El retrato.

Stella asintió, aunque su mente seguía dando vueltas. Se sentó en el sofá y Vincent se unió a ella, ambos en silencio por un momento.

—Vincent, yo... —empezó Stella, pero no sabía cómo continuar. Vincent la miró, sus ojos oscuros reflejando una mezcla de emociones.

—Stella, si vas a decir que estás embarazada, no tienes que darme explicaciones—Dijo al interrumpirla.

—Ha. Señor no estoy embarazada, ni siquiera he estado con un hombre— Reveló inconsciente.

Vincent no pudo dejar de asombrarse, una mujer tan bonita y bien hablada, no había encontrado a alguien que la hiciera mujer…

—¿Cómo es posible eso?. ¿No tienes novio?— Preguntó atorado.

Rápidamente Stella se levanta del sofá, se sintió incómoda por la conversación que a penas iniciaba.

—Perdón, no quiero hablar de eso. Necesito irme a casa— Dijo cortando la conversación.

Vincent se levantó también, queriendo hacer algo para calmar la situación.

—Está bien, Stella. Te llevaré a casa —dijo con suavidad.

El trayecto en coche hasta la casa de Stella fue silencioso, ambos sumidos en sus propios pensamientos.

Al llegar, Vincent se inclinó hacia ella.

—Si necesitas algo, no dudes en llamarme, ¿de acuerdo? —dijo, sus ojos mostrando una preocupación genuina.

Stella asintió, intentando sonreír. —Gracias, Sr. Landon. Buenas noches.

Vincent la observó mientras entraba en su casa, su mente llena de pensamientos y sentimientos contradictorios.

Condujo de vuelta a su apartamento, pero no pudo dejar de pensar en Stella. Su revelación le había sorprendido y, de alguna manera, intensificado su atracción hacia ella.

Había algo en ella, una mezcla de vulnerabilidad y fuerza, que lo intrigaba profundamente.

La mañana siguiente, Stella llegó a la oficina temprano. Se dirigió hacia la oficina de Vincent, esperando encontrarlo allí para continuar con las instrucciones que le había dado.

Sin embargo, al abrir la puerta, se dio cuenta de que la oficina estaba vacía. Aprovechando la oportunidad, Stella se acercó al escritorio de Vincent, observando con curiosidad los objetos personales que había sobre él. Un marco de fotos llamó su atención.

En la imagen, Vincent estaba acompañado por una mujer madura y una joven, todos sonriendo felices. Stella se preguntó quiénes eran esas personas tan cercanas a él.

Justo en ese momento, la puerta se abrió de sopetón. Vincent entró rápidamente, y Stella, sorprendida, dejó caer el cuadro, que se rompió al instante al tocar el suelo.

—¡¿Qué estás haciendo?! —exclamó Vincent, furioso, al ver la escena.

—Yo... lo siento mucho, Sr. Landon. No era mi intención —dijo Stella, agachándose rápidamente para recoger los pedazos del marco roto.

Vincent, con el rostro endurecido por la ira, se acercó y la tomó del brazo, obligándola a levantarse.

—¿Qué derecho tienes de estar husmeando en mis cosas personales? Esto es inaceptable, Stella. Estás despedida —dijo con un tono frío e implacable.

—Por favor, Vincent, no lo hagas. Necesito este trabajo. Mi padre está muy enfermo y no puedo perder mi empleo ahora —suplicó Stella, sintiendo que las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos.

Vincent la miró con dureza, pero algo en su expresión cambió momentáneamente al escuchar sus palabras. Sin embargo, su enojo aún predominaba.

—Sal de mi oficina, Stella. Ahora mismo —ordenó, soltándola.

Stella, derrotada, salió de la oficina con la cabeza gacha. Se dirigió a su escritorio, sintiéndose abrumada y desesperada.

No solo estaba a punto de perder el trabajo que necesitaba para cuidar a su padre enfermo, sino que también su misión como periodista encubierta corría el riesgo de fracasar.

Necesitaba descubrir los secretos de Vincent para conseguir el ascenso que tanto anhelaba.

Se dejó caer en su silla, con la mente dando vueltas. Necesitaba pensar en una manera de arreglar las cosas con Vincent, pero no sabía por dónde empezar.

La presión y la incertidumbre pesaban sobre ella, pero sabía que no podía rendirse. Tenía que encontrar una solución.

Unos minutos después, Tera, la asistente de Vincent, se acercó a ella, luciendo preocupada.

—Stella, ¿qué ha pasado? Vincent está furioso y me ha dicho que te vayas —dijo en voz baja.

—Fue un accidente, Tera. Rompí una foto por error y él se enfadó mucho. Intenté explicarle, pero no quiso escuchar —respondió Stella, sintiendo que las lágrimas comenzaban a caer por sus mejillas.

Tera suspiró, colocando una mano reconfortante en el hombro de Stella.

Stella empezó a recoger sus cosas con lágrimas en sus ojos, se sentía tan torpe que pensó que lo que se merecía era seguir trabajando desde un escritorio, su ascenso tan deseado había fracasado.

—Vincent dijo que quiere hablar contigo una vez más. Ve y explícale todo claramente. Esta es tu oportunidad de redimirte, Stella —dijo, con un leve atisbo de esperanza en su voz.

Stella se levantó lentamente y se dirigió hacia la oficina de Vincent, con el corazón latiendo con fuerza.

Sabía que esta era su última oportunidad para arreglar las cosas y salvar tanto su trabajo como su misión. Respiró hondo antes de abrir la puerta y entrar.

Vincent estaba sentado detrás de su escritorio, con una expresión severa en su rostro.

—Siéntate, Stella —dijo, señalando la silla frente a él. Stella obedeció, sintiendo que cada músculo de su cuerpo estaba tenso.

—Vincent, quiero disculparme de nuevo. No era mi intención husmear en tus cosas personales. Simplemente, me llamó la atención la foto y… fue un accidente —dijo, con sinceridad en su voz.

Vincent la miró fijamente, evaluando cada palabra.

—Entiendo que fue un accidente, pero necesito confiar en las personas que trabajan para mí. Y lo que hiciste socava esa confianza —respondió con firmeza.

—Lo sé, y lamento profundamente haber roto esa confianza. Pero por favor, no me despidas. Necesito este trabajo para cuidar a mi padre. No sé cómo haría para mantenernos sin él —suplicó Stella, dejando que su vulnerabilidad se mostrara completamente.

Vincent la observó en silencio por un momento, su expresión suavizándose ligeramente.

—Está bien, Stella. Te daré otra oportunidad. Pero esto no puede volver a suceder. Debes ser más cuidadosa y respetar los límites —dijo finalmente.

Stella sintió una ola de alivio inundarla.

—Gracias, Sr. Landon. Prometo que no volverá a pasar. Seré más cuidadosa a partir de ahora —dijo con gratitud.

Vincent asintió, dándole una última mirada de advertencia antes de indicarle que podía retirarse.

Stella salió de la oficina, sintiéndose un poco más ligera pero reconociendo para si misma que debía ser más cuidadosa.

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