Juajuajua las cosas están picantes!!
SOFÍA El reflejo en el espejo me devuelve una imagen impecable, pero yo sé lo que hay debajo. Sé lo que me ha costado llegar hasta aquí. Me llevo la copa de vino a los labios, permitiéndome saborear el dulzor antes de tragar. No estoy aquí por casualidad. No creo en casualidades.Desde el primer momento en que vi a Lucía supe exactamente quién era. Su cara ya la había visto antes en fotografías. Una extraña en la vida de Dante, pero no una cualquiera. Hoce toda la farsa de no reconocerla, de no saber quién era, porque eso es lo que se espera. Pues ¿En dónde pude haberla visto si no estaba en el país? No puedo hacer nada que arruine mis planes y ahora haberlo hecho y que ella no sepa que la conozco me da la ventaja de estudiar su reacción, de medirla, de ver cómo se desenvolvía en esta casa que no le pertenece.Pero lo que no esperaba era la forma en la que Dante reaccionó. Eso ha puesto mi plan totalmente en jaque, pues el Dante que yo conozco no habría hecho todo esto. ¿Espera
DanteLa brisa del puerto arrastra consigo el olor a sal ya óxido, mezclándose con el hedor metálico de la sangre que aún impregna el suelo. El aire es denso, pesado, cargado de una tensión que casi se puede palpar. Mis hombres han limpiado la zona, pero la sombra de lo ocurrido sigue presente.Diez muertos.Tres heridos.Y mis armas en manos de los rusos.Mi mandíbula se tensa al recordar las palabras del prisionero."Danos a la mujer y tus problemas con la Bratva acabarán."Lucía.Otra vez.Ajusto los puños dentro de los bolsillos de mi abrigo, sintiendo el ardor de la furia subiendo por mi espalda. No pueden quererla a ella sin razón, no cuando ha demostrado ser simplemente una mujer que escapaba de un infierno personal. Algo más hay detrás, algo que todavía no logro ver.Luciano está a mi lado, con la misma expresión de preocupación que ha mantenido desde que salió del almacén.—Hemos revisado las rutas de escape, pero no dejaron rastro. Estos cabrones sabían lo que hacían.No me
LucíaDante regresa tarde.Lo sé porque llevo más de una hora deambulando por la mansión como un fantasma sin encontrar qué hacer para calmar la inquietud que se ha instalado en mi pecho desde que Sofía pronunció esas palabras: "Dante y yo tenemos historia".Esas palabras siguen rondando en mi cabeza, repitiéndose en un eco venenoso que no me permite concentrarme en nada más. La curiosidad me está matando, aunque sé que no debería importarme.Nuestro acuerdo fue muy claro y no incluye que yo me esté metiendo en su vida, pero han sido ya más de tres meses viviendo bajo el mismo techo.Casi cuatro meses en los que ha pasado de todo, en los que he estado al borde de la muerte y él siempre ha estado ahí. No solo para mi sino para Nico. Por momentos parece que puedo ver debajo del hombre de hielo, y es justo eso lo que tiene con la cabeza hecha un lío.¿Qué me afecta si Dante ha estado con ella? ¿Por qué me carcome la idea de que tal vez Sofía es la razón por la que él nunca ha intentado n
SofíaEl murmullo lejano de los guardias y el sonido del viento contra los ventanales me mantienen alerta mientras camino por los pasillos de la mansión Morelli. Mi expresión es la de una mujer perdida en pensamientos preocupados, alguien que no tiene nada que ocultar. Pero la realidad es otra.No vine aquí solo por Dante. Vine con un propósito.Uno que llevo años preparando, que hizo que me mezclara con esta familia, la más importante de Italia, la más poderosa, pero aún así unca pude llegar a dónde quería.Me gané el favor de la dulce e ingenua Clara, pero Dante… Dante es un caso aparte, por eso me alejé cuándo me di cuenta que mi plan estaba fallando, pero solo para buscar las piezas que me faltaban.Ahora estoy lista.Me detengo cerca de una mesa decorativa en el pasillo, fingiendo arreglar un jarrón mientras deslizo la vista hacia el patio trasero. Justo como lo planeé, uno de los guardias se encuentra cerca, lo suficientemente alerta como para escucharme.—¡Oh, Dios mío! —excla
LucíaEl sol de la mañana baña el patio trasero con un resplandor dorado, filtrándose entre las hojas de los árboles y proyectando sombras danzantes sobre la mesa de piedra donde Francesca y yo compartimos el café. El aroma fuerte y amargo del espresso impregna el aire, un contraste con la dulzura de los panecillos que Francesca ha traído en una bandeja.A pesar de la tranquilidad del ambiente, mi mente está lejos de estar en paz. No dejo de pensar en ella . En Sofía .El día anterior, cuando se presentó en la casa, su actitud me dejó inquieta. Su mirada era la de alguien que me estaba analizando, que estaba midiendo cada uno de mis movimientos. Pero lo que más me molestó fue su seguridad , la forma en que se movía por la mansión como si le perteneciera.—Francesca —digo finalmente, rompiendo el silencio.La mujer levanta la vista de su café y arquea una ceja.—¿Si?Dudo por un momento, pero al final me atrevo a preguntar.— Sé que no debo hacer muchas preguntas de nada, pero ¿quién
Lucía—Mami, ¿Papá no viene hoy tampoco? —La débil voz de Nicolás rompe el silencio de la habitación. Sus grandes ojos marrones me miran desde la cama del hospital, llenos de una mezcla de esperanza y tristeza que desgarran mi corazón.Ningún niño en el mundo debería pasar la época de navidad en un lugar como este. Y el hecho de que sea mi bebé, mi pequeño angelito me destroza por completo.Me esfuerzo por mantener la sonrisa, aunque siento que estoy al borde de romperme. Aprieto los puños y me acerco a la cama, acariciando su mejilla con suavidad.—Papá está muy ocupado, cariño. Está buscando la forma de quitarte el dolor —le digo con un tono calmado, aunque por dentro estoy gritando.Nicolás ladea la cabeza y me mira fijamente, como si pudiera ver más allá de mis palabras.—Yo creo que papá no me quiere. Nunca está conmigo.Sus palabras son como un puñal en mi pecho. Trago el nudo en mi garganta y fuerzo otra sonrisa.—Eso no es cierto, mi amor. Papá te quiere mucho. Ya mismo voy
LucíaSintiendo los latidos en mis oídos y el dolor esparciéndose por mi cuerpo, empiezo a caminar hacia dónde mi esposo se encuentra.— ¿Qué significa esto? —pregunto ganando la atención de ambos.Odio que mi voz tiemble, pero no me detengo.Esteban me mira con desdén, como si verme aquí y estar descubierto no importara, como si yo fuera una molestia menor. Marcela, por otro lado, sonríe descaradamente. Ella sin duda lo está disfrutando.—Lucía, no deberías estar aquí —dice Esteban con frialdad.No puedo creer lo que dice… es un… es ….—¡Mi hijo está muriendo, Esteban! Está en este mismo hospital en dónde no has ido a verlo —grito, sintiendo que las palabras se ahogan en mi garganta. Señalo hacia el hospital—. ¡Tu hijo está muriendo! NUESTRO HIJO! ¿Y tú estás aquí… con ella?Marcela se ríe suavemente y acaricia su vientre, llamando mi atención. Me doy cuenta de la protuberancia en su abdomen y siento que mi estómago se hunde.Es entonces cuando me doy cuenta de que ella no es la ú
Lucía—¡No puedo creer que esa mujer te haya golpeado! ES UNA SALVAJE. Se lo diré a mi madre.La voz de mi hermana hace que apriete los dientes, pero lo que termina de hacer explotar mi enojo es escuchar a Esteban hablarle con una dulzura impropia de él.—Con calma, cariño. El médico dijo que el enfado perjudicará a nuestro hijo.No podía seguir escuchando, la traición de mi esposo amado ahora me hacía sentir que mi corazón chorreaba sangre. Camino directamente hacia la habitación del médico a pesar de las miradas compasivas de la gente que me rodeaba. Lo último que quiero es seguir viendo a ambos....—Lo siento, aún no hay corazón adecuado.La luz tenue del monitor cardíaco parpadea en la habitación, marcando cada segundo como una eternidad. No puedo contener las lágrimas mientras miro a través del cristal a mi pequeño en la cama.De repente, veo como mi angelito levanta la cabeza para mirarme a los ojos y me apresuro a darle la espalda para secarme las lágrimas. Respiro profunda