Hola, hola, ahorita les dejo el segundo cap. Gracias por leer.
LucíaEl peso de la noche anterior sigue oprimiéndome el pecho. No dormí, apenas pegué los ojos un par de minutos antes de que la tormenta en mi cabeza me despertara otra vez. Dante. Su voz, su confesión, su verdad. Y el beso…. ese maldito beso que de solo recordarlo hace que sienta que la habitación se llena de fuego.¿QUÉ DEMONIOS ESTABA PENSANDO? ¿POR QUÉ NO PUEDO DEJAR DE RECORDARLO?Mi mundo entero ha cambiado, y no sé cómo sostenerlo sin que todo se derrumbe.Nunca nadie me había besado de esa forma: con rabia, deseo, pasión… y mucho menos yo había respondido con la misma intensidad. Pero no debería desearlo, debería estar enojada, deberpia odiarlo.¿Por qué no lo hago?Desciendo las escaleras en silencio, la mansión aún duerme. Busco refugio en la cocina, esperando que el aroma del café logre despejarme, pero mi mente sigue atrapada en el torbellino de pensamientos que me asfixian. Cada palabra, cada gesto, cada mirada de Dante anoche se ha incrustado en mi piel como una herid
DanteUnas horas antes de llegar a la mansión.El estruendo de la música reverbera en mi pecho mientras me sirvo otro vaso de whisky. Las luces del club parpadean en destellos rojos y dorados, reflejándose en las copas de cristal y en los cuerpos sudorosos que se mueven al ritmo del bajo. Este lugar siempre ha sido mi escape, un refugio donde todo deja de importar. Donde el alcohol y el roce de pieles desconocidas me permiten olvidar quién soy, qué cargo sobre mis hombros. Pero esta noche, algo es diferente.Dos mujeres se deslizan hasta mi mesa, sonriendo con esa expresión de felinas que creen haber encontrado su próxima presa. Una de ellas se sienta a mi lado, apoyando una mano sobre mi muslo, mientras la otra se inclina hasta quedar a pocos centímetros de mi rostro.—Dante Morelli —ronronea, deslizando una uña roja sobre mi mandíbula—. Hace tiempo que no te veo por aquí.—He estado ocupado —respondo, llevándome el vaso a los labios, pero el whisky no sabe igual esta noche.La muje
Lucia El peso de los últimos días sigue aplastándome el pecho como una losa imposible de mover. Dante no ha vuelto a mencionar aquella noche, ni el beso, ni la discusión, ni sus malditas palabras que resuenan en mi cabeza una y otra vez. *No puedes llevarte a Nico. Es mi hijo.* Esas palabras han estado carcomiendo mi mente como un veneno. Cada vez que miro a mi hijo, una angustia oscura se enreda en mi garganta. Y si Sofía tiene razón. Y si Dante solo lo ve como un recuerdo viviente de su hermana. Y si en algún momento decide que yo ya no soy necesaria y simplemente me quita a mi niño. Aprieto los puños y respiro hondo. No voy a permitir que eso pase. Si es así, si Dante es capaz de algo semejante, tendré que buscar una salida antes de que sea demasiado tarde. Pero primero, necesito despejarme. Y Nico también. —Vamos a salir, mi amor. —Le digo con una sonrisa al verlo jugar en la habitación. Nico levanta la vista con sorpresa. Sus ojos, que usualmente están llenos de luz, han e
DanteEl sonido de la pluma golpeando el escritorio se mezcla con el repiqueteo de mis dedos contra la madera. No puedo concentrarme. No puedo leer los malditos informes que Luciano me está pasando y mucho menos puedo mantener la paciencia con todo lo que se me está acumulando. La cabeza me va a explotar.Lucía y Nico salieron hace un rato con el equipo de seguridad, pero en lugar de sentirme tranquilo, la sensación de irritabilidad se ha hecho más intensa. Todo en mí me grita que algo está mal, aunque no sé si es paranoia o simplemente el puto caos en el que se ha convertido mi vida desde que ellos llegaron.Desde hace días me siento irascible, irritable, como si cada cosa que hago me desquiciara más. Pero no tiene que ver con Vitelli, con los rusos o con el maldito Esteban. No. Todo esto es por ella .Lucía me está volviendo loco.Cada vez que cierro los ojos, solo puedo recordar su expresión la última vez que hablamos, la forma en que su voz se quebró al preguntarme si me llevaría a
Lucía La bruma del sueño me rodea por completo y aunque lo intento no consigo abrir los ojos.Sin emabrgo, algo dentro de mi me dice que debo hacerlo, que debo despertar, es una urgencia que parece apoderarse de mi pecho.Es casi dolorosa y es esa misma urgencia la que consigue arrastrarme desde lo más profundo de la inconsciencia.Al principio, es un sonido distante, apenas un murmullo que no logro comprender, pero poco a poco se hace más claro, más insistente.—Mami… mami, despierta… por favor… —¡NICO!La vocecita de Nico se cuela entre la bruma de mi mente, temblorosa, ahogada en angustia y el miedo se apodera de mi por completo.DEBO DESPERTAR. Poco a poco empiezo a sentir que recupero el movimiento y entonces parpadeo. Una vez... dos veces hasta que mis ojos empiezan a abrir se por completo.La luz blanca y cegadora me golpea de inmediato y un dolor punzante se instala en mi sien derecha. Siento el cuerpo pesado, como si hubiera estado sumergido en agua durante horas.—Mami…
LucíaEl aire dentro de la limusina es pesado, sofocante.A pesar del espacio lujoso, me siento atrapada, como si las paredes fueran a cerrarse sobre mí en cualquier momento.Mis dedos están aferrados a la mano de Nico, que no deja de mirar por la ventana con una emoción inocente que me duele en lo más profundo del pecho.Yo no puedo ver nada más allá de mi propio miedo.¿Qué demonios va a pasar ahora?Mi mente no deja de formularse preguntas sin respuesta. ¿Dante nos estará buscando? ¿O quizás se siente aliviado de haber librado de nosotros?Me niego a creerlo, pero… una parte de mí teme la verdad.El hombre de la cicatriz—Frederick, según he oído que lo llaman—permanece en silencio, con la mirada fija en el paisaje que nos rodea.No quiero hablar. No quiero darle la satisfacción de mi miedo.Pero no puedo evitarlo.— ¿Qué quieres conmigo? —pregunto en voz baja.Federico no me mira.—Ya te lo dije. Lo descubrirás cuando lleguemos.Mi mandíbula se tensa.—Respóndeme, m*****a mar.Frede
Lucía—Ven, pequeña. Tengo una historia que contarte.No sé por qué lo hago, pero es como si mi cuerpo se moviera por si solo, asi que obedezco. Necesito respuestas, estoy cansada de no saber nada. De vivir en el aire.Él me tiende un libro enorme.Cuando lo abro, el aire abandona mis pulmones.Porque no es un libro, es un album y esta lleno de fotos.Un hombre, una mujer… y una niña.Bebé.De un año.Dos.Tres.Y la niña, esa niña de las fotos soy yo .Las lágrimas inundan mis ojos.Levanto la vista con el pecho a punto de estallar.—Esa niña… soy yo…El hombre señala una foto.—Esta es tu madre, es Lucía. Y este soy yo.Mi mente colapsa.—No… no es posible…El peso de la revelación cae sobre mí como una pérdida.Larisa Romanov.Ese es el nombre que él ha dicho.Ese es el nombre que afirma que es mío.Mi corazón tarde con tanta fuerza que creo que se va a salir de mi pecho. Mis ojos bajan al álbum de fotos, a las imágenes de una niña que se parece demasiado a mí, a una mujer con el mi
DanteEl sonido de mis pasos resuena en el suelo de mármol mientras salgo de mi estudio. Mi mente está consumida por una única imagen: la camioneta estrellada, el asiento trasero vacío, el eco de los disparos y la sangre cubriendo el asfalto.Nico. Se han llevado a Nico.Se han llevado a… se han llevado a mi hijo.Mi mandíbula se tensa mientras entro en la sala de reuniones, donde Luciano y otros de mis hombres ya me esperan. La habitación está sumida en una tensión pesada, palpable.—Vamos por Esteban esta noche. —Mi voz es dura, inflexible. No estoy de humor para rodeos.Luciano asiente, sin sorpresa.—Todo está listo. Rodearemos la casa de Vitelli con cincuenta hombres. Algunos ya están infiltrados en la zona. Otros estarán esperando la orden de ataque.Mi ceño se frunce mientras tomo el plano de la propiedad de Vitelli.—Quiero un ataque directo, sin sutilezas. Este hijo de puta pensó que podía emboscar a mi familia y salirse con la suya. Ahora verás lo que significa meterse con el