Era una mañana fría, los pequeños tenues rayos del sol que entraban por entre las cortinas, acariciaban el atractivo rostro de Gustavo Ferrer. Un joven de 23 años, hijo del empresario más millonario del país, heredero de una gran fortuna. Herencia, que a la larga, le causará muchos problemas... El apuesto chico se levantó de la cama, caminando hacia el baño, casi arrastrando los pies; bostezaba, sintiéndose aún con sueño. Una vez estando en el baño, se miró al espejo y reconoció en su mirada, algo de cansancio, pero, ¿de que puede estar cansado un joven de 23 años?. Sólo él lo sabía.
Gustavo siempre ha soñado en grande, desde un tiempo para acá, planificó su futuro, sabe muy bien que es lo que quiere, pero su padre tiene otros planes para él. Desde que Gustavo cumplió la mayoría de edad, su padre convirtió su vida y día a día en un martirio, obligándolo y presionandolo para que se case, llegando a tener grandes y fuertes conflictos con él. Cosa que Gustavo no sabe es que, tras las presiones de su padre hay un gran secreto, el cuál le cambiará la vida, para siempre... Gustavo había terminado de asearse y ya estaba vestido para irse a la universidad. Rogaba en todo en su interior, no encontrar a su padre cuando bajara a la sala, no quería verlo, porque era capaz de volver hablarle de lo mismo y él se sentía cansado de siempre, tener la misma plática con Esteban. Gustavo bajaba una a una las escaleras y al llegar a la sala se encontró con una hermosa jóven, de cabello rubio, brillante como el sol, una piel blanca como la nieve y una mirada cautivadora.
-Buen día -Le dice Gustavo, saludándola-.
-Buen día -Cecilia le sonríe-.
-Mucho gusto, me llamo Gustavo -Él estrecha su mano, presentándose ante la bella chica-.
-El gusto es mío, soy Cecilia -Ella estrecha su mano y le sigue sonriendo a Gustavo-.
-Lindo nombre, Cecilia -Gustavo estaba encantado, ante la belleza de Cecilia-.
-Muchas gracias -Le respondió ella, apenada-.
Cecilia se sintió por un momento tranquila al saber que por lo menos, había alguien amable, en esa casa. Para ella, Gustavo era todo un príncipe, un chico, verdaderamente educado.
-Bueno, pasemos a la cocina, para que Maite te enseñe todo lo que debes saber -Le dice Sandra, quién había ido a la cocina-.
-Está bien señora -Cecilia asiente con educación-.
-¿Vas a trabajar aquí? -Le preguntó Gustavo, algo desconcertado-.
-Si, eso creo -Le contestó Cecilia, un poco entusiasmada-.
-Entiendo -Gustavo seguía algo desconcertado-.
¿Cómo una chica tan hermosa como Cecilia iba a trabajar en su casa?, era la pregunta que paseaba por la cabeza de Gustavo.
-Hijo, necesito hablar contigo antes de que te vayas a la universidad -Le dice Esteban a Gustavo-.
-Papá, no tengo tiempo, luego hablamos -Le dice Gustavo con hastío-.
-Es urgente hijo, por favor -Le insiste-.
-Esteban, ella es la chica nueva, viene por el empleo, por favor, atiendela tú, al fin y al cabo, esta es tu casa, eres el jefe -Le dice Sandra, con un ligero tono de sarcasmo-.
-Ahora no puedo Sandra, estoy ocupado, dile a Maite que se encargue de ella -Le responde Esteban con energética seriedad-.
-Atiende a la chica papá, hablamos más tarde, se me hace tarde y tengo muchas cosas que hacer -Le sonríe, Gustavo con sarcasmo y se marcha-
-Bueno, yo me voy a mi cuarto, tengo que arreglarme, también tengo cosas que hacer -Dice Sandra, librandose de la responsabilidad-.
-¿Cómo te llamas?, para empezar -Le pregunta Esteban a Cecilia, estaba molesto por lo que su hermana y su hijo le dijeron, pero ante la chica, disimulaba-.
-Cecilia señor, es un gusto -Con entusiasmo y una hermosa sonrisa, Cecilia se presentó, estrechandole la mano a Esteban-.
-Mucho gusto, yo soy Esteban y por como dijo mi hermana, soy el dueño de la casa, es decir tu jefe -Le toma la mano, presentándose-.
Al tocar la mano de la chica, Esteban sintió algo muy extraño, algo que no sentía desde hace mucho tiempo; fue una sensación conocida, bastante peculiar. Su ceño se frunció leve y miró la mano de la chica, luego la miró a los ojos y, en su mirada, reconoció algo, pero desechó todo aquello, no quiso hacer caso, pensó que era una locura todo lo que se imaginaba.
-¿Le pasa algo señor? -Le preguntó Cecilia-.
-No, nada, tranquila -Le respondió Esteban-. Vayamos con Maite, para que te explique más como es lo del trabajo acá -Le sonríe-.
-Ok, gracias. Pero, ¿eso quiere decir que, estoy contratada? -Pregunta ella, un poco ingenua. Al parecer no había entendido, que ya había sido contratada-.
-Sí, supongo que para trabajar como empleada doméstica no se necesita mucha experiencia, sólo haces lo mismo que en tu casa; limpiar, barrer, acomodar, esas cosas -Le dice Esteban, con un tono divertido de ironía-. Y pues, supongo que por lo que me dijo Maite, necesitas el trabajo y en otro lugar de la ciudad, si vas a necesitar experiencia -Le sonríe-.
-Entiendo, está bien señor y, de verdad muchas gracias por la oportunidad -Le sonríe y le vuelve a estrechar la mano-.
Nuevamente, Esteban sintió una ligera chispa, como un ligero electro shock recorrer su cuerpo. ¿Que era eso que sentía?. Cecilia, sinceramente le produjo una paz que antes nunca había sentido en su vida.
-No tienes nada que agradecer, muchacha, ahora ve a la cocina, allá está Maite, ella te enseñará todo lo que necesitas saber -Él se sentía un poco extraño, estaba pensativo-.
-Está bien -Cecilia sonríe-.
Gustavo iba apreciando la calle desde la ventana del auto, pero toda su concentración la tenía en Cecilia, desde que la vió en la sala de su casa, no pudo sacarsela de la cabeza.
Para él, era la chica más hermosa que había conocido en su vida y, también pensaba que no debía pensar mucho en ella, pero es que, hubo algo en ella, que lo hizo estremecer.
-¿Por qué estoy pensando tanto en ti? -Se pregunta, mientras espera que el semáforo cambie la luz, para avanzar-.
Aquella dulce sonrisa de Cecilia, no salía de la mente de Gustavo, algo habia en ella, que Gustavo quedó encantado a primera vista.
...
Mientras Maite le explicaba como era el trabajo en la mansión Ferrer, Cecilia estaba ida, pensando en muchas cosas. Pero en lo que más pensaba, era en su madre. La dejó sola en casa y, le preocupaba que aquel dolor que sintió en el pecho, le volviera.
Cecilia es una chica jóven, de 23 años, con un cabello rubio radiante, es inteligente, hermosa, cariñosa y muy humilde. Por desgracia, tuvo que dejar sus estudios a un lado, para buscar empleo y ayudar a su madre, quien lamentablemente, quedó sin empleo.
Desde que el padre de Cecilia se fue de casa, siempre fueron ella y su madre, se tenían la una a la otra, a nadie más y ahora más que nunca se deben apoyar, por la oscura tormenta que se les avecina...
Aquel ligero contacto que tuvo con el hijo de su jefe, la dejó en blanco por un momento, pensaba en aquel apuesto chico, con un rostro tan perfecto, cómo si hubiese sido tallado por los mismos ángeles. Con su cabello negro sedoso y, esos ojos negros profundos que hechizaban. Sus labios rosados y carnosos, que a cualquiera provocaban. Sí, Cecilia Carmona, quedó fascinada con Gustavo. Para ella, haberlo visto tan sólo 5 minutos fue más que suficiente para admitir que lo que sentía en ese momento era, amor a primera vista.
-¿Que me pasa? -Pensaba-. Pero, es qué es tan apuesto, ¿estará soltero?. No Cecilia, no. No pienses en eso, ya sabes cómo terminan éstas cosas, mejor concéntrate en el trabajo y deja de pensar en el hijo de tu jefe, él no te puede gustar Cecilia -Se auto regañaba-, no te puede gustar, así que olvídate de él-.
Cecilia ya llevaba dos semanas trabajando para los Ferrer y por ahora, todo le estaba yendo bien. Todo lo que le ordenaban, lo hacía, todo perfectamente, muy bien hecho. Ninguno tenía quejas de ella y, se sentía feliz de poder hacer algo bien y que reconozcan su esfuerzo y su buen trabajo.La hermosa y dulce Cecilia organizaba la sala. Con el plumero quitaba el polvo de los muebles y cojines, de la pequeña mesa de vidrio y ventanas.Observaba el bello jardín de ensueño y recordó un cuento de hadas que su mamá le leía cuando era niña, sonrió, porque al menos de su infancia le quedaron buenos y hermosos recuerdos, pero la tranquilidad que Cecilia tenía en ese momento, se esfumó al escuchar la voz de Sandra al llamarla.-Diga, señora -Le dijo Cecilia, dándose vuelta-.-¿Que haces? -Le preguntó Sandra, mirándola con desprecio, tenía su ceño fruncido, cómo si hubiese hecho algo malo-.-Estaba limpiando las ventanas, señora -Le sonríe-. ¿Se le ofrece algo? -Le preguntó con amabilidad-.-Sí,
Llegó una nueva mañana en la mansión Ferrer. Cecilia se levantó temprano, se aseó y se arregló; ese era su día de descanso y, estaba contenta de visitar a su madre, después de tantos días sin verla. Se puso una camiseta blanca, con un estampado de flores, sobre ella una chaqueta de jean, color azúl, una falda y unas sandalias marrones. Se veía hermosa. Se recogió el cabello, dejándose una cola. Sí, se veía hermosa. Cecilia pensaba siempre en que, no conocía a nadie con su entusiasmo, su carisma, la manera en qué siempre sonríe ante cualquier situación, pero todo aquel entusiasmo y felicidad, estaban por desaparecer.Cecilia iba caminando por la sala, en busca de Maite para despedirse y en el camino se encontró con Germán, quién no perdió la oportunidad para molestarla una vez más.-Vaya, que hermosa te ves -Le sonrío de manera pícara y morbosa-. Esa falda te queda bien.-No estoy para tus juegos, no me molestes -Ella lo evadió y siguió caminando.-¿A dónde
El día se había hecho demasiado largo para Cecilia, no podía pensar en otra cosa que en la enfermedad de su madre. También pensaba en la forma en como iba a conseguir el dinero para las medicinas y la operación. Eran demasiadas las cosas que ella tenía en su cabeza, sinceramente no pensaba con claridad, pero lo único que estaba claro para ella, era que fuese lo que fuese, de la manera que fuese, ella tenía que buscar la forma de ayudar y salvar a su madre.Paradójicamente, el dolor que sentía y el llanto que la había ahogado horas antes, fue lo que le devolvió las fuerzas a Cecilia. Un dolor que le comunicaba, con su alma de hija y que avivó un fuerte sentimiento de responsabilidad. Tenía miedo de sentirse abandonada y sola. Justo en ese momento, en la soledad de su habitación, se dió cuenta de que no podía permitirse el lujo de llorar, cuando estaba en juego la vida de su madre. Eso, unido al infierno que Sandra y Germán le hacían vivir...-¿Que tienes? -Maite se cruzó de brazos al v
Los días transcurrieron rápidamente, al igual que las semanas. Era un nuevo día, dónde todos se enfrentaban a su monotonía diaria.Cecilia había ahorrado algo de dinero para las medicinas de su madre, para que al menos, antes de tener el dinero de la operación, ella pudiera estar un poco más tranquila. Irene, una amiga de Cecilia, era quién iba una vez al día a casa de Estela para cuidarla y verificar de que se tomara su medicamento. Así, Cecilia podía trabajar tranquilamente, siempre y cuando, no sé cruzara con sus verdugos...-¡Cecilia! -Le grita Sandra desde la sala.-Diga señora, ¿para que me necesita? -Le responde la chica, quién salió rápidamente del comedor.-¿Que es esto? -Le pregunta, al enseñarle un vestido.-Un vestido suyo -Le responde Cecilia con energética obviedad, cosa que ofendió mucho a Sandra.-Sí, estúpida, ya sé que es un vestido mío -Le dice Sandra, con rabia. La miraba con desprecio, mientras fruncía el ceño-. ¿Crees que esto está bien lavado y planchado? -Le ti
Cecilia acomodaba los cojines de los sofás de la sala. Gustavo, bajó a la sala, para ir a la cocina por su desayuno. Caminaba lento, para poder verla. Sonreía al hacerlo. No podía dejar de verla, para él, era como estar mirando un ángel, Cecilia era la chica más hermosa y dulce que él había conocido.-¿Le pasa algo, joven? -Le preguntó Cecilia.-No, nada, tranquila. Continúa con lo tuyo -Le sonrío.-Que le vaya bien hoy -Ella le sonrió también.-Gracias Cecilia -Gustavo la miró, regalándole una hermosa sonrisa, se le acercó y la tomó de las manos-. Gracias por ser tan dulce y amable.Aunque lo había intentado, no podía ocutarlo más. Al sentir sus manos tocar las suyas, Cecilia sentía alivio, era como volar en las nubes. No podía dejar de mirar sus manos jóvenes, pero varoniles. Su rostro parecía haber sido tallado por los mismos ángeles; sin duda el chico más guapo que haya conocido.Sus miradas se encontraron en un mismo espacio, regalándose el uno al otro cálidas sonrisas. Ella sent
El sol salió resplandeciente aquella mañana, más brillante que nunca, pero ni aquella luz tan hermosa alegraba a Cecilia. No durmió bien, sus ojos estaban rojos de tanto llorar debido a dos cosas: La enfermedad de su madre y las constantes humillaciones de Sandra, aunado a eso, las molestias y el acoso de Germán. Pero debía aguantar, no podía darse el lujo de renunciar.No podía dejar de pensar en el beso que Gustavo le dió, ya eran muchas cosas las que tenía en su cabeza; la enfermedad de su madre era la que más le preocupaba aunque también tenía miedo de que alguien se enterara de lo que sucedió entre ella y Gustavo. Con ese beso, ya no lo podía negar más. Lo tenía claro, estaba enamorada, perdidamente enamorada del hijo de su jefe, de Gustavo Ferrer.La tarde era fría y Esteban Ferrer no dejaba de pensar en lo que Maite no terminó de contarle; no se comió el cuento de se trataba de su hijo. Que no podía morirse sin antes ver a su hijo casado, sabía que era algo más y por alguna raz
Eran las 3:00 de la tarde y Cecilia estaba lista para irse, no podía borrar de su rostro su sonrisa. Realmente se sentía feliz por lo que su jefe, Esteban Ferrer, hacia por ella. Le alegraba mucho que a pesar del momento tan duro por el cual pasaba, existiera alguien que se preocupara por ella. No quería perder más tiempo, por lo que sólo recogió su cabello en una cola; salió de su habitación, bajó las escaleras y escuchó a Sandra llamarla, ahí su sonrisa se esfumó.-Necesito que organices mi ropa -La miró con frialdad.-Lo siento, pero no puedo hacer eso -Le respondió la chica. Tuvo carácter y mantuvo la frente en alto.-¿Cómo que no? -Le preguntó con molestia. Frunció el seño con rabia-. Tú trabajas para mí, así que subes y organizas mi ropa, pero rápido -Le gritó.-Y yo ya le dije que no -Le dijo Cecilia con energética seriedad.-¿Quién te crees que eres para hablarme así? -Sandra levantó su mano intentando darle una bofetada a Cecilia.-¡Tenga mucho cuidado con lo que piensa hacer
Maite le llevaba la cena a Esteban a su habitación. Debido a que no estaba de buen humor con su hermana, no quiso cenar con ella en el comedor.Maite dejó la bandeja con la cena en la cama de Esteban, quien recién salía del baño.-Señor, aquí está su cena -Maite le sonrió con amabilidad.-Muchas gracias, Maite -Con la otra toalla se secaba el cabello- y, por favor voy a necesitar que en unos minutos, me traigas una carpeta roja, que está en el escritorio de mi despacho -Le ordenó, con amabilidad.-Sí, por supuesto, en un rato se la traigo -Ella asintió.-Gracias -Le dijo él.-Con permiso -Dice y se retira.Esteban le echó un vistazo a su teléfono, respondió algunos mensajes y se dispuso a cenar.Cecilia abrió la puerta de su casa y junto a Gustavo entraron. En la sala se encontraban la mejor amiga de ella y su mamá. Ambas sonrieron al verla y se sorprendieron un poco, verla acompañada de un chico.-Hola mamá -Se acercó a ella, abrazándola.-Hija, que gusto verte, pero ¿no trabajas hoy