Cecilia acomodaba los cojines de los sofás de la sala. Gustavo, bajó a la sala, para ir a la cocina por su desayuno. Caminaba lento, para poder verla. Sonreía al hacerlo. No podía dejar de verla, para él, era como estar mirando un ángel, Cecilia era la chica más hermosa y dulce que él había conocido.-¿Le pasa algo, joven? -Le preguntó Cecilia.-No, nada, tranquila. Continúa con lo tuyo -Le sonrío.-Que le vaya bien hoy -Ella le sonrió también.-Gracias Cecilia -Gustavo la miró, regalándole una hermosa sonrisa, se le acercó y la tomó de las manos-. Gracias por ser tan dulce y amable.Aunque lo había intentado, no podía ocutarlo más. Al sentir sus manos tocar las suyas, Cecilia sentía alivio, era como volar en las nubes. No podía dejar de mirar sus manos jóvenes, pero varoniles. Su rostro parecía haber sido tallado por los mismos ángeles; sin duda el chico más guapo que haya conocido.Sus miradas se encontraron en un mismo espacio, regalándose el uno al otro cálidas sonrisas. Ella sent
El sol salió resplandeciente aquella mañana, más brillante que nunca, pero ni aquella luz tan hermosa alegraba a Cecilia. No durmió bien, sus ojos estaban rojos de tanto llorar debido a dos cosas: La enfermedad de su madre y las constantes humillaciones de Sandra, aunado a eso, las molestias y el acoso de Germán. Pero debía aguantar, no podía darse el lujo de renunciar.No podía dejar de pensar en el beso que Gustavo le dió, ya eran muchas cosas las que tenía en su cabeza; la enfermedad de su madre era la que más le preocupaba aunque también tenía miedo de que alguien se enterara de lo que sucedió entre ella y Gustavo. Con ese beso, ya no lo podía negar más. Lo tenía claro, estaba enamorada, perdidamente enamorada del hijo de su jefe, de Gustavo Ferrer.La tarde era fría y Esteban Ferrer no dejaba de pensar en lo que Maite no terminó de contarle; no se comió el cuento de se trataba de su hijo. Que no podía morirse sin antes ver a su hijo casado, sabía que era algo más y por alguna raz
Eran las 3:00 de la tarde y Cecilia estaba lista para irse, no podía borrar de su rostro su sonrisa. Realmente se sentía feliz por lo que su jefe, Esteban Ferrer, hacia por ella. Le alegraba mucho que a pesar del momento tan duro por el cual pasaba, existiera alguien que se preocupara por ella. No quería perder más tiempo, por lo que sólo recogió su cabello en una cola; salió de su habitación, bajó las escaleras y escuchó a Sandra llamarla, ahí su sonrisa se esfumó.-Necesito que organices mi ropa -La miró con frialdad.-Lo siento, pero no puedo hacer eso -Le respondió la chica. Tuvo carácter y mantuvo la frente en alto.-¿Cómo que no? -Le preguntó con molestia. Frunció el seño con rabia-. Tú trabajas para mí, así que subes y organizas mi ropa, pero rápido -Le gritó.-Y yo ya le dije que no -Le dijo Cecilia con energética seriedad.-¿Quién te crees que eres para hablarme así? -Sandra levantó su mano intentando darle una bofetada a Cecilia.-¡Tenga mucho cuidado con lo que piensa hacer
Maite le llevaba la cena a Esteban a su habitación. Debido a que no estaba de buen humor con su hermana, no quiso cenar con ella en el comedor.Maite dejó la bandeja con la cena en la cama de Esteban, quien recién salía del baño.-Señor, aquí está su cena -Maite le sonrió con amabilidad.-Muchas gracias, Maite -Con la otra toalla se secaba el cabello- y, por favor voy a necesitar que en unos minutos, me traigas una carpeta roja, que está en el escritorio de mi despacho -Le ordenó, con amabilidad.-Sí, por supuesto, en un rato se la traigo -Ella asintió.-Gracias -Le dijo él.-Con permiso -Dice y se retira.Esteban le echó un vistazo a su teléfono, respondió algunos mensajes y se dispuso a cenar.Cecilia abrió la puerta de su casa y junto a Gustavo entraron. En la sala se encontraban la mejor amiga de ella y su mamá. Ambas sonrieron al verla y se sorprendieron un poco, verla acompañada de un chico.-Hola mamá -Se acercó a ella, abrazándola.-Hija, que gusto verte, pero ¿no trabajas hoy
Gustavo y Cecilia se estaban despidiendo. No podían mirarse a los ojos sin dejar de sonreírse. Gustavo le acariciaba las mejillas y le decía que era muy hermosa. Ella sólo cerró los ojos y disfrutaba de sus caricias. Él le hacía sentir de una manera especial, se sentía querida. Pensaba que él era el chico más maravilloso del mundo y que no era como el resto. Por otro lado, Gustavo sentía que por primera vez, estaba siendo sincero, en cuanto a sus sentimientos; estaba muy atraído por Cecilia, sinceramente, no quería irse, ni dejar de estar un sólo momento sin ella. Por primera vez en su vida, Cecilia se sentía amada de verdad. Pero la felicidad a veces, no dura para siempre...-No quisiera irme, pero tengo que hacerlo -Le dijo él con algo de pena y tristeza.-Yo tampoco quiero que te vayas, pero nos veremos mañana -Le sonrió y se mordió el labio inferior.-Eso es lo que me da tranquilidad -Sonrió con alivio-. Nos vemos mañana -La besó.-Adiós -Le brillaban los ojos de felicidad. Al de
Se vivía mucha tensión. Cecilia no se podía controlar, la desesperación y preocupación que sentía por su madre al no saber nada de ella, no la dejaban pensar con claridad.Caminaba de un extremo a otro, con lágrimas en sus mejillas, rogando que su madre, estuviese bien.La preocupación también tenía bastante mal a Esteban, por nada del mundo quería que Estela se muriera y mucho menos sin que le dijera la verdad sobre Cecilia. Ella era la única que podía decirle la verdad.Transcurrían los minutos y aún no se sabía nada sobre la salud de Estela. La incertidumbre se hacía presente, aterrorizando a todos en el lugar.Gustavo no podía ver a Cecilia tan mal. Se acercó a ella, le dijo que hiciera un esfuerzo por calmarse y la abrazó. Desde una esquina, cruzado de brazos, Esteban los observaba e internamente sonreía. Pensaba en eso que dicen las personas sobre que la sangre llama; creía que si sangre de hermanos de una forma indirecta los estaba uniendo. Pero él desconocía la verdadera relac
Esteban ya sabía la verdad, Cecilia era su hija. Su corazón estaba lleno de mucha tristeza al pensar que estuvo mucho tiempo separado de ella. Se sentía muy mal, lleno de mucha rabia en contra de Estela por no haberle dicho nada antes. Si el hubiese sabido eso, la vida de ambas habría sido otra, pero por culpa del silencio de Estela, Cecilia y él vivieron alejados por durante mucho tiempo.Pensó también en el día de su muerte; en cualquier momento podía morir sin poder decirle a Cecilia que él es su verdadero padre, ni tampoco a sus otros dos hijos iba a poder decirles que tenían una hermana...Dicen que pensar mucho enferma y, con sus pensamientos y el whisky, Esteban aceleraba el proceso de su muerte. Le estaba dando una ayuda a su enfermedad.Los días pasaron, Estela salió del hospital totalmente sana, pero siguiendo un tratamiento que la ayudaría a su recuperación. El saber eso, le daba alegría a Esteban.Gustavo había empezado a tratarlo mejor, debido al enorme gesto de generosida
Esteban se sentía acorralado, la mirada inquisitiva de Cecilia activaba sus nervios. Por primera vez en su vida se sintió intimidado por alguien. Para él era algo realmente sorprendente, pero trataba de no demostrarle debilidad, se mantenía firme, aunque fuese inútil.No podía actuar bajo los impulsos, eso luego lo conllevaría a un arrepentimiento. Estaba agitado; no sabía si avanzar o retroceder.Su cuerpo estaba siendo manipulado por sus nervios, al igual que su mente.Su corazón le pedía a gritos que le contara la verdad a Cecilia y su mente estaba en blanco, no pensaba con claridad. Por otro lado, Cecilia se veía serena, tranquila. Pero con una ligera inquietud porque quería una respuesta de Esteban.¿Que tiene de malo que yo te trate bien? -Le sonrió algo nervioso.-No, no tiene nada de malo -Se sintió apenada-. Sólo que, usted no es así con el resto de las empleadas y, no quiero ofender lo, para nada, es sólo que, nadie nunca fue así conmigo, ni si quiera mi padre -Sintió nostal