El día se había hecho demasiado largo para Cecilia, no podía pensar en otra cosa que en la enfermedad de su madre. También pensaba en la forma en como iba a conseguir el dinero para las medicinas y la operación. Eran demasiadas las cosas que ella tenía en su cabeza, sinceramente no pensaba con claridad, pero lo único que estaba claro para ella, era que fuese lo que fuese, de la manera que fuese, ella tenía que buscar la forma de ayudar y salvar a su madre.
Paradójicamente, el dolor que sentía y el llanto que la había ahogado horas antes, fue lo que le devolvió las fuerzas a Cecilia. Un dolor que le comunicaba, con su alma de hija y que avivó un fuerte sentimiento de responsabilidad. Tenía miedo de sentirse abandonada y sola. Justo en ese momento, en la soledad de su habitación, se dió cuenta de que no podía permitirse el lujo de llorar, cuando estaba en juego la vida de su madre. Eso, unido al infierno que Sandra y Germán le hacían vivir...
-¿Que tienes? -Maite se cruzó de brazos al ver a Cecilia tan distraída.
-Mi vida se está derrumbando, Maite -Algunas lágrimas salieron de sus ojos. Soltó un suspiro.
-Pero niña, ¿por qué estás tan triste? -Maite la abrazó, acariciándole el cabello-. ¿Sandra o Germán te han vuelto a humillar? -Frunció el ceño.
-No, esta vez no son ellos los culpables -Las lágrimas seguían saliendo. Cecilia sorbe y sigue hablando-. Es la vida, dios, el destino, no sé -Golpea una mano contra el mesón.
-¿De que hablas? -Maite no entendía nada de lo que Cecilia le decía.
-Es mi mamá, Maite. Mi mamá está enferma y se puede morir -Solloza.
-¿Qué?, no, ¿cómo que enferma? -Maite comenzó agitarse y a ella, llegó la preocupación.
-Tiene una grave afección cardíaca y si no es operada, su corazón dejara de latir en unos meses -Sorbe y llora.
-Dios mío, mi amor, no puede ser -Maite abraza a Cecilia y la consuela-. Tu mamá va a estar bien, ya verás. Yo te prometo, que se va a salvar, no te preocupes -Maite expresaba determinación en su mirada.
Claramente Cecilia no sabía que haría Maite, pensaba que sólo le dijo eso para calmarla, pero en realidad, Maite si tenía algo en mente. Era una solución a los problemas de Cecilia y su madre. Algo que sólo ella sabía, algo que le iba a cambiar la vida a Cecilia para bien y, para siempre.
...
Era una tarde fría. Cada uno en la casa, hacia sus deberes. Esteban en su despacho revisaba documentos, estados de cuentas, recibos. Maite organizaba lo de la cena. Sandra se maquillaba. Estaba sentada frente a su espejo, echándose un labial rojo y al terminar, sonrió y entornó los ojos. Germán, hacía algo de ejercicio, se tomaba algunas fotos y las posteaba en su cuenta de I*******m. Cecilia, se encontraba ahogada en dolor en su habitación, pensando en su madre, no hacía otra cosa que llorar y lamentarse. Gustavo, en su habitación, pensaba en dos cosas; los problemas con su padre y en el extraño comportamiento de Cecilia, pero lo que más le preocupaba, era ella, sabía que algo le sucedía y quería saber que, para ayudarla.
Esa tarde, Gustavo recibiría una visita inesperada, una amarga visita para Cecilia, pero que para Sandra, era un arma letal a su favor...
Eran las 4:16 de la tarde, el café estaba listo y servido. Maite le llevó una taza a Esteban, quién en su despacho, se encontraba algo estresado... El pobre hombre pensaba en demasiadas cosas, una de ellas, la más importante, su terrible secreto.
Se sentía mal porqué no estaba teniendo una buena relación con su hijo Gustavo. En el último mes, todo eran discusiones y peleas. Claro que admiraba la determinación de su hijo, el hecho de que defendiera sus decisiones y pensamientos, lo hacían sentirse orgulloso de él. Sabía perfectamente que Gustavo no le cumpliría sus peticiones ni su sueño de verlo casado y con hijos, pero al menos a Esteban, le quedaba el consuelo de que tenía otro hijo. Ivan, quién se casó hace 4 años y él, le dió su primer nieto. Y, no es que para Esteban el matrimonio de Iván y su nieto, no fuesen suficientes para él, pero con que su hijo menor se casara y le diera otro nieto, él sería completamente feliz.-Señor -Dijo Maite, al tocar a la puerta-.
-Adelante -Le dijo Esteban-.
-Su café, señor -La mujer entró al despacho con la taza en la mano-. Aquí tiene -Se acercó y le entregó el café.
-Gracias Maite -Esteban, algo cansado tomó la taza y la dejó en su escritorio.
-¿Le pasa algo señor? -Le preguntó Maite, notó el rostro afligido de Esteban.
-A ti no te puedo mentir -Cruzó su manos y miró a Maite-. Llevas muchos años trabajando aquí y para mí, eres parte de la familia -Le sonríe, algo nostálgico.
-Gracias -Maite le sonríe.
-Estoy enfermo, Maite -Soltó un ligero suspiro, el cual significaba cansancio y dolor. Sus ojos se llenaron de lágrimas al revelar aquello-. Me quedan tres meses de vida.
-Don Esteban, no. Eso es terrible -Maite no podía creer lo que había escuchado. Estaba golpeada por la noticia-. No puedo creerlo -Se acerca.
-Es así, Maite -Frunce los labios y piensa-. No me queda mucho tiempo. ¿Ahora entiendes por qué quiero que Gustavo se case y tenga hijos? -No podía aguantar las ganas de llorar-, quiero ver a mi hijo casado y con su propia familia antes de que muera -Esteban no aguantó y rompió en llanto, echando su cabeza sobre el escritorio. Lloraba como niño. Era un llanto fuerte y doloroso.
-Lo siento mucho, de verdad -Maite se acercó a él y lo abrazó, para consolarlo-. Usted es fuerte, podrá salir de esta. Conoce muchos médicos -Le dice ella, tratando de darle ánimos.
-No Maite, ya no hay nada que hacer. El cáncer día a día está acabando con mi vida -Solloza.
-No Esteban, no te puedes morir, no sin antes -Maite pensó y calló antes de seguir hablando. Por algo guardó silencio.
-¿Sin antes qué, Maite? -Sorbe y la mira fijo a los ojos, algo desconcertado.
-Sin, antes, ver a Gustavo casado -Le respondió nerviosa y caminó hacia otro lado-. Eso, ¿no es lo que quieres? -Dijo, para evadirlo.
-Sí, es lo que quiero -La miraba dudoso, sentía que no le había dicho la verdad.
-Bueno, yo me retiro -Limpió sus lágrimas-. Veré qué todo marche bien en la cocina -Maite se despidió y se retiró.
En la sala, sentada en uno de los sofás, se encontraba Romina Soler, una joven rubia, hermosa, coqueta. Con una sonrisa encantadora, una cabellera espectacular y unos ojos radiantes; simplemente, Romina Soler, era la mujer que todo hombre desea tener. Ella esperaba a Gustavo, su novio, pero hacia como 10 minutos que había llegado y nada que el chico aparecía.
-¡Romina, querida, hola! -Le dijo Sandra, quién estaba bajando las escaleras. Se acercó a la chica le saludó con un beso y un abrazo.
-Sandra, hola. ¿Cómo estás? -Le pregunta.
-Perfectamente bien -Le sonríe-. Supongo que vienes a ver a Gustavo, ¿cierto? -Le guiña el ojo.
-Sí, así es. Pero no lo he visto, supongo que no está en la casa -Le dice Romina, cruzándose de brazos.
-Claro que si -Sandra mira a Cecilia, quién caminaba por la sala, directo a la cocina-. Está en su habitación, ve y sube -La toma del hombro.
-Gracias -Romina le sonríe y camina directo a las escaleras.
Sandra sonreía al verla subir las escaleras, directo a la habitación de Gustavo. Volteó a mirar a Cecilia y, era como lo pensó. La chica tenía una mirada teiste, de decepción. Eso sólo le daba a demostrar una sola cosa; Cecilia si estaba enamorada de Gustavo.
La chica se dió vuelta y siguió el camino hacia la cocina. Sandra se sentó en un sofá, sonriéndo de satisfacción. Pensaba en una cosa, algo se traía entre manos y no era nada bueno...
Los días transcurrieron rápidamente, al igual que las semanas. Era un nuevo día, dónde todos se enfrentaban a su monotonía diaria.Cecilia había ahorrado algo de dinero para las medicinas de su madre, para que al menos, antes de tener el dinero de la operación, ella pudiera estar un poco más tranquila. Irene, una amiga de Cecilia, era quién iba una vez al día a casa de Estela para cuidarla y verificar de que se tomara su medicamento. Así, Cecilia podía trabajar tranquilamente, siempre y cuando, no sé cruzara con sus verdugos...-¡Cecilia! -Le grita Sandra desde la sala.-Diga señora, ¿para que me necesita? -Le responde la chica, quién salió rápidamente del comedor.-¿Que es esto? -Le pregunta, al enseñarle un vestido.-Un vestido suyo -Le responde Cecilia con energética obviedad, cosa que ofendió mucho a Sandra.-Sí, estúpida, ya sé que es un vestido mío -Le dice Sandra, con rabia. La miraba con desprecio, mientras fruncía el ceño-. ¿Crees que esto está bien lavado y planchado? -Le ti
Cecilia acomodaba los cojines de los sofás de la sala. Gustavo, bajó a la sala, para ir a la cocina por su desayuno. Caminaba lento, para poder verla. Sonreía al hacerlo. No podía dejar de verla, para él, era como estar mirando un ángel, Cecilia era la chica más hermosa y dulce que él había conocido.-¿Le pasa algo, joven? -Le preguntó Cecilia.-No, nada, tranquila. Continúa con lo tuyo -Le sonrío.-Que le vaya bien hoy -Ella le sonrió también.-Gracias Cecilia -Gustavo la miró, regalándole una hermosa sonrisa, se le acercó y la tomó de las manos-. Gracias por ser tan dulce y amable.Aunque lo había intentado, no podía ocutarlo más. Al sentir sus manos tocar las suyas, Cecilia sentía alivio, era como volar en las nubes. No podía dejar de mirar sus manos jóvenes, pero varoniles. Su rostro parecía haber sido tallado por los mismos ángeles; sin duda el chico más guapo que haya conocido.Sus miradas se encontraron en un mismo espacio, regalándose el uno al otro cálidas sonrisas. Ella sent
El sol salió resplandeciente aquella mañana, más brillante que nunca, pero ni aquella luz tan hermosa alegraba a Cecilia. No durmió bien, sus ojos estaban rojos de tanto llorar debido a dos cosas: La enfermedad de su madre y las constantes humillaciones de Sandra, aunado a eso, las molestias y el acoso de Germán. Pero debía aguantar, no podía darse el lujo de renunciar.No podía dejar de pensar en el beso que Gustavo le dió, ya eran muchas cosas las que tenía en su cabeza; la enfermedad de su madre era la que más le preocupaba aunque también tenía miedo de que alguien se enterara de lo que sucedió entre ella y Gustavo. Con ese beso, ya no lo podía negar más. Lo tenía claro, estaba enamorada, perdidamente enamorada del hijo de su jefe, de Gustavo Ferrer.La tarde era fría y Esteban Ferrer no dejaba de pensar en lo que Maite no terminó de contarle; no se comió el cuento de se trataba de su hijo. Que no podía morirse sin antes ver a su hijo casado, sabía que era algo más y por alguna raz
Eran las 3:00 de la tarde y Cecilia estaba lista para irse, no podía borrar de su rostro su sonrisa. Realmente se sentía feliz por lo que su jefe, Esteban Ferrer, hacia por ella. Le alegraba mucho que a pesar del momento tan duro por el cual pasaba, existiera alguien que se preocupara por ella. No quería perder más tiempo, por lo que sólo recogió su cabello en una cola; salió de su habitación, bajó las escaleras y escuchó a Sandra llamarla, ahí su sonrisa se esfumó.-Necesito que organices mi ropa -La miró con frialdad.-Lo siento, pero no puedo hacer eso -Le respondió la chica. Tuvo carácter y mantuvo la frente en alto.-¿Cómo que no? -Le preguntó con molestia. Frunció el seño con rabia-. Tú trabajas para mí, así que subes y organizas mi ropa, pero rápido -Le gritó.-Y yo ya le dije que no -Le dijo Cecilia con energética seriedad.-¿Quién te crees que eres para hablarme así? -Sandra levantó su mano intentando darle una bofetada a Cecilia.-¡Tenga mucho cuidado con lo que piensa hacer
Maite le llevaba la cena a Esteban a su habitación. Debido a que no estaba de buen humor con su hermana, no quiso cenar con ella en el comedor.Maite dejó la bandeja con la cena en la cama de Esteban, quien recién salía del baño.-Señor, aquí está su cena -Maite le sonrió con amabilidad.-Muchas gracias, Maite -Con la otra toalla se secaba el cabello- y, por favor voy a necesitar que en unos minutos, me traigas una carpeta roja, que está en el escritorio de mi despacho -Le ordenó, con amabilidad.-Sí, por supuesto, en un rato se la traigo -Ella asintió.-Gracias -Le dijo él.-Con permiso -Dice y se retira.Esteban le echó un vistazo a su teléfono, respondió algunos mensajes y se dispuso a cenar.Cecilia abrió la puerta de su casa y junto a Gustavo entraron. En la sala se encontraban la mejor amiga de ella y su mamá. Ambas sonrieron al verla y se sorprendieron un poco, verla acompañada de un chico.-Hola mamá -Se acercó a ella, abrazándola.-Hija, que gusto verte, pero ¿no trabajas hoy
Gustavo y Cecilia se estaban despidiendo. No podían mirarse a los ojos sin dejar de sonreírse. Gustavo le acariciaba las mejillas y le decía que era muy hermosa. Ella sólo cerró los ojos y disfrutaba de sus caricias. Él le hacía sentir de una manera especial, se sentía querida. Pensaba que él era el chico más maravilloso del mundo y que no era como el resto. Por otro lado, Gustavo sentía que por primera vez, estaba siendo sincero, en cuanto a sus sentimientos; estaba muy atraído por Cecilia, sinceramente, no quería irse, ni dejar de estar un sólo momento sin ella. Por primera vez en su vida, Cecilia se sentía amada de verdad. Pero la felicidad a veces, no dura para siempre...-No quisiera irme, pero tengo que hacerlo -Le dijo él con algo de pena y tristeza.-Yo tampoco quiero que te vayas, pero nos veremos mañana -Le sonrió y se mordió el labio inferior.-Eso es lo que me da tranquilidad -Sonrió con alivio-. Nos vemos mañana -La besó.-Adiós -Le brillaban los ojos de felicidad. Al de
Se vivía mucha tensión. Cecilia no se podía controlar, la desesperación y preocupación que sentía por su madre al no saber nada de ella, no la dejaban pensar con claridad.Caminaba de un extremo a otro, con lágrimas en sus mejillas, rogando que su madre, estuviese bien.La preocupación también tenía bastante mal a Esteban, por nada del mundo quería que Estela se muriera y mucho menos sin que le dijera la verdad sobre Cecilia. Ella era la única que podía decirle la verdad.Transcurrían los minutos y aún no se sabía nada sobre la salud de Estela. La incertidumbre se hacía presente, aterrorizando a todos en el lugar.Gustavo no podía ver a Cecilia tan mal. Se acercó a ella, le dijo que hiciera un esfuerzo por calmarse y la abrazó. Desde una esquina, cruzado de brazos, Esteban los observaba e internamente sonreía. Pensaba en eso que dicen las personas sobre que la sangre llama; creía que si sangre de hermanos de una forma indirecta los estaba uniendo. Pero él desconocía la verdadera relac
Esteban ya sabía la verdad, Cecilia era su hija. Su corazón estaba lleno de mucha tristeza al pensar que estuvo mucho tiempo separado de ella. Se sentía muy mal, lleno de mucha rabia en contra de Estela por no haberle dicho nada antes. Si el hubiese sabido eso, la vida de ambas habría sido otra, pero por culpa del silencio de Estela, Cecilia y él vivieron alejados por durante mucho tiempo.Pensó también en el día de su muerte; en cualquier momento podía morir sin poder decirle a Cecilia que él es su verdadero padre, ni tampoco a sus otros dos hijos iba a poder decirles que tenían una hermana...Dicen que pensar mucho enferma y, con sus pensamientos y el whisky, Esteban aceleraba el proceso de su muerte. Le estaba dando una ayuda a su enfermedad.Los días pasaron, Estela salió del hospital totalmente sana, pero siguiendo un tratamiento que la ayudaría a su recuperación. El saber eso, le daba alegría a Esteban.Gustavo había empezado a tratarlo mejor, debido al enorme gesto de generosida