Mia Davis Ático privado Miré el techo de mi habitación nueva, levanté mis manos y las acaricié con la yema de mis dedos, el tratamiento de spa al que me había sometido fue uno de los mejores que me he dado en mi vida, bueno, el único. Me di cuenta de que uno con dinero se hace lo que sea por lucir mejor. Y sí que valía la pena, estaba maravillada por cómo me sentía y lucía mi piel. —Aquí tiene la maleta lista, señora, puede mirar para corroborar que no hace falta algo…—me senté de inmediato en la orilla de la cama al escuchar a Akira, el ama de llaves y asistente de Redford. —Está todo acordé al clima de allá de los viñedos. —alcé una ceja. — ¿Viñedos?—ella asintió poniendo una maleta encima del sillón de botones al pie de la cama. —La familia del señor Redford tienen extensos viñedos en Napa Valley, tienen bodegas de vino de las mejores. Este fin de semana empieza la vendimia y termina en octubre, eso quiere decir que estarán yendo a California constantemente. —Eso está al otr
Michael Redford La cena de esta noche era lasaña de vegetales con un buen vino de casa, Mia comió en total silencio, no cruzó una palabra y lo agradecí. Después de esta mañana en la casa club y ese beso, me tenía saturado. Tuve que regresar al casino y no pude concentrarme en absoluto, ¿Desde cuándo Michael Redford pierde la concentración en su trabajo? Alek había repetido en dos ocasiones el informe del padre de Mia y aun así, no presté del todo atención, tuve que despachar a mi hombre para poder ordenar mis pensamientos. — ¿Y qué tal te fue en este día? —preguntó de repente, detuve mi tenedor y miré hacia ella. —Bien. —contesté, luego retomé mi cena. —Me ha dicho Akira que tu familia tiene viñedos en Napa Valley. —me tensé, no había autorizado a mi ama de llaves informarle algo, me hice una nota mental de hablar con Akira de eso. —Sí, mañana por la mañana saldremos a California. —tomé un sorbo a mi copa de vino, luego miré en su dirección, me di cuenta de que su tenedor jugó con
Mia Davis Eran las seis de la mañana cuando íbamos camino al aeropuerto de la ciudad para viajar a California, Akira me había entregado un bolso que podía cargar conmigo con cosas que podría ocupar, entre ellas, una cartera con mi identificación y tarjetas de crédito con mi nombre, ¿De dónde había aparecido todo eso en tan poco tiempo? Redford era meticuloso por lo que podía ver y no dudaba en demostrar que todo era real ante los ojos curiosos. Encontré unos audífonos para escuchar música y unas pastillas para el dolor de cabeza, -vaya, había escuchado cuando murmuré esta mañana que el viaje me ocasionaría dolor de cabeza por la altura- Sí que estaba Akira en todo. — ¿Pasa algo? —preguntó Redford al ver que me había quedado pensativa con la mano en el interior del bolso. —Sí, todo bien. —Miré el resto, la tarjeta de la entrada al ático privado, -tenía un post con la información, estaba el cargador, me di cuenta de que era nuevo, no pude evitar no sonreír. — ¿Segura? —insistió Redfo
Michael Redford San Francisco, California. Llegamos a la pista privada del aeropuerto de San Francisco, California, seis horas de vuelo desde el otro lado del país me había dejado incómodo. El auto blindado que había pedido para ir a Napa desde aquí, esperaba por nosotros. —Dame tu mano—le ordené a Mia para ayudarle a bajar por las escaleras del avión, ella aceptó a pesar de estar recién despierta, pareció que su molestia por lo que hice ayer, se había disipado. —Gracias. —dijo cuando bajó el escalón y me soltó de la mano. —Es perfecto el clima, —dijo sorprendida. — ¿Cuánto tiempo se hace de aquí a los viñedos de tu familia? —tomé su codo sutilmente y la guie mientras caminábamos al auto que esperaba. —Una hora y diez minutos aproximadamente. —le ayudé a subir, rodeé el auto y antes de subir a mi asiento de copiloto, le hice una señas a Alek, él asintió y dio órdenes al otro grupo de seguridad. Subí al asiento y empecé a ponerme el cinturón de seguridad, miré hacia Mia. — ¿Vas a
Mia Davis Los Viñedos Redford Redford bajó del auto y lo rodeó y así abrirme la puerta el mismo, -algo que dice que no suele hacer, ya que tiene personal al que le paga-, al abrirla, extendió su mano hacia mí para que la tomara, cuando la acepté, bajé y cerró la puerta, pero sin soltar nuestro agarre, así que caminamos hacia la gente que nos esperaba en la entrada principal de la gran casa rústica. — ¡Bienvenidos a Napa Valley!—exclamó un señor alto, con un gran parecido a Redford, pero con canas, una señora estaba a su lado y sonreía emocionada, tenía los ojos de Redford, pero era más pequeña, casi de mi altura, y a lado de ella estaba una señora mayor, quién tenía sus ojos entrecerrados, como si estuviese captando cada movimiento que hacíamos para ver si esto era real. — ¡Tú debes de ser Mia!—el señor alto se inclinó para dejar un beso en mi mejilla, al separarse sonreía ampliamente, incluso se notó fácilmente que estaba sobreactuando. —Soy Daryl Redford, ella es mi esposa, Chels
Michael Redford Los viñedos Redford Abrí la puerta del lado del copiloto, Mia iba a subir, pero se detuvo y luego de un segundo se giró hacia mí levantando la mirada. —Estoy molesta por lo que has dicho acerca de que hago ruido al tener sexo. Eso es algo que no viene en el guion, Redford. —Lo siento por eso, no volverá a suceder. —mentí, claro que volvería a suceder, si tenía que decir algo para evitar que me fastidiara mi propia familia, lo haría. Mia era mi peón y lo usaría las veces que fuesen necesarias para asegurar mi juego. Ella suavizó su mirada y asintió aceptando mis disculpas, luego subió a su asiento, rodeé el auto, pero me detuve para acercarme a Alek que bajó del auto al verme. —Señor Redford, —saludó Alek, luego estiró su mano para entregarme unas llaves. —Las llaves de la casa. —Gracias, Alek, ¿Está todo listo?—él asintió. —Entonces divide tu equipo e instálense, llevaré a Mia a dar un recorrido por el condado y después iremos a la casa. —él asintió, luego reg
Mia Davis Bajé los escalones hacia la primera planta, tenía mi bolso con lo básico, me puse un vestido veraniego de tirantes en color blanco, me quedaba suelto y me llegaba a un centímetro por encima de mi rodilla, me puse unas sandalias de tira que enrollaban en mis pantorrillas, pero creo que la talla era un poco pequeña de lo normal, intentaría no moverme mucho por qué si lo hacía, al final del día tendría una ampolla o lastimado de la parte de atrás. — ¿Tienes todo contigo? —escuché la voz de Redford. — ¿Bloqueador solar? —Sí, ya me he puesto, pero llevo por si necesito más. —mi cabello lo recogí en una coleta en lo alto de mi cabeza, revisé en línea que por el medio día subiría la temperatura, no quería tener los cabellos pegados a mi piel por el sudor. —Entonces, es hora de irnos al desayuno familiar. —durante el camino, leí la otra hoja que me había dado antes de salir de la casa, me mostró quienes eran el resto del grupo familiar con el que nos encontraríamos en el desayuno
Michael Redford Casa de los viñedos de los Redford *Primer desayuno oficial del comienzo de la vendimia.* El olor a panqueques, tocino y huevo frito, inundó mis fosas nasales por un momento, eso me había abierto el apetito por completo. Mia y yo caminamos de la mano con nuestros dedos entrelazados, noté nerviosismo en ella, pero yo tenía todo bajo control si empezaba un interrogatorio, antes de entrar a la casa, había enviado un par de textos a Alek encargando unos pendientes que quería que tuviese para cuando saliéramos de aquí. — ¡Ya han llegado!—sé escucharon exclamaciones en el aire, entramos al gran comedor y ahí estaba toda la familia, los gritos de los niños pequeños, adolescentes y de las nueras, gritaron: «Redford» antes de atosigarme con abrazos, besos y risas, todo era para mí tan molesto que tenía que fingir que me caían bien todos. «O eso es lo que quería pensar»— ¡Tío Redford has llegado! —los niños agarrados de mis pies, exactamente los dos pares de trillizos de sie