El desmayo

Vincent podía oler con precisión el perfume exquisito de fresa que llevaba sobre su cuerpo Stella.

Por un momento haberla sostenido para que no se cayera, parecía eterno, la miraba incontrolablemente.

—Señor, estoy segura que no me caeré— Dijo Stella con una leve sonrisa.

—Tenga más cuidado la próxima vez, puede resultar peor— Le respondió mientras la soltaba y regresaba a su escritorio.

Después de una breve conversación laboral, Stella se retira de la oficina, aún sus mejillas estaban ruborizadas porque se sentía avergonzada.

Caminó rápidamente hacia el baño y se lavó la cara, tratando de calmar el calor en su rostro y los pensamientos confusos en su mente.

Miró su reflejo en el espejo, tratando de ordenar sus ideas.

—¿Qué me pasa? —se preguntó en voz baja, mientras el agua fría le devolvía un poco de claridad.

—Estoy aquí para revelar sus secretos, no para enamorarme— Continuó diciéndose a sí misma.

Después de recomponerse, salió del baño y se dirigió a su escritorio para terminar sus tareas del día.

A última hora de la tarde, Tera se acercó a ella con un nuevo encargo.

—Stella, necesito que vayas a una reunión de revisión de trabajo después de las horas laborales. Es importante y no puedo ir. Vincent debe ir acompañado —dijo con una sonrisa profesional.

—Claro, Tera, estaré allí —respondió Stella, intentando mantener la compostura.

Después del trabajo, Vicent invitó a Stella a subir al auto. No podía evitar sentirse avergonzada y ruborizada a la vez.

La reunión tuvo lugar en un lujoso salón de conferencias de un hotel cercano.

Vincent y Stella llegaron a tiempo y se unieron a un grupo de ejecutivos que discutían los avances y planes futuros de la empresa.

Mientras tomaba notas y aportaba sus observaciones, notó que uno de los ejecutivos, un hombre llamado Mark, no dejaba de mirarla.

Durante un receso, Mark se acercó a ella con una sonrisa insinuante.

—Stella, es un placer conocerte. ¿Te gustaría salir a tomar algo después de la reunión?. Mi nombre es Mark, sé que suena pronto la invitación, pero siempre me lanzo por lo que me gusta y quiero—dijo, sus ojos recorriéndola de una manera que la incomodó.

—Lo siento, Mark, pero tengo que volver a casa para terminar algunos asuntos pendientes —respondió ella, tratando de sonar firme pero educada.

—Vamos, solo será un rato. Seguro que podemos divertirnos —insistió él, acercándose un poco más.

Stella dio un paso atrás, manteniendo su mirada firme.

—No, gracias, Mark. Prefiero mantener nuestras interacciones en un ámbito profesional —dijo con determinación.

Mark, molesto por el rechazo, dio un paso atrás y se fue sin decir una palabra más. Stella sintió un alivio momentáneo, pero también una creciente incomodidad por la situación.

Continuó con la reunión, pero su mente estaba en otro lugar. Después de la reunión, Stella comenzó a sentir un mareo intenso.

Trató de ignorarlo, pensando que solo estaba cansada, pero el mundo a su alrededor comenzó a girar.

Antes de que pudiera reaccionar, se desplomó en el suelo del salón de conferencias.

Algunos de los asistentes se apresuraron a ayudarla, y alguien llamó a una ambulancia, pero Vincent, que había sido notificado rápidamente, llegó antes que nadie.

Sin saber exactamente qué hacer y con una preocupación evidente en su rostro, decidió llevar a Stella a su propio departamento, considerando que era lo mejor para ella.

La llevó en brazos hasta su coche y condujo rápidamente hasta su apartamento. Al llegar, la colocó suavemente en su cama y notó que seguía inconsciente.

Desconocía qué podría estar mal con ella, pero estaba decidido a asegurarse de que estuviera cómoda y segura.

Mientras la observaba, se dio cuenta de que debía hacer algo para que pudiera descansar mejor. Con una mezcla de nerviosismo y preocupación, empezó a desvestirla con cuidado, dejando que su ropa cayera al suelo.

No podía evitar notar la belleza de Stella, pero trató de enfocarse en su bienestar. Una vez que la dejó vestida solo con su ropa interior, la cubrió con una manta ligera y salió de la habitación, dejando una nota en la mesita de noche.

Horas más tarde, Stella se despertó lentamente. Su cabeza aún daba vueltas y le tomó unos minutos ver dónde estaba.

Miró a su alrededor y encontró la nota escrita con la letra elegante de Vincent: “No te preocupes.

Te desmayaste durante la reunión y te traje aquí para que pudieras descansar. Hay ropa nueva para ti en el baño.

Si necesitas algo, estaré en la sala de estar.” Stella se sintió abrumada por la situación, pero también agradecida por la atención de Vincent.

Se levantó lentamente de la cama y caminó hacia el baño. Al entrar, se sorprendió al ver el espacio amplio y lujoso.

Una ducha de vidrio, toallas suaves y una selección de artículos de tocador que hacían que se sintiera como en un hotel de lujo.

Decidió aprovechar la oportunidad para darse una ducha rápida. El agua caliente la ayudó a despejar su mente y relajar sus músculos tensos.

Al salir, se secó con una de las toallas esponjosas y se puso la ropa nueva que Vincent había dejado para ella: una camiseta de algodón suave y unos pantalones cómodos. Justo cuando terminaba de vestirse, la puerta del baño se abrió de repente.

Vincent, sin darse cuenta de que ella estaba ahí, entró y se quedó atónito al verla. Stella, sorprendida y sin tiempo para cubrirse por completo, se quedó paralizada.

—Lo siento, no sabía que estabas aquí —dijo Vincent, sus ojos recorriendo el cuerpo de Stella antes de apartar la mirada rápidamente—. Solo quería asegurarme de que estuvieras bien.

Stella, aún sintiendo el calor en sus mejillas, intentó sonreír para aliviar la tensión.

—Estoy bien, gracias. Solo necesitaba una ducha para despejarme —respondió, tratando de mantener la calma.

Vincent asintió, sin saber exactamente qué decir.

—Me alegra escuchar eso. Si necesitas algo más, estaré en la sala de estar —dijo antes de salir del baño apresuradamente.

Stella se quedó ahí por un momento, tratando de asimilar lo que había pasado.

Se vistió completamente y salió del baño, encontrándose con Vincent en la sala de estar. Él la miró con una mezcla de preocupación y algo que ella no podía identificar.

—¿Te sientes mejor? —preguntó Vincent, su voz llena de sinceridad.

—Sí, mucho mejor. Gracias por traerme aquí y cuidar de mí —respondió Stella, sintiendo una gratitud genuina.

—No fue nada. Solo quería asegurarme de que estuvieras bien —dijo Vincent, acercándose—

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