Michael Redford San Francisco, California. Llegamos a la pista privada del aeropuerto de San Francisco, California, seis horas de vuelo desde el otro lado del país me había dejado incómodo. El auto blindado que había pedido para ir a Napa desde aquí, esperaba por nosotros. —Dame tu mano—le ordené a Mia para ayudarle a bajar por las escaleras del avión, ella aceptó a pesar de estar recién despierta, pareció que su molestia por lo que hice ayer, se había disipado. —Gracias. —dijo cuando bajó el escalón y me soltó de la mano. —Es perfecto el clima, —dijo sorprendida. — ¿Cuánto tiempo se hace de aquí a los viñedos de tu familia? —tomé su codo sutilmente y la guie mientras caminábamos al auto que esperaba. —Una hora y diez minutos aproximadamente. —le ayudé a subir, rodeé el auto y antes de subir a mi asiento de copiloto, le hice una señas a Alek, él asintió y dio órdenes al otro grupo de seguridad. Subí al asiento y empecé a ponerme el cinturón de seguridad, miré hacia Mia. — ¿Vas a
Mia Davis Los Viñedos Redford Redford bajó del auto y lo rodeó y así abrirme la puerta el mismo, -algo que dice que no suele hacer, ya que tiene personal al que le paga-, al abrirla, extendió su mano hacia mí para que la tomara, cuando la acepté, bajé y cerró la puerta, pero sin soltar nuestro agarre, así que caminamos hacia la gente que nos esperaba en la entrada principal de la gran casa rústica. — ¡Bienvenidos a Napa Valley!—exclamó un señor alto, con un gran parecido a Redford, pero con canas, una señora estaba a su lado y sonreía emocionada, tenía los ojos de Redford, pero era más pequeña, casi de mi altura, y a lado de ella estaba una señora mayor, quién tenía sus ojos entrecerrados, como si estuviese captando cada movimiento que hacíamos para ver si esto era real. — ¡Tú debes de ser Mia!—el señor alto se inclinó para dejar un beso en mi mejilla, al separarse sonreía ampliamente, incluso se notó fácilmente que estaba sobreactuando. —Soy Daryl Redford, ella es mi esposa, Chels
Michael Redford Los viñedos Redford Abrí la puerta del lado del copiloto, Mia iba a subir, pero se detuvo y luego de un segundo se giró hacia mí levantando la mirada. —Estoy molesta por lo que has dicho acerca de que hago ruido al tener sexo. Eso es algo que no viene en el guion, Redford. —Lo siento por eso, no volverá a suceder. —mentí, claro que volvería a suceder, si tenía que decir algo para evitar que me fastidiara mi propia familia, lo haría. Mia era mi peón y lo usaría las veces que fuesen necesarias para asegurar mi juego. Ella suavizó su mirada y asintió aceptando mis disculpas, luego subió a su asiento, rodeé el auto, pero me detuve para acercarme a Alek que bajó del auto al verme. —Señor Redford, —saludó Alek, luego estiró su mano para entregarme unas llaves. —Las llaves de la casa. —Gracias, Alek, ¿Está todo listo?—él asintió. —Entonces divide tu equipo e instálense, llevaré a Mia a dar un recorrido por el condado y después iremos a la casa. —él asintió, luego reg
Mia Davis Bajé los escalones hacia la primera planta, tenía mi bolso con lo básico, me puse un vestido veraniego de tirantes en color blanco, me quedaba suelto y me llegaba a un centímetro por encima de mi rodilla, me puse unas sandalias de tira que enrollaban en mis pantorrillas, pero creo que la talla era un poco pequeña de lo normal, intentaría no moverme mucho por qué si lo hacía, al final del día tendría una ampolla o lastimado de la parte de atrás. — ¿Tienes todo contigo? —escuché la voz de Redford. — ¿Bloqueador solar? —Sí, ya me he puesto, pero llevo por si necesito más. —mi cabello lo recogí en una coleta en lo alto de mi cabeza, revisé en línea que por el medio día subiría la temperatura, no quería tener los cabellos pegados a mi piel por el sudor. —Entonces, es hora de irnos al desayuno familiar. —durante el camino, leí la otra hoja que me había dado antes de salir de la casa, me mostró quienes eran el resto del grupo familiar con el que nos encontraríamos en el desayuno
Michael Redford Casa de los viñedos de los Redford *Primer desayuno oficial del comienzo de la vendimia.* El olor a panqueques, tocino y huevo frito, inundó mis fosas nasales por un momento, eso me había abierto el apetito por completo. Mia y yo caminamos de la mano con nuestros dedos entrelazados, noté nerviosismo en ella, pero yo tenía todo bajo control si empezaba un interrogatorio, antes de entrar a la casa, había enviado un par de textos a Alek encargando unos pendientes que quería que tuviese para cuando saliéramos de aquí. — ¡Ya han llegado!—sé escucharon exclamaciones en el aire, entramos al gran comedor y ahí estaba toda la familia, los gritos de los niños pequeños, adolescentes y de las nueras, gritaron: «Redford» antes de atosigarme con abrazos, besos y risas, todo era para mí tan molesto que tenía que fingir que me caían bien todos. «O eso es lo que quería pensar»— ¡Tío Redford has llegado! —los niños agarrados de mis pies, exactamente los dos pares de trillizos de sie
Mia Davis Fue el desayuno más incómodo que había vivido en toda mi vida, pero pude notar que para Redford no era el primero ni el último con la familia que tenía. Se notó visiblemente la tensión en sus hombros, la forma en que presionó sus dientes mostrando una quijada tensa. Los padres de Redford junto con el resto, nos invitaron al jardín donde tenían una inmensa mesa grande debajo de una pérgola de madera, tenía flores enrolladas y caían sobre lo alto de la mesa junto a las luces rústicas que debían de encenderse por la noche para iluminar el espacio. Era como ver el jardín de una revista famosa, los utensilios acomodados a la perfección, tenían un juego grande de copas de vino, platos llenos de uvas y quesos y otras más que no distinguí. Nos ofrecieron sentarnos cerca de la abuela, pero sabía que para Redford sería incómodo. Los Salvatore de último momento dijeron que tenían que retirarse, pero que estarían por la noche de regreso para la cena a la que Daryl los había comprometido
Michael Redford—Si sigues mirándola de esa manera, la vas a desgastar antes de la boda—bromeó mi hermano, Oliver, todos estábamos mirando hacia el grupo de mujeres que reían entre ellas, al parecer Mia había encajado con mis cuatro cuñadas.—Se ve que es de carácter fuerte. —comentó Thomas mirándome. —Te hacía falta alguien así, no como la Salvatore que manejabas a tu propia conveniencia y bien que se dejaba.—No empiecen, por favor. Es el primer día de la vendimia y no quiero estar escuchándolos discutir y mucho menos por los Salvatore. —dijo mi padre.—Es que seamos sinceros, —comenzó a decir Paul. —Caroline si le decías brinca, ella preguntaba a Redford, “¿Qué tan alto? ¿Y si mi a mi padre no le gusta que lo haga? ¿Lo hago?” —hizo una pausa sonriendo burlón. —Y Mia…—Detente ahí mismo. —advertí ligeramente.—Espera, es buena, —dijo Paul—y cuando le preguntas a Mia que brinque, —se preparó para dar el resto de su oración—Ella te diría, “¿Perdón? ¿Quieres que te parta la cabeza con
Mia Davis El auto avanzó demasiado rápido en el camino de tierra saliendo de la casa de los viñedos de los Redford, mis dedos se fueron de forma instintiva hacia el cinturón de seguridad aferrándose fuertemente por el movimiento del auto. Redford había ordenado delante de sus cuñadas el que nos fuéramos, ellas se quedaron sorprendidas por su actitud tan fría con la que me había hablado, iba a recoger mi bolso pero dijo de inmediato que ya lo tenía él cuando me lo entregó bruscamente. Me despedí rápidamente de todos los Redford como de las ahora futuras cuñadas, y desde entonces, Redford estaba sumido en su propio mundo mientras estaba al volante. —Creo que deberías de detenerte un momento. —le dije con el corazón agitado por el miedo a la velocidad a la que nos llevaba. Redford siguió manejando sin prestar siquiera atención a lo que le había casi suplicado a su lado, aumentó más y fue cuando entré en pánico y grité en un tono autoritario: — ¡MICHAEL, DETENTE AHORA! —él salió de su t