Michael Redford
Casino, horas atrás
—No voy a hacerlo. Definitivamente no. —repliqué a mi padre del otro lado de la línea por el altavoz. — ¿Y si te dijera que tengo a alguien en mi vida eso cambiaría tus planes?
—A menos que sea mejor que la familia Salvatore, podré aceptarlo, mientras no sea así, tienes que cumplir con el compromiso. —luego terminó la llamada, miré el teléfono por un momento pensando detenidamente como es que me saldría con la mía, como siempre solía hacerlo. Pero en esta ocasión, al parecer no sería así. Tocaron a la puerta de la oficina en el interior de uno de los casinos de los que soy propietario en Atlantic City: “Redford Casino” fue nombrado uno de los más grandes casinos en el año de 1983, después del casino de la competencia: Caesars Casino. Y desde entonces se mantenía en el número uno bajo la administración de mi padre, después de casi diez años, eso no había cambiado bajo mi mando.
—Pensemos más tarde de ese tema, Redford. —me dije a mí mismo cortando de tajo mis pensamientos acerca del compromiso matrimonial con la hija menor de los Salvatore; presioné el botón que daba el acceso a mi oficina privada, miré las cámaras empotradas contra la pared que me daba vídeo de cada rincón por haber en el lugar, dos hombres vestidos de seguridad entraron. — ¿Tienen lo que les pedí? —uno de ellos asintió y estiró su mano para entregarme una carpeta.
—El señor Davis ha agotado su crédito, ahora ha venido a pedir otro. —informó el hombre, me senté en mi silla giratoria y abrí la carpeta, tenía una gran lista de clientes que tenían crédito en nuestro casino, y uno de ellos lo encabezaba “Matthew Davis” en su época fue uno de nuestros mejores clientes, pero al parecer desde que su esposa lo abandonó, fue a declive, ahora, todo lo que ganaba se iba a nuestra cuenta, dejándolo sin un centavo que gastar fuera de estas puertas.
— ¿Y su expediente? —pregunté mientras terminaba de leer la lista con las cantidades pendientes a deber de los clientes aparte de él.
—Está al final de la carpeta—me adelanté entre tanto papeleo hasta que llegué a la hoja con su nombre en grande: “Matthew Davis” al abrirla, apareció el hombre con barba y vestido decentemente al comienzo con nosotros para el trámite de su crédito, pero al pasar de los años, anexaron otra foto de hoy en día, se veía el cambio en él. Empecé a leer y al pasar la hoja, una foto de una mujer me quitó el aire un segundo, era hermosa, ojos azules como el cielo, piel blanca, cabello cobrizo casi naranja, tenía una filipina de cocina y un gorro, ella sonreía y fue ahí que de manera inesperada me hice una pregunta mental: “¿Cómo se vería solo vistiendo de encaje negro en mi cama y debajo de mí?” retiré de inmediato ese pensamiento, pero tenía que ser sincero conmigo mismo, aparte de eso, ella que se veía jodidamente bien, debajo de la foto estaba su nombre: “Mia Davis” era una estudiante de máster en negocios en la universidad de NY, tenía veintiséis años, tenía un novio que era gerente de un restaurante de comida china, las cifras de su sueldo era para llorar, pasé las hojas siguientes y descubrí que el señor Davis había estado saliendo y entrando a la cárcel en tres ocasiones durante el último año, el motivo, alteración en la vía pública bajo los efectos del alcohol, entonces los documentos de pago de fianza me mostraron que era su hija. Eso me molestó por alguna razón. Eso quería decir que su hija era quien lo sacaba del apuro, su propia hija, ¿Y él? Entonces algo pasó por mi mente. Miré a uno de mis hombres.
—Dale el crédito de cincuenta mil dólares. —el hombre abrió sus ojos al escuchar mi orden.
—Pero señor Redford…—comenzó a decir, pero levanté la mano para que se detuviera.
— ¿Desde cuándo tienes algo que decir cuando ordeno algo? —él asintió sin dar réplica de nada, ya que no tenía por qué hacerlo. —Solo el crédito, ¿Y sería todo?
—Quiero que pierda todo, absolutamente todo para que no tenga el medio para poder pagarme, así que cuando eso suceda, le haré una propuesta. —el hombre asintió y se marchó con el otro que estaba detrás de él. Cuando me quedé a solas, mis dedos buscaron esa foto, la despegué del expediente y la observé quien sabe por cuánto tiempo, si mis planes salían como lo tenía en mi mente, ella sería pronto quien me haría salirme con la mía.
***
Varias horas después…El señor Davis estaba sentado frente a mí, lo único que nos separaba era la mesa central de vidrio templado. Pareció estar muy preocupado por su “nueva mala situación” a la que yo lo había metido sin que se diera cuenta. Crucé una pierna encima de la otra y descansé mi barbilla en uno de mis dedos sin dejar de mirarlo desde mi lugar.
— ¿Entonces? Dígame, ¿Cómo hará para pagar el nuevo crédito más lo que ya nos debía, señor Davis? —Él se tensó, sus manos se movieron de manera nerviosa sobre sus rodillas, como si le sudaran y de esa manera estuviera secándolas.
—Quiero tiempo, puedo recuperarme si me da otro crédito, señor Redford, se lo puedo pagar. —hice un ruido con mi lengua al mismo tiempo que estaba negando con mi cabeza lentamente.
—Lo que hará es endeudarse más aún y al casino no le conviene para nada. Pero dígame, ¿Puede pagarme de otra manera? ¿Bienes? —él pareció pensar por un momento, ¿Pero qué tenía que pensar? Si claramente en su expediente decía que su hija era quien pagaba la renta, servicios y aun así, no sabía cómo llegaba a pagar su matrícula de su máster, por su delgadez, podría jurar que no tenía buena alimentación y solo pensarlo, aumentó mi irritación. El señor Davis carraspeó atrayendo de nuevo mi atención en él.
—Rento un departamento, no tengo algo propio, nunca lo he tenido. —el brillo de sus ojos se notó, algo debió de haber pensado.
—Hable. —le ordené, pero solo hacerlo, provocó más nerviosismo en él.
—No, no es nada, es solo que lo único que tengo, es a mi hija, Mia. —arqueé una ceja, “Interesante, salió por sí solo antes de que soltara la carnada” me removí, pero era más por la molestia de querer ofrecerme a su propia hija como pago, ¿Era eso o yo lo estaba malinterpretando?
—Explíquese. —le ordené de nuevo, al parecer él se tomó un breve momento para pensar detenidamente lo que diría.
—Ella es una mujer joven fuerte de carácter. —fingí el que no entendía a lo que se refería.
— ¿Y qué tiene que sea una mujer fuerte de carácter? —pregunté. — ¿Qué haría con ella? Si piensa que soy uno de esos hombres, está equivocado, señor Davis.
—Debería de olvidar lo que dije, ahora que lo pienso mejor, sería atroz el ofrecer a mi propia hija como un pago a mi deuda. — ¿Así o más directo? La irritación se volvió como una molestia que picaba en mis manos, “Bueno, Redford, no seas hipócrita, algo así le ibas a pedir” Pero lo mío era fingir un compromiso matrimonial por un tiempo hasta que mis padres desistieran por completo de casarme con la hija menor de los Salvatore y cederle mi propio tiempo a una mujer que no quería ni llamaba mi atención, es más, odiaba pensar en la palabra “matrimonio” el atarse a otra persona a través de un papel, lo descartaba de inmediato. “Las almas libres no se atan a otras” era mi mantra cuando uno de mis padres mencionaba el tema en las cenas de los domingos.
— ¿Ofrecer como pago? —pregunté fingiendo que estaba pensando sus palabras.
—Sí, por un tiempo hasta que salde mi cuenta. —entrecerré mis ojos y fingí seguir pensando.
— ¿Y cómo sucedería si cedo? —pregunté.
—No lo sé, dígamelo usted. —respondió a mi pregunta, pareció por su mirada que cerraría un trato.
—Puede hacerme de ayuda en un tema privado que quiero esquivar. —atrapé de nuevo su atención. —Mis padres quieren un compromiso con la hija de uno de sus amigos poderosos, es un compromiso de hace años entre mejores amigos. —él siguió atento, el nerviosismo se había esfumado por completo. —Podría cederme a su hija para fingir un compromiso matrimonial durante un año, —sus ojos se abrieron de par en par y sé que esperando escuchar las ventajas de lo que estaba proponiendo. —Si cede, podríamos llegar a un acuerdo jugoso.
— ¿Pagar mis deudas por completo de su casino? —preguntó ocultando a la perfección su emoción por el tema de dinero.
—Podría ser así, pero estaré incluyendo un crédito de un millón de dólares. —jadeó de sorpresa y se llevó la mano a su boca. —Lo que obtenga de ese millón, podrá salir por las puertas de mi casino. —la emoción incrementó en él. —Pero si lo pierde, será lo único que obtenga de mí y dé este trato. Firmará documentos de confidencialidad con cláusulas muy claras y si rompe cualquiera no irá a la cárcel, —arrugó su ceño—… Irá directo a su propia tumba. —palideció por completo, se pasó ambas manos por su rostro en señal de ansiedad y preocupación, luego las deslizó por su cabello, pensando la respuesta que me daría, entonces sus ojos se quedaron en mí.
— ¿Ella que es lo que hará? —preguntó antes de darme una respuesta.
—Eso solo lo veré con ella en privado.
—Pero ella no lo aceptará, ella tiene que ver que podría pasarme algo para ceder a algo así. Si ve que tendría ese millón de créditos por cederla, no hará ningún trato en privado con usted. —entrecerré mis ojos, quité la pierna encima de la otra, descansé mis codos en mis muslos entrelazando mis dedos frente a mí, acomodé bien mis palabras que saldrían de mi boca.
—Ella tendrá que ceder, ya que lo de llevarlo a su propia tumba, no es algo que suelo decir por decir, señor Davis. —él palideció. —Usted firmará y yo me encargaré del resto. —Hice una pausa— ¿Entonces? ¿Cerramos el trato? —él se quedó un momento en silencio, pensativo.
—Solo quiero saber que ella no le pasará nada.
—Solo tiene que saber que su vida cambiará por completo. —se levantó de un movimiento torpe, pensé que se marcharía sin darme una respuesta, el movimiento siguiente sería detenerlo con mi equipo de seguridad que estaban del otro lado de la puerta. Pero en lugar de intentar negarse, estiró su mano.
—Acepto el acuerdo. —dijo sin más, tomándome por sorpresa, me puse de pie y acepté su mano.
—Haré que mi asistente redacte el acuerdo confidencial para cerrar el trato. —me solté de su agarre.
— ¿Y cuándo firmaré? —miré mi reloj y luego a él.
—En cuarenta minutos tendré el acuerdo aquí, lo firma y después yo me encargo. —él se tensó.
— ¿Tengo que estar aquí cuando ella…? —negué, noté alivio visible en su rostro. — ¿Cuándo me dará el millón de dólares de crédito? —preguntó ansioso.
—Cuando me traiga a su hija. —él palideció de nuevo.
—En estos momentos debe de estar tomando camino a su trabajo.
—Bien, —caminé hasta mi escritorio y presioné un botón para que uno de mis hombres entrara, al hacerlo, la puerta se cerró detrás de él.
— ¿Sí, señor? —preguntó esperando mi próxima orden.
—Quiero que tengan preparado un millón de dólares en crédito para el señor Davis. —el hombre se tensó y miró de manera fugaz hacia él, para luego mirarme a mí. —Primero, llama a Dylan, y después prepara el auto, irán a recoger a la señorita Davis a su trabajo, —miré al señor Davis. —Va a ir con él por su hija, si no llega cuando el acuerdo esté sobre mi mesa… el trato se cancela.
Mia Davis Casino Redford — ¿En qué te has metido ahora? —miré el reloj, luego a mi padre, estaba furiosa, pero también tenía miedo. — ¿Sabes que podrían correrme del restaurante? Me han quitado mis cosas y eso incluye mi celular, no puedo avisar que llegaré tarde y…—detuve mis palabras cuando dos hombres aparecieron en el pasillo. —Señor Davis, puede despedirse para luego llevarlo a la oficina y de ahí al casino. —arrugué mi ceño, mi padre no hablaba, pero lo vi pálido. — ¿Cómo que a la oficina y luego al casino? ¿Y yo? ¿Cuándo me dejarán ir? —mi corazón se agitó con fuerza. —El señor Davis ha hecho un trato con el señor Redford. —contuve un poco mi respiración y lo miré en espera a que dijera algo. —Hágalo ahora. —le ordenó el hombre de una manera de advertencia. Mi padre se levantó y yo igual. — ¿Por qué dice que te tienes que despedir? ¿A dónde vas o qué? —pregunta tras pregunta, pero mi padre no dijo nada. —Entonces es verdad. —mi voz tembló. — Has pagado tu deuda conmigo,
Mia Davis Casino Redford Oficina central Horas después, leía detenidamente cada detalle de ese contrato, párrafo por párrafo, lo que no entendía, se lo pregunté al señor Redford y él me explicó pacientemente, no podía preguntarle a nadie más, ya que era confidencial todo y además remarcó que cuidaba su reputación como la de su familia. —Pero, si preguntan sus padres mi estatus económico, mis padres y lo que lleva de la mano eso, no creerán nada, incluso pensarán que es un chiste. —él me miró detenidamente desde su silla del otro lado del escritorio. —Ya tengo solucionado esa parte. Serás de familia millonaria y de un perfecto status económico, mejor que el mío, que el de mi familia y de los Salvatore, con ello quedará más que conforme mis padres, y acerca de sus padres, están muertos. —abrí mis ojos con sorpresa a escucharlo tan crudamente de su boca. — ¿Otra duda, señorita Davis? —Bueno, ya que fingiremos ser una pareja comprometida, debería de llamarme por mi nombre. —él a
Michael Redford Casino. Oficina Central Control. El control en mi vida es prioridad. No podía simplemente perderlo. Eso me causaba ansiedad. Problemas. Estrés. Mientras esté todo en orden y controlado, no habrá problemas. Pero al verla, sabía que estaba corriendo un gran riesgo que me descubrieran. De no salirme con la mía. ¿Pero por qué insisto en intentarlo siquiera? Mia Davis Morgan, sería difícil. Desafiante. Y me ocasionaría bastantes problemas, pero aun así, quería hacerlo. ¿Qué era esto? Intrigante. El hombre más psicópata de este mundo estaba curioso. Arriesgaría bastante cuando esa firma estuviera plasmada en el documento y aun así deseaba que lo firmara. —Aquí dice que dura un año el matrimonio, y son…—pude notar la impresión en su rostro, supongo que está leyendo los beneficios que obtendría después de dejarla libre. —Son bastantes beneficios… —sus ojos azules se quedaron en mí. —Es lo que ofrezco por el servicio de una prometida y esposa falsa durante un año. —ella segu
Mia Davis Firmé. Una firma en un documento confidencial donde sería la prometida y futura esposa del señor Redford durante un año con unos beneficio que al terminar muchos quisieran tener. Mi padre había desaparecido una vez que salí en su búsqueda. Al parecer la tierra se abrió bajo nuestros pies y se lo tragó. —Señorita Davis, hemos llegado. —anunció el chófer con la puerta abierta de mi lado para ayudarme a bajar, una de las cláusulas era mudarme así que un hombre de su confianza, me había traído al departamento a hacer mis maletas. —Gracias. —le dije. — ¿Cómo es que te llamas?—pregunté. —Alek. —era un hombre alto, fornido en traje negro y calvo, por su acento podría ser un ruso. —Bien, gracias, Alek. —él asintió y al bajar cerró la puerta para ir detrás de mí. —Puede esperar aquí. —le dije pero él negó. —Mis indicaciones son bastante claras, señorita Davis, subir con usted y asegurarme que haga su maleta para después marcharnos al departamento que se le ha asignado. —O
Michael Redford En cuanto se había marchado Mia de la oficina privada del casino, había hecho un par de llamadas, en una de esas era arreglar una habitación extra de mi ático, la otra llamada, a mi familia para confirmar mi asistencia con un acompañante a los viñedos en Napa Valley, California, otra a mi asistente personal para pedirle que hiciera un par de compras de cosas femeninas para la habitación de Mia. Había decidido de último momento que viviéramos juntos en el ático, cada quien en su habitación, para estar más al tanto del uno y del otro con el plan que tenía armado. Tenía que funcionar, si ella sabía cómo era moverse en mi lugar privado, podría ser un extra por si mi familia preguntaba detalles, así Mia podría responder sin problema. — ¿A dónde nos dirigimos?—preguntó curiosa mirando por la ventanilla del auto. —A mi ático. —ella giró su rostro hacia mí con esos ojos azules muy abiertos, agitó sus pestañas en señal de estar pensando por qué iríamos a mi espacio privado.
Mia Davis Estaba sentada en la orilla de la cama gigante que adornaba el centro de la habitación, era impresionante el lujo del lugar, tenía todo lo que una mujer podía desear, había un gran tocador con luces alrededor del marco del espejo, me recordaba a esas artistas famosas que tienen en sus camerinos, una pared, era de cristal y daba a una majestuosa vista panorámica del Central Park y los alrededores, casi se me cae la boca de la impresión. Akira me mostró mi nuevo baño, era del tamaño de dos habitaciones, una bañera de mármol negra, con detalles de oro, un lavamanos a juego gigantesco, una ducha aparte de cristal, llegamos al armario que estaba por una puerta, y era el doble de grande que el baño. —Dios mío santo. —susurré atónita. —Aquí está todo separado por orden. En esta área…—caminé detrás de Akira, una luz se encendió y mostró vestidos de noche colgando, aun con sus etiquetas. —Estos son vestidos de gala, de coctel, formal e informal. Esta área…—se encendió otra luz—Son
Michael Redford Ático Redford Terminé de hacer otro par de llamadas después de hablar con Mia para arreglar su cabello, quería que antes de presentarnos en el evento anual del vino de los viñedos de mi familia, estuviera presentable. Tendría que hacer un guion para poder estudiarlo y así mis padres, que son bastantes curiosos, si empezaban a indagar más allá de lo que estoy decidido a permitirles, estaría preparado. Así como Mia. —Señor Redford, —me llamó Akira. —Dime—contesté guardando mi celular en el interior de mi americana. — ¿Solo será el fin de semana en Napa? ¿O tengo que empacar más ropa para días?—esa era una buena pregunta, pensé por un momento que debía de estar preparados para cualquier imprevisto. —Prepara ropa para varios días, quizás una semana. ¿Tienes las nuevas maletas de mi novia?—Akira sonrió al escuchar de mi propia boca «Novia», lo que ella y nadie más sabía era que solo era una treta para escabullirme del compromiso con la hija de los Salvatore. —Sí,
Mia Davis Durante el camino al club, Redford comentó que el lugar era famoso, que solo entrar la membresía costaba diez mil dólares, y otros diez grandes anual, era un club que tenía lista de espera bastante grande, que solía coincidir con grandes personajes y famosos, entre ellos Elon Musk, mi boca casi se cae al suelo al escuchar eso, que había sido invitado al after party en el club después del Met Gala. Pero al escucharlo hablar, era como si fuese algo normal, pero para mí no lo era. —Tu itinerario es…—revisó en la pantalla de su celular—A las ocho y media tienes tratamiento capilar, después…—y empezó una lista que me tendría ocupada hasta las dos de la tarde. —… Y luego, depilación. —giré mi rostro hacia él. — ¿Depilación? Me depilo las piernas yo misma. —me puse incómoda y hasta podía jurar que mis mejillas se sonrojaron por completo. —Aquí lo harán por ti por completo, ya está la cita. —regresó su mirada a la pantalla iluminada. — ¿A qué te refieres por “completo”? —vi clar