Michael Redford
Casino. Oficina Central
Control. El control en mi vida es prioridad. No podía simplemente perderlo. Eso me causaba ansiedad. Problemas. Estrés. Mientras esté todo en orden y controlado, no habrá problemas. Pero al verla, sabía que estaba corriendo un gran riesgo que me descubrieran. De no salirme con la mía. ¿Pero por qué insisto en intentarlo siquiera? Mia Davis Morgan, sería difícil. Desafiante. Y me ocasionaría bastantes problemas, pero aun así, quería hacerlo. ¿Qué era esto? Intrigante. El hombre más psicópata de este mundo estaba curioso. Arriesgaría bastante cuando esa firma estuviera plasmada en el documento y aun así deseaba que lo firmara.
—Aquí dice que dura un año el matrimonio, y son…—pude notar la impresión en su rostro, supongo que está leyendo los beneficios que obtendría después de dejarla libre. —Son bastantes beneficios… —sus ojos azules se quedaron en mí.
—Es lo que ofrezco por el servicio de una prometida y esposa falsa durante un año. —ella seguía atónita, después de momentos antes de decirme que disfrutara de la vida si perdía el control, me había dejado callado, sin ninguna m*****a palabra que darle, solo me senté y le hice señas de que retomara la lectura del contrato y así aclarar dudas. Miré el reloj y ya marcaba mi horario para bajar al casino a dar una ronda. Pero extrañamente, no quería irme aún.
—Ofrece todo esto, ¿Solo por fingir a todo? —solté un largo suspiro cansando, ya había dejado claro que era solo fingir. Que no me interesaría tener ningún vínculo sentimental ni nada que se le pareciera con ella, ni con otra mujer.
—Señorita Davis, ¿No había dejado claro lo de fingir? —ella se sonrojó de inmediato, atrayendo mi atención a sus mejillas. — ¿O está haciendo la pregunta incorrecta? —El sonrojo en sus mejillas se intensificó, “Vaya, la mujer piensa en el sexo” — ¿Sexo? —sus ojos se abrieron muchísimo más de lo normal, era como si hubiera dado en el clavo.
—No hablaba de ese tema, señor Redford. —arrugué mi ceño.
— ¿Entonces si no es sexo? ¿Qué pregunta no está haciéndome? —se removió en su silla.
—Quiero saber si hay que fingir… Besos y abrazos delante de los demás. —entonces entendí a lo que se refería.
—Oh, el querer hacer más real nuestra farsa podría ser, pero… No soy de los hombres que muestran afecto delante de los demás o en la privacidad. Soy más… Alejado en eso. Puedo quizás como mucho, sostener tu mano por un momento al bajar del auto, poner mi mano en tu espalda baja para guiarte a algún lugar, pero lo más mínimo. —ella torció su labio como si dijera “¿En serio? ¿Estás de broma?”
—Es extraño escuchar que un hombre no muestre afecto a su novia, qué novia, futura esposa…—luego ella sonrió. —Mi novio suele dejar besos en la curva de mi cuello, dejar un beso en mi hombro, o detrás de la oreja. —su mirada se enfocó en un punto fijo de mi escritorio, ella se había puesto a rememorar cada escena privada con su novio ignorándome por completo. —Él suele susurrar que me quiere y luego morder mi lóbulo por un momento corto, una palmada en mi trasero pillándome por sorpresa, delante de nuestras pocas amistades, me abraza, me toma de la mano, entrelaza nuestros dedos, deja besos en mi mejilla o en mi frente…—comenzó a reír para sí misma. Quería decirle que se detuviera, que no era necesario que me contara algo que jamás yo le haría mientras estuviésemos fingiendo, ahora que lo pienso…
—Eso me recuerda que nuestro primer encuentro con mi familia es este fin de semana que viene, hay que volar a Napa. —ella se mostró sorprendida, luego tensa. —Claro, si firmas ese contrato en el que llevas… Horas. —estaba empezando a irritarme al no ver que firmara.
—Oh, todo contrato tiene que ser revisado de manera minuciosa, señor Redford. ¿Usted no se da el tiempo para comprobar lo que va a firmar? —buena jugada, me recargué en el respaldo de mi silla.
—Sí, pero no me he tomado todo el tiempo que tú has hecho. —ella presionó sus labios con dureza. —Claro, yo tengo experiencia con leer contratos, por eso no se me hace difícil su lectura, pero usted es primeriza, así que seguiré esperando. —miré el reloj para ejercer más presión. —Pospondré mi rutina que suelo hacer hace diez minutos. —mis ojos se quedaron en ella, bajó su mirada al documento sin decir nada, una sonrisa apareció en mis labios.
Mia Davis Firmé. Una firma en un documento confidencial donde sería la prometida y futura esposa del señor Redford durante un año con unos beneficio que al terminar muchos quisieran tener. Mi padre había desaparecido una vez que salí en su búsqueda. Al parecer la tierra se abrió bajo nuestros pies y se lo tragó. —Señorita Davis, hemos llegado. —anunció el chófer con la puerta abierta de mi lado para ayudarme a bajar, una de las cláusulas era mudarme así que un hombre de su confianza, me había traído al departamento a hacer mis maletas. —Gracias. —le dije. — ¿Cómo es que te llamas?—pregunté. —Alek. —era un hombre alto, fornido en traje negro y calvo, por su acento podría ser un ruso. —Bien, gracias, Alek. —él asintió y al bajar cerró la puerta para ir detrás de mí. —Puede esperar aquí. —le dije pero él negó. —Mis indicaciones son bastante claras, señorita Davis, subir con usted y asegurarme que haga su maleta para después marcharnos al departamento que se le ha asignado. —O
Michael Redford En cuanto se había marchado Mia de la oficina privada del casino, había hecho un par de llamadas, en una de esas era arreglar una habitación extra de mi ático, la otra llamada, a mi familia para confirmar mi asistencia con un acompañante a los viñedos en Napa Valley, California, otra a mi asistente personal para pedirle que hiciera un par de compras de cosas femeninas para la habitación de Mia. Había decidido de último momento que viviéramos juntos en el ático, cada quien en su habitación, para estar más al tanto del uno y del otro con el plan que tenía armado. Tenía que funcionar, si ella sabía cómo era moverse en mi lugar privado, podría ser un extra por si mi familia preguntaba detalles, así Mia podría responder sin problema. — ¿A dónde nos dirigimos?—preguntó curiosa mirando por la ventanilla del auto. —A mi ático. —ella giró su rostro hacia mí con esos ojos azules muy abiertos, agitó sus pestañas en señal de estar pensando por qué iríamos a mi espacio privado.
Mia Davis Estaba sentada en la orilla de la cama gigante que adornaba el centro de la habitación, era impresionante el lujo del lugar, tenía todo lo que una mujer podía desear, había un gran tocador con luces alrededor del marco del espejo, me recordaba a esas artistas famosas que tienen en sus camerinos, una pared, era de cristal y daba a una majestuosa vista panorámica del Central Park y los alrededores, casi se me cae la boca de la impresión. Akira me mostró mi nuevo baño, era del tamaño de dos habitaciones, una bañera de mármol negra, con detalles de oro, un lavamanos a juego gigantesco, una ducha aparte de cristal, llegamos al armario que estaba por una puerta, y era el doble de grande que el baño. —Dios mío santo. —susurré atónita. —Aquí está todo separado por orden. En esta área…—caminé detrás de Akira, una luz se encendió y mostró vestidos de noche colgando, aun con sus etiquetas. —Estos son vestidos de gala, de coctel, formal e informal. Esta área…—se encendió otra luz—Son
Michael Redford Ático Redford Terminé de hacer otro par de llamadas después de hablar con Mia para arreglar su cabello, quería que antes de presentarnos en el evento anual del vino de los viñedos de mi familia, estuviera presentable. Tendría que hacer un guion para poder estudiarlo y así mis padres, que son bastantes curiosos, si empezaban a indagar más allá de lo que estoy decidido a permitirles, estaría preparado. Así como Mia. —Señor Redford, —me llamó Akira. —Dime—contesté guardando mi celular en el interior de mi americana. — ¿Solo será el fin de semana en Napa? ¿O tengo que empacar más ropa para días?—esa era una buena pregunta, pensé por un momento que debía de estar preparados para cualquier imprevisto. —Prepara ropa para varios días, quizás una semana. ¿Tienes las nuevas maletas de mi novia?—Akira sonrió al escuchar de mi propia boca «Novia», lo que ella y nadie más sabía era que solo era una treta para escabullirme del compromiso con la hija de los Salvatore. —Sí,
Mia Davis Durante el camino al club, Redford comentó que el lugar era famoso, que solo entrar la membresía costaba diez mil dólares, y otros diez grandes anual, era un club que tenía lista de espera bastante grande, que solía coincidir con grandes personajes y famosos, entre ellos Elon Musk, mi boca casi se cae al suelo al escuchar eso, que había sido invitado al after party en el club después del Met Gala. Pero al escucharlo hablar, era como si fuese algo normal, pero para mí no lo era. —Tu itinerario es…—revisó en la pantalla de su celular—A las ocho y media tienes tratamiento capilar, después…—y empezó una lista que me tendría ocupada hasta las dos de la tarde. —… Y luego, depilación. —giré mi rostro hacia él. — ¿Depilación? Me depilo las piernas yo misma. —me puse incómoda y hasta podía jurar que mis mejillas se sonrojaron por completo. —Aquí lo harán por ti por completo, ya está la cita. —regresó su mirada a la pantalla iluminada. — ¿A qué te refieres por “completo”? —vi clar
Michael Redford Restaurante, Casa Club No había contestado la llamada de mi padre, le di prioridad al desayuno con Mia, ya que teníamos encima los ojos de la mayoría de los que se encontraban en el restaurante. Mia, me había sorprendido, lució bastante natural y elegante. Sonreía cada vez que alguien se acercaba a nosotros a saludar, ya se había corrido la información que quería, estaba llamando mi padre de nuevo y yo no podía estar divirtiéndome más. —Son las ocho y media—Mia comentó limpiándose los labios con la servilleta, —El desayuno ha estado delicioso, ¿Por dónde tengo que ir?—preguntó algo confundida. —Alguien del personal vendrá a recogerte aquí mismo, así que termina tu bebida. —Oh, sí, claro. —cuando dio el sorbo a su bebida, apareció un hombre a su lado. —Debes de ser la nueva novia de Redford. —me tensé, Mia sonrió levantando su mirada al hombre. —Soy Erick Salvatore. —extendió la mano hacia ella para presentarse, pero tiré de la silla para evitarlo, Erick sonrió
Mia Davis Ático privado Miré el techo de mi habitación nueva, levanté mis manos y las acaricié con la yema de mis dedos, el tratamiento de spa al que me había sometido fue uno de los mejores que me he dado en mi vida, bueno, el único. Me di cuenta de que uno con dinero se hace lo que sea por lucir mejor. Y sí que valía la pena, estaba maravillada por cómo me sentía y lucía mi piel. —Aquí tiene la maleta lista, señora, puede mirar para corroborar que no hace falta algo…—me senté de inmediato en la orilla de la cama al escuchar a Akira, el ama de llaves y asistente de Redford. —Está todo acordé al clima de allá de los viñedos. —alcé una ceja. — ¿Viñedos?—ella asintió poniendo una maleta encima del sillón de botones al pie de la cama. —La familia del señor Redford tienen extensos viñedos en Napa Valley, tienen bodegas de vino de las mejores. Este fin de semana empieza la vendimia y termina en octubre, eso quiere decir que estarán yendo a California constantemente. —Eso está al otr
Michael Redford La cena de esta noche era lasaña de vegetales con un buen vino de casa, Mia comió en total silencio, no cruzó una palabra y lo agradecí. Después de esta mañana en la casa club y ese beso, me tenía saturado. Tuve que regresar al casino y no pude concentrarme en absoluto, ¿Desde cuándo Michael Redford pierde la concentración en su trabajo? Alek había repetido en dos ocasiones el informe del padre de Mia y aun así, no presté del todo atención, tuve que despachar a mi hombre para poder ordenar mis pensamientos. — ¿Y qué tal te fue en este día? —preguntó de repente, detuve mi tenedor y miré hacia ella. —Bien. —contesté, luego retomé mi cena. —Me ha dicho Akira que tu familia tiene viñedos en Napa Valley. —me tensé, no había autorizado a mi ama de llaves informarle algo, me hice una nota mental de hablar con Akira de eso. —Sí, mañana por la mañana saldremos a California. —tomé un sorbo a mi copa de vino, luego miré en su dirección, me di cuenta de que su tenedor jugó con