Mia Davis, futura señora de Redford. Casa de la abuela Redford, Los Ángeles, California. Me alisé de nuevo el vestido de mis costados, pero era señal de nervios, estaba sola en la habitación esperando que llegara O´Kelly con un encargo para después ser llamada para bajar y casarme con Michael. Me llevé las manos a mi vientre, bajé la mirada y algo no estaba bien, era algo extraño, entonces me invadió la duda. «¿Será?» Imposible. Pero las dos tallas que había subido, el dolor de pezones, la libido que tenía por el cielo, luego el comer dos veces más, debe de ser por algo, ¿No? Tocaron a la puerta y me volví. —Adelante—apareció O´Kelly con una pequeña bolsa blanca. —Lo tengo, —me lo extendió y pude notar emoción en su mirada. —¿Está nerviosa? —asentí rápidamente sacando la caja del interior de la bolsa. —Que nadie entre hasta que te diga, por favor. —ella asintió decidida a cumplir mi orden. Tomé aire y lo solté bruscamente, entré al baño armándome de valor y descubrir una verdad
Meses después, Napa Valley, California. Los viñedos «Bella Vita» Mia dormía finalmente después de haberse sentido incómoda durante la noche, Michael estaba sentado de su lado de la cama, recargado contra el respaldo con la cabeza baja, dormido. Había estado al pendiente de ella durante toda la noche, había quedado en shock cuando notó el movimiento de su vientre muy abultado lleno de estrías por el estiramiento de la piel, impresionado se quedaba corto. De un respingo, despertó. Buscó a Mia y la vio dormir, una sonrisa apareció en sus labios y se estiró, bostezó y decidió levantarse sin despertarla para avisarle a Akira que preparara el desayuno. —No te muevas, bebé, me duele…—susurró Mia acariciando su gran barriga de casi treinta y siete semanas. Michael miró alertado a su esposa, aún faltaba tiempo para que naciera, el doctor había dicho que aproximadamente cuando era un bebé, un embarazo típico duraba cuarenta semanas, pero empezó a preocuparle que Mia estaba más inquieta de l
Mia RedfordTiempo después…Viñedos «Bella vita», Napa Valley, California.Escuché las risas aproximarse a mi espalda, los pequeños: Lucas, que significaba «Luz», y estaba nuestra pequeña, Zoey, que significaba «Llena de vida» nos recordó el primer grito de su llanto al nacer. Me giré por completo para que Michael soltara a uno de ellos y así ayudarle, entonces quien vino a mí fue mi príncipe, lo levanté y me lo colgué a mi costado, él reía mientras miró a su hermana venir detrás de él, Lucas era idéntico a su padre, cabello negro a excepción del color de sus ojos azules, mientras que Zoey, era idéntica a mí de pequeña, pero con los ojos de su padre. Íbamos camino a nuestro lugar especial, uno que era similar al de los viñedos de los padres de Redford, donde había nacido una tradición, Michael quería una propia con su familia, y aquí estábamos, mirando como empezaría el atardecer para el comienzo de la vendimia del vino.—¿Tienes todo listo para más tarde?—preguntó Michael a mi lado
Michael Redford Muchos años después… «Ni loca saldrá de esa manera, se puede ver su ombligo y esa diminuta cicatriz por brincar la valla de los viñedos hace tres veranos pasados» «Tienes que mantener tu postura de autoridad, Michael Redford, ignora sus pestañas largas como las agita y esos ojos oscuros haciendo ese gesto del gato con botas, te miente, es una manipuladora, ¿Por qué tenía que tener de mí esa herencia de ser? ¿No pudo heredar una de mis virtudes?» Sí, tenía que ser duro, estricto, si no lo hacía, podría cometer muchos errores en un futuro y… —¿Cómo se mira?—Zoey salió de uno de los probadores con un vestido de noche ahora que llega hasta los pies, no se le ven, pero era de dos piezas y era un tipo de tela que solo cubría sus pechos. Había sacado lo estudiosa de su madre, disciplinada y todo, pero lo manipuladora, de mí. Tenía yo los brazos cruzados contra mi pecho y recargado en el respaldo de aquel sillón felpudo en color gris plata, suspiré drásticamente e hice un ge
Mia Davis Manhattan, New York. Mis dedos maquillaron rápidamente la zona debajo de mis ojos, esas ojeras que se habían formado por falta de sueño y el cansancio me tenían fastidiada. Trabajar de cocinera nueve horas en el restaurante de mi novio, estudiar la maestría por la mañana y todavía llegar a casa para atender a mi padre que tenía adicción al juego, me estaba consumiendo, pero mostraba lo mejor de mí y no me permití para nada el rendirme, menos cuando mi madre nos abandonó por irse con otro. — ¿Mía? —era mi padre llamando a la puerta del baño. —Dime—más maquillaje a gran velocidad. —Estoy tarde. —le recordé. —Dame dinero, —exigió del otro lado de la puerta, detuve lo que estaba haciendo y al verme en el espejo reflejada, solté un suspiro de cansancio. Era la misma historia de todas las mañanas antes de irme a la universidad, la pelea por no darle dinero para su vicio del juego. —Anda, sé qué me has escuchado. —aporreó con fuerza la puerta de nuevo. —Anda. Solo esta vez.
Michael Redford Casino, horas atrás —No voy a hacerlo. Definitivamente no. —repliqué a mi padre del otro lado de la línea por el altavoz. — ¿Y si te dijera que tengo a alguien en mi vida eso cambiaría tus planes? —A menos que sea mejor que la familia Salvatore, podré aceptarlo, mientras no sea así, tienes que cumplir con el compromiso. —luego terminó la llamada, miré el teléfono por un momento pensando detenidamente como es que me saldría con la mía, como siempre solía hacerlo. Pero en esta ocasión, al parecer no sería así. Tocaron a la puerta de la oficina en el interior de uno de los casinos de los que soy propietario en Atlantic City: “Redford Casino” fue nombrado uno de los más grandes casinos en el año de 1983, después del casino de la competencia: Caesars Casino. Y desde entonces se mantenía en el número uno bajo la administración de mi padre, después de casi diez años, eso no había cambiado bajo mi mando. —Pensemos más tarde de ese tema, Redford. —me dije a mí mismo cortand
Mia Davis Casino Redford — ¿En qué te has metido ahora? —miré el reloj, luego a mi padre, estaba furiosa, pero también tenía miedo. — ¿Sabes que podrían correrme del restaurante? Me han quitado mis cosas y eso incluye mi celular, no puedo avisar que llegaré tarde y…—detuve mis palabras cuando dos hombres aparecieron en el pasillo. —Señor Davis, puede despedirse para luego llevarlo a la oficina y de ahí al casino. —arrugué mi ceño, mi padre no hablaba, pero lo vi pálido. — ¿Cómo que a la oficina y luego al casino? ¿Y yo? ¿Cuándo me dejarán ir? —mi corazón se agitó con fuerza. —El señor Davis ha hecho un trato con el señor Redford. —contuve un poco mi respiración y lo miré en espera a que dijera algo. —Hágalo ahora. —le ordenó el hombre de una manera de advertencia. Mi padre se levantó y yo igual. — ¿Por qué dice que te tienes que despedir? ¿A dónde vas o qué? —pregunta tras pregunta, pero mi padre no dijo nada. —Entonces es verdad. —mi voz tembló. — Has pagado tu deuda conmigo,
Mia Davis Casino Redford Oficina central Horas después, leía detenidamente cada detalle de ese contrato, párrafo por párrafo, lo que no entendía, se lo pregunté al señor Redford y él me explicó pacientemente, no podía preguntarle a nadie más, ya que era confidencial todo y además remarcó que cuidaba su reputación como la de su familia. —Pero, si preguntan sus padres mi estatus económico, mis padres y lo que lleva de la mano eso, no creerán nada, incluso pensarán que es un chiste. —él me miró detenidamente desde su silla del otro lado del escritorio. —Ya tengo solucionado esa parte. Serás de familia millonaria y de un perfecto status económico, mejor que el mío, que el de mi familia y de los Salvatore, con ello quedará más que conforme mis padres, y acerca de sus padres, están muertos. —abrí mis ojos con sorpresa a escucharlo tan crudamente de su boca. — ¿Otra duda, señorita Davis? —Bueno, ya que fingiremos ser una pareja comprometida, debería de llamarme por mi nombre. —él a