Mia Davis
Casino Redford
Oficina central
Horas después, leía detenidamente cada detalle de ese contrato, párrafo por párrafo, lo que no entendía, se lo pregunté al señor Redford y él me explicó pacientemente, no podía preguntarle a nadie más, ya que era confidencial todo y además remarcó que cuidaba su reputación como la de su familia.
—Pero, si preguntan sus padres mi estatus económico, mis padres y lo que lleva de la mano eso, no creerán nada, incluso pensarán que es un chiste. —él me miró detenidamente desde su silla del otro lado del escritorio.
—Ya tengo solucionado esa parte. Serás de familia millonaria y de un perfecto status económico, mejor que el mío, que el de mi familia y de los Salvatore, con ello quedará más que conforme mis padres, y acerca de sus padres, están muertos. —abrí mis ojos con sorpresa a escucharlo tan crudamente de su boca. — ¿Otra duda, señorita Davis?
—Bueno, ya que fingiremos ser una pareja comprometida, debería de llamarme por mi nombre. —él arrugó su ceño.
—No hay nadie aquí con quien debamos fingir, así que eso se queda solo y exclusivo para el público. —bien, realmente quería que dejara de llamarme “señorita Davis”. — ¿Otra duda, señorita Davis? —casi hice una mueca de fastidio al escuchar lo formal de cómo se dirigió a mí, pero no podía ponerme en ese plan, tenía que concentrarme en esto, pero… Recordé a Andrew.
— ¿Y podré visitar a mi novio? —él tensó su mandíbula, juré que podría estar teniendo dolor, pero al parecer no era así.
—El único novio que tendrá seré yo, señorita Davis, bueno, —hizo un gesto con su mano en el aire—No es noviazgo lo de nosotros. Es un compromiso, es algo formal. No como lo que tenía con el gerente de ese restaurante de comida china.
— ¡Hey! Creo que no debería de juzgar sin saber, es un buenísimo restaurante, y él como gerente, es un buen empleado. Debería un día a comer ahí y comprobarlo. —se inclinó hacia enfrente, separándose de su respaldo, descansó sus brazos sobre el escritorio y entrecerró sus ojos.
—Puede llamarle desde mi teléfono y avisarle que ya no serán…—hizo una pausa—lo que sea que tengan.
—Novios. Somos novios. —Pareció fastidiarle más mi respuesta remarcando la palabra “novio”. — ¿Quiere que termine por teléfono? No soy tan mala persona como piensa, le diré lo que sea pero de frente.
—No, será por teléfono. Entre menos sea vista de nuevo en ese lugar y con él, será mejor. Siempre hay fotógrafos a mí alrededor viendo quien sale y quien entra en mi vida. Así que espero entienda esa parte. —no dije nada por un momento, pensé que cuando regresara al departamento iría a su departamento y le terminaría temporalmente, como debía de ser de frente, de cara a cara, jamás por teléfono.
—Pensándolo bien, lo haré después que regrese a mi departamento, no creo que los fotógrafos me sigan hasta mi casa y esperen a ver a qué horas saldré. —él no mostró ningún gesto, hasta que tensó de nuevo su mandíbula.
—Terminará por teléfono… ahora. —remarcó la última palabra al mismo tiempo que alcanzó el teléfono inalámbrico para ofrecérmelo.
—No. —Respondí empezando a molestarme—Esta parte, —remarqué—es mi vida personal y privada, yo seré quien decida como terminaré mi relación de años. Andy y…—me interrumpió.
—Está bien—respondió de manera brusca, momentos después se levantó de su silla y comenzó a caminar a la parte de la oficina a la que yo le daba la espalda en estos momentos. —Delante de los demás, tiene que ser más educada.
— ¿«Más educada»?—soné sarcástica, me volví hacia él desde mi silla sin levantarme y mirarlo. — ¿En qué parte desde que me ha conocido no he sido educada? —él no dijo nada por un momento, estaba dando la espalda hacia mí mientras miraba a través del gran ventanal que daba vista al interior del casino, el lugar debía de ser a prueba de sonido, ya que nada del ruido de las máquinas llegaba hasta aquí.
—Quiero que cuando estemos delante de los demás, a los que queremos impresionar y hacer creer que somos una pareja comprometida real, sea más… callada.
— ¿Qué?—él se volvió hacia mí con las manos en los bolsillos de su pantalón de vestir de marca.
—Las personas que realmente me conocen saben que me gustan las mujeres…—hizo una pausa como si estuviese buscando la palabra correcta. —Digamos que sumisas, que no respondan desafiantes, —me levanté de mi silla y me puse frente a él, crucé mis brazos contra mi pecho. —Qué haga lo que uno le pide sin rechistar.
—Debe de ser aburrida su vida personal. —él arqueó una ceja con sorpresa.
—A esto es a lo que me refiero. Simplemente, no voy a tolerar este tipo de comportamiento, ya que si sigue respondiendo de esa manera, sabrán de inmediato que no tengo el control en mi prometida. —cortó la distancia que nos separaba lentamente, retrocedí por instinto, pero no fue mucho cuando mi trasero chocó con la orilla de su escritorio, cuando se detuvo delante de mí, tuve que levantar la mirada por su altura. —… Y yo no pierdo el control, señorita Davis. —le sostuve la mirada, y no supe de donde saqué valor, el señor Redford era bastante intimidante, mi boca no pudo seguir callando, necesitaba darle réplica para que desde ya, supiese con quién iba a tratar.
—Debería de perderlo aunque sea una vez en su vida, así podrá disfrutar un poco de ella… Señor Redford.
Michael Redford Casino. Oficina Central Control. El control en mi vida es prioridad. No podía simplemente perderlo. Eso me causaba ansiedad. Problemas. Estrés. Mientras esté todo en orden y controlado, no habrá problemas. Pero al verla, sabía que estaba corriendo un gran riesgo que me descubrieran. De no salirme con la mía. ¿Pero por qué insisto en intentarlo siquiera? Mia Davis Morgan, sería difícil. Desafiante. Y me ocasionaría bastantes problemas, pero aun así, quería hacerlo. ¿Qué era esto? Intrigante. El hombre más psicópata de este mundo estaba curioso. Arriesgaría bastante cuando esa firma estuviera plasmada en el documento y aun así deseaba que lo firmara. —Aquí dice que dura un año el matrimonio, y son…—pude notar la impresión en su rostro, supongo que está leyendo los beneficios que obtendría después de dejarla libre. —Son bastantes beneficios… —sus ojos azules se quedaron en mí. —Es lo que ofrezco por el servicio de una prometida y esposa falsa durante un año. —ella segu
Mia Davis Firmé. Una firma en un documento confidencial donde sería la prometida y futura esposa del señor Redford durante un año con unos beneficio que al terminar muchos quisieran tener. Mi padre había desaparecido una vez que salí en su búsqueda. Al parecer la tierra se abrió bajo nuestros pies y se lo tragó. —Señorita Davis, hemos llegado. —anunció el chófer con la puerta abierta de mi lado para ayudarme a bajar, una de las cláusulas era mudarme así que un hombre de su confianza, me había traído al departamento a hacer mis maletas. —Gracias. —le dije. — ¿Cómo es que te llamas?—pregunté. —Alek. —era un hombre alto, fornido en traje negro y calvo, por su acento podría ser un ruso. —Bien, gracias, Alek. —él asintió y al bajar cerró la puerta para ir detrás de mí. —Puede esperar aquí. —le dije pero él negó. —Mis indicaciones son bastante claras, señorita Davis, subir con usted y asegurarme que haga su maleta para después marcharnos al departamento que se le ha asignado. —O
Michael Redford En cuanto se había marchado Mia de la oficina privada del casino, había hecho un par de llamadas, en una de esas era arreglar una habitación extra de mi ático, la otra llamada, a mi familia para confirmar mi asistencia con un acompañante a los viñedos en Napa Valley, California, otra a mi asistente personal para pedirle que hiciera un par de compras de cosas femeninas para la habitación de Mia. Había decidido de último momento que viviéramos juntos en el ático, cada quien en su habitación, para estar más al tanto del uno y del otro con el plan que tenía armado. Tenía que funcionar, si ella sabía cómo era moverse en mi lugar privado, podría ser un extra por si mi familia preguntaba detalles, así Mia podría responder sin problema. — ¿A dónde nos dirigimos?—preguntó curiosa mirando por la ventanilla del auto. —A mi ático. —ella giró su rostro hacia mí con esos ojos azules muy abiertos, agitó sus pestañas en señal de estar pensando por qué iríamos a mi espacio privado.
Mia Davis Estaba sentada en la orilla de la cama gigante que adornaba el centro de la habitación, era impresionante el lujo del lugar, tenía todo lo que una mujer podía desear, había un gran tocador con luces alrededor del marco del espejo, me recordaba a esas artistas famosas que tienen en sus camerinos, una pared, era de cristal y daba a una majestuosa vista panorámica del Central Park y los alrededores, casi se me cae la boca de la impresión. Akira me mostró mi nuevo baño, era del tamaño de dos habitaciones, una bañera de mármol negra, con detalles de oro, un lavamanos a juego gigantesco, una ducha aparte de cristal, llegamos al armario que estaba por una puerta, y era el doble de grande que el baño. —Dios mío santo. —susurré atónita. —Aquí está todo separado por orden. En esta área…—caminé detrás de Akira, una luz se encendió y mostró vestidos de noche colgando, aun con sus etiquetas. —Estos son vestidos de gala, de coctel, formal e informal. Esta área…—se encendió otra luz—Son
Michael Redford Ático Redford Terminé de hacer otro par de llamadas después de hablar con Mia para arreglar su cabello, quería que antes de presentarnos en el evento anual del vino de los viñedos de mi familia, estuviera presentable. Tendría que hacer un guion para poder estudiarlo y así mis padres, que son bastantes curiosos, si empezaban a indagar más allá de lo que estoy decidido a permitirles, estaría preparado. Así como Mia. —Señor Redford, —me llamó Akira. —Dime—contesté guardando mi celular en el interior de mi americana. — ¿Solo será el fin de semana en Napa? ¿O tengo que empacar más ropa para días?—esa era una buena pregunta, pensé por un momento que debía de estar preparados para cualquier imprevisto. —Prepara ropa para varios días, quizás una semana. ¿Tienes las nuevas maletas de mi novia?—Akira sonrió al escuchar de mi propia boca «Novia», lo que ella y nadie más sabía era que solo era una treta para escabullirme del compromiso con la hija de los Salvatore. —Sí,
Mia Davis Durante el camino al club, Redford comentó que el lugar era famoso, que solo entrar la membresía costaba diez mil dólares, y otros diez grandes anual, era un club que tenía lista de espera bastante grande, que solía coincidir con grandes personajes y famosos, entre ellos Elon Musk, mi boca casi se cae al suelo al escuchar eso, que había sido invitado al after party en el club después del Met Gala. Pero al escucharlo hablar, era como si fuese algo normal, pero para mí no lo era. —Tu itinerario es…—revisó en la pantalla de su celular—A las ocho y media tienes tratamiento capilar, después…—y empezó una lista que me tendría ocupada hasta las dos de la tarde. —… Y luego, depilación. —giré mi rostro hacia él. — ¿Depilación? Me depilo las piernas yo misma. —me puse incómoda y hasta podía jurar que mis mejillas se sonrojaron por completo. —Aquí lo harán por ti por completo, ya está la cita. —regresó su mirada a la pantalla iluminada. — ¿A qué te refieres por “completo”? —vi clar
Michael Redford Restaurante, Casa Club No había contestado la llamada de mi padre, le di prioridad al desayuno con Mia, ya que teníamos encima los ojos de la mayoría de los que se encontraban en el restaurante. Mia, me había sorprendido, lució bastante natural y elegante. Sonreía cada vez que alguien se acercaba a nosotros a saludar, ya se había corrido la información que quería, estaba llamando mi padre de nuevo y yo no podía estar divirtiéndome más. —Son las ocho y media—Mia comentó limpiándose los labios con la servilleta, —El desayuno ha estado delicioso, ¿Por dónde tengo que ir?—preguntó algo confundida. —Alguien del personal vendrá a recogerte aquí mismo, así que termina tu bebida. —Oh, sí, claro. —cuando dio el sorbo a su bebida, apareció un hombre a su lado. —Debes de ser la nueva novia de Redford. —me tensé, Mia sonrió levantando su mirada al hombre. —Soy Erick Salvatore. —extendió la mano hacia ella para presentarse, pero tiré de la silla para evitarlo, Erick sonrió
Mia Davis Ático privado Miré el techo de mi habitación nueva, levanté mis manos y las acaricié con la yema de mis dedos, el tratamiento de spa al que me había sometido fue uno de los mejores que me he dado en mi vida, bueno, el único. Me di cuenta de que uno con dinero se hace lo que sea por lucir mejor. Y sí que valía la pena, estaba maravillada por cómo me sentía y lucía mi piel. —Aquí tiene la maleta lista, señora, puede mirar para corroborar que no hace falta algo…—me senté de inmediato en la orilla de la cama al escuchar a Akira, el ama de llaves y asistente de Redford. —Está todo acordé al clima de allá de los viñedos. —alcé una ceja. — ¿Viñedos?—ella asintió poniendo una maleta encima del sillón de botones al pie de la cama. —La familia del señor Redford tienen extensos viñedos en Napa Valley, tienen bodegas de vino de las mejores. Este fin de semana empieza la vendimia y termina en octubre, eso quiere decir que estarán yendo a California constantemente. —Eso está al otr