(3)

— ¿Sabes dónde estás? – preguntó la voz de Setri.

Brooke abrió lentamente los ojos. Se sentía adormilada, con las extremidades fatigadas como si hubiera caminado una enorme distancia. Asustada, miró alrededor. Su visión era un tanto borrosa y difuminada, pero reconocía perfectamente el lugar en el que estaba: Era una bahía. Una bahía solitaria de arena color ocre rodeada por enormes formaciones rocosas y de un oleaje escaso. Las aguas parecían estáticas por momentos, como si la luna hubiera dejado de ejercer su efecto de marea.

Brooke reconoció la figura del hechicero de espaldas a ella y de frente al inmenso océano. Tenía el torso desnudo y las manos extendidas. Una trenza de enramado imposible le colgaba hasta la cintura. El hechicero se volvió y la miró con unos ojos que parecían más los huecos de una calavera. Solo

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