo por tus principios, o hay algo más? —preguntó, su tono suave pero inquisitivo.

Stella se mordió el labio, considerando cómo responder.

Sabía que esta era una oportunidad para ser honesta, pero también tenía que ser cuidadosa.

—Es una combinación de cosas, Sr. Landon. He tenido responsabilidades familiares desde muy joven, y eso siempre ha sido mi prioridad. Además, siempre quise que mi primera vez fuera con alguien que realmente significara algo para mí, no solo una experiencia física —explicó, su voz sincera.

Vincent asintió, comprendiendo. —Respeto eso, Stella. Pero has firmado un contrato, y si es como dices, no debiste firmar, no fuiste obliga a hacerlo—dijo con suavidad.

Stella no pudo evitar sentir como un escalofrío recorría su cuerpo, así que prefirió callar y no mostrar sus emociones.

La noche continuó avanzando y la tensión entre Stella y Vincent se convirtió en una carga tangible.

Al terminar la cena, Vincent se levantó con calma y extendió su mano hacia Stella. Ella la tomó, sus nervios a flor de piel, y dejó que él la guiara hacia el dormitorio.

El cuarto estaba iluminado con la luz suave y cálida de las lámparas. Las sombras danzaban en las paredes, añadiendo un toque de misterio y romanticismo a la habitación.

Vincent cerró la puerta detrás de ellos, sellando el espacio del mundo exterior.

—Stella, quiero que te sientas cómoda y segura. Si en algún momento quieres que me detenga, solo dímelo —murmuró Vincent, acercándose lentamente a ella.

Vincent la besó suavemente, sus labios apenas rozando los de ella. Fue un beso tierno. Stella cerró los ojos y se dejó llevar por la sensación, permitiendo que su mente se liberara de todas las dudas y preocupaciones.

Las manos de Vincent se movieron con una lentitud calculada, acariciando su rostro y bajando por su cuello con una ternura infinita.

—Eres hermosa, Stella —susurró, sus labios ahora en su cuello, dejando un rastro de besos delicados.

Stella sintió un escalofrío recorrer su cuerpo mientras las caricias de Vincent la envolvían. Sus manos bajaron por sus brazos, tomando sus manos y llevándolas a su propio cuerpo.

Guiándola, Vincent le mostró cómo acariciar su pecho, su abdomen, explorando cada rincón con una mezcla de deseo.

Vincent comenzó a desvestirla lentamente, cada prenda cayendo al suelo con una sensación de ceremonia.

Primero el vestido, luego la ropa interior, hasta que Stella se encontró completamente desnuda frente a él.

se sintió avergonzada y un poco incómoda, pero sintió que era deseada de una manera que nunca antes había experimentado.

Vincent se tomó su tiempo, sus ojos recorriendo su cuerpo con una mirada llena de admiración.

Luego, comenzó a desvestirse él también, con movimientos lentos y cuidadosos, revelando cada centímetro de su piel hasta que estuvo tan desnudo como ella. Stella no pudo evitar observarlo con fascinación.

Vincent era un hombre atractivo, con una complexión fuerte y segura. Su mirada no dejó de ser suave y atenta, asegurándose de que Stella estuviera bien en todo momento.

Se acercó a ella y la besó de nuevo, esta vez con más pasión, sus lenguas entrelazándose en un baile íntimo.

La llevó con cuidado hacia la cama, donde la recostó sobre las sábanas suaves. Se inclinó sobre ella, sus cuerpos apenas rozándose mientras continuaba besándola.

Sus manos viajaron por su cuerpo, explorando cada curva, cada rincón, despertando en ella sensaciones que nunca antes había sentido.

—Quiero que disfrutes cada momento, Stella —murmuró Vincent contra sus labios.

Sus manos encontraron sus pechos, acariciándolos con suavidad. Stella dejó escapar un gemido suave, sorprendida por la intensidad del placer que sentía.

Vincent bajó lentamente por su cuerpo, besando cada centímetro de piel, deteniéndose en su vientre, sus caderas, y finalmente, entre sus piernas.

Stella sintió su respiración acelerarse mientras Vincent la exploraba con sus labios y lengua. Cada movimiento era lento y calculado, diseñado para maximizar su placer.

Ella se aferró a las sábanas, su cuerpo arqueándose involuntariamente en respuesta a las caricias expertas de Vincent.

—Vincent… —susurró, su voz temblorosa por el placer y la anticipación.

Vincent levantó la vista, sus ojos llenos de deseo y ternura.

—Dime si te sientes bien, Stella. Quiero que me lo digas todo —murmuró, su voz un susurro grave. Stella asintió, su cuerpo temblando de placer.

Sentía como si estuviera flotando en una nube de sensaciones, cada caricia y beso llevándola a nuevas alturas.

Vincent continuó hasta que sintió que ella estaba al borde de un clímax, luego se detuvo, subiendo de nuevo por su cuerpo hasta que sus rostros quedaron a la misma altura.

Se miraron a los ojos, y en ese momento, Stella supo que estaba lista. Vincent se posicionó entre sus piernas, sus cuerpos alineados perfectamente.

Entró en ella con lentitud, cuidando de no causarle dolor. Stella dejó escapar un suspiro ahogado, sintiendo una mezcla de placer y una ligera incomodidad.

Vincent se detuvo, dándole tiempo para acostumbrarse a la sensación. Luego, comenzó a moverse con suavidad, cada empuje lento y profundo.

Stella cerró los ojos, dejándose llevar por el ritmo constante y gentil. Sentía como si cada movimiento la acercara más a Vincent, creando un lazo invisible y fuerte entre ellos.

—¡Stella! —murmuró Vincent, sus labios acariciando su oído.

Stella respondió envolviendo sus brazos alrededor de su cuello, atrayéndolo más cerca.

Sus cuerpos se movían al unísono, creando una sinfonía de placer que resonaba en cada rincón de la habitación.

El clímax llegó lentamente, como una ola que se eleva en el horizonte y finalmente se rompe con fuerza.

Stella dejó escapar un gemido profundo, su cuerpo convulsionando de placer.

Vincent la siguió poco después, su propia liberación silenciosa pero intensa. Se quedaron así, abrazados, sus cuerpos entrelazados, respirando al mismo ritmo.

Cuando finalmente se separaron, Vincent la abrazó suavemente, acariciando su cabello mientras Stella descansaba su cabeza en su pecho.

Sentía una paz y una satisfacción que nunca antes había conocido.

—Gracias, Vincent. Fue… maravilloso —susurró Stella, cerrando los ojos. Vincent besó su frente, sus brazos rodeándola protectivamente.

Poco a poco, el cansancio se apoderó de ambos, y se quedaron dormidos, envueltos en el calor y la intimidad de su conexión recién descubierta.

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